Polite

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El pomo de la puerta del baño hacía tiempo que había dejado de sentirse frío bajo el tacto de mi mano. Después de haber encarado a Mingyu, tomé un conjunto cualquiera del armario y me dirigí al baño donde, bajo el agua caliente que se evaporaba y empañaba los cristales, me di cuenta de lo que había hecho.

El solo ver aquellos ojos rasgados me ponía histérico, me aterraba que pudiese vengarse porque aunque parecía un cabeza de chorlito, me apostaba todos mis libros –y eso que los atesoraba como lo más importante del mundo–a que se le ocurriría cualquier cosa para vengarse. Por todo esto, el temblor en mis manos que había aparecido desde hacía largos minutos, solo pudo incrementar cuando escuché su tenebrosa risa a través del pasillo. Desde que llegó no solía abrir la boca mucho, por lo que reírse era impensable y sólo provocaba que quisiera hacerme un ovillo y empezar a llorar como nunca.

Con los pies descalzos e intentando hacer el menor ruido posible me dirigí hacia el salón donde pude verlo cerca de la pequeña chimenea que mantenía la casa caliente durante el invierno y así nos evitaba disgustos y ataques al corazón con la llegada de las facturas en esa época del año; sin embargo, lo que me sorprendió es que esta estuviese encendida con las altas temperaturas que estaban haciendo estas últimas semanas.

El sonido de una hoja rasgándose me despertó y supe que no me equivocaba y que la pesadilla había comenzado, Mingyu soltó otra carcajada a la vez que hacía una bola con el papel que acababa de arrancar y lo lanzaba a la llama que no hacía otra cosa que avivarse y desprender calor.

Un suspiro se escapó de mis labios lo que hizo que se girase y me observase divertido, elevó su índice para aparentar quitarse una lágrima que descendía por su mejilla, pero el asco se reflejaba en su mirada. Sabía que me repugnaba y me odiaba y yo, mientras que no actuase en mi contra, estaba cómodo con ello.

—No sé por qué me parece tan divertido si salta a la vista, pero no puedo aguantarme la risa, lo siento. ―Otra página más al fuego, lo que hizo que me fijase en detalle en el libro que sostenía entre sus manos. En cuanto observé el color azul eléctrico me puse en lo peor, sentí que me atragantaba con mi propia saliva. ―Ahora entiendo por qué odias al mundo, así que... ¿tuviste que salirte del instituto porque se reían de ti? Qué triste.

Cerré mis puños con fuerza, clavando las uñas en la palma de mis manos y respirando con dificultad, sabía lo que se avecinaba y estaba seguro de que me volvería completamente loco y actuaría de forma inconsciente para posteriormente arrepentirme.

— ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Es por lo que te dije? ―Mingyu solo rió como respuesta hasta que acabó expirando una sonrisa y se quedo en silencio con el ceño fruncido, observando el libro que sostenía.

―¿Realmente crees que no lo sé? Ya sé que nadie me quiere, no hace falta ser un idiota que pasa el tiempo entre libros para descubrirlo, quizás es por eso por lo que me he acostumbrado a alimentarme del dolor ajeno y, siento decirlo, te he elegido a ti aunque por lo que se ve no he sido el único... Eres tan sensible, es digno de admirar para lo poco expresivo que eres.

―Es a lo que me han enseñado a ser, a lo que me ha obligado la gente como tú que no saben respetar a nadie ni nada, porque cuando muestras dolor te conviertes en el verdadero centro de burlas y cuando ya lo eras... ―Reí en voz alta sólo de recordar aquellos momentos de antaño que tantas lágrimas me habían sacado. ―Cuando ya lo eras se convierte en una bola de nieve que crece sin parar.

―Tu vida parece la de una telenovela barata. El pobre chico solitario y gay del que se ríen, apuesto lo que sea a que acabarías enamorándote del chico malo, siento decirte que yo no voy a caer por ti, no me va ese rollo.

―¿Ese rollo? ―La forma en la que lo pronunció, como si yo fuese un ser de otro planeta permitió que pasara por alto el hecho de que su diminuto cerebro creyese que podría enamorarme de él.

―Ya sabes a lo que me refiero. ―Y aquella sonrisa poderosa sumada a esa mirada que me observaba por encima del hombro a pesar de encontrarse a la altura de mi cadera fue la gota que colmó el vaso.

―¿Estás seguro? Tal vez tu vida es la de la telenovela, Mingyu. El chico guay, conocido por todos, envidiado por haber pasado por cada una de las camas de las más guapas y deseado por cada ser viviente de repente se convierte en polvo, sólo un recuerdo, una sombra del que era para convertirse en un pobre que no puede caminar y, por si fuera poco, se siente atraído por el friki.

―Definitivamente se te ha ido la cabeza.―Y antes de que pudiese añadir algo más, tomé con más fuerza de la necesaria del cuello de su camiseta y lo acerqué a mí lo suficiente como para que sus labios rozaran los míos, sólo un suave roce, mientras que nuestros ojos se observaban, los míos de una forma audaz mientras que los suyos sorprendidos, pero no asustados a pesar de que sus manos se habían amueblado sobre mis hombros aunque no empujaron en ningún momento.

―Dilo, vamos pídemelo y termino lo que empecé. ―Su valentía se había evaporado, pues a pesar de que esperaba una negativa, lo único que recibí fue un asombroso silencio por su parte. Conté hasta diez, paseando mi mirada de cada uno de sus ojos pues estábamos demasiado cerca.

―Nunca he sido tan educado, siempre he sido de tomar lo que quiero sin pedir permiso. ―Y antes de que pudiese pensar en algo que responder o al menos digerir el significado de sus palabras, con la mano derecha en mi nuca, terminó de eliminar la distancia que nos separaba. 

Depressed [Meanie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora