47. Porqué

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   ―¿Por qué tanto odio a tu hermano? ―preguntó Lola repentinamente, viéndolo a Dan discutir con Rosalía sobre mangas.

   ―Porque es retrasado ―contestó simplemente.

   Lola bufó y se echó sobre el sofá.

   ―A mí me quitaron a mi hermano y no pude verlo por dos años ―comenzó a contar―. Fue realmente duro pasar de andar peleando por cualquier cosa y ayudarlo en sus tareas a estar sola, como hija única.

   ―Pero aún así lo buscaste, yo lo preferiría lejos.

   Lola suspiró.

   ―Cuando éramos niños, e incluso poco antes de que se fuera, yo odiaba a Dan por el simple hecho de que siempre estaba detrás de mamá. No soportaba qué, por ejemplo, si tenía alguna pesadilla o algo lo asustaba corría directamente a esconderse tras las faldas de mi madre en vez de pedirme a mí que lo consuele, porque, ¿no era yo, su hermana mayor, quien debía protegerlo?

   Me reí, sabiendo que teníamos algo en común: los celos. Esto me animó a contar mi versión de la historia:

   ―Hugo nació siendo un superdotado, un genio, pero jamás uso su cerebro para nada; sin embargo, tener un hijo que pudiera sacarnos de la pobreza en la que estábamos metidos en esos años hizo que mamá y papá se concentraran en darle todo lo que no tenían con la esperanza de que algún día este dios nacido humando les devolviera el favor benedicíendolos con status y gloria... Dejando al hijo mayor, al que era igual a ellos y por lo tanto, mediocre, de lado. ―Terminé mi explicación con ademanes exagerados con tal de que se entendiera mi idea.

   Lola, escuchando atentamente mi historia, me sonrió.

   ―Pero no es culpa de tu hermano, entonces.

    ―En un principio no, e incluso yo intentaba acercarme a él pero en cuanto noté que sí se daba cuenta de lo que nuestros padres hacían y aún así no hacía nada para evitarlo... Me alejé.

   Lola se quedó en silencio y luego me tomó de la mano.

   ―No es como que nunca intentó buscarte. Yo lo he visto.

   ―Porque estaba aburrido.

   Lola negó con la cabeza.

   ―Porque quiere acercarse y no sabe cómo. Créeme.

   No sé si era por su sonrisa, el hecho de que aún me sostuviera la mano o por sus palabras, pero no podía ver a Lola a la cara y mi pecho se sentía pesado.

La biblioteca de las almas solitarias (PB.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora