Lola se acercó a la ventana de la biblioteca y luego regresó a su asiento. Diez minutos después volvió a aprpximarse a la ventana y a sentarse de nuevo.
Yo la miraba con sumo interés.
―¿Estás bien? ―me animé a preguntar, recordando que la última vez que dije algo por el estilo me mandó a volar bien lejos.
―Perfecta ―contestó y tuve la sensación de deja vú. Al instante se pasó la mano por el pelo.
No era exactamente la persona más inteligente, pero hasta yo me daba cuenta de ese tipo de cosas: Lola siempre se esforzaba por no llamar la atención, pero ahora con el pelo tan mal cortado como lo tenía cualquiera podía notarlo.
Suspiré, últimamente estaba siendo demasiado amable.
Abrí mi mochila y rebusqué entre mis cosas. Generalmente mi madre metía bufandas, gorros y hasta guantes aun sabiendo que yo en serio no sufro del frío, pero esta vez pensé que me sería útil.
Me acerqué despacio, procurando que no me note ni me vea en el reflejo de la ventana, y sin decir nada le puse el gorro gris en la cabeza. Ella se dio la vuelta, extrañada.
―Sé que no te gusta eso que tienes en la cabeza y no voy a preguntar qué fue lo que pasó, pero por lo menos te daré un gorro para que te cubras ―expliqué, atajándome de todos lados.
―Pero es tuyo ―me dijo y sin embargo no se lo quitó.
―Ya sabes, no soy friolento ―contesté.
Lola me sonrió.
―Gracias.
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La biblioteca de las almas solitarias (PB.1)
KurzgeschichtenYo siempre voy a la biblioteca. No soy nada estudioso ni mucho menos un ávido lector, sólo voy para matar el tiempo. En la biblioteca suelo sentarme con algún libro en mano que finjo leer y a veces me duermo. La biblioteca era soli...