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El sonido de aquella melodía desconocida retumbaba a través de mis auriculares, insonorizando, alejándome del mundo real. Las manos sobre mi estómago ascendían y descendían a la vez que mi respiración pausada y profunda. La canción termina en unas suaves notas algo más agudas que el resto para transportarme a la oscura realidad y me sorprende y horroriza a partes iguales escuchar la voz de un desconocido en la sala conjunta a mi habitación.

Lanzo los auriculares a cualquier lado del colchón y entre sábanas y mantas consigo salir de las trampas que mi cama pone en mi camino para pegar mi oreja derecha en la fría madera de mi puerta. Coloco una mano sobre mi boca, temeroso que en algún momento aquella persona que está a unos pocos metros de mí se dé cuenta de mi presencia como por arte de magia y me descubra. Intento mentalmente revisar cada una de las voces que conocía y que pudiese estar en casa, por lo que eliminaba de mi mente la anciana que trabajaba en la biblioteca y me sonreía de forma educada cada vez que le entregaba un nuevo libro; sin embargo, ninguno de los vecinos o familiares cercanos correspondían con ese tono grave de voz.

Estaba seguro de que era un hombre, de eso no cabía duda, e incluso pondría la mano en el fuego cuando digo que se trataba de alguien joven por la forma en la que a veces su voz se desequilibraba y sonaba más aguda de lo normal. Sea quien sea era de pocas palabras o quizás es que su estado de humor no era el mejor en aquel momento, el silencio me había hecho aprender sobre sentimientos ya que intentaba molestar lo menos posible así que, antes de hablar con mi hermana o con su marido Seungcheol me aseguraba que estuviesen de buen humor para pedirles el coche.

Rezaba porque en cualquier momento aquella voz se despidiese, un casto "adiós" que me dejase suspirar tranquilo y poder volver a la cama. 

Pasos. Un sonido metálico desconocido en movimiento. Silencio. La voz de Seunghee es la que enciende la alarma de que verdaderamente algo se avecina.

―¿Cómo se lo diré a Wonwoo? Entrará en pánico Seungcheol, sabes que él no está bien, nunca lo ha estado. ―Cierro mis ojos con fuerza, a sabiendas de que tiene toda la razón y de que, por si fuera poco, ella sufre por mi culpa. Despacio, abro un poco la puerta, lo suficiente para ver los ojos cristalinos de ella y de su esposo colocando su cabello tras sus orejas en un gesto cariñoso e intentando darle el apoyo que necesitaba sin necesidad de mediar palabra.

―Sé que es difícil, créeme que lo entiendo, pero no puedo abandonar a Mingyu... Él también es mi familia.

¿Mingyu?

Mi mente volaba a la velocidad de la luz en busca del dueño de aquel nombre. El hermano de Seungcheol. Por culpa de él había vivido acongojado las suficientes veces como para no olvidarlo; sin embargo, me las apañaba para huir de casa en cuanto sabía que haría presencia en casa. Por lo que había escuchado a la hora de comer –el único momento en el que socializaba durante el día –era un joven atleta, un triunfador –muy a diferencia de mí –alguien popular en cada uno de los ámbitos de su vida.

De nuevo el sonido metálico se escuchó a través del pasillo que provenía de la habitación de la pareja deteniendo el hilo de mis pensamientos y con el corazón a mil y las manos temblorosas soporté dejar la puerta abierta, ponerme en peligro de que me descubriesen con tan sólo descubrir qué diablos estaba ocurriendo que había roto nuestra calma diaria.

Un joven pelinegro apareció en escena, piel bronceada, demasiado para la época del año en la que nos encontrábamos, espalda ancha y robustos hombros. Sus brazos eran musculosos y unas venas se dejaban entrever en sus manos las cuales hacían girar las ruedas de su silla. Cerré la puerta, importándome bien poco el haberme puesto en descubierto por mí mismo al dar un portazo.

La empatía no era mi fuerte, de hecho, nada lo era; sin embargo, el ver su rostro apagado, siendo la tristeza en persona, el verse tan demacrado me hizo sentir no merecedor de verlo en aquellas condiciones como si estuviese invadiendo su privacidad sin derecho alguno.

Aquella voz que era más un susurro que otra cosa cobró fuerza, convirtiéndose en gritos de un momento a otro.

―No pienso hacerlo Seungcheol no me importa lo que digas, no voy a vivir aquí, volveré a casa.

―Mingyu... ―Mi cuñado habló mucho más bajo. ―Ahora no puedes vivir solo, necesitas ayuda. ―Y a pesar de que cerré mis ojos esperando un grito incluso más alto que antes, no ocurrió nada. Esperé durante segundos, asustado por cómo había podido reaccionar el recién llegado. Poco a poco, un sollozo desgarrador se hizo más audible, sobrecogiéndome y haciendo que aquel día de diciembre se sintiese incluso más frío de lo que ya era. ―Nuestra casa es pequeña, lo sé, sé que no podré darte una habitación para ti sólo pero podremos hacer algo. ―No, no, no. ―Tal vez... tal vez puedas compartir habitación con Wonwoo hasta que se nos ocurra algo.

Y fue entonces cuando me di cuenta de que lo único que me quedaba, aquella calma y mis día a día como enormes vacíos, habían llegado a su fin. 

Depressed [Meanie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora