Epilogo.

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– ¡¿Que hiciste?!– la desesperación se apodero de Milo– ¡¿QUE MIERDA HICISTE?!

Debía  ser mentira, una vil ilusión o algo parecido, lo que tenia frente a sus ojos no podía ser cierto, tenía que ser una mentira, no podía ser otra cosa mas que una maldita  mentira.

«No, no es él, tiene que ser alguien muy parecido, Camus esta en Grecia»

Trataba de hacerse creer eso, que quien había sido atravesado por la espada de Saga era otra persona y no Camus, ¡No podía ser su Camus!, pero la realidad era esa.

El que se había cruzado en medio de la espada y Milo, no era otro mas que Camus, que había llegado en el preciso momento en que la vida de Milo corría mas peligro y sin pensar en las consecuencias, se interpuso en el camino de esa arma recibiendo él todo el daño.

– Imposible...– Saga soltó la espada de la impresión, ¿como no se había dado cuenta antes? Apuñalo a la persona que supuestamente amaba.

– ¡Por todos los infiernos, Saga desgraciado, te aseguro por mi madre que de aquí no sales con vida!

El Demonio cegado por la ira y la impotencia que sentía en ese momento, comenzó a darle la paliza  de su vida al Guardián, que no hacia el menor esfuerzo por defenderse, creía que era mejor dejarse golpear por el Híbrido, por que si este lo mataba no tendría que lidiar con la culpa de haber asesinado al Ángel.

Milo no se dio cuenta en el momento que sus ojos soltaron lágrimas, por culpa de Saga, por la culpa de ese maldito, la vida de quien mas amaba en el mundo se estaba extinguiendo lentamente, por la culpa de la guerra, ¡Por su propia culpa! Si no hubiera venido, esto tal vez no habría pasado. Cuando estaba a punto de darle el golpe de gracia al Guardián se detuvo en seco, se levanto con el flequillo tapándole la mirada y con gruesas lágrimas bajándole por el rostro.

– Si muere sera solo tu culpa, solo tuya.– dijo mas para si mismo que para Saga, olvidándose completamente del otro Ángel, se acerco al que en verdad le importaba– ¿Por que viniste?

– Te lo dije...– hizo una mueca de dolor, lo que preocupo mas a Milo– Si tú... Venias a esta estupidez, y-yo también.  

El corazón se le apretó en el pecho, en definitiva  había  sido su culpa el que las cosas pasaran así.

– Voy a sacarte de aquí, no dejare que nadie vuelva a lastimarte.

Con sumo cuidado lo tomo entre sus brazos para salir lo mas pronto posible del campo de batalla. Podía ver perfectamente como el vientre de Camus comenzaba a llenarse de sangre, dando una clara señal de que la herida era profunda y posiblemente mortal. Por pura suerte ningún Ángel o Demonio tuvo las intensiones de atacarlo mientras salia de la guerra.

Saga por su parte, solo los vio irse, no intervino en nada, dejo que se fueran, ¿De que le servía pelear ahora? De nada, ya ni siquiera tenia las fuerzas necesarias para hacerle frente al Demonio, sabiéndose culpable de que ahora el Ángel por el cual los dos se peleaban corría riesgo de muerte.

Luego de un vuelo que para Milo fue mas que largo, por fin habían llegado a ese templo en Grecia. Dejo a su pareja en la cama , y sin tardar mas tiempo comenzó a buscar cosas para curar la herida de Camus por todo el lugar, sabiendo que entre mas se tardaba mas sangre perdía su amante.  Casi soltaba las lágrimas acumuladas en la comisura de sus ojos, esas mismas lágrimas aumentaron al ver el estado tan delicado en el que Camus se encontraba. Se le acerco tratando de disimular el dolor que lo embargaba.

– Milo...

– Camie, no te canses, guarda tus fuerzas. Resiste un poco mas voy a sanarte esa herida.– le dolía en lo mas profundo ver al ser que mas había amado en su larga existencia, perder la vida poco a poco y que él no pudiera hacer nada al respecto.

Ángel y Demonio. [1.Temp.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora