Capítulo 16. Cincuenta todo, cincuenta nada

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Capítulo 16

Cincuenta todo, cincuenta nada

Entré en mi cuarto, con el corazón latiendo a mil. Estuve frente a mi armario, tratando de escoger algo, pero no me decidía. Y tras unos largos minutos para coger la ropa, me decidí por unos tejanos negros, una camisa suelta sin mangas y una cazadora negra. Nunca antes me había sentido tan nerviosa e indecisa; era algo nuevo para mí.

Sentía como cada una de mis células se removiesen inquietas en mi interior; sentía como mi corazón desbocado y exaltado latía en mi pecho como si intentara escapar de mi entrañas; sentía un nerviosismo tan extremo que me costaba respirar; sentía que su imagen daba vueltas en mi mente, eclipsando cualquier otro pensamiento; y sobre todo, sentía la necesidad de verlo lo antes posible.

Salí de mi cuarto cuidando mis pasos; no deseaba ser vista. Al llegar al exterior un viento fresco se arremolinó dándome una terrible sensación de frío, causando escalofríos que me recorrieron la espalda. Me abrigué un poco más con mi cazadora. Afortunadamente, me acostumbré al viento nocturno y dejé de pasar frío. Poco quedaba para la hora acordada.

Emprendí de nuevo mi camino, primero con paso lento para ir encrementando mi marcha hasta que casi acabé corriendo. Crucé la calle hasta llegar al parque. No me di cuenta de que estaba conteniendo el aliento hasta que suspiré al verle sentado en un banco, mirando hacia el universo infinito, iluminado por las miles de estrellas y la enorme Luna llena que alumbraba la oscuridad. La luz de las farolas, casi anaranjada, no me permitían ver bien su rostro, pero supe que era él. Llevaba, unos tejanos anchos, una camisa verde y blanca a cuadros y una cazadora.

Me acerqué a él, con paso firme y tranquilo. Él levantó su mirada al verme aparecer. Encandilada por su sonrisa deslumbrante, desvié mi mirada a sus labios rosados en los que leí una palabra.

-Hola -se levantó de allí para acercarse aún más a mí.

-Hey -saludé ¿tímidamente? ¿Desde cuándo me comportaba de ese modo? Yo nunca he sido tímida ni nada, ese chico me cambiaba demasiado.

-Ven -me tomó de la mano para caminar el uno junto al otro-, tenemos que ir a un sitio especial.

¿Sitio especial? Supuse que sería donde estaba mi sorpresa. Mentiría si dijera que no me estaba muriendo de la cuariosidad, en serio me estaba matando.

Las calles estaban desiertas, estaba sola a excepción de Drake, claro está. Entrelacé nuestros dedos para sentir el calor que irradiaba su mano. El asfalto de la carretera estaba húmedo y reflejaba las luces del alumbrado.

Entre nosotros había un suave y agradable silencio a pesar de que nuestros pasos resonaban por la calle. Subimos por una pequeña colina hasta llegar al mirador de la ciudad, que estaba abandonado. Estaba oscuro totalmente, pero veíamos dónde pisábamos gracias a la Luna.

-Aquí es -se paró y me mostró aquella sonrisa tan agradable que poseía.

Me arrimé a la barandilla para ver el paisaje. Se veían todas las luces de la ciudad, pequeñas como puntos dorados y el mar, una extension infinita de oscuridad y negrura. Se respiraba paz y hasta ese punto no llegaban los atroces sonidos de la ciudad, como el tráfico.

Drake me rodeó por detrás, arrimándome hacia él, y me susurró al oído:

-Bueno, ¿qué te parece la vista? -habló con una voz ronca, pero muy afectuosa.

Su proximidad me robó el aliento.

Sentía como su aliento me provocaba cosquillas en la oreja, para luego sentir un vaporoso hormigueo recoriendo cada una de las partes de mi cuerpo. Y era agradable, muy agradable.

Ella es un chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora