Night

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Pasaron los segundos y Mingyu no se movió, quizá "desplazó" quedaría mejor en este caso, porque su cuerpo temblaba tanto que ni siquiera pudo soportarlo. Cayó de rodillas, sosteniendo sus manos a cada lado del marco de la puerta.

Corrí hacia donde estaba, la silla se tambaleó hasta caer al suelo a mis espaldas pero ninguno de nosotros se inmutó.

—¿Mingyu? —susurré, casi sin aire. —Mingyu, por favor, respóndeme, ¿qué te ocurre? —Su única respuesta fue un sollozo, posiblemente el más doloroso que escuché en toda mi vida. Tapó su rostro con sus manos a pesar de que no podía verlo, sólo sus hombros vibrando sin parar. Volvió a gemir, gritando y doblándose, abrazándose a sí mismo y rodeando su barriga. Con solo verlo podía sentir el dolor físico que la tristeza puede producir y, con ello, mi garganta comenzó a sufrir, advirtiéndome que las primeras lágrimas estaban por venir. Coloqué mi mano sobre su hombro, sin saber qué más hacer para que dejase de sufrir, ¿abrazarlo? ¿hablarle?

—No lo hagas, te lo suplico, no sientas lástima por mí. Me prometiste que tú no lo harías. —murmuró entre hipidos.

—No siento lástima por ti, simplemente estoy preocupado, no quiero... No quiero verte así, por favor, no llores. —Mingyu bajó lentamente las manos de su rostro y, levemente, giró para mirarme a los ojos. Los suyos, de color avellana, brillaban más que las estrellas, cristalizados y convirtiéndose en un agujero negro que absorbería todo a su paso, siendo yo el primero.

—¿Por qué me estás haciendo esto? ¿Por qué no me echas a patadas de tu casa? —Su voz sonó de fondo en mi cerebro, porque este solo era capaz de concentrarse en lo cerca que volvía a sentir su rostro, sólo debía inclinarme un poco y...

Mingyu pareció darse cuenta de qué estaba pensando, pues sus ojos abandonaron los míos y se centraron en mis labios. Mi corazón dio varias piruetas en mi pecho y, las famosas mariposas, batían sus alas con toda su fuerza. El chico sonrió, una sonrisa lastimosa, mostrando sus colmillos a su paso y elevó su diestra para acunar mi mejilla.

—Te quiero tanto... —dijo con la voz baja, como si aquello fuese un secreto que solo pudiésemos escuchar nosotros dos. —Es por eso que no puedo dejar que me perdones.

—Sólo esta noche. —respondí rápidamente, sin dejar que mi mente comprendiese lo que estaba diciendo para no arrepentirme. —Y después, separaremos nuestros caminos para siempre.

Los temblores se apoderaron ahora de mi cuerpo, como si el contacto de su mano contra mi piel, me hubiese contagiado. No debería de haber dicho aquello y podría citar miles de razones para justificarlo, pero podría resumirlo en una simple línea: No quería perderlo.

Mingyu podía negarse, y eso conllevaría no solo una vergüenza feroz, sino que también habría perdido mi última y única oportunidad de volver a sentir que nada había ocurrido, volver a sentir sus manos recorriendo mis costados y sus besos descendiendo de mis labios hasta alcanzar mis hombros. Visualizar su rostro en paz, con sus ojos completamente cerrados, sin ninguna línea de preocupación en él.

Por otro lado, si él aceptaba, aquello conllevaría la segunda parte del trato, nuestros caminos se separarían pero, ¿cómo podría vivir sin él, si él era mi vida?

No recibí ninguna respuesta por su parte, no en voz alta al menos, pero sus labios se sintieron tan especiales como la primera vez, tan suaves, como aquel sabor a mar por culpa de sus lágrimas. Llevó su zurda a mi otra mejilla y se impulsó para ponerse de rodillas, cayendo sobre mí. Mi espalda fue la peor parada de nuestra caída; sin embargo, ni siquiera presté atención. Mingyu estaba sobre mí, besándome y, después de tanto tiempo, por fin lo estaba sintiendo en cada rincón de mi cuerpo y ser. Su diestra descendió hasta el lado de mi cuello, cosquilleando la zona con sus dedos y, por un momento, paró de besarme para morder mi mandíbula que sacó un gemido de mi interior grave y gutural, a lo que sus caderas respondieron moviéndose de forma rápida y seca.

—Es cierto que me gustaría hacerlo en toda la casa pero, ¿por qué no comenzamos por tu cama? —Mingyu murmuró besando mi cuello y el lóbulo de mi oreja.

Tardamos una eternidad hasta llegar a mi habitación, algunos cuadros del pasillo se doblaron a nuestro paso como si nos hubiésemos convertido en un tornado pero al final, nuestros cuerpos rebotaron al encontrarse contra el colchón. Los chasquidos de nuestros besos fueron nuestra banda sonora en aquel momento, acompañadas de leves murmullos por palabras de cariño y amor prohibido.

Mingyu desabotonó lentamente mi camisa, mirando fijamente la piel expuesta y para cuando llegó al último, sus ojos volvieron a brillar mientras que mordía su labio inferior. Se agachó y besó mi ombligo, provocando que casi me atragantase con mi propia saliva, se mantuvo allí durante un tiempo, humedeciendo la zona y luego, sopló suavemente erizándome el vello de todo mi cuerpo.

—No quiero que me olvides jamás. —Y tras sus palabras, comenzó a dejar marcas como si así, aunque quisiera, no pudiese olvidar ese momento tan íntimo que estábamos compartiendo. Succionó por la piel de mi clavícula, cuello, pecho... A Mingyu siempre le gustaba decirme que mi piel, pálida la mayor parte del tiempo, era como un lienzo en blanco demasiado llamativo como para dejarlo vacío sin más.

—¿Cómo podría? —murmuré mientras que mis dedos se escondían por su cabellera, dando pequeños tirones cuando su lengua hacía cosquillas en mi barriga. Mingyu siseó cada vez que mis uñas pasaron por su espalda con más fuerza de la debida; sin embargo, esta fue la única que me anclaba a la realidad.

Las telas de nuestras ropas acabaron en el suelo de la habitación, y nuestras respiraciones que habían sido rápidas, acabaron relajándose poco a poco. Él estaba tumbado contra mi pecho, jugando su nariz con la curva de mi cuello.

—¿Qué hora es? —dijo de repente. Giré mi cara para ver el pequeño reloj de mi mesita.

—Es tarde, son las dos de la madrugada.

—¿Tú me permitiste una noche verdad? Estoy seguro que aún no salieron los primeros rayos de sol. —dijo abrazando mi cadera más fuerte.

Y yo solo le pedí a quién fuese que pudiese ayudarme, que el sol desapareciera y Mingyu pudiese estar a mi lado para siempre.

Depressed [Meanie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora