Acabas de matar mi poco optimismo.

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Camila's POV

La buena noticia era que era viernes, y no tendría clases hasta el martes en la tarde. Las malas noticias era que: me habían acabado de poner una helada arma en el estómago, descubrí que mi novia es una asesina a sueldo y la odiaba. La odiaba. La odiaba por creerme tan estúpida y no decírmelo. La odiaba por amar algo que ella no era. La odiaba por ocultarme la verdad. Y lo más importante, la odiaba por no poder odiarla. La quería. Me odiaba por no odiarla. No sé si tiene sentido, pero era lo que estaba sintiendo. 

Di con la cafetería gracias a Ariana. No me fiaba de su palabra, así que decidí ir hasta Miami para comprobarlo con mis propios ojos. No fue difícil dar con el paradero de Lauren ya que estaba en su cafetería favorita (o eso fue lo que Ariana dijo). Ella estaba sentada frente a una joven. Kass, la reconocí por la foto. Seguí a Lauren y a su amiga. Lo que me topé me dejó sin palabras. Creí que no me habían visto, pero la verdad fue otra. No sé cómo, pero cuando reaccioné, la amiga de Lauren me estaba enterrando su arma en mi estómago. Juro que pensé que me iba a matar. "Déjame vivir" Recuerdo que eso fue lo que pensé, pero mi boca fue incapaz de articular alguna palabra.

Dicen que cuando tienes una experiencia cercana a la muerte, tu mente se llena de memorias de toda tu vida. Es como un pequeño resumen de tus vivencias. Eso es lo que me han dicho las pocas personas que han tenido una experiencia así. En mi caso, solo veía a Ariana diciéndome toda la verdad de Lauren. Verdad que una parte de mí se negaba a creer. Que idiota. Quería creer que la hermosa y perfecta Lauren, que era mi novia, era real. Me negaba a creer lo peor de ella.

Cuando escuche a Lauren decirme Camz, sentí como si hubiera sido una desconocida la que me estaba hablando (tal vez porque en realidad me estaba hablando una desconocía). Recuerdo que ella se ofreció a explicarme todo, pero no quise escucharla. Tan solo corrí y corrí hasta donde mis piernas me lo permitieron. De ahí, tomé un taxi que me llevo hasta la casa de mis padres. Cuando estuve en la puerta, me di la vuelta y tomé otro taxi. Me di cuenta que no quería estar acompañada. Quería sentir mi dolor en soledad. Por lo que fui hasta un motel que estaba situado en las orilla de la ciudad y allí me quedé hasta el lunes en la noche.

En el motel, solo salí un par de veces al restaurante de mala muerte del frente. La comida era del asco, pero no me apetecía ir más allá en busca de algo mejor. Pasé la mayoría del tiempo encerrada en el cuarto llorando y sintiéndome miserable. Lloraba hasta quedarme dormida y despertaba llorando. Creí que iba a morir de tanto llorar. Jamás había sido tan miserable e infeliz en mis veintiún años. No sé cómo pude sobrevivir a eso.

El lunes me desperté, y vi mi reflejo en el espejo del pequeño baño de mi habitación. Vi mi enfermizo y horrible reflejo.

— Camilita, todo mejorará. — Me dije. Si que estaba equivocada.

Tomé agua fría del grifo y lavé mi cara por primera vez en días. Estaba horrible. Caminé en dirección hasta la pequeña cama que estaba en el centro de la habitación y tomé mi teléfono celular. Lo encendí. Creo que tenía más de cincuenta notificaciones. Entre ellas llamadas de Dinah, Ally, Normani y ella. La sinvergüenza me había llamado más de veinte veces.

Al ver su nombre en la pantalla, apreté tan fuerte el teléfono y lo tiré a un rincón de la habitación. Las lágrimas volvieron a salir como cataratas. Mis mejillas se empaparon y, en cosa de segundos, yo estaba de regreso en posición fetal sin consuelo. Estuve así por horas. Hasta que tomé fuerzas y me metí a la ducha; empecé a cantar fake happy de Paramore y continúe llorando bajo el agua fría.

Fugitiva | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora