Truths

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Ya había sido una semana desde la llegada de ese diablo disfrazado de atleta con carrera frustrada y mis huesos y músculos hacían mucho que comenzaron a quejarse. No me malinterpretéis, es posible que muchos de vosotros estéis haciendo suposiciones totalmente equivocadas, pero la realidad es que dormir en el sofá del salón durante siete noches –por muy cómodo que sea –es que estaba trayendo sus consecuencias. En este mismo lapso de tiempo no ha habido ninguna conversación entre nosotros, cosa que agradezco de todo corazón porque realmente no lo soporto, aunque sí algún que otro intercambio de miradas hostil.

Seungcheol no para de quejarse sobre qué remedio puede solucionar el tema sobre dónde puedo dormir a lo que siempre respondo con un "No tienes por qué preocuparte, estoy bien" casi mudo, mientras que Mingyu sonríe de forma ladina a sabiendas de que mi mentira era demasiado evidente. Y eso me molestaba. Me enfadaba que creyese que lo sabía todo o que tenía razón siempre cuando no era así. Durante su estancia no he visto un buen gesto por su parte hacia su hermano a pesar de que le da todo incluso sin haberlo pedido y eso hacía que quisiese golpearlo en cualquier momento.

— ¿Wonwoo? ¿Estás escuchándome? —Seunghee me observaba mientras que movía su café con una cucharilla de plástico. —Te decía que a partir de hoy tendrás que quedarte aquí con Mingyu, ya sabes que hoy se acabó la semana de descanso –dijo mientras que hacía comillas con sus dedos –para solucionar todos estos... cambios, así que Seungcheol y yo debemos de volver al trabajo, te agradecería si esperaras a que uno de nosotros vuelva para ir a la biblioteca.

Sentí como la saliva y el bocado de tostada que masticaba se hacían una bola, atragantándome y obligándome a toser con esfuerzo, ¿cómo podría estar a solas con... eso? Estaba claro que nada acabaría bien a pesar de haberse mantenido calmado después de su escandaloso recibimiento.

—Ya sabes que confío en ti. —susurró Seunghee en mi oído antes de dejar un casto beso sobre mi cabeza, tomar el bolso en la mano que no se mantenía por el vaso de café y marcharse. Mi cuñado había salido incluso más temprano ya que trabajaba en la ciudad de al lado y debía de trasponer varios kilómetros en coche.

—Supongo que ahora solo estamos tú y yo. —dijo Mingyu con una sonrisa petulante en el rostro que me puso el vello de punta, no gustándome nada la forma ronca en la que sonaba su voz.

No me molesté en contestar, tampoco es que fuese capaz de decir nada coherente mientras que sentía como su mirada atravesaba mi nuca, por lo que me limité a fregar los platos y tazas sucias del desayuno.

Cuando terminé aún seguía ahí, con el mismo gesto adornando su rostro, decidí pasar de largo hacia mi habitación y tomar mi ropa para ducharme, si no podía salir de casa al menos me encerraría en el baño el máximo de tiempo posible.

—¿Tus padres no te enseñaron educación? Uy, es cierto, perdona mi descaro no recordaba que eras huérfano.

Y entonces supe que estaba perdido, aquella sensación tan cálida que se sentía como el mismísimo infierno recorrió mis venas a una velocidad exasperante hasta alcanzar la punta de mis dedos. Quise decirme que no debía de entrar en su juego, que eso era precisamente lo que él deseaba que ocurriese; sin embargo, para cuando quise darme cuenta ya empuñaba su camiseta entre mis manos, sintiendo como la tela daba de sí por la fuerza al atraerlo.

Debía de tener miedo, de hecho yo sabía que me veía aterrador en aquel momento, pero o era muy bueno aparentado tranquilidad o no tenía nada que perder en la vida como para seguir con aquel rostro sonriente.

—Pues para tener una familia tan completa, vives bajo el mismo techo y ocupas la misma cama de mierda que este huérfano. Nadie te quiere, supéralo de una vez. —Y fue justo ese momento en el que su rostro se descompuso, pues alguien había dicho en voz alta lo que él más temía. 

Depressed [Meanie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora