Capítulo 4. Mierda, mierda y más mierda

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Capítulo 4

Mierda, mierda y más mierda

¿Por qué de todos los malditos institutos que hay, tuvo que venir precisamente a este? No lo entiendía.

Por ahí venía. Caminaba tranquilo mientras miraba alguno de los anuncios del tablón. Al verme me saludó con la mano.

-Hola.

-Hey -dije sin interés, seguí con la mirada fija en los anuncios, leyendo un anuncio de comida para lagartos ¿quién tendría un lagarto en un internado? Nadie, que yo sepa.

Al parecer Kevin vió su nombre en la lista. Gritó un "¡bien!" que se oyó por todo el pasillo. Volvió a leer extrañado el papel. Luego me miró.

-¿Sabes, yo conocí a una Charlotte Davis?

Mierda, mierda y más mierda... ¡Se acuerda de mí! -pensé alarmada.

-Mi apellido es uno común -dije con indiferencia.

Él solo sonrió, y yo me marché.

Suspiré aliviada. Si me había dicho aquello era porque no sospechaba, ¿no? Dejé el tema de lado.

Paseaba por los pasillos para llegar al aula de literatura, un rollo total. Una mano me tocó el hombro, por un momento me asusté. Giré la cabeza para encontrarme a un rostro sonriente, Julian.

-Hola, ¿puedes venir a mi despacho? Solo es para hablar -sé que le conocía pero, aquella sonrisa tipo botox no me inspiraba demasiada confianza.

-Mierda, mierda y más mierda... ¿Es que hoy es el día anual de arruinarle la mañana a Charlotte Davis? -pensé, al parecer sí lo era, y aquello solo era el principio.

Julian me guió para llegar a su despacho. Abrió la puerta y me dejó pasar. Era bonito, el escritorio era de madera oscura y estaba lleno de cosas en la mesa, aquellas ventanas iluminaban mucho, y alguna plantas asomaba por el alfeizar de una de ellas y había dos sillones frente al escritorio. Me senté en el de la derecha.

-¿Qué tal todo Charlotte? -obviamente sabía quién era yo, mi padre habló con él.

-Bien, nada de qué quejarse -dije con mi voz normal, al fin podía usarla sin tapujos.

-¿Has hablado ya con tus padres? -me preguntó.

-Sí hablé con ellos ayer antes de dormir -él iba a hablar pero yo me adelanté-. Antes de que diga nada, gracias por dejarme entrar.

En aquel momento sonreí agradecida. Él me correspondió con una sorisa similar.

Estuve allí dentro alrededor de diez minutos, hablando sobre el internado y todo eso. Luego me despedí de Julian y regresé al aula de literatura. Apenas quedaba tiempo para no llegar tarde, no me apetecía pasar otra hora sin entrar a clase por más extraño que sonara.

Entré y todos los alumnos estaban haciendo... mejor os lo describo. De unos treinta alumnos dos de ellos estaban haciendole el "calzoncillo chino" a otros -seguramente los empolloncitos-; otro amenazaba con tirar una silla por la ventana, desde un segundo piso; otros hacían una guerra de bolas de papel... No me resistí y me uní a la guerra del papel. Nos tirábamos los unos a los otros las mismas bolas de papel, arrugadas y algo esponjosas. Tambien nos dábamos collejas en la nuca... Comenzaba a gustarme ser un chico. Era divertido.

El chollo se nos acabó rápido ya que llegó el profesor de literatura. Nos mandó callar nada más entrar en la clase, no hicimos caso por supuesto.

Y así pasó la clase, llena de amenazas, castigos y poco más. Y si te estás preguntando si me castigaró, sí lo hizo el muy imbécil. Mi castigo: estar durante una hora estúpida sin hacer nada en el aula de castigo. ¿Qué hice? Bueno, había estado durante toda la clase tirando bolitas de papel utilizando el boli como cerbatana mientras atentaba a mi compañero de delante, cuando acabó la hora, su capucha estaba hasta arriba de mis proyéctiles. Al menos fue una clase entretenida.

Llegó la hora del catigo y ¿adivinaís?, coincidía con el entrenamiento de beísbol, lo bueno es que solo perdía veinte minutos.

Anduve por los pasillos en busca de la hermosa y divina aula de castigo. Estaba en frente de la biblioteca. Entré sin mucha prisa, dejé mi mochila en una de las mesas libres. Era una sala pequeñita, con varias mesas y algún objeto decorativo, como una planta que había por allí. Dentro había un par de chicos, desconocidos, lo más seguro es que fueran de un curso menor al mío.

Entró el profesor a cargo de nosotros, nos estuvo vigilando durante toda la hora.

He de admitir que sus ojos me daban miedo: un azul claro, casi blanquecino, se quedaron vigilándome sin parpadear ni apartar la vista. Era un hombre siniestro con aroma a viejo.

●○●

-¡Davis, llega tarde! -al acabar el castigo fui corriendo para no,perder tiempo. Deseaba empezar cuanto antes los entrenamientos y de algún modo sustituir a Adam. Quería ser yo la pitcher, y no habían visto ni siquiera mi potencia de tiro, una lástima-. ¡Diez vueltas al campo!

-Mierda, mierda y más mierda. Sí, definitivamente ea el día anual ee arruinar la tarde a Charlotte Davis -pensé con fastidio.

¡Diez vueltas! ¿Se había vuelto loco? ¿O acaso no había visto lo grande que era el campo de beísbol? La edad le estaba afectando seriamente a sus neuronas. Acaté sus órdenes sin rechistar, si me negaba tal vez me obligaría a dar veinte más y no me apetecía demasiado.

Veía al resto jugando, una mitad defendía y la otra bateaba. Me apresuré y corrí lo más deprisa posible sin llegar a agotar toda mi energía. Una vez acabé fui a jugar con los bateadores. Al batear hice un homerun a la primera. Me sentí orgullosa. Acabamos el partido 5-7,

perdimos por dos puntos y eso me dió mucha rabia. Aquel chico, Drake, era bueno, muy bueno. Y Kevin tampoco se quedaba atrás. Por el momento no me había reconocido, y eso era un milagro. Trataba de evitarle todo lo que podía en clase, en los descansos, en los pasillos, en la cafetería... Básicamente, en todos lados.

Escuché el silbido agudo e irritante del silbato del entrenador Sanders. Siempre odié los silbatos y aquel martilleante sonido.

-¡Treinta flexiones, treinta abdominales, otras treinta sentadillas y al final estiramientos libre! -abrí los ojos descomunalmente y me dispuse a hacer aquellos mortificantes ejercicios. Aquel no fue unos de los mejores días de mi vida- ¡Cuándo acabeís podeís iros a las duchas!

Mi frente estaba perlada del sudor, y mi corazón estaba todavía acelerado por el esfuerzo físico. Entré en las duchas tras los chicos.

Me puse a pensar, nueve chicos en las duchas. Eso me gustaba (¿a quién no le gustaría?), por otra parte no iba a ducharme delante de ellos. Yo me duchaba, nomalmente sobre las dos de la mañana cuando no había ningún chico merodeando por los baños.

-Joder -comemzó hablando Adam-, tengo el brazo entumecido por culpa de Arenita* -dijo mientras se masajeaba el hombro derecho.

Joe se reía a carcajadas.

-Eres un quejica, nenaza -le dijo en tono burlón.

Y así comenzaron a pelearse, típico.

Pasó un rato, y todos ellos llevaban la toalla agarrada en la cadera, enseñando su tableta. Uno de ellos, Peter, corrió por todo el vestuario con un balón de fútbol en la mano. A medida que corría se le iba cayendo la toalla, y finalmente estaba corriendo desnudo. Aparté la vista. Ahora el resto de ellos, excepto Patrick y Luke, corrían tras él. Y les ocurrió lo mismo. Todos nos reimos a más no poder. Patrick y Luke me miraron con sonrisas traviesas. Tramaban algo. Se acercaron a mí, y me agarraron por los brazos, luego me metieron bajo la ducha. Me estaba empapando el uniforme del equipo, pero me dió igual y seguí riendo.

Bueno, al fin y al cabo aquel día no fue tan malo después de todo.

●○●

*Arenita: Sanders contiene la palabra sand que en inglés significa arena -por si alguien no lo sabía-.

Holaaaa :)

He aquí el cuarto capítulo, bieeeen!! ^^

Y como siempre digo: no os olvideis de comentar y votar, me hace ilusión.

¿Os ha gustado la escena de las duchas? Yo me lo he pasado genial escribiendolo ;D

Al final Kevin no se ha enterado de nada... ay que cortito es el probre, en fin...

Gracias por leer =)

Ella es un chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora