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—No hace falta que te tomes tantas molestias, Aiden —pronunció bajo.
—Yo sé hasta donde llegar, abre la boca ahora.
Asintió con la cabeza y le obedeció, introduciendo él la cuchara con sopa.
—¿Te duele mucho aún el cuerpo? puedo decir a esa "seudoenfermera", que te dé más calmantes o algo así.
—Estoy bien, además quiero estar despierta. Esos fármacos son muy fuertes, y siempre que me los da, termino dormida.
—Necesitas descansar después de todo.
Desvió la mirada de él.
—O quizás tú prefieres eso, a tener que soportarme.
—Sí, también. Abre la boca.
—Ya no tengo hambre.
—No has comido ni la mitad del plato, abre la boca Ann.
—No tengo hambre, Aiden.
—Mírame —Le exigió en un tono molesto.
Ella lo hizo, y el rubio estaba observándola con el ceño fruncido.
—Abre la boca.
—Pero te dij-
No la dejó continuar, ya que le dio otra cucharada.
—Si no quieres que te sigan inyectando cosas, será mejor que comas. Sólo de ese modo te recuperarás mas rápido.
Sus ojos brillaron, y Aiden se maldijo internamente ¿Estaba por llorar? No había sido tan brusco.
Un sollozo se escapó de sus labios y el rubio suspiró con molestia.
—¿Qué te pasa? —preguntó tosco.
—¿Puedes dejarme sola? prometo que me tomaré la sopa, solo... dame un momento, por favor.
Dejó el plato sobre la mesa de noche, y la miró por ultima vez.
—Lo siento.

-o-o-o-o-

—¿Y cómo está ella?
—Bien, o al menos esos es lo que me asegura la máquina esa.
—¿Que máquina? —le inquirió el castaño, dándole un sorbo a su café.
—Ese robot que hace de enfermera. Que por cierto, no me inspira mucha confianza.
Río bajo y lo miró divertido.
—¿Por qué lo dices?
—¿Cómo tenerle confianza a algo que no siente?
—Tienes razón —le dijo mordiendo una tostada—. La dejé contigo, y mira como acabó.
Gruñó molesto. Sí, su amigo quizás tenía razón... solo quizás.
—¿Qué hay de O'Niell? —preguntó cambiando de tema.
—Es complicado, Aiden. Lamentablemente, por Ann no podremos hacerlo pagar.
—¿Cómo que no? —exclamó con rabia—. ¿Han visto lo que le hizo? ¡Pudo haberla matado!
—Lo sé, pero... la población tiene un pensamiento muy parecido al tuyo con respecto a ellas.  Creen que solo son robots, máquinas que emulan funciones humanas.
—Que investiguen más los casos entonces. A ellas, que demuestren que son más que máquinas.
—Es muy fácil decirlo. El negocio de las ginoides mueve mucho dinero, Aiden. Y supongo que no has averiguado el precio de Ann ¿Verdad?
—No ¿Por qué lo haría?
—Las modelos Ann son el último modelo en Ginoide, lo más innovador, lo más cercano a un ser humano. Su precio es muy alto, especialmente... porque el comprador puede elegirla.
—¿Elegirla? —preguntó confundido.
—Sí, elegir su aspecto físico y psicológico. Y no hace falta que te diga lo podrida que está la mente de muchos tipos.
—Con mayor razón hay que demostrar lo que ellas son —masculló.
—Es lo que estamos buscando hace meses. Desde que conocí a Tessa, comenzamos con esto.
—¿Cómo está tu mujer?
—Pues, no le gustó mucho que viniera aquí, le tienes celos a Ann.
—¿A Ann? ¿Pero por qué?
Sonrió divertido.
—Ella es un poco celosa y posesiva conmigo.
Miró la hora en su celular y se puso de pie.
—Debo irme, ya es hora de los medicamentos de Ann.
—¿Y tú se los das?
—No —pronunció poniéndose la chaqueta—. Solo me aseguro de que coma. Y dile a tu mujer que no fuiste a mi casa, de esa forma no tendrás tantos problemas —le aconsejó saliendo de la cafetería.

-o-o-o-o-

—Oye Nursy ¿Podrias alcanzarme un espejo?
—¿Para que lo quieres, A.n.n 098?
—Sólo dime Ann, y es para verme.
La enfermera robot analizó su petición por un momento, y luego la denegó.
—Imposible Ann, el señor Aiden Mc'Kallister, ha ordenado que no tuviera a su alcance ningún material que le brindara su reflejo.
—¿Qué? ¿Pero por qué no? —preguntó con confusión.
—Porque dije que no y ya. Tú, robot, sal de la habitación —ordenó el muchacho entrando a su habitación.
—Es hora de los medicamentos de la A.n.n 098.
Rodó los ojos con molestia.
—Eso ya lo sé, por eso estoy aquí, sal ahora.
—Como usted ordene señor Aiden Mc'Kallister.
Bufó y cerró la puerta con uno de sus pies, ya que tenía ambas manos ocupadas llevando una bandeja.
—Te tomaste toda la sopa, ¿verdad?
—Sí, lo hice luego de que te fueras —murmuró.
—Bien, es hora de que meriendes —expresó colocando la bandeja sobre los muslos de la chica.
—No tengo apetito.
—Ann —pronunció apretando los dientes—. En serio estoy intentando ser amable contigo, no me lo hagas más difícil. Come ahora.
¿Por qué no podía entender que tenía el estómago cerrado?
Buscó en los estantes los medicamentos que le tocaban a esa hora, y luego vio uno de los calmantes inyectables.
Se giró con el frasco en la mano, y observó con molestia como la morena todavía no tocado nada de los alimentos.
—Si no te comes eso ahora, te inyectaré esto.
—No quiero dormir.
—Entonces come.
Tomó con sus manos un trozo de fruta y se lo llevó a los labios.
—Dudo que sepas como poner eso.
—No sabes nada de mi —le dijo acercándose con las píldoras—. Conozco muchos drogadictos.
—¿Tú... También lo has hecho?
—Por supuesto que no. Tómalas con el jugo de naranja —le dijo dándole las píldoras.
Ella asintió, y se las tomó.
—¿Podrías contarme de ti?
—¿Qué quieres que te cuente?
—Hasta que... Algo ocurra viviremos juntos ¿No es así?
—¿Sigues con dudas? Ya te dije que eras mías. No te irás de aquí.
—Entonces quiero conocerte, Aiden, saber con quien viviré.
—Lo veo innecesario.
—Quiero conocerte, entenderte. Háblame de ti, por favor.
Suspiró, odiaba tener que hablar de su vida.
—Bien. Nací hace veinticuatro años, mis padres eran muy jóvenes. Mi mamá tenía dieciséis y... Mi padre veinte. No recuerdo mucho de él, ya que se nos abandonó cuando estaba por cumplir los seis.
—¿Por qué?
—No estás comiendo.
Miró la bandeja, y tomó la taza con café, dándole un sorbo.
—Se fue porque ya no nos quería, o le estorbábamos. De todos modos, fue lo mejor, no servía para nada —pronunció lo último con rabia.
—¿Puedo... Saber por qué lo dices?
—Tomaba hasta estar ebrio, fumaba, se drogaba. Jamas abusó físicamente de mi madre o de mi, pero era un tipo muy violento. Se gastaba todo el dinero con sus vicios. A veces no teníamos para comer, pero el alcohol, los cigarrillos y las drogas, a él nunca le faltaban.
—Lo lamento mucho.
—Come Ann.
—Si me lo termino ¿Me contarás más?
—No, ya te he contado suficiente, y te comerás eso de todos modos.
—Solo un poco más.
—Quizás en la noche, termina eso.

-o-o-o-o-

—Vamos, siéntate —le dijo entrando a la habitación.
Se sentía emocionada, no tanto por ver que le traía nuevamente la comida, sino porque podría conocer un poco más de él.
—Entonces ¿Me contarás mas de ti?
—No, preferí traerte una película. Eso te mantendrá ocupada hasta que regrese.
—¿Te vas? —preguntó desilusionada.
—Sí, debo salir, volveré mas tarde —pronunció dejándole el plato sobre la mesa de noche.
—Espera.
Se detuvo en la puerta, y la miró.
—¿Qué pasa?
—No quiero que te vayas.
—Debo hacerlo.
—Pero... No quiero quedarme sola —susurró mirando hacia abajo.
—No te quedarás sola. Está esa cosa aquí contigo —le dijo por la Nursy—. Y no me tardaré mucho.
—Por favor, Aiden.
Maldita culpa, pensó con rabia.
—Está bien, me quedaré aquí —exclamó con molestia.
No pudo evitar sonreir feliz, lo había conseguido.
—Regreso en un momento.
—Está bien —le dijo tomando el plato con la sopa, le daría el gusto y se lo terminaría sin quejarse.
—Josh —pronunció en un suspiró, hablando por su celular.
"—Aiden, ¿Ya vienes?"
—No, no iré.
"—¿Por qué? La cena ya está lista, te estamos esperando con Tessa."
—Ann no se siente muy bien, y me pidió que no me fuera.
Una sonrisa divertida, se formó en los labios del castaño.
"—Está bien, Aiden. Aquí lo importante es Ann, dale mis saludos."
—Lo haré, gracias.
Josh se giró y fue hasta la sala, donde su mujer estaba colocando unas flores sobre la mesa.
—Oye amor, hace mucho no salimos a cenar afuera ¿Qué te parece si lo hacemos hoy?
Ella lo miró extrañada.
—Pero, ¿Y tu amigo?
—Tiene otros planes.

-o-o-o-o-

Entró a su habitación, observó el plato vacío sobre la mesa de noche, y la morena mirándolo espectante.
Encendió la televisión, y luego se dirigió al baño.
Se cambio de ropa, poniéndose algo más como y liviano, y salió de él, bajándose la camiseta.
Ann observó una cicatriz en la parte baja de su espalda, del lado derecho, cuando el rubio le dio la espalda para cerrar la puerta del baño.
—Yo elegiré que ver —pronunció Aiden.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—No te hablaré de mi.
—Solo una pregunta, lo prometo.
—No.
—Aiden-
—¿Recuerdas la tercera regla? ¿No contradecirme? No la estás cumpliendo —expresó molesto.
Se sentó junto a la cama en una silla, y ella lo miró por un momento, antes de bajar la mirada.
—¿Qué te pasó en la espalda? —murmuró.
Él no respondió, siguió mirando la televisión.
—Alguién te lastimó ¿verdad?
Bufó con molestia, ella no dejaría preguntar.
—Tenía dieciséis, volvía a mi casa luego del trabajo, y un borracho me atacó por la espalda para robarme. El médico dijo que unos centímetros más arriba, y habría perdido no solo un riñón, sino la vida.
Ahora entendía porque odiaba tanto a ese tipo de personas.
Miró la mano de él que estaba muy cerca de ella, y quiso tomarla, pero sabía que él no lo aprobaría.
Levantó la mirada, y Aiden la estaba mirando.
—¿Qué te pasa?
—Gracias, por quedarte conmigo, por... Haberme salvado por segunda vez.
El rubio miró hacia adelante, y pronunció en un tono bajo, una sola frase.
—De nada.

...

Muñecas de compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora