—Antes de que te vayas tengo que decirte que últimamente los amigos de lo ajeno andan al acecho y debo recordarte que siempre te llevas libros de mi biblioteca, niña —le decía Rosalía a Lola cuando esta estaba por irse.
De pronto creí recordar que hablaron de esto en las noticias.
—Lo sé, pero el camino que sigo es bastante seguro —respondió ella escuetamente mientras se acomodaba el gorro.
Entre las dos había un clima de familiaridad que solo ellas entendían.
—Sandeces —dijo la mayor y luego me miró—. Tú, el que nunca hace nada, muestra un poco de caballerosidad y acompáñala hasta su casa.
Me tensé. En cualquier otro momento hubiera estado de acuerdo en que debía acompañarla, pero la cosa es que yo veo una sombra y me asusto, por lo que, en una situación hipotética de robo, yo no podría hacer otra cosa que desmayarme (o morirme del miedo, en su defecto).
Lola rodó los ojos, quizás divertida, quizás hastiada.
—Ya vámonos —dijo agarrándome del antebrazo y abriendo la puerta.
Y yo solo me dejé llevar.
Pronto descubrí que los amigos de algún lado tenían que salir... Y ese lugar era el barrio de Lola.
[...]
Estando sola, Rosalía sonrió.
—Por eso nunca me casé.
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La biblioteca de las almas solitarias (PB.1)
Short StoryYo siempre voy a la biblioteca. No soy nada estudioso ni mucho menos un ávido lector, sólo voy para matar el tiempo. En la biblioteca suelo sentarme con algún libro en mano que finjo leer y a veces me duermo. La biblioteca era soli...