Capítulo 7: Viejos amigos.

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Narra Trevor

Había bastante gente en el bar, chicas seduciendo a varios hombres para que disfrutaran de una lujuriosa noche.

Y entre ellos me encontraba yo.

Estaba sentado en un banco justo en frente de la pequeña cantina. Mi segundo trago se encontraba en mi mano, ya casi vacío, mientras esperaba a mi buen amigo Travis.

Necesitaba hablar urgentemente con él, tenía varias cosas en mente pero especialmente una:

Creía que había encontrado a mi última victima.

Una chica tremendamente sensual, con un escote que no dejaba mucho a la imaginación, se acercó hacía mí sacándome de mis pensamientos. ¿Ella quería un buen polvo? Seguro que sí.

—Alto ahí.—Le dije cuando note su mano en mi pierna derecha. —Ve a sacarle dinero a otro.—

Nunca he sido el chico que trata bien al sexo opuesto. Soy más bien conocido, por ser algo rudo con ellas, en todos los aspectos.

Me miró con confusión para después largarse a seducir a otro hombre. Hoy no tenía ganas de lidiar con chicas como ella, había sucesos más importantes.

Mi celular comenzó a vibrar en mi bolsillo trasero, gruñí por lo bajo, mientras la desesperación se apoderaba de mí. Joder, iba a matar a Travis si no llegaba en cualquier momento.

—¿Qué es lo que quieres?— Contesté la llamada entrante sin antes fijarme en quien llamaba.

—Joder Lodge, recién son las ocho de la noche y tú ya traes un humor de perro.— Contestó esa voz. Sonreí levemente.

—Maslow, estoy esperándote imbécil.—

—Y yo ya estoy llegando Lodge.—

Volteé a ver hacía la entrada del famoso bar y vi cómo Travis llegaba al lugar con su típica sonrisa egocéntrica. Alzó una mano saludándome mientras se dirigía hacia dónde yo me encontraba.

—Pero que milagro Trevor.— Dijo mientras estrechábamos manos.

—Lo mismo pienso Maslow.— Le dije, contento de verlo.

Y realmente sentía un gran alivio al verlo. Él era prácticamente cómo mi hermano mayor, mi tutor. Y mi confidente, él era el único que sabía acerca de la maldición que cargaba. Sabía perfectamente que me entendía porque, bueno... Él había caído en la misma maldición.

La gran diferencia es que él ya había podido matar a sus estúpidas cuatro víctimas. ¿Y yo? Me quedaba una última víctima, y al parecer ya la había encontrado, lo que me daba un punto a mi favor.

Ambos nos sentamos en los rojos taburetes mientras pedíamos una bebida alcohólica.

—¿Y bien? ¿Qué es lo que me tenías que contar con urgencia Lodge?— Me preguntó.

Incliné el vaso con vodka hacía mis labios mientras vertía lo que quedaba de líquido hacía mi boca.

—Maslow, creo que la he encontrado.—Murmuré, esperando su reacción.

Él se inclinó sobre su asiento, cruzando los brazos sobre su pecho.

—¿A la cuarta?—

—Exacto.—Le dije.

Me miró expectante mientras se inclinaba hacía mí.

—Escúchame bien Lodge.—Murmuró, un semblante serio se apodero de su rostro. —Tienes que estar completamente seguro que es la correcta, cualquier paso en falso y dile adiós a tú maldita libertad.—

—Aún no estoy completamente seguro.— Murmuré. —Lo he sentido cuando estuve con ella, una o dos veces.—Pude sentirlo cuando estuvo aterrada, así eran las cosas. Si aterraba a la que creía que era mi victima, podía sentir más fuerte y asegurarme de que ella fuera la siguiente. Con unos buenos sustos o amenazas es más fácil reconocerlo. El miedo y el dolor las hace más vulnerables.

—¿Estás seguro? Recuerda que en ella tú libertad se esconde.— Me recordó. —¿Encontraste algo? ¿Un tatuaje, dibujo, joya, algo?—

—Sí.— Dije mientras sacaba del bolsillo de mi chaqueta el pequeño anillo rojo de Lena. —Sólo encontré esto.— Coloqué el anillo entre mi dedos.

—Déjame verlo.— Dijo mientras alargaba su mano para tomar el anillo.

Tomó el pequeño objeto entre sus manos, y después de analizarlo un poco me lo entregó.

—Es una buena prueba, pero no me sensibiliza del todo.— Me dijo.

—Lo sé Maslow, pienso lo mismo. Hay algo en ella que me enciende el interruptor de víctima, pero no en su totalidad. Es como si una parte de ella lo fuera, pero por otro lado fuera alguien totalmente diferente.— Murmuré, esto era totalmente estresante. —Joder, esto es más difícil que las anteriores.— Me quejé.

—Lo sé, la última víctima siempre es la más difícil. Pero vele el punto bueno Trevor.— Me dijo. —Si es que estas en lo correcto sobre ella, esta vez no fue alguien de tú familia, o de algún amigo...—

Travis tenía razón, las ocasiones anteriores siempre había tenido algún vínculo familiar con aquellas personas.

—Si no está aquí en Forks, entonces tendremos que seguir en otro lugar Lodge— Me recordó.

—Lo sé Travis, lo sé.—

—Acércate más a ella, ten contacto. Sal con ella a algún lado, observala y analízala. Asegúrate que lo que sientes es real, y cuando estés más que seguro, sólo hazlo. No lo pienses. Sólo son seis segundos.— Me intentó tranquilizar.

Esta maldición me había vuelto así, frio y un maldito psicópata. He pasado toda mi puta vida tratando de encontrar a las cuatro presas, y matarlas, una a una.

Matarlas... En realidad, el termino "matar" no me afecta en lo absoluto. La razón por la que ahora me encontraba así era que con la cuarta y última víctima, las cosas cambiaban... ligeramente.

Cualquier mal movimiento que haga, provoca una reacción en cadena, todo lo que he estado haciendo se iría al hoyo, todo.

—Maslow, no me preocupa matar.— Le dije mientras una ligera sonrisa se posaba en mi rostro.

—No lo hagas sin antes comunicármelo— Me sonrió. —Quiero estar allí, el grito me vuelve loco.—

Una sonora carcajada salió de mi garganta, mientras el tintineo de nuestros vasos al chocar resonaba por todo el lugar.

Curse || editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora