Literature

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—Sé que crees que todos aquellos recuerdos son una mentira, y créeme cuanto te digo que yo también pensé que era así, pero no tienes ni idea de cuánto me equivocaba... Te extraño con todo mi corazón, Wonwoo. —Los ojos de Mingyu parecían sinceros y, por lo que había podido comprender, se había convertido en una causa perdida. ¿Podía ser yo la causa? Por supuesto que no.

El rayito de esperanza fue exterminado hacía mucho tiempo, él fue el culpable de aquello y no permitiría que avivase la llama que me estaba quemando por dentro. Mingyu mordía el interior de su mejilla, sujetando entre sus manos las ruedas de su silla, mirando a la nada como si aquello fuese más fácil que mis propios ojos. No recordaba ningún momento en el que la situación lo superase de tal forma que no pudiese encararla; sin embargo, él había perdido lo más importante, mi confianza.

Aunque en un principio dudé, siempre creí en su amor, en la forma en que amaba esconderse en el hueco de mi cuello para dormir o enredar sus piernas con las mías, abrazando mi cintura tan fuerte como para no poder escaparme aunque quisiera. Pequeños detalles que crearon poco a poco, una muralla, la misma que se derrumbó cuando me miró por encima del hombro y me habló como si no hubiese sido capaz de leer mi alma anteriormente.

¿Cómo podía saber que esta vez su dolor era real? ¿Lo era o simplemente se trataba de una actuación más?

—Déjame demostrarte que hablo en serio, te lo suplico. —murmuró, alzando sus ojos cristalizados. Tomó mi mano que se hallaba junto a mi cuerpo, sin reacción alguna y la colocó entre las suyas dándole calor. Mingyu sonrió de forma ladina y triste mientras que las observaba atentamente, incluso él parecía estar aprovechando algo que no se volvería a repetir. —Sé que no lo merezco. —Llevó mi diestra a sus labios, rozando mi piel, mientras mantenía los ojos cerrados. Mi cuerpo entero ardía, necesitaba alejarme sin parecer estar huyendo.

—Tú mismo te diste la respuesta, no te lo mereces y aunque lo hiciera, ya no confío en ti, tú solito te encargaste de echarlo todo por tierra. —respondí rápidamente.

—Ya lo sé. —gritó, tan fuerte, que me detuvo solo con su voz. Mingyu exhaló, soltando todo el aire frunciendo el ceño, se veía tan cansado que parecía haber perdido toda su energía. —Ya lo sé. —repitió en un susurro. —Soy un gilipollas, no sé para qué pregunto, me alegra que no hayas aceptado y que seas más fuerte, ¿quién iba a imaginar que sería yo el débil de los dos? —Comenzó a girar la silla pero, antes de salir, volvió a detenerse. —¿Wonwoo? —Sus ojos habían dejado que las primeras lágrimas descendieran a lo largo de sus mejillas bañadas por el sol. —Realmente espero que seas feliz.

Después de aquello no supe más de Mingyu, alguna que otra vez escribí algo en mi móvil; sin embargo, mi dedo nunca llegó a pulsar "enviar". No era tan valiente como para traerlo de vuelta, además, ¿qué posibilidades había de que no me hubiese olvidado? Las semanas pasaban entre mis dedos sin darme cuenta. Estaba tan ocupado que casi no tenía tiempo para ponerme en contacto con mi familia, con quienes también tuve esa espinita clavada por preguntar qué tal estaba Mingyu, qué hacía, si al fin caminaba o si había vuelto a la universidad.

Jamás lo hice por supuesto, pensaba que saber de él solo me hundiría más en mi pozo, si es que aquello era posible. De vez en cuando, cuando volvía a casa –no aquel piso vacío que solo me hacía recordarlo con mirar cada rincón –tenía la esperanza de volverlo a ver, sus ojos, su sonrisa; sin embargo, lo que al principio me pareció casualidad, acabé por darme cuenta de que me estaba evitando. Casualmente salía cuando sabía que iría, a pesar de que supe que jamás volvió a reunirse con sus antiguos amigos, o estaba encerrado en su habitación a cal y canto.

Así, entre recuerdos, divagues y un sabor agrio permanente en el paladar, septiembre llegó, lo que era sinónimo de más trabajo, porque los exámenes de recuperaciones comenzaban. Todos aquellos que pasaron su agosto entre cervezas, ahora recorrían los pasillos de la biblioteca como almas perdidas, arrastrando los pies, despeinados y enormes ojeras.

Un día, entre tantos estudiantes al borde del colapso, escuché pisadas, lentas pero seguras y ahí estaba, tal y como lo recordaba a pesar del tiempo, incluso más guapo de lo acostumbrado, aunque algo me hizo darme cuenta de que sí que había cambiado. Cuando el resto de jóvenes lo observaban o pasaban a su lado, él ya no respondía con aquella sonrisa altanera o su mirada por encima del hombro, no había rastro de aquello, simplemente agachaba la cabeza y seguía cargando libros.

Fue hasta su mesa y, para mi sorpresa, estuvo estudiando por horas. No parecía distraerse con nada ni nadie y su mano no paraba de moverse junto con su bolígrafo, tomando notas en su cuaderno. Aquello se convirtió en una costumbre, yo lo observaba desde la lejanía y él, parecía no darse cuenta de que yo estaba allí. Siempre creí que había olvidado mi existencia, que realmente no sabía que estaba en aquel mostrador de madera hasta que en el cuarto día comprendí que él siempre desaparecía cuando yo me alejaba de la puerta por cualquier quehacer.

Deberías de venir más a casa, desde que estoy de vacaciones me siento sola. —dijo Seunghee con voz llorona a través del teléfono. —Seungcheol no descansa hasta dentro de un par de días y Mingyu está siempre en la biblioteca estudiando para sus exámenes. —resoplo.

Lo sé, lo he visto desde hace un tiempo por aquí. —murmuré a la espera de que no hiciera ningún comentario al respecto.

¡Oh! ¿En serio? Pero, ¿aquella biblioteca no está un poco lejos? Sé que hay una cerca por aquí, parece un poco extraño. ¿No crees que irá allí por ti? —Casi se me cayó el móvil de la mano.

¿Q-qué estás hablando? Seguro que hay alguna razón por la que venga aquí y yo no tengo nada que ver al respecto.

Tal vez. —susurró para sí misma. —¿Quieres saber por qué está estudiando tanto, cierto?

No. —murmuré, aunque supe que la mentira fue evidente.

Abandonó la universidad y va a presentarse de nuevo a los exámenes para una nueva carrera, ¿puedes creerlo? Ay esta cabeza... ¿cómo se llamaba? En resumen, Mingyu quiere estudiar literatura.

Es bueno saber que está rehaciendo su vida. —Un momento, ¿literatura? 

No sé si a eso se le llama rehacer, pero supongo que siempre hay un comienzo para todo. Al parecer debe de gustarle más de lo que creemos, lo único que hace es estar rodeado de apuntes. Acaba de llegar a casa, te dejo, ¡espero que vuelvas pronto!

Durante toda la noche estuve pensando y rememorando la conversación con Seunghee, buscando la causa por la que él volvería a la universidad y especialmente para especializarse en algo como eso. Cuando lo conocí, él odiaba los libros y todo lo que estuviera relacionado con la literatura. 

Al día siguiente, él volvía a estar en el mismo sitio de siempre en una de las mesas del fondo, apareciendo y desapareciendo cuando menos me lo esperaba. En el momento en que me aparté de mi mesa para buscar uno de los libros sabía que no habría más rastro de Mingyu; sin embargo, me equivoqué. Por supuesto, él no estaba ya allí, pero un pequeño post-it de color amarillo estaba pegado a la pantalla de mi ordenador con su letra clara:

"Ni la ausencia ni el tiempo son nada cuando se ama". Alfred de Musset.

Depressed [Meanie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora