Treinta y ocho

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Camila's POV

Pasó una semana. En ese periodo, Lauren y yo salimos a cenar y a ver las puestas del sol. A veces, simplemente, nos quedamos en casa tumbadas viendo viejas películas de pixar, o tratando de leer entre besos y caricias. Puedo decir que, Lauren y yo nos dedicamos a ser felices. En ocasiones, Dinah nos acompañaba, pero era muy esporádicamente ya que, como siempre, las clases absorbían casi todo su tiempo.

Habíamos ido a visitar a Normani un par de veces. Su salud estaba mejorando a pasos agigantados. Ya no se veía tan demacrada como cuando la conocí, inclusive, podría asegurar que había ganado peso. Por otro lado, Ally continuaba con los preparativos de la mudanza. Aquello era un tema que no me agradaba mucho. No quería que mi rutina cambiara. Me había adaptado a estar con Lauren la gran mayoría del tiempo. Yo amaba cuando cocinaba para mí, amaba cuando se acurrucaba a mi lado como un cachorrito, amaba su presencia, amaba su sentido del humor, amaba su risa de bebé, amaba su olor, amaba su mirada, amaba quien era cuando estaba a su lado... La amaba a ella, ¿La amaba? Sí. ¿Era muy pronto? Tal vez, pero lo hacía.

Tal vez era muy pronto para decir que mi cariño por ella había evolucionado a amor del real, pero yo no tenía duda de mis sentimientos. Había algo en ella que me hacía querer todos y cada uno de sus aspectos; desde cómo se expresaba de una forma increíblemente elocuente, hasta los sonidos que hacia al dormir como si estuviera mascullando en otro idioma. Esas mariposas en el estómago que nunca había sentido antes, entonces no se detenían cuando estaba a su lado. Mi corazón latía con tanta fuerza cuando ella me tomaba de a mano, y cuando me besaba, pensaba que explotaría o que dejaría de latir.

Amaba lo que ella era. Amaba lo que ella hacía. Amaba lo que ella decía. Amor, nunca lo vi venir y me golpeó tan fuerte casi me deja sin sentido. Nunca me consideré una persona cursi, pero ¿Qué puedo decir? Supongo que el amor nos cambia a todos.

— Te falta poco para terminar. — Comentó Lauren con una enorme sonrisa, mientras que con su mano acomodaba su cabello.

— ¿Qué puedo decir? Leo muy rápido.

Con tan solo una semana ya iba a terminar la trilogía de libros que Lauren me había llevado como regalo desde Portland.

— Tres libros en una semana... Eso debe ser un nuevo record. — Comentó Lauren quien estaba tumbada a mi lado en mi cama.

— Solo quiero saber quién será el siguiente en morir.

— Te sorprenderás. — Dijo mi novia con un tono juguetón.

— ¡No lo arruines! — Chillé.

— No lo haré.

Hubo un periodo de tiempo en donde mi mente vago en el limbo de mis pensamientos. Finalmente hablé.

— ¿No crees que es diferente? — Pregunté.

— ¿Qué cosa, Camz? — Mi novia me miró. Sus hermosos ojos esmeraldas denotaban curiosidad.

— Los libros. — Dije señalando el libro que tenía en mis manos.

Lo cierto es, que aquello era algo muy diferente al tipo de literatura que me solía interesar. Por lo general, hubiera preferido leer los clásicos como: Retrato de Dorian Grey o La Ladrona de Libros. Pero aquella trilogía de Dan Wells me sacó de mi zona de comodidad. Su protagonista, John Cleaver, no tenía repudio a la hora de tomar una vida; tenía una obsesión con la muerte, el dolor y poseía un extraño sentido de la justicia. Además, el libro estaba cargado de escenas oscuras y sangrientas. No todos los días me regalaban libros sobre demonios que mataban sin piedad a seres humanos indefensos solo para satisfacción propia.

Fugitiva | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora