Library

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No puedo hacerlo, no puedo hacerlo, no puedo. Me falta el aire, no puedo respirar, ¿por qué todo se mueve? Tengo ganas de vomitar, de hecho, necesito hacerlo. Mi cabeza da vueltas. Mierda, ¿está hablándome, cierto? Sí, está moviendo sus labios. Joder, no puedo ni oírla. Asiente, asiente como si supieses de qué está hablando, ya habrá tiempo de cagarla cuando se vaya. ¿Me dará tiempo de huir? No, no, yo quiero hacer esto, debo de cerrar muchas bocas, debo de creer en mí.

A pesar de lo decidido que había estado hacía unas horas, jamás pensé que mi llegada a la biblioteca fuese tan oportuna como para ser contratado al momento. Al parecer, el hombre mayor que trabajaba allí, la noche anterior había tenido una mala caída y debía de estar ingresado por un par de días además de tomar reposo. Después de tantos achaques, prefirió simplemente dejar el empleo.

―Es extraño, ¿sabes? Nunca viene un chico tan joven decidido por un trabajo como este. La juventud de hoy en día es un desastre... ―Era incapaz de concentrarme más de un minuto en su conversación, apostaba lo que fuese que ya estaría pensando que soy un idiota. ―Bueno, por aquí te dejo un manual que sigue paso a paso lo que debes hacer por si algo se te olvida, supongo que contigo no habrá problema ― pobre ingenua ―pero el señor Bertton olvidaba lo que debía de hacer a cada momento, así que esta fue una útil solución. Si necesitas algo, mi número está al final de la lista, sólo tienes que llamarme. Buena suerte, Wonwoo.

―Gracias, la necesitaré. ―susurré con la cara ardiendo. Ella soltó el aire y dejó una sonrisa esperanzadora en sus labios.

―Creo que a partir de ahora esta biblioteca empezará a cobrar vida.

―¿C-cómo? ―Pero ella ya se había ido, yo no quería que comenzase a llenarse, de hecho esperaba que estuviese vacía durante todo el día.

A lo largo de la tarde aparecieron varios grupos de amigos dispuestos a hacer algún trabajo del instituto o universidad, aunque pasaban más tiempo bromeando y gritando. Después de que una mujer mayor a la que ni siquiera había visto entrar me mirase con el ceño fruncido porque no hacía nada para que el silencio se hiciera presente, comenzó el momento más incómodo e insufrible de todo el día.

Con piernas temblorosas y las palmas de las manos completamente humedecidas por el sudor, caminé hacia la mesa de los malditos jóvenes que me estaban provocando un infarto.

― ¿Perdonad? ¿Podríais... podríais hablar un poco más bajo? Hay gente que necesita silencio.

― ¿Y tú quién eres, friki? Vuelve a tus libros y déjanos en paz. ―Habló un chico que vestía con ropa algo ancha y el pelo peinado hacia arriba. Quise que me tragase la tierra en ese mismo momento, sentía pavor por culpa de un niño que tendría seis años menos que yo, ridículo. En realidad era eso, o cogerlo del cuello de la camiseta y estrellarlo contra el mueble más cercano, así que me quedé con la primera opción si no quería perder el trabajo antes de haber empezado.

―Cállate tú, el chico está haciendo su trabajo. ―le respondió una chica rubia con el pelo liso y largo, era guapa y parecía tener suficiente carácter como para callar con una sola mirada a todo ese grupo. ―Lo siento, estaremos más callados.

Intenté sonreírle; sin embargo, a pesar de no haber tenido un espejo a mano para ver mi propio reflejo sé que salió más como una mueca que otra cosa. Estuve agradecido de que ella captase el mensaje cuando me respondió de la misma forma, así que después de aquello, salí por patas hasta mi asiento.

De reojo, miraba una y otra vez al grupo de antes, admiraba la forma de ser de aquella chica sin siquiera conocerla. Tenía la elegancia y genio que a mí me faltaban, mientras que ella parecía la líder, yo ni siquiera tenía un grupo al que seguir. Cuanto más tiempo pasaba en sociedad, más me daba cuenta de lo patético que era. Parecía haber olvidado por qué había decidido esconderme en casa.

Faltaban un par de minutos antes de llegar la hora de cerrar, a pesar de haber querido morir en un par de ocasiones cuando alguien se acercaba para preguntar algo, había estado mejor de lo que esperaba. Tal vez que podía hacer esto, quizá que podía hacer algo de provecho.

Terminando de recoger y ya de pie tomando la mochila que había dejado enganchada en el respaldar de la silla escuché a alguien aclarando su garganta demasiado cerca, si esa tarde había demostrado que era un completo idiota, la cara de terror que puse en cuestión de segundos fue la última prueba para demostrarlo. De nuevo estaba la chica allí, sonriendo, sin ninguna muestra de vergüenza o timidez. Sus amigos ya se habían marchado hacía un rato y ella era la única que quedaba allí.

―¿Sabes? Creo que a partir de ahora, sacaré mejores notas.


Depressed [Meanie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora