Capítulo 14. Su verdad

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Capítulo 14

Su verdad

El sábado por la mañana -tras la fiesta- había quedado con Jacob para hacer ese trabajo de historia. Fui con el ánimo por los suelos, arrastrando los pies por el suelo hasta que me dí cuenta de que si hacía eso me estaba reduciendo al nivel de Drake, mostrándome débil por algo estúpido. Traté de pensar en otra cosa, como una canción. Después caminé al ritmo de mi tarareo hasta llegar a la habitación del rubito. Llamé a su puerta y luego entré.

Era un cuarto luminoso y limpio, olía a rosas y no había nada fuera de su sitio. Aquel lugar encajaba a la perfección con la apariencia pulcra de Jacob. Este estaba sentado en su escritorio, escribiendo en su portátil y retocando cosas en la cartulina del proyecto.

-Hola -saludé mientras me acercaba a él.

-No hace falta que te quedes, ya he acabado el trabajo. Tú sólo tienes que poner tu nombre.

Me alegró en día, la verdad. Adiós cita de estudio con Jacob, wiiiii. Mi yo interior no pudo impedir un bailecito ridículo aunque afortunadamente mi yo exterior sí.

-¿Dónde firmo? -mi respuesta fue casi instantánea.

Este señaló una esquina en la que se veía escrito su nombre. Ese trabajo se veía genial, muy informado y demás. No me sorprendió que un alumno como Jacob hubiera hecho algo tan perfecto -el es un don perfecto- Luego firmé.

-No es que me queje pero, ¿por qué lo has hecho tú sólo?

-Si quería sacar un diez, tú y tu incompetencia tendríais que salir de mi camino. Así los dos ganamos; yo saco un diez y tú no haces nada -soltó sin vacilar ni un instante, frío y calculador, sin un atisbo de sentimientos cálidos.

¿Me acababa de llamar idiota por toda la cara? Sí, pero me haría sacar un diez así que por esa vez y solo esa vez me contuve de soltar algún insulto borde y algún que otro golpe.

Antes de salir miré un poco la habitación distraídamente. Sobre lo que parecía ser la cama de Jacob, situada al lado de la ventana, había unas cuantas fotos. Él, al verme que las observaba, corrió hasta sentarse sobre ellas. No sabía qué era exactamente, pero le daba vergüenza que yo lo viera. Su mejillas estaban algo rojas y evitaba mirarme a los ojos.

-Adiós, nos vemos el lunes -me despedí de él fingiendo no haber visto nada.

-Adiós... -murmuró en un susurro apenas audible.

Y ahí encontré la primera muestra de que el rubito no era un robot, pero me entraba curiosidad en saber qué eran esa fotos. Bah, conociendo a ciertos chicos -no incluiré nombres- sería para contentar a su amigo, aunque eso era normal en los chicos, ¿no? Así que, ¿por qué le daba vergüenza? Dejé el tema y volví a mi habitación.

Al llegar los recuerdos volvieron, reviviendo la escena una y otra vez. ¿Por qué lo hizo? ¿Seguiría sintiendo algo por ella? Esas eran las preguntas que me rondaban la cabeza. Me metí en la cama tras haber bajado las ventanas, convirtiendo mi cuarto en una cueva. Y ahí metida pasé el domingo, saliendo para ir al baño y para comer. Me estuve devanando los sesos hasta que me empezó a doler la cabeza. Sentía como si una bara me atravesara las sienes, para apaciguar el dolor me dormí. Quise dormir por siempre jamás.

Sonó el despertador el lunes por la mañana. ¿Cómo me sentía? Como si me hubieran pisoteado una manada de elefantes me hubieran pisoteado el cuerpo. Apagué el infernal ruidito del aparato y me quedé en la cama. Pasaba de ir a clase para encontrarme con él.

No sabía exáctamente cuánto tiempo había pasado pero alguien entró a mi cuarto y me despertó. No reconocí sus pasos y me hice la dormida, no me atrevía a abrir los ojos.

Ella es un chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora