Continué corriendo por aproximadamente dos horas. Crucé toda la ciudad. No sabía a donde ir o a quien ir. Estaba pérdida, pero no me refería a mi entorno. Esta pérdida como persona; yo ya no era la chica que solía ser. Es curioso como esa clase de situaciones revelan quienes somos en realidad y yo era una basura. Esa noche me di cuenta que una parte de mi había muerto. Mi inocencia, mi respeto por la vida, mi sentido de justicia. Esa noche los perdí.
"Y ha llegado el día donde he muerto solo para darme cuenta que sigo viva."
Marina & The Diamonds.
Continué corriendo hasta llegar a la calle de mala muerte donde estaba el negocio de Leekie. Entré a la vieja casa. No sabía si Leekie seguía ahí. Como era de costumbre, un par de jóvenes estaban en los viejos muebles a punto de llegar a una sobredosis de la que fuera la basura que se estaban inyectando. Continué por el estrecho pasillo hasta el despacho del maldito de Leekie. Y ahí estaba.
— Ya cumplí con mi parte. — Escupí mientras ponía el arma en su escritorio.
— ¡Fabuloso! — Dijo el maldito con su desesperante sonrisa. Sus dientes estaban color café a causa del tabaco que estaba masticando.
Tomó el arma y sacó el cartucho.
— Solo una bala. ¿Fue un tiro limpio?
— Algo así. – Contesté.
Leekie busco en uno de sus cajones y sacó tres pequeños montones de billetes verdes. Y me los entregó. Los tomé con miedo porque si algo se decía era que Leekie era tan traicionero como una víbora.
— Gracias. – Le dije.
— A ti Michelle. – Aun con su sonrisa.
¿Era justo? Hacerle daño a alguien para salvar a otra persona. ¿Eso era justo? Lastimar a otros para protegerla. No y lo sabía.
Había acabado de ganar tres mil dólares y lo más probable es que privé a un hombre de la posibilidad de tener hijos. ¿Ahora qué? Solo había un lugar que probablemente me iba a tranquilizar. En ese momento solo quería buscar una especie de redención. Eso sonaba muy hipócrita de mi parte. En ese instante, yo quería simplemente tratar de cubrir una mala obra con una buena; sabía que así no funcionaban las cosas. Mi vida no era un viejo cuento de la edad media. Yo no era Robin Hood, pero pretendía actuar como tal.
Tomé un taxi y al cabo de cuarenta y cinco minutos llegué a mi "redención."
Era muy tarde y dudaba que me dejaran entrar al área de pacientes en observación. Por eso, no perdí el tiempo tratando de ir hasta allá. Me dirigí hacia la cafetería. Estaba buscando algo, para ser específica a alguien. Y entonces la vi. Sabía que había estado viviendo allí desde las últimas semanas. Tenía unas ojeras enormes bajo sus ojos, su cara demacrada era el resultado de muchas madrugadas sin dormir y sabrá Dios cuantas preocupaciones sobre sus hombros. Me acerque a ella.
— Señora Hamilton. – Le dije sacándola de su trance.
— Lauren que sorpresa. – Me brindó una sonrisa cansada. – Es muy tarde ¿Qué haces aquí? ¿Está todo bien?
— No señora. Todo está vuelto mierda. No estoy bien, le acabo de disparar a un tipo en las pelotas para ganar dinero extra. – Pensé. – Esta todo bien señora Hamilton, no se preocupe. Solo quería hablar con usted o con su esposo. – Dije finalmente.
— Dime Lauren. – Preguntó curiosa.
— Ally y yo conseguimos algo de dinero extra para Normani. – Le dije mientras le entregaba el dinero en una bolsa negra. Tenía que ser discreta.
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Fugitiva | Camren
Fiksi Penggemar"Mi corazón estaba siendo traspasado por una daga y ella era quien la empuñaba." Historia terminada.