Capítulo 2. Primer día en Landon High

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Capítulo 2

Primer día en Landon High

Mi primer día. El primer día donde debería fingir ser un chico. Un domingo a las nueve de la mañana. Y como siempre me levanté de mal humor. ¿Quién se levanta un perfecto y maravilloso domingo a las nueve de la mañana para ir al primer día de clases? Yo, por desgracia.

Estaba en el coche con mis padres y mi hermano Josh, él fue el único que quiso acompañarme, el resto tenían cosas más importantes que hacer, como dormir y jugar a la play station.

-¿Nerviosa? -me preguntó Josh.

-No. Nací preparada y lista -mentí, estaba más que nerviosa. ¿Y si me descubrían? En ese caso no sabría qué hacer.

-Mentirosa -murmuró Josh, mis expresiones eran fáciles de leer, era como un libro abierto.

Miraba por la ventana los paisajes. El verde se teñía por las altas montañas, con manchas de un verde más claro en las laderas y varios tonos azulados en los lagos y estanques. El internado se encontraba muy lejos de la civilización, vamos estaba perdido en el culo del mundo. Al llegar, un gran edificio en forma de U apareció ante nuestro ojos. Era un edificio construido con ladrillo anaranjado, de tejado negruzco. Cientos de alumnos andaban por el césped, algunos hablando en pequeños grupos, otros jugando con un balón de fútbol, algún que otro con el monopatín... Y así fue mi primer vistazo a aquel lugar.

Bajé del coche. Aquello era el cielo. Estaba segura de ello, pero no podía desviar mi mirada a ninguno de ellos. Yo estaba allí única y exclusivamente por la beca. La beca. Ese era mi único objetivo.

-Adiós -me despedí de mis padres y de Josh. Fue una larga despedida, mi madre no me soltaba de su abrazo del oso, mi hermano no dejaba de repasar los cientos de consejos y mi padre simplemente dijo adiós, al fin una despedida normal.

Al hablar puse la voz grave, mis imitaciones habían mejorado mucho, mi voz se asimilaba mucho a una masculina. Y qué decir de mi aspecto, todo un tiarrón. Vale eso sonó extraño.

Cogí mis maletas y me dirigí a mi dormitorio: el ático. Pensareis que tengo suerte, un lugar con buenas vistas y blah blah blah. Pues no. Era un lugar enano, con una cama, un espejo, un escritorio y el armario. Punto. Nada más. Sin embargo me pareció mucho peor al llegar. Mis dos maletas pesaban como muertos y subir cuatro pisos con ellas a cuestas no es para nada agradable. Las cargué hasta los topes de todas mi queridísimas pertenencias, de ahí que pesaran tanto.

Abrí la puerta. No había palabras para describir aquello. La cama estaba bien, aceptable, y los muebles en general también, pero aquella iluminación me acabaría dejando como un vampiro en su cueva. Abrí todo lo que pude la ventana. De ese modo estaba mucho mejor. La luz que se filtraba proporcionaba cierta calidez a mi nuevo cuarto. Desempaqueté casi todo, estaba demasiado cansada para acabar.

-Ya lo haré mañana... -me dije a mí misma con pereza. Era muy, muy vaga. Vaga a más no poder.

Me miré en el espejo. Mi aspecto masculino seguía intacto. Tenía curiosidad en conocer a fondo el campus. Bajé las escaleras de dos en dos, casi me caigo al suelo unas cuantas veces, pero seguí corriendo. Al llegar a la cafetería me di cuenta del hambre que tenía. Mis tripas sonaron con agresividad al oler aquel delicioso aroma, bollos recién hechos.

Me acerqué a la barra. Cogí dos bollos y me los llevé. Paseé por los campus. Había alumnos entrenando al fútbol, baloncesto, tenis, y por supuesto beísbol. Me dirigí al campo de beísbol mientras me comía mis bollos. Estaban muy buenos.

Fui a las gradas que se encontraban de espaldas al pitcher. No jugaban con uniforme, simplemente con el guante y el bate.

-¡Drake, lanza! -supuse que quien lo gritó era el bateador y Drake el pitcher.

Ella es un chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora