Stitches

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¡Hola! Si podéis y no conocéis la letra de la canción de Stitches, sería bueno que lo hicierais porque podríais comprender mejor una parte de este capítulo. ¡Espero que os guste!

 "Ni la ausencia ni el tiempo son nada cuando se ama". Alfred de Musset.

La hoja que había sido entregada lisa y en perfecto estado, ya estaba completamente arrugada de tanto haberla sostenido entre mis manos, hasta que mis dedos comenzaron a humedecerse sobre el papel por culpa del sudor. No había duda, aquello había sido entregado por Mingyu y, aunque mi cerebro me pedía a gritos que no hiciera nada, mi corazón suplicaba que fuese a buscarlo para pedirle una explicación.

Aunque ni yo mismo tuve fe en mí mismo, ni creí en aquel cambio del que todos hablaban, no flaquee en ningún momento, si es que buscarlo con la mirada por la sala de la biblioteca no cuenta, me mantuve entre las sombras, actuando como si nada hubiese ocurrido. Diciendo en voz alta que esperaba que aquello no se volviese a repetir, pero pidiendo en silencio que de nuevo, cuando la biblioteca comenzara a vaciarse, un nuevo papel fuese encontrado pegado en la pantalla de mi ordenador.

Para mi suerte y alivio interior, un nuevo papel de color verde apareció esta vez pegado en uno de los libros que había comenzado a leer en mi tiempo libre. De nuevo, su letra se apreciaba clara, como si hubiese tomado cuidado al escribirla para que supiera que era él.

" es el comienzo de una aventura que dura toda la vida." Oscar Wilde.

¿A qué podía referirse? ¿A mí o quizá era a sí mismo?

No tiene por qué afectarte, tal vez sea una frase al azar, no dejes que te afecte; sin embargo, como estaréis pensando y, a mi pesar con toda la razón, no pude dejarlo pasar a sí sin más. Quería saber qué era de él, qué estaba pasando y por qué de repente aparecía así, es más necesitaba hacerlo por mi salud mental.

Al día siguiente, dejé de parecer un tonto que andaba sin rumbo fijo a la espera de encontrarlo entre estanterías y libros. Mingyu parecía cansado, su piel parecía más pálida de lo acostumbrado y oscuras ojeras se coloreaban bajo sus ojos. Movía su cuerpo sin vida a lo largo de los pasillos, tomando libros sin siquiera leer de qué trataban y seguir hacia delante. Corrí desde uno de los laterales, ocultándome tras los muebles, hasta llegar al extremo del camino que recorría Mingyu. Él estaba tan absorto en sus propios pensamientos, que antes de poder advertir mi presencia, chocó contra mí. Abrazó contra su pecho los libros para evitar que estos cayesen y me miró, parpadeando sin parar, como si no creyese que pudiera estar ahí.

—Wonwoo. —sentí cómo exhaló, chocando el aire caliente contra mi rostro. De repente, abrió los ojos, parecía tan incómodo y nervioso que en cualquier momento podría ponerse a llorar. Intentó pasar por mi lado y seguir hacia delante como si nuestro encuentro hubiese sido pura casualidad y no fuese yo mismo quien lo buscó.

—Espera, Mingyu. —Este se detuvo pero, quizá por vergüenza, se mantuvo dándome la espalda. —¿Qué tal estás? —Los músculos de su espalda se tensaron a través de la tela del fino jersey.

—Bien. —Su voz sonaba pastosa y algo ronca, como si no hubiese hablado en meses.

—No lo pareces. —murmuré acercándome hasta su frente. Mingyu cerró los ojos y echó su cara hacia otro lado.

—¿Por qué... —Inhaló todo el aire que sus pulmones aceptaron, hinchando su pecho y pequeñas arrugas aparecieron en sus ojos. —Tú no deberías de estar aquí, quiero decir, no deberíamos de estar hablando, tú tendrías que odiarme.

—Lo sé y creo... Creo que en realidad lo hago, pero supongo que aún te quiero más de lo que te odio. —Una sonrisa triste apareció en su rostro, tímida y furtiva. —Seunghee me dijo que volverás a la universidad, eso es genial, me alegro mucho por ti.

—Volveré si apruebo los exámenes de entrada, necesito nota para hacerlo y creo que me volveré loco si no comprendo sintaxis de una vez. ¿Quién diablos entiende eso?

—En realidad, yo lo hago. —Mingyu pestañeó, pensando si mi mensaje significaba realmente lo que tenía en su mente.

—Oh, bueno, eso... Sí. —Volvió a mirar hacia abajo, mordiendo el interior de sus carrillos.

—Podría ayudarte, ya sabes. —murmuré buscando sus ojos.

—¿Lo harías? Después de...

—Puedes esperar a que termine mi turno, si deseas que lo haga, por supuesto. —Y sin esperar respuesta, salí corriendo para darle un descanso a mi corazón.

¿Qué había hecho? 

El lado indeciso que se apoderaba de mis pensamientos la mayor parte del tiempo, se hizo más fuerte con el paso del tiempo, ¿qué pasaría si él se iba? ¿y si volvía a ocurrir lo mismo que en el pasado? ¿Mingyu me quería o solo se aprovecharía de mí hasta que ya no le fuese de ayuda?

Cuando la hora llegó y yo terminaba de recoger mis cosas, él apareció para apoyarse contra mi escritorio. Mi estómago se revolvió de los nervios y mi cerebro se bloqueó, solo permitiéndome visualizar todos los momentos que pasamos juntos, lo suave que se sentía su piel bajo mis manos y lo deliciosos que sabían sus labios.

—¿Vamos? —preguntó, dando comienzo al juego.

El camino en coche fue... Extraño. Nos mantuvimos gran parte de este en silencio hasta que comenzó a sonar Stitches en la radio, empecé a cantar en voz baja y Mingyu me observó, al principio intentando que no me diese cuenta y después giró su cuerpo, apoyándose contra el reposacabezas para hacerlo sin esconderse. La letra podía describir perfectamente mi relación con él, el dolor que sufrí por estar a su lado, mientras que él solo observaba cómo moría por dentro una vez más.

—Lo siento, lo sabes, ¿verdad? —dijo poco antes de llegar a casa. Lo sabía, pero no era tan fuerte como para responder, así que simplemente bajé del coche y caminé hacia el bloque de pisos que comenzó siendo nuestro hogar.

Mingyu tenía razón, era un completo desastre en sintaxis, diferenciando vagamente lo que era sujeto y predicado, así que tuvimos que comenzar desde cero. Como el tiempo transcurría, nuestras sillas cada vez estaban más cerca una de la otra, nuestros codos se rozaban levemente y su rostro casi acabó apoyado en mi hombro. Mi barriga sonó después de una hora y Mingyu me miró con aquellos ojos que me cautivaban y su sonrisa divertida.

—Creo que es momento de devolverte el favor. —Se levantó y se dirigió a la cocina, aun sentado en la sala, lo vi como parecía haber vuelto a tener un color saludable en su rostro y como, aun viéndose cansado, no parecía un muerto en vida. Todos aquellos momentos que nos acompañaron desde aquel fatídico día, parecían haberse evaporado y nada de aquello hubiese ocurrido; sin embargo, él no acabó de entrar, simplemente se quedó en el marco de la puerta y, sin necesidad de ir, supe lo que había visto.

Los post-it que me había regalado, ahora adornaban el frigorífico, dándole un poco de color a los muebles y, quizá, algo de esperanza a mi corazón.

Depressed [Meanie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora