Peligro

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Cuando Kardia se apareció, Milo se dio cuenta de inmediato, no había necesidad de decirle él simplemente vio la madera tallada con gran cantidad de detalles, solo su hermano mayor era capas de tener la paciencia necesaria para hacer tal cosa. No le pregunto nada a Camus por que supuso que este no sabría  nada.

Pasados unos días decidieron irse de la casa de Hyoga, ese lugar era seguro pero por su presencia representaban un peligro para el rubio. Decidieron irse a la casa humana mas escondida que poseía Milo. Resulto ser que de casa no tenia casi nada, mas bien era uno de los enormes templos que marcaba las doce constelaciones en las montañas de Grecia, específicamente el que representaba Escorpión.

– Es enorme, ¿estas seguro de que no nos encontraran aquí?– no estaba  convencido de que fuera seguro, después de todo eran ruinas griegas y según sabia eran muy turísticas.

– Aquí no viene casi nadie. Estuve veinte años de flojo y en todo ese tiempo solo vi a dos o tres personas, no estoy seguro.– le resto importancia, para luego irse a la que debía ser la parte  privada del templo.

Lo siguió, tenia curiosidad para saber como seria ese lugar por dentro. Cuando llego con el peliazul lo encontró sentado en un sillón bastante grande. Milo solo lo miro con un sonrisa un tanto pervertida cuando se sentó a su lado. Comenzó a acariciar con ternura una de sus negras alas, haciendo que comenzaran a darle pequeños escalofríos.

– ¿Que haces?– se giro para mirarlo bien.

– Nada, solo que me acorde de algo– se le acerco un poco mas a su persona.

– ¿De que?

– De que tengo unas cicatrices de las guerras, que posiblemente me las hiciste tú– no estaba seguro de sus palabras, después de todo se acordaba de que el Ángel con el que había peleado tenia  unos cabellos entre celestes y aguamarina, a pesar de eso lo aprovecharía a su favor.

– tengo una por aquí– toco con la yema de sus dedos la clavícula de su Ángel– otra por el brazo, en la espalda... Oh si, y una por aquí...– paseo sus manos con mucho descaro por el nacimiento de sus alas al mismo tiempo que lamia su cuello.

Con eso logro que su pareja soltara un pequeño gemido, dando paso a que su lujuria terminara por encenderse. Lo tumbo sobre el sillón a la vez que atacaba su cuello con besos, lamidas y succiones, dejando ligeras marcas rojizas en esa blanca piel. Sabían lo que iba a pasar, pero que importaba si nadie los iba a ver.

– Y-yo no las hice...– logro articular.

– ¿A no?, no importa te las cobraré a ti de todas formas.

Siguió besando su cuello a la vez que sus manos se colaban bajo su polera, acariciando lo mas podía esa piel de porcelana, deleitándose con los quedos gemidos y suspiros que su amante le regala, sin remordimiento alguno. Al diablo los Ángeles y los Demonios, al diablo con las rivalidades, al diablo con todo lo que podría separarlos, ¡Al diablo con todo y con todos! A ellos ya no les importaba nada de lo que pudiera pasarles si los llegaban a descubrir, ¡Que importaba ahora! Mejor era disfrutar el tiempo que tenían antes de que comenzara la tan temida guerra, a la cual Milo quería ir si o si para acabar con la vida de Saga.

Por el mismo motivo de la guerra, los Ángeles y los Demonios se preparaban para enfrentarse nuevamente, las tropas de ambos ejércitos comenzaban a reunirse. Saga supervisaba al que se encontraba bajo su mando, notando que solo faltaba Camus en sus filas, pero estaba seguro que volvería solo para evitar que mataran a ese Demonio de cabellos azules, mejor dicho para ver como él acabaría con ese maldito Híbrido que l causaba tantos problemas.

– En dos días veremos quien de los dos se quedara con tan bello Ángel.– sonrió confiado, no tenia ni la menor duda de que acabaría con Milo.

Ángel y Demonio. [1.Temp.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora