Sevilla.Abril, 1999S
usana se acercó a Fran antes de que él se marchara a otra aula. Sentíaen el alma lo que iba a decirle, a nadie le costaba más trabajo que a ellaperderse una clase y por tanto una tarde con él. El único tiempo que podíadisfrutar de su compañía a solas, y sobre todo, de ese rato de charla quesiempre se producía cuando ya estaban recogiendo. A veces incluso iban atomarse algo juntos en uno de los bares cercanos a la facultad. Fransiempre escogía uno de los que no frecuentaba la pandilla, probablementepara que ella no viera cómo Raúl se estaba enrollando con alguien. Pobree ingenuo Fran, aún seguía convencido de que ella estaba enamorada deRaúl y todavía intentaba buscar excusas para que se encontraran ycharlaran a solas. Aunque esas ocasiones eran cada vez menos frecuentes,quizá se estuviera cansando o quizás ella le hubiera convencido al fin deque lo dejara estar. Fuera cual fuera la causa, Susana lo agradecía, porqueademás de producirle mucho embarazo los torpes intentos de Fran, lefastidiaba mucho esos momentos que tenía que dedicarle a Raúl y perdersede estar con él.-Hola -saludó Fran cuando la vio acercarse-. ¿A qué horaquedamos luego?-No voy a poder darte clase hoy, ¿te importa si lo cambiamos paramañana?-No, a mí me da igual. Cuando quieras.-Ya sé que los miércoles sueles salir con Raúl y vais a la bolera, perohay que entregar los resúmenes mañana y no los tengo terminados.-¿En serio no los tienes terminados? ¿Tú? -bromeó Fran-. ¿Hasestado muriéndote o algo así?-No, no ha sido culpa mía. Es que el ciber donde suelo ir a pasarlos aordenador y a buscar datos en Internet ha estado sin servicio por reformasy no he podido tenerlos al día. Ayer ya estaba funcionando y me pasé latarde allí, y hoy me temo que me espera otro tanto.-¿Te vas a un ciber a pasar apuntes?-No tengo ordenador, ya lo sabes. ¿Dónde pensabas que lo hacía?-No sé, quizás en casa de algún vecino...-No, no tengo tanta amistad con los vecinos como para eso.-Pero los ciber son muy caros.-He llegado a un acuerdo con el dueño y le echo una mano a su hijocuando tiene dudas con los estudios. Me cobra solo la primera horaaunque eche tres o cuatro, y a veces ni eso.-¿Por qué no me lo has dicho? Podrías venirte a casa. Allí hay tresordenadores por lo menos. El mío y dos portátiles de mis padres. ¿O esque tampoco tienes confianza conmigo como para usar mi ordenador?-Para usar tu ordenador sí, pero no para meterme en tu casa por lasbuenas. Nunca me has invitado a ir allí.-Porque está muy lejos y te supondría un tremendo follón deautobuses. No porque yo no quiera que vengas a mi casa. De hecho, estatarde cuento contigo. Ni se te ocurra irte al ciber, ¿eh? Que me enfadaré.-Bueno, si quieres. Pero tendrás que darme la dirección.-Mejor aún... comemos aquí los dos en la facultad y luego te llevo enel coche. Y te indico dónde está la parada para que en otra ocasión puedasvenir tú sola.-De acuerdo, avisaré a Merche -dijo cogiendo el móvil.Le vio también a él coger el suyo y apartarse un poco para hablar. Algose encogió en su interior. Sin duda estaba anulando alguna cita que tuvierapara antes o después de la clase.-Ya está -dijo cuando se acercó de nuevo-. Le he avisado a Manolipara que prepare algo bueno de merienda.Susana respiró aliviada, aunque eso no significara necesariamente queno tuviera alguna cita las tardes que no se veía con ella.Almorzaron juntos en el comedor de la facultad.-¿Comes esto todos los días que damos clase?-A menudo.-La comida deja mucho que desear.-Otras veces como bocadillos, pero eso es aún peor. Los bocadillossolo están buenos en el campo o en la playa. Pero no me compensa ir acasa y luego volver, pierdo demasiado tiempo.-Lo mejor en la playa es la tortilla de patatas o los filetes empanados.-Cierto. Me encantan los filetes empanados. Bueno, en realidad meencanta comer... a pesar de lo delgada que estoy, trago como una lima.-Pues deberías probar las croquetas de Manoli. Un día que mis padresno coman en casa te invitaré y le pediré que nos prepare todas lasporquerías insanas que mi madre no le deja cocinar, pero que estánbuenísimas.-Mira que mi estómago es muy sensible. Si me acostumbras a la buenacomida no me echarás de tu casa.-Por mí... Así sería agradable estar allí.-¿No te gusta tu casa?-Tengo que reconocer que me gusta más la tuya.-¡Venga ya!-La mía es grande y bonita, arreglada por un decorador muyprestigioso, con todo coordinado y conjuntado, siempre ordenada ylimpia... pero terriblemente fría. Salvo en mi cuarto, parece que no vivanadie allí. Y en realidad no vive nadie, mi padres solo van a cenar y adormir. Manoli limpia y cocina y por la noche se va a su casa, y yotambién paso la mayor parte del día fuera. Y cuando estoy allí apenassalgo de mi cuarto. No es como en tu casa, que se respira vida nada másabrir la puerta.-Pues tendrías que ver mi casa de Ayamonte... Es grande y soleada, yaunque no da al mar, este se huele en cada rincón. Y allí sí que hay vida.Mi abuela vive con nosotros y no para de hablar en todo el día, y siemprehay algún primo o prima que viene a verla. Y cuando estamos allí Merchey yo los fines de semana, es una fiesta. Mi madre cocina cantidadesenormes de comida pensando en que no comemos aquí lo suficiente,siempre prepara nuestros platos favoritos, mi hermana invita a susamigos... en fin, que mi casa siempre está llena de gente.-Me gustaría vivir algún día una experiencia parecida... una familiagrande y bulliciosa... Yo soy hijo único y tampoco tengo primos niprimas... Raúl es lo único que tengo.-O sea, que el día de mañana serás padre de familia numerosa.-No sé, nunca me he planteado el futuro en ese sentido. De hecho nome veo de padre de ninguna forma. El único futuro que veo por delante estrabajar en el bufete de mi familia cuando termine la carrera.-¿Y eso te gusta? Trabajar para la familia es difícil a veces. Los padresestán bien como padres, pero como jefes...-¡Cualquiera le dice al Señor Figueroa que no voy a trabajar con él!Supongo que probaré y si no funciona ya veré lo que hago. De momentolo primero es terminar la carrera.-Sí, eso es verdad. Y creo que ya va siendo hora de que nos pongamosen marcha, somos los últimos y ya nos están mirando con mala cara.Salieron del comedor y se dirigieron al aparcamiento donde Fran habíadejado el coche. Subieron a él y Fran condujo por la carretera que llevabahasta la urbanización de lujo situada a la afueras de Sevilla donde vivía.Apenas entraron en la primera rotonda de la misma, empezaron adesfilar a derecha e izquierda enormes casas distribuidas irregularmente,de distintos estilos arquitectónicos, pero indudablemente muy caras. Alfin, Fran detuvo el coche ante un muro blanco. Bajó del mismo y sacóunas llaves del bolsillo para abrir una puerta enorme de hierro negro. Estase abrió sin siquiera un chirrido y volviendo al coche entró en un garajecon capacidad para varios vehículos, pero vacío en aquel momento.Aparcó a un lado y se volvió a Susana.-Baja.Abrió otra puerta situada al fondo y salieron a un jardín lleno de rosas,distribuido en dos niveles separados por tres escalones. En el nivelsuperior había una piscina. Susana se quedó parada contemplándolo. Sabíaque los padres de Fran tenían dinero, pero aquella casa la estaba dejandoapabullada. ¡Y ella haciéndose ilusiones de que quizás algún día Fran laviera como algo más que a una amiga! Ella y su familia jamás podríanentrar en el círculo social de él.-No te dejes impresionar -le escuchó decir-. Por muy bonita quesea es un rollo disfrutarla solo. Yo siempre voy a bañarme al Mercantil.-¿No invitas a tus amigos a que se bañen aquí?-Mi madre es una maniática de la limpieza y el orden. Se moriría antesque permitir que una panda de descontrolados, como dice ella,mancillaran su casa. De modo que como puedes ver, vivo en una cárcel deoro.-¿No supondrá un problema que yo esté aquí?-Tu eres solo una y pacífica. Y es un respiro ver a alguien de mientorno en esta casa, para variar. Anda, ven dentro y te presentaré aManoli, está deseando conocerte desde que le dije que besaste mi cicatriz.-¿Y no le dijiste que yo fui la causante de ella?-Sí, y eso le hizo interesarse aún más por ti.-Querrás decir odiarme.-Claro que no, está encantada de que yo tenga una amiga como tú.Dice que la compañía de Raúl no es una buena influencia para mí.Fran evitó la entrada principal y dando un pequeño rodeo abrió unaentrada lateral y entró en una cocina grande y cuadrada, llena de mueblesoscuros coronados por una encimera de mármol blanco que Susana suposin ninguna duda que había costado mucho dinero. Todo en aquella casahabía costado mucho dinero.Una mesa redonda de madera pulida y brillante como un espejo y cuatrosillas a juego y tapizadas de piel estaban colocadas en una de las esquinasy ni siquiera la mesa principal del comedor de su casa en Ayamonte podíacompararse a la de esta cocina.Una mujer de unos cuarenta y tantos años, delgada y vestida deuniforme de color verde y delantal crudo se separó del horno y secándoselas manos se acercó a ellos.-Manoli, esta es Susana, una buena amiga de la facultad. Le he habladotanto de tu repostería que ha venido a probarla.-Encantada. Espero que le guste. Fran es muy exagerado cuando hablade mis comidas.-¿Cómo que encantada y espero que le guste? Manoli, es amiga mía,no de mi madre. Puedes tutearla y hasta darle un beso. ¿No es así, Susana?A ella no le importa que seas mi Tata.-La asistenta.-Mi Tata -repitió él pasándole un brazo por los hombros-. Ahorano está mi madre en casa.La mujer miró a Susana que le sonrió y se acercó a ofrecerle la mejilla.Aquella le estampó dos sonoros besos.-Encantada de conocerte, Manoli. Fran me ha hablado de ti.-A mí también me ha hablado de ti.-Espero que bien...-Muy bien. ¿Habéis comido ya?-Sí, en la facultad, y no muy bien por cierto. La comida es desastrosa.Y la pobre Susana come muy a menudo allí, y casi siempre por mi culpa.-Pues ya sabes lo que tienes que hacer.-Por supuesto, la invitaré a probar tus empanadillas y tus croquetas.Algún día que mis padres estén de viaje.-No hace falta que tus padres estén de viaje, casi nunca vienen aalmorzar.-Ya lo sé, pero prefiero que mi madre no pueda aparecer por aquí deimproviso. Sé que no quiere que prepares ciertas comidas, y la bronca tela llevarías tú. No te preocupes, ya lo arreglaremos. ¿Qué nos haspreparado para merendar?-Una sorpresa.-Bien, ahora nos vamos a mi cuarto a estudiar, tenemos muchotrabajo. Bajaremos sobre las cinco y media o las seis, ¿te parece bien?-Perfecto.Fran la hizo salir por otra puerta que desembocaba en un ampliovestíbulo de mármol negro y gris claro al que se debía acceder por lapuerta principal.-¿Quieres que te enseñe la casa o prefieres subir directamente a mihabitación?-Prefiero empezar a estudiar cuanto antes, si no te importa. Noquisiera irme muy tarde. Tal vez luego, si tenemos tiempo.Cruzaron delante de la puerta abierta de un impresionante comedorlleno de muebles oscuros y brillantes, y la precedió por una escaleracubierta de una alfombra color melocotón hasta la planta alta.-Supongo que por aquí se podrá coger un autobús...-Sí, hay una parada cerca, pero no te preocupes por eso, tienes chóferparticular.-No voy a permitir que vayas hasta Sevilla a llevarme y tengas quevolver otra vez hasta aquí.-Mi coche ya se sabe el camino de memoria. Y a mí me gustaconducir.Entraron en una habitación grande y rectangular, mayor que todo elpiso que Susana compartía con Merche. Una de las paredes más largasestaba ocupada casi en su totalidad por tres ventanas cubiertas por unosestores verde oscuro, que contrastaban con el tono verde manzana de lasparedes. Los muebles eran de madera clara y una cama individual perogrande, de al menos dos metros de largo por más de uno de ancho estabacolocada en un ángulo de la estancia. Un mueble corrido que hacía demesilla de noche, y mesa de trabajo partía de ella y recorría la otra paredhasta terminar en un armario. A lo largo de toda la pared había estanteríascon discos, libros y algún que otro trofeo de fútbol. Pero ni una solafotografía del niño que había sido, y tampoco del hombre que era.-¿No tienes fotos? Mi cuarto, tanto el de Ayamonte como el de aquíestá lleno de fotos.-¿De la familia?-Sí, claro... Ya sabes que no tengo amigos.-No tenías amigos. Ahora sí tienes.-Bueno, sí, pero no tengo fotos de ellos.-Eso tiene fácil arreglo -dijo Fran abriendo una puerta del armario ysacando una cámara digital. Manipuló en ella y la colocó sobre la mesa,tratando de ver a través del visor-. Siéntate en la cama. Ahí, perfecto. Note muevas.Se separó de la cámara y se sentó a su lado, pasándole el brazo sobrelos hombros. En cuestión de segundos la cámara se disparó sola y él fue acomprobar el resultado.-Muy seria... Parece que voy a comerte. Otra.Volvió a colocarse a su lado.-Sonría, por favor.Susana giró a medias la cara hacia él y sonrió tratando de que nopareciera que se lo comía con los ojos.Fran volvió a levantarse.-Esta está mejor. De todas formas te sacaré una copia de las dos.Conectó la impresora y en pocos segundos Susana tenía en la mano doscopias en papel fotográfico que nada tenían que envidiarle a las del mejorestudio.-Bueno, ya tienes fotos de amigos para ponerlas en tu habitación siquieres.-Gracias. Por supuesto que las pondré.-Yo las colocaré en mi álbum. No tengo fotos a la vista porque noquiero que mi madre hurgue en mi vida privada.-Pues es una pena, porque la habitación ganaría mucho con unascuantas fotos.-¿No te gusta mi habitación?-Sí que me gusta, aunque tengo que reconocer que no me la imaginabaasí.-¿Cómo te la imaginabas?-No sé, diferente. Más pequeña, quizás. Y por supuesto no con unacama tan enorme. Parece una cama de matrimonio.-Sí, está hecha a medida. Me muevo mucho cuando duermo y no megusta encontrarme con que me falta espacio. Caben perfectamente dospersonas.-¿Sueles traer invitadas a dormir cuando no están tus padres?-No, jamás. Mi madre lo averiguaría y ya te he dicho que prefierodejar mi vida privada fuera de su control. Pero Raúl y yo si nos hemostumbado muchas veces en ella a escuchar música. Tengo un sistema muychulo de altavoces conectados alrededor de la cama y parece que lamúsica te envuelve. Luego, cuando terminemos, te lo enseñaré. Ahora serámejor que empecemos.Levantó los estores para que entrase más luz y Susana vio que desde laventana se divisaba el jardín y la piscina en todo su esplendor. Junto a lapiscina había un templete de lona lleno de tumbonas a rayas azules yblancas y una mesa a juego. Sobre una barra había una toalla puesta asecar. Fran se dio cuenta de que Susana la miraba.-Mi padre nada todos los días una hora antes de ir al trabajo, tanto eninvierno como en verano.Acercó una silla a la mesa y se sentó en ella, ofreciendo la giratoria quehabía delante del ordenador a Susana.-Siéntate, el ordenador es todo tuyo.-¿La silla de honor para mí?-Por supuesto.Ella se quitó el poncho de lana que llevaba puesto y se sentó. Hacíacalor en la habitación, el invierno ya estaba llegando a su fin y el solentraba a raudales por las ventanas. Susana sacó un disquete de la mochilay lo introdujo en la disquetera. Después de cargar el trabajo sacó losapuntes. Fran la veía hacer en silencio.-No quiero interrumpirte, supongo que tú tendrás que estudiartambién. ¿O quizá necesitas el ordenador? ¿Tal vez tú tampoco tienes losapuntes terminados?-Sí que los tengo. Pero me gustaría ver cómo los tiene tú. Y para unavez que tengo visita, no voy a ponerme a estudiar. Si quieres puedoayudarte a ti. ¿Te dicto? Así terminaremos antes.-De acuerdo.Durante un par de horas ambos trabajaron juntos con la buena armoníaque les caracterizaba. Susana era la única persona con la que Fran habíapodido trabajar sin distraerse y aprovechando el tiempo. Cuandoterminaron de pasar los apuntes, él miró el reloj.-Son casi las seis. ¿Te parece si bajamos a merendar?-De acuerdo. Pero no irás a meterme en ese comedor enorme que hevisto al subir, ¿verdad?-Claro que no. Cuando mi madre no está yo hago todas mis comidasen la cocina, con Manoli.-Es muy simpática.-Yo sabía que te iba a gustar. Ella es quien me ha criado. Mi madresiempre ha trabajado fuera de casa y cuando volvía seguía estandoocupada. Ella ha sido mi madre, mi padre, mis hermanos... Y me mima deforma escandalosa. Cuando no está mi madre, claro.La mesa de la cocina estaba puesta con un alegre mantel de floresanaranjadas y dos cubiertos.-¿Tú no meriendas con nosotros? -preguntó Fran.-Hoy no, tienes una invitada.-Tenemos una invitada -dijo abriendo un cajón y sacando cucharillay tenedor y además una taza y un plato de la alacena.-¡Estate quieto! Deja mi cocina. Eso es cosa mía.Pero Fran no le hizo caso y continuó colocando cosas sobre la mesa.Manoli le señaló una silla a Susana.-Siéntate, chiquilla. ¿Qué tomas? ¿Café? ¿Té? ¿Leche? ¿Chocolate?-Cualquier cosa.-Hay de todo, puedes elegir.-¿Qué tomas tú? -le preguntó a Fran.-No lo diré hasta que elijas.-Un vaso de leche.-¿Sola?-Con azúcar, por favor.Fran quitó la pequeña taza de café que había sobre la mesa y colocó ensu lugar dos enormes tazones azules. Luego los llenó de leche caliente.-¿Quieres quedarte quieto y dejarme a mí? -le recriminó Manoli.-Déjate de tonterías, lo hago todos los días.-Hoy tenemos una invitada.-Susana no es una invitada, es una amiga.En uno de los tazones echó una generosa cantidad de Nesquik y loremovió. Manoli se sirvió un café solo y sacó una bandeja con una tartaoscura cubierta de azúcar y una fuente con rosquillas caseras.Fran cogió un cuchillo y empezó a cortar porciones de la tarta. Y,metiendo un buen trozo de la suya en el tazón de Nesquik, empezó acomerlo.-Míralo, parece un crío. Siempre ha merendado así, desde que teníacinco años.-No siempre, cuando iba a casa de los amigos de mi madre tomaba técon pastas. ¡Con cuchillo y tenedor, figúrate! Y yo odio el té y todavía máslas pastas.-Esta tarta está muy buena -dijo Susana probando un trozo. No eraexcesivamente dulce y tenía un agradable sabor a nueces.-¿A que sí? Es una de las mejores de Manoli, la tarta de calabacines.-¿De calabacines?-Sí, en efecto.-Nadie lo diría. Pero está riquísima.-Bueno, te guardaré un trozo para que te lo lleves.-No hace falta.-Claro que sí. Si no Fran se la comerá toda en un día y pillará unaindigestión.-¿Te vas a comer tú solo todo eso?-Mis padres no comen dulces... engordan.-Eso de engordar tiene que ser un rollo. Yo como todo lo que quiero yno engordo ni un gramo. En el colegio me decían espagueti... y palito.Fran la miró y sonrió.-En tu colegio eran gilipollas. Y tú sales ganando. Anda, empieza conlos rosquitos.Susana cogió uno y se lo comió casi de un bocado.-¡Hum, saben igual que los de mi madre!-Es que esta es una receta casera. Nada de bollería industrial.Fran volvió a rellenar su tazón con Nesquik.-¿Quieres más leche?-No, para mí ya basta. Y seguro que esta noche no cenaré.Terminaron la merienda y luego se levantaron.-Fran, yo voy a marcharme ya.-¿Ya? No son más que las seis y media.-Pero ya he terminado lo que tenía que hacer. Y no quiero...Él se echó a reír a carcajadas.-Ya, no quieres molestar, ¿no es eso?-Sí.-Manoli, ¿a ti te molesta?-Por supuesto que no.-Y a mí tampoco, de modo que vuelve a subir a mi cuarto y ponemosun poco de música, ¿vale? O si lo prefieres vemos una película. Pero novoy a dejar que una vez que vienes a mi casa no hagas más que trabajar.-También he merendado.-Y ahora vamos a pasar un rato agradable.Se dejó conducir de nuevo hasta la habitación y allí Fran abrió unarmario lleno de CDs.-¿Qué prefieres oír?-Cualquier cosa que no sea ruido. Me gustan especialmente las bandassonoras de películas. ¿Tienes alguna?-Sí, varias. ¿Te gusta esta? -dijo mostrándole la de Memorias deÁfrica.-Me encanta esa.-Bien, pues prepárate -dijo bajando los estores de las ventanas ydejando la habitación en penumbra.-¿Qué haces?-Ambientando esto un poco. Ya verás...Colocó el disco en un equipo colocado junto al ordenador y la hizosentarse en el borde de la cama.-Tiéndete.-¿Qué?-Que te tumbes en la cama.-¿Para qué? -preguntó ella nerviosa.-No te voy a meter mano, tranquila. Solo quiero que disfrutes delefecto. Tiéndete.Ella le obedeció echándose hacia atrás en la cama y Fran le quitó loszapatos y le levantó las piernas.-Relájate y mira al techo.A la vez que la música empezó a sonar, el techo reflejó unos efectos deluces y sombras que se movían al ritmo de la música. E incluso Susanatuvo la sensación de que la cama se movía.-Caray...-¿A que es chulo? Hazme sitio, cabemos los dos.Él se tendió a su lado, rozándola apenas y Susana contuvo larespiración. El corazón empezó a golpearle con fuerza en el pecho, quizásesperando que él se acercara y la abrazara, pero Fran permaneció quietomirando al techo y ella comprendió que de verdad él solo tenía intenciónde escuchar música. Y se relajó, sintiéndose decepcionada a la vez.Concentró su atención en los círculos verdes y ámbar que giraban sobresu cabeza, dejando su cuerpo laso y abandonado, como si de verdadvagara por la sabana de África, eso sí, con Fran a su lado.A medida que la tarde se convertía en noche la habitación quedaba másen penumbra y los efectos luminosos se hacían más nítidos en el techo ylas paredes. Susana pensó que tenía que ser un gustazo hacer el amor enaquella cama que se movía, con el juego de luces bailando a su alrededory sentir el cuerpo de Fran abrazado al suyo más cerca aún de lo que lotenía en aquel momento. La cama conservaba los restos de su olor, eseolor que Susana identificaría en cualquier lugar.-Estás muy callada -le escuchó decir bajito-. ¿No te habrás quedadodormida?-No. Estoy disfrutando de la música -respondió en el mismo tono devoz.-¿A que es muy relajante?-Sí, mucho. ¿La cama se mueve al ritmo de la música o es miimaginación?-No, no es tu imaginación. Se mueve. Y tendrías que ver cómo botacon la música cañera.-¿Cómo lo has conseguido?-Me ayudó a montarlo un colega del colegio que se metió enelectrónica. Él tiene un sistema como este en su casa y conseguí que meayudara a hacerme uno. Dice el tío que es flipante hacer el amor así.-¿Tú no lo has probado? -preguntó con cautela, pero ansiosa porsaberlo.-No, nunca he hecho el amor en mi casa con nadie. Además, esto sololo tengo desde hace unos meses.-Pero Raúl y tú os enrolláis con chavalas a veces. Al menos eso es loque he oído decir a las chicas de tu pandilla.-La mayoría de las veces son estudiantes que comparten piso yentonces vamos a su casa. Si no es así, hay sitios donde se puede conseguiruna habitación para unas horas.-Ya...-Pero no creas que es tan frecuente que Raúl y yo nos enrollemos conalguien. Al menos yo tengo que haber bebido mucho o llevar muchotiempo sin sexo para hacerlo. No me gusta hacer el amor condesconocidas.-Pero el curso pasado estuviste saliendo con una chica, me parecerecordar...-Sí, Lourdes. Estuvimos juntos siete u ocho meses, pero noterminábamos de encajar. Ella presentaba un gran problema para mí, y eraque no teníamos nada de qué hablar. En la cama no estaba mal, pero luegosurgía el silencio y yo no quiero una relación en silencio. Ya sabes cuántome gusta hablar... Y tú, ¿has salido alguna vez con alguien?Susana dejó escapar una breve risa.-Si te consta que ni siquiera he tenido amigos, ¿cómo voy a tenernovio?-Nunca se sabe, a lo mejor tenías algún admirador en el colegio o unvecino...-No, nunca he salido con nadie. No sé lo que es que un chico me mirea los ojos y me diga que le gusto, ni que coja mi mano. El único hombreal que he abrazado, aparte de mis primos, has sido tú el día después de quete pegaras con Raúl, ¿recuerdas?-Sí que lo recuerdo, ¿cómo iba a olvidarlo?-Pues porque tú has abrazado a muchas chicas y para mí tú has sido elprimero... el único -dijo tratando de que no se notara emoción en su voz.No lo consiguió, y trató de arreglarlo-. Pero lo nuestro fue un abrazo deamigos y eso no cuenta, en realidad nunca me ha abrazado un chico al queyo le gustara.Fran respiró hondo y se mordió los labios para no decirle que a él legustaba y que se estaba muriendo de ganas de abrazarla de nuevo en aquelmomento.-Fue muy agradable abrazarte -dijo-, eres muy suave.Susana se volvió a medias hacia él quedando de costado y le miródivertida.-¿Soy muy suave? ¿En serio?-Sí que lo eres... -dijo él alargando la mano y acariciándole la cara-. Tienes la piel más suave que he tocado nunca y aquel día también laropa que llevabas era suave... el jersey rosa, tu pelo... Eso es lo querecuerdo de aquel día -añadió levantando la mano y deslizándola por unmechón que había escapado de la coleta.-Que soy suave...-Sí.Fran alargó la mano por su cabeza y soltó la goma que le sujetaba elpelo y lo desparramó por la almohada, acariciándole la cabeza y la carade nuevo. La respiración de ambos se hizo más agitada y se perdieron unoen los ojos del otro por un momento. Susana empezó a temblar sin saberqué veía en la mirada de él. Fran pareció reaccionar y tras parpadear unpar de veces, le preguntó.-¿Tienes frío?-Un poco -mintió. No podía decirle que frío precisamente era lo queno tenía, sino que sus caricias habían despertado en ella una sensación decalor sofocante y una agitación que le impedía controlar su propio cuerpo.Dejó de acariciarla e incorporándose sobre un codo extendió la manopor encima de ella y giró un poco el termostato de la calefacción. Susanacontuvo la respiración, si le fallaba el brazo caería encima de ella y si esoocurría no sabía que podría pasar. Había una atmósfera muy extraña en lahabitación en ese momento, algo que no podía identificar y que nuncaantes había existido entre Fran y ella. ¡Dios, ojalá él no se diera cuenta decómo se estaba excitando y de que deseaba con toda su alma que laabrazara y la besara, y quién sabía qué más! Pero Fran volvió a recostarsede espaldas mirando al techo como en un principio, y no siguióacariciándola. Permaneció quieto escuchando la música y sumido en unprofundo silencio que le hizo recordar a Susana las palabras que habíadicho hacía un rato sobre su antigua novia. De pronto el sonido metálicode una puerta les sobresaltó. Fran se levantó de la cama de un brinco y seacercó a la ventana.-Son mis padres -dijo abriendo los estores y encendiendo la luz-.Ven, será mejor que nos levantemos. En cuanto mi madre entre en casa yManoli le diga que estoy con alguien, subirá a conocerte y entrará sinllamar. Para ella la intimidad no existe. Será mejor que nos vea sentadosen el ordenador o pensará lo que no es.Susana se levantó y recuperando la gomilla del pelo, se rehízo la colamientras Fran alisaba la colcha borrando toda huella de que habían estadoechados en la cama. Se sentó ante el ordenador del que ya él recuperaba eldocumento en el que habían estado trabajando un rato antes.Efectivamente, diez minutos más tarde la puerta se abrió despacio y unamujer de unos cuarenta y cinco años, delgada, elegante y atractiva, conuna melena caoba y un traje pantalón verde oscuro, entró en la habitación.-Hola, Fran. Ya estamos en casa. Me ha dicho Manoli que estabasestudiando con una compañera...-Sí, mamá. Esta es Susana. Es la chica que me da clases y forma partede mi grupo de trabajo este año. -Lo dijo de una forma escueta y fría, sinaludir para nada a su amistad, como había hecho un rato antes con Manoli.-Yo soy Magdalena, la madre de Fran.-Encantada -dijo Susana levantándose para saludarla.-No te muevas, seguid con lo que estáis haciendo.-Estamos preparando una defensa que tenemos que entregar mañana.Ya casi lo tenemos.-Bien, yo voy abajo a ver qué nos ha dejado Manoli para cenar.La mujer se marchó después de dirigirle a Susana una mirada analíticay escrutadora. Ella se miró como si hubiera sido cogida en falta y sepreguntó si su aspecto delataba lo que había pasado en la habitación unrato antes. Cuando la puerta se cerró, Fran le dijo en tono serio.-No te preocupes, estás estupenda. Tiene la facultad de hacer sentirseasí a todo el mundo cuando lo mira por primera vez. Es mortal con lostestigos, los apabulla de forma impresionante con solo mirarlos. Nopermitas que haga lo mismo contigo -añadió agarrándole la mano-. Túno eres un testigo, sino un abogado igual que ella.-Aún no.-Pero lo serás, y mejor. Mi madre no es tan inteligente como tú, es mipadre el que tiene que dictarle las líneas de defensa en los casoscomplicados. Pero ella se dedica casi siempre a casos de divorcio y asacar mucho dinero en pensiones y manutención. En eso es especialista ydespiadada -dijo, y de pronto cambió bruscamente de tema-. Tambiénes suave.-¿Qué?-Tu mano... también es suave.-Ah...Susana colocó su otra mano sobre la de Fran.-La tuya es enorme.Ambos se echaron a reír.-Creo que es hora de irme -dijo Susana. Fran guardó el documentoen un disco y se lo tendió.-Toma, llévatelo.-Ya lo hemos impreso y me lo llevo en papel. No es necesario.-Siempre es bueno tener una copia de seguridad.-Bueno, gracias.Cogió el poncho del perchero donde Fran lo había colgado y se lopuso.-Voy a despedirme de Manoli y de tu madre.-Manoli ya se habrá marchado, lo hace siempre a las ocho. Mi madreestará en la cocina calentando en el microondas lo que nos haya dejadopara la cena -dijo bajando la escalera. Un leve vistazo a la mesa delcomedor al pasar le mostró a Susana que estaba preparada para sentarse aella.Siguió a Fran hasta la cocina. Magdalena se había quitado la chaqueta yse había puesto un delantal sobre el pantalón y trasteaba con el microondascomo había predicho su hijo.-Ya me marcho -dijo.La mujer se volvió hacia ella.-¿Tan pronto?-Sí, ya hemos terminado y yo tengo aún que coger un par deautobuses.-De eso nada, yo te acerco a Sevilla en un momento -dijo Fran.-No, que va. Tu madre ya está preparando la cena. Acompáñame solohasta la parada del autobús.-Que no, que te llevo. Enseguida vengo, mamá.-Fran tiene razón, no puedes irte sola. Tardarás muchísimo en llegar acasa. Mejor te quedas a cenar y luego Fran te lleva.-No, de verdad que no es necesario. No se moleste.-No es molestia. Manoli lo ha dejado ya todo preparado y siemprehace comida de más. Vamos Fran, convéncela tú.Susana se volvió a mirarle, pero él se encogió de hombros,aparentemente tan asombrado como ella.-Quédate -dijo-. Ya verás lo bien que cocina Manoli.-Vamos, no se hable más. Fran, coloca un cubierto para tu amiga.-Susana.-Bien, para Susana. Espero que te guste el lenguado al horno.-Me gusta todo, no tengo problema con la comida.-Eso es bueno.Fran cogió un servicio de platos y le entregó a Susana los cubiertos depescado para que le ayudase a llevarlos al comedor.Al entrar en la enorme habitación, Susana se quedó apabullada. Desde lapuerta no se divisaba ni el tamaño de la misma ni el lujo con el que estabadecorada. Tuvo la sensación de encontrarse en un museo. El suelo demármol blanco con un mosaico en el centro de mármol de colores; lagran mesa donde los tres servicios de porcelana colocados se perdíansobre los manteles individuales; los juegos de cubiertos cuidadosamentecolocados alrededor de los platos y las tres copas diferentes para cadacomensal.-Fran, ¿cenáis así todas las noches?-Me temo que sí.Susana recordó la noche del botellón que cenó con ella y le ofrecieronuna tortilla de patatas simplemente cortada en un plato central y todos sesirvieron con las manos, y una fuente de ensalada en la que los tres habíanpinchado con el tenedor. Se sintió sumamente avergonzada al recordarlo.Fran lo notó.-¿Qué pasa? ¿No quieres cenar así? Yo tampoco, pero es lo que hay.Mi madre es inflexible en esto.-No es eso, es que me pregunto qué pensarías de la cena que te dimosla noche del botellón Merche y yo.-Me supo a gloria. Y a mediodía la mayoría de los veces como conManoli en la cocina. Este despliegue solo se monta cuando está mi madreen casa.-Yo... no sé si voy a saber manejar todo esto.-Pues claro que sí. Cubierto de pecado, de carne y de postre -dijo élseñalándolos-. Y esta noche ya te ha dicho mi madre que hay lenguado alhorno... o sea pescado. Este. Y si te pierdes lo coges con los dedos, joder...Me moriré de risa viendo la cara de mi madre.-No seas idiota, ¿cómo voy a hacer eso?-No te preocupes, no se come a nadie. Y supongo que si vas a ser unaabogada famosa, de lo que no tengo ninguna duda, tendrás queacostumbrarte a todo esto.-Sí, supongo. Pero lo que yo no quiero es que esta noche teavergüences de mí delante de tus padres... No tenía que haber aceptado.Fran se puso muy serio y detuvo la mano que colocaba los cubiertossobre la mesa. La miró y dijo:-Jamás me avergonzaré de ti... si me avergüenzo de algo es de todoeste tinglado para cenar en familia. Me encantaría que mis cenas fuerancomo la que tuve con vosotras en tu casa, relajada y amigable. Me gustaríapoder ponerme cómodo y tener con mis padres una conversacióndistendida, que nos preguntáramos cómo nos ha ido el día y noscontáramos anécdotas, pero no es así. Nuestra mesa es una prolongaciónde su jornada de trabajo y mi participación se limita a cómo yo enfocaríalos distintos casos... Un examen, más o menos disimulado. Esta nochesupondrá una excepción, espero.La voz de Magdalena les llegó desde la cocina.-La cena ya está lista, avisa a tu padre.Fran desapareció en una de las puertas del fondo y poco despuésregresó con un hombre que indudablemente era su padre. El parecidofísico era fuerte, salvando la diferencia de edad y el pelo gris y corto deaquel. Se acercó a Susana y le tendió la mano.-Soy Francisco Figueroa, el padre de Fran.-Yo soy Susana, una compañera de facultad.-Susana es quien me da clases, papá.-Ah, estupendo. Encantado. Ya tenía ganas de conocer a la persona queha conseguido que mi hijo apruebe.-Yo no he conseguido nada... Fran ha trabajado mucho paraconseguirlo.-No lo dudo. Pero el año pasado no estaba muy motivado. Me alegraque hayas hecho un buen trabajo con él.-Yo no hago tanto, solo aclararle algunas dudas.-Y hacerme estudiar, en eso mi padre tiene razón. Es una tirana, no medeja ni respirar en las horas de clase. Solo estudiar, estudiar y estudiar.-Los empollones solemos hacer eso.La madre de Fran apareció con una sopera en las manos y este le indicóuna silla a su lado en una esquina de la gran mesa. Susana se sentó yempezó para ella un auténtico suplicio.-¿Tus padres también son abogados? -le preguntó Magdalena nadamás comenzar la comida.-No, mi padre es pescador y mi madre ama de casa. En mi familia laúnica que está en la universidad soy yo. Mi hermana trabaja en una tiendade ropa.-Ah. ¿Y dónde vives?-En Ayamonte.-¡No vendrás desde Ayamonte todos los días a clase!Susana enrojeció un poco ante su evidente desliz.-No claro... en Sevilla vivimos en San Jerónimo, pero yo no consideroesa mi casa. La tenemos alquilada con muebles mi hermana y yo.La mujer frunció ligeramente el ceño, y Susana se sintió molesta ante elgesto. No pudo evitar añadir.-Ya sé que no es un barrio muy señorial, pero los alquileres sonbaratos. De momento no podemos permitirnos otra cosa; sobrevivimoscon mi beca y con lo que gana Merche.-¿Tu padre no trabaja?-Trabaja muchísimo, pero no gana lo suficiente para mantener doscasas y una carrera.-Comprendo. Tú te metiste en Derecho para salvar a tu familia.Susana se mordió los labios para no decir que su familia no necesitabaser salvada más que la de ella, pero se contuvo por Fran, que también teníalos labios apretados.-No, señora. Yo me metí en Derecho porque me gusta muchísimo. Esel sueño de mi vida, lo que siempre he deseado hacer desde que era niña. Yno por el dinero.-Pero supongo que tendrás planes para el futuro.-Por supuesto. Mis planes consisten en terminar la carrera con lasmejores notas posibles y encontrar trabajo.-¿Dónde quieres trabajar?-Me temo que donde pueda. Yo no tengo padres abogados que meallanen el camino.Fran intervino.-Ni los necesitas. Con tu expediente más de un bufete se peleará por ti.-Yo no quiero que nadie se pelee por mí, solo quiero trabajar, serbuena en mi profesión y por supuesto poder mantenerme a mí misma.El padre de Fran también entró en la conversación.-Si eres tan buena como dice Fran ya veremos si podemos hacer algopor ti. Tengo muchas amistades y conozco todos los bufetes.Susana levantó la barbilla orgullosa.-No hace falta que se moleste, señor Figueroa. Espero ser capaz deencontrar trabajo por mí misma.-Un poco de ayuda nunca viene mal.Susana sabía que el hombre tenía razón, pero algo en el tono de su vozle decía que no pretendía hacerle un favor al ofrecerle ayuda. Magdalenahabló de nuevo.-¿Y tienes novio? ¿Quizás en el pueblo?Fran, que había guardado silencio durante casi toda la conversación,saltó brusco:-Mamá, Susana es una invitada y estamos cenando tranquilamente encasa, no nos encontramos en los tribunales.La mujer parpadeó y presentó una sonrisa encantadora y falsa, y dijo:-Lo siento, perdona. Es deformación profesional. A veces olvido quesoy abogado.-No importa, señora -dijo adivinando por fin el porqué delinterrogatorio-. Contestaré a su última pregunta. Sí que tengo novio en elpueblo. Un chico encantador del que estoy muy enamorada. Llevo con éltres años -dijo con la imagen de uno de sus primos en la cabeza-. Sellama Rodrigo y estudia veterinaria. Y si no encuentro trabajo en ningúnbufete abriré uno junto a su consulta en los bajos de la que será nuestracasa en Huelva. Y los delincuentes compartirán sala de espera con gatos yperros, cabras y caballos.Casi se atragantó al ver que Fran se cubría la boca con la mano tratandode contener la risa, y aliviando así la tensión que reinaba en el comedor.Sintiéndose animada por este gesto, añadió.-¿Quiere saber algo más?-No, claro que no. No pretendía convertir esta cena en uninterrogatorio. Ya te he dicho que es la costumbre.El postre lo tomaron en silencio y después Susana se despidióeducadamente.-Yo me marcho, no quiero entretenerles más. Muchas gracias por lacena.El matrimonio se levantó. El padre de Fran le tendió la mano yMagdalena le ofreció una mejilla fría que Susana apenas rozó. Despuéscogió su poncho y salió acompañada por Fran. Apenas subieron al coche,este dijo:-Lo siento.-No, soy yo la que se disculpa contigo.-¿Tú? ¿Por qué?-Era una invitada en tu casa, no debí responderle así. Y además es tumadre.-Se lo merecía. -Y añadió en tono de broma-. Espero que si algúndía tengo un gato podré llevarlo gratis a la consulta de tu marido.-Por supuesto.-Y como seré abogado no tendré inconveniente en sentarme en lamisma sala que los delincuentes.Se hizo un prolongado silencio mientras el coche se deslizaba haciaSevilla y más tarde enfilaba la calle de Susana. Cuando ya Fran habíadetenido el coche ante la puerta, dijo:-Espero que dejando a un lado la cena, el resto de la tarde lo hayaspasado bien.Ella sonrió.-El resto de la tarde ha sido estupendo. Y la cena no ha sido tan mala siignoro el hecho de que a tus padres no les caigo bien. Pero eso no esnuevo para mí, no suelo caerle bien a nadie.Fran se giró un poco hacia ella y le acarició la cara.-A mí me caes de puta madre, ¿te basta con eso?-Sí.Él se inclinó y la besó en la cara.-Buenas noches.-Hasta mañana, Fran -dijo apresurándose a salir del coche. Y con elcorazón golpeando con fuerza en el pecho cruzó los pocos metros que laseparaban de la puerta.Una vez hubo entrado, Fran arrancó el coche y regresó a su casa.Estaba furioso con su madre y esperaba que no se hubiera acostado aúncuando llegara, porque tenía que hablar con ella muy seriamente. No habíaquerido hacerlo delante de Susana para no hacerla sentirse más incómodaaún, pero él conocía a Magdalena y sabía el total alcance de su actitud y desus palabras.Como esperaba, ella estaba sentada en el salón esperándole. Se sintiódisgustado al comprobar que, como siempre, no había quitado ni siquieraun plato de la mesa, todo estaba allí para cuando llegase Manoli a lamañana siguiente. Y las primeras palabras que escuchó de sus labios leenfurecieron más aún.-Espero que no andes enredado con esa niña.-Esa niña se llama Susana y no ando enredado con nadie.-Tú me entiendes.-Ya te ha dicho que tiene novio en Ayamonte.-Y yo no me lo creo. Pero aunque así fuera, eso no quiere decir que nopique más alto que un simple veterinario de pueblo.-Tranquilízate. Realmente está enamorada de ese tipo, no viene apescarme.-Eres un ingenuo, Fran. Sabe que tus padres son abogados, quetenemos un bufete propio.-Mamá, Susana es una compañera de clase que no tiene ordenador y ala que he hecho un favor prestándole el mío. Yo ni siquiera la he invitado acenar, has sido tú, ¿recuerdas? Y más vale que no lo hubieras hechoporque me he sentido muy avergonzado de tu actitud. Ni Susana quierepescarme ni yo quiero amarrarme a nadie, ni a ella ni a ninguna otra.Tampoco a la hija de ese cliente vuestro como te gustaría. Amo mucho milibertad.-Bien, eso me tranquiliza.-Pero si alguna vez traigo a casa a alguna otra amiga espero que tecomportes adecuadamente con ella o me liaré con la primerazarrapastrosa que encuentre. Y ahora me voy a la cama, estoy cansado ymañana tengo que madrugar -añadió subiendo la escalera. Su madre lemiró con el ceño fruncido mientras él se perdía en la planta alta.
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¿SOLO AMIGOS?
Teen Fictionte a pasado que quieres buscar tus libros Favoritos y no encontrarlo? pues yo si este libro es de Ana Alvarez subiré su libro Sin arreglar nada sólo subiré su libro aqui en Wattpad Espero que les guste