04. Lágrimas de cocodrilo

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Miré al edificio de ladrillos, mi corazón martilleaba en mi pecho. Los estudiantes pasaban por mi lado, charlando en voz alta y saludando a sus amigos con abrazos. Tiré del cuello de mi camisa, me sentía sudorosa a pesar del frío por la lluvia de anoche. Ya había tratado de rogarle a mi madre si podía ser educada en casa, y esa no era una conversación que había terminado muy bien. Miré por sobre mi hombro, mi cabello volando por toda mi cara. Un grupo de chicas en uniformes de porritas contuvieron la risa detrás de sus manos, sus ojos viajando hasta mí. No solían hablar de mí por estos pasillos, siempre un poco más alto en el orden jerárquico de este instituto. Pero desde que me fui, tuve claro que sería un nuevo comienzo, a pesar de tener el apellido Barns.

La clave para lograrlo en la secundaria, es fingirlo.

Oí la voz de mi hermana sonar en mi cabeza, las palabras que me dijo alguna vez. Ella había dirigido el grupo de porritas, las River Vixens. Ella era la chica de la cual todos querían ser amigos, no porque fuera mala o con un corazón de hielo, era porque de hecho era amable. Yo era la chica que todas las de mi clase querían ser. Porque, bien, yo era la clásica chica mala con una reputación a juego. Las palabras de Rose venían de una estúpida película para adolescentes que amaba, pero nunca tomó su propio consejo. Solo aplicaban para mí.

Así que puse mis hombros atrás, subiendo un poco más mi cabeza mientras pasaba por esas puertas dobles, viendo los viejos y familiares pasillos. Suprimí el miedo y no dejé que nadie más lo notara. Me dirigí directo hacia la coordinación, ya que mi horario había cambiado y mi casillero probablemente ya lo tendría alguien más.

Después de acabar con la empleada de oficina, la valerosa señorita Greene, vagué por los pasillos otra vez, repasando mi nuevo número de casillero hasta que lo encontré. Desbloqueé la puerta de metal, metiendo allí mi bolso y recordándome a mí misma que debía buscar los libros en la biblioteca antes de que el día terminara. Estaba tan ocupada atascada en mi propia mente, que no noté a Archie a mi lado hasta que su mano tocó ligeramente mi codo.

—Hey, ¿estás bien, Lottie? —su voz ya estaba tan llena de preocupación. Levanté la vista hasta alcanzar sus ojos, viajando hasta su chaqueta azul y amarilla, que lucía un poco ajustada por sus hombros anchos. Estaría ciega si no estuviera de acuerdo en que se puso caliente en mi ausencia.

Asentí con la cabeza, dejando mi dedo trazar la letra impresa en su chaqueta. —Siempre te sentó bien el ser popular, ¿verdad? —pregunté quedamente, mis ojos notaban las miradas que las chicas le daban al pasar.

Archie soltó una pequeña risa extraña, siempre siendo modesto al respecto. —Bueno, te sentaba bien a ti también.

—No me viene bien ahora, ¿verdad? —suspiré. Noté lo cerca que estábamos el uno del otro, pero no retrocedí—. Supongo que ser la hermana de la chica muerta cambia tu status.

Sus ojos cayeron, una acción típica de Archie. —Lottie, hey, no –

—Escapar tampoco ayudó —me encogí de hombros, interrumpiendo su oración.

Archie levantó la mano, poniéndola ligeramente sobre mi hombro. Su toque era caliente, casi demasiado caliente contra mi hombro. De repente recuerdos de esa noche invadieron mi mente. Como su camiseta estaba manchada por el agua de la ducha, como mi cabello caía en ondas fibrosas. Como me atrajo hasta su pecho, un llanto en su voz mientras me rogaba permanecer despierta. —Siempre has sido buena en esta cosa de la secundaria. La gente siempre me escucha, te adoraban. Solo tienes que mostrarles que eres la misma chica. Encántalos con tus astutas habilidades sociales.

Eso me hizo sonreír, pero la sonrisa no alcanzó mi corazón. —Estar lejos en una institución mental no ayudó con mis habilidades sociales, Archie —susurré—. Tengo debilidades en esa área ahora.

FALSE ALARM ° JUGHEAD JONES (ESPAÑOL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora