Capítulo 7
Antes del partido
Era viernes por la mañana. Y el despertar como siempre se me hizo la tarea más horrible del día. Pasé a la primera clase. Historia con el Chirrido, tambien conocida como la Sra Robinson.
Nadie estaba preatandole atención, vamos cada uno hablando con el compañero de al lado sobre temas mucho más interesantes que la mierda de clase. Y una vez más acabé castigada en el pasillo, ¿por qué? Por el simple hecho de lanzar a canasta con bolas de papel a la papelera, no es mi culpa si sus clases me aburren. Sonó el magnífico timbre para comenzar otras clases.
En la hora del almuerzo me senté con mis compañeros de equipo para planear tácticas. El partido sería contra los Snakes, uno de los equipos más fuertes de la liga.
-Es un partido amistoso -empecé a proponer ideas-, hagámoslo muy mal para que se confíen y en el siguiente partido, cuando estemos en la liga, les pateamos el culo.
-No sé -Luke parecía confuso-, prefiero jugar limpio.
-Eso es porque eres una nenaza -dijo Nico sonriendo de un modo muy travieso-, y no te atreves a perder tu orgullo para recuperarlo de una forma gloriosa.
Aquel pequeño discurso de Nico me gustó. Pensaba igual que yo, podíamos vencer con facilidad pero si perdíamos inesperadamente y luego remontábamos sería más alucinante.
Pero cuando le contamos el plan al entrenador, no pareció gustarle.
-¡Ese plan de mierda es para cobardes e inútiles incapaces de arriesgar todo hasta el último aliento! -en serio, ese hombre dramatizaba demasiado, debería haber sido actor en vez de entrenador de beísbol-. ¡Y por hacerme perder el tiempo, os castigo! ¡Y si perdeís el partido hareis este mismo entrenamiento cada día! -amenazó mientras sus ojos nos echaba miradas inquietantes.
Cada vez odiaba más y más a ese estúpido Sanders, cuando se ponía así no había quien le soportara, era insufrible.
¿Y cuál fue el castigo? Pues uno bastante agotador -cómo no-. Hicimos tantos abdominales y tantas flexiones que me costó ir a los vestuarios para cambiarme. Me pesaba todo el cuerpo del esfuerzo físico. Nada más llegar a un banco me tiré sobre este, rendida y agotada. El resto del equipo me imitó. Esta vez nadie tenía ganas de perseguir un balón en cueros.
Nadie se movió, todos nos quedamos quietos, esperando que el dolor disminuyera. Fui la primera en levantarme, con mucho esfuerzo y varios queijidos me fui de allí. Lo último que deseaba era quedarme en una habitación cerrada oliendo el sudor masculino.
Caminé lentamente, arrastrando los pies por el suelo, hacia mi cuarto. Y en aquel momento maldije en todos lo idiomas conocidos, todas las maldiciones habidas y por haber, y todo porque mi habitación se encontraba cuatro pisos y unos setenta escalones más arriba. Pasaron unos cuantos minutos, más largos que los espacios para los anuncios de la tele. Nada más tumbarme en mi mullida cama, mi teléfono sonó con el tono de Addicted de Saving Abel.
Era mi madre. Descolgué el teléfono y lo sotuve al lado de mi oreja. Mala idea.
-¡HOLA! -la voz de mi madre sonó tan fuerte que si separaba el móvil se podía escuchar perfectamente.
-Hola, mamá. ¿Podrías no gritar tanto? -no me hizo caso alguno.
-¡Pasado mañana es tu primer partido! ¡Qué orgullosa estoy de ti, hija! -se oyó un ruido extraño y luego oí la voz de mi padre, que gritaba tanto como mi madre, o tal vez un poco más-. ¡Hija, vamos a ir a verte el domingo! ¡Y Jess también vendrá!
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Ella es un chico
HumorTodo comienza un día en el hogar de la familia Davis. Su situación económica empeoró y la joven Charlotte Davis (Charlie, para los amigos) trata de conseguir una beca deportiva para la universidad, ya que el deporte es en lo único en lo que destaca...