30. Fotografía

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   Apenas llegar a casa volé directo a mi habitación, rogando no cruzarme con nadie en el proceso.

   Al llegar saqué de mi bolsillo lo que Lola había metido allí y lo miré: era una fotografía. Una vieja fotografía familiar; ahí aparecían cuatro personas: a la derecha un hombre adulto de sonrisa amable y cabello ondulado... El mismo que vi con Lola en día que me la crucé en la calle. A su lado, su hija le sostenía de la mano muy cerca de él.

   En el otro extremo una mujer de semblante serio y largo cabello negro miraba al frente. No podía identificar si estaba enojada o así era naturalmente, dado que su postura era de indiferencia absoluta.

   Al costado había un niño colgado de la falda de su madre como si su vida dependiera de ello.

   El único nexo que había entre los dos adultos eran los niños quienes se tomaban de las manos, pero la mujer no miraba al hombre ni él a ella.

   De algún modo esa fotografía había logrado incomodarme, aunque no sabía exactamente porqué.

   De inmediato pensé que la única diferencia entre Lola y su madre residía en su cabello, que aunque las dos tenían el pelo color negro, el de Lola era tan ondulado como su padre.

   Incluso me atrevería a decir que sus personalidades eran parecidas, y sin embargo, Lola era mucho más humana que cualquiera de si su familia.

La biblioteca de las almas solitarias (PB.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora