34. Capacidad.

243 52 1
                                    

   Lola se sentó en el puff, se veía cansada, muy cansada y yo estaba ansioso porque me hablase.

   ―Mi mamá es un asco y mi papá es peor ―susurró con desgano.

   Tenía grandes ojeras, lo que me daba a entender que no había dormido muy bien.

   ―¿Qué pasó?

   ―Lo de siempre ―contestó―. Esa loca queriendo pasar al mundo por encima diciendo cosas extrañas y mi padre defendiéndola a sol y sombra ―se quejó con voz débil.

   ―Entiendo. ―Sonaba demasiado falso, pero no se ocurría nada más.

   Por un momento me pareció que Lola se largaría a llorar, pero se mantuvo firmey no dijo nada. Comprendí entonces que tanto ella como yo éramos incapaces de llorar aunque quisiéramos, simplemente nos quedaríamos allí, guardándolo todo.

  No era una cuestión de orgullo, sino de capacidad de aceptarnos.

La biblioteca de las almas solitarias (PB.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora