56. Almas solitarias.

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   El funeral fue muy rápido y asistió muy poca gente, entre ellos Rosalía, quien resultó ser una amiga íntima de Mónica en su juventud.

   Poco a poco los pocos presentes se fueron retirando hasta solo quedar Lola y yo. Ella rompió el silencio primero:

   ―Lo mejor que pudieron hacer fue enterrarlos juntos ―dijo―. A pesar de que la razón principal fuera de índole económica, supongo que es algo romántico. Ellos se quisieron tanto que la sola muerte de uno bastó para matar al otro.

   Miré hacia otro lado sintiendo pena por Lola y Dan, quienes ahora eran huérfanos.

   ―Qué... ¿Qué pasará a partir de ahora? ¿Qué será de ti? ―pregunté con cautela.

   ―Me iré de la ciudad ―contestó sin más y yo tragué saliva y el corazón se me aceleró ante la imposibilidad de volver a pasar tiempo con ella―. Un tío político tomó nuestra custodia, bueno, en realida tomó la de Dan, porque ahora soy legalmente mayor, ja, ja... En fin, la cosa es que tenemos que irnos de la ciudad.

   Hubo un silencio que se prolongó incómodamente durante un largo tiempo. Hasta llegué a pensar que esta era una silenciosa despedida.

   No aguanté más.

   ―Fue por ti ―confesé. Podía jurar que estaba completamente rojo.

   ―¿Eh?

   ―Fue gracias a ti que... Logré acercarme a Hugo sin arquearme antes y ahora tengo una relación algo mejor con él. Gracias por todo. Aunque no lo parezca me enseñaste mucho ―dije y me atreví a mirarla, ella también estaba sonrojada.

   Sonrió.

   ―A ti ―contestó y miró al cielo―. ¿Sabes? El único recuerdo agradable de mi madre es el de acompañarla todos los días a la biblioteca donde ella estudiaba y me enseñaba. De niña odiaba ese lugar porque era muy oscuro y nadie iba, pero mi madre lo amaba justamente por eso. Decía que un lugar tan solitario era propicio para un alma que necesita entenderse a sí misma... Y ella era un claro ejemplo de eso, tan rara y tan contradictoria, nunca logró entenderse.

   ―¿Puede ser que estés arrepentida?

   Lola suspiró temblorosamente, como aguantando las lágrimas.

   ―De cierto modo sí. La verdad es que no puedo comprenderla del todo ni puedo perdonar a papá por haberla amado más que a nosotros ―dijo, e hizo una pausa―. ¡Pero por Dios, siento tanto rencor! ¡Los odio tanto! A ella por no haberse tratado, sabiendo que quizás podía salvarse, y dejándose morir de la forma más miserable que encontró y a mi viejo por no dejar un puta nota, ¡una nota! Yo con un simple "lo siento" estaba bien, sabiendo que al menos se acordó de nosotros antes de morir, ¡pero no! ¡No! En cambio se derrumbó cargando todo su peso sobre mí, ¡cobarde! ―hizo otra pausa, secándose las lágrimas―. Y sin embargo... Cuando pienso sobre eso, también pienso que así como yo estaba cansada de la situación ellos también, y puedo entenderlos: mamá estaba cansada de intentar de encajar en un mundo que no la comprendía porque ni ella misma lo hacía y papá de amar por los dos. No podían estar juntos ni tampoco separados al punto que el único consuelo que le encontraron a una vida tan desgastante era la muerte.

   Hubo otro silencio, pero de pronto su expresión cambió y se mostró desafiante, señalando a la tumba de sus padres.

   ―¡Yo no seré como ustedes! ―sentenció―. Seré buena persona y no abandonaré a las personas que me necesitan por motivos tan egoístas.

   Entonces, no me dejes. Pero reprimí ese pensamiento.

   Lola sonrió, segura de sus palabras.

   ―Así me gusta. ―Y sonreí yo también.

   ―Aunque me costó mucho aceptar que mamá nos había andonado, después de mucho tiempo me animé a regresar a la biblioteca. Fue muy duro, ya que hasta no hace tanto tiempo yo odiaba a mi mamá y temía "convertirme" en ella; de solo pensarlo me horrorizaba y quería salir de ahí. Sabes que me corté el pelo, que me herí la cara, que falté durante un tiempo, pero jamás dejé de ir, ¿sabes porque? ―me preguntó, mirándome. Yo negué―. Porque, a fin de cuentas, terminaste siendo tú mi principal apoyo. Es incluso gracioso, porque por ti me forcé a no dejar de ir a la biblioteca, donde había alguien que me esperaba y me escuchaba. ¡Realmente te aprecio por eso!

   Una brisa se hizo presente entre nosotros, desordenando los cabellos de Lola y llevándose consigo sus palabras.

   Cada vez me hacía la idea de que esta era, posiblemente, la última vez que la vería. Quizás en mucho tiempo, quizás para siempre. Y sin embargo...

   ―¡Oh! Ese es mi tío, ya me tengo que ir ―anunció caminado en dirección de un auto gris―. Hasta... Luego.

   Cuando ella hubo desaparecido bajo el cielo despejado, fue que finalmente me di cuenta de que realmente me había enamorado de Lola, pero ya era tarde para hacer nada.

   Me di la vuelta y cual alma solitaria, me prometí el nunca olvidarla.

Fin.

Aquí se termina todo, señores. Gracias por haberme acompañado hasta este punto, con sus idas y venidas. Gracias.

En fin, aún así, no estoy muy acostubrada a los finales, pero ne emociona saber que le he dado un punto final a mi primer proyecto original (que resultó bastante más diferente que la creación de fanfics a los cuales acostumbraba).

Pero ¿por qué me despido ahora? ¡Aún falta el epílogo!

J.

La biblioteca de las almas solitarias (PB.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora