No sólo era la chica más inexperta del mundo, sino que no había dado su primer beso nunca, y por lo tanto, no sabía besar.
Su único anhelo era poder besar al chico de sus sueños, pero su mayor temor era dar el beso incorrecto.
¿Como lo haría? ¿Como...
Hacia arriba, hacia abajo, hacia arriba, hacia abajo, todo se repetía una y otra vez. Era un ritmo constante que sus labios y los míos hacían al danzar en suaves besos.
Tenía un miedo constante en el pecho, el cual era dominado en su mayoría por la duda y la curiosidad.
Este era mi primer beso. Con Jos, mi mejor amigo. Podía equivocarme, pues el lo entendería, pero sin embargo no quería hacerlo, tenía la extraña sensación de querer hacerlo perfecto para así satisfacer a a Jos.
Sus manos subían lentamente y con temor a recibir una mala respuesta, y pidiendo permiso, se posaron a los costados de mi cintura, haciéndome estremecer.
Sus labios se presionaron levemente sobre los míos, sintiendo el delicioso sabor de éstos. Era tan bueno para ser verdad.
Y mis manos al igual que las de él, escalaron su larga espalda, hasta lograr llegar a su objetivo, su sedoso cabello.
Uno de mis labios fue suavemente mordido por los dientes de Jos, haciéndome jalar sus cabellos entre mis dedos.
Gritos escandalosos se escucharon por todas partes. Asustados terminamos el beso, y miramos por donde los gritos provenían.
La puerta del ataúd finalmente estaba abierta, el aire había regresado, pero también las miradas de las personas, quiénes no paraban de lanzarnos miradas picaronas a Jos y a mi.