Facultad de Derecho de Sevilla. Noviembre, 1998
Sentada en el aula, como cada mañana, y apenas el profesor abrió la boca, Susana supo que se iba a enfrentar una vez más al gran problema de su vida: el rechazo. Cuando aquel hombre seco y mal encarado dijo que tendrían que formar grupos de trabajo para realizar una defensa hipotética y llevar a cabo la investigación y después la exposición práctica, ella sabía que una vez más iba a quedar excluida de todos los grupos de forma natural, y que o bien tendría que realizar su trabajo sola o bien sería introducida por el profesor con calzador en alguno de los grupos ya formados por gente que se caía bien entre sí. Pero ella no le caía bien a nadie; esa había sido la tónica de su vida escolar desde pequeña. Primero en el colegio, luego en el instituto, y la facultad de derecho no había sido una excepción. Todos la rechazaban tanto por su físico delgado y poco atractivo como por su capacidad intelectual muy por encima de la media.Ya se había habituado a ser la empollona, la aburrida, la que nunca era invitada a cumpleaños, ni excursiones, ni fiestas y la que nunca tenía hueco en ningún grupo de trabajo. Y a pesar de que había cargado con ello toda su vida y estaba acostumbrada, aún dolía. Siempre dolía. Su hermana, cinco años mayor que ella, y su única amiga y confidente,la que en verdad sabía cómo se sentía, le había asegurado que en la facultad eso cambiaría. Pero no había sido así, y la prueba la tenía delante de sus narices, viendo cómo todos se iban acercando unos a otros y consolidando los grupos, que según el profesor debían tener un mínimo de dos miembros y un máximo de seis. Pero nadie se acercó a ella. Y Susana estaba convencida de que ni siquiera se habían dado cuenta de que no tenía grupo. Cuando al fin las voces se calmaron y empezaron a dar al profesor los nombres de los componentes de los distintos grupos, una vez más en su vida, Susana, la tímida Susana, tuvo que levantar la mano y decir:—Profesor... Yo no tengo grupo. ¿Puedo hacer el trabajo sola? — preguntó confiando en que le permitiría hacerlo y no la obligaría a entrar en un grupo donde no la quisieran. Pero sus esperanzas se desvanecieron pronto.—No, tiene que entrar en alguno de los ya formados. Este trabajo no es sólo para evaluar conocimientos, sino para ver cómo se comportan en el trabajo en equipo. En el futuro, cuando trabajen en un bufete, tendrán que hacerlo muchas veces. Procure acoplarse en alguno de los grupos ya existentes. Susana se mordió los labios. Había sido peor de lo que esperaba, ni siquiera el profesor había dicho dónde se tenía que meter, al parecer iba a dejar que fuera ella la que solicitara el favor de que le permitieran entrar en algún sitio. Miró a su alrededor esperando que alguien le hiciese algún gesto, pero sólo vio miradas bajas y desviadas evitando encontrarse con sus ojos.Tragó saliva sin saber cómo iba a salir de aquella situación cuando escuchó a sus espaldas una voz masculina, agradable y bien timbrada, que conocía bastante bien, aunque nunca antes se hubiera dirigido a ella, que decía: —En mi grupo solo somos dos... Puedes unirte a nosotros si quieres.Volvió la cabeza y se encontró con unos ojos pardos que la miraban desde tres mesas más atrás. —De acuerdo —aceptó tratando de no mirar la cara incrédula del chico que se sentaba al lado del que había hablado y que, siendo su amigo,probablemente sería el otro miembro del grupo que tendría que compartir. —Bien —continuó hablando el profesor—. Solucionado este pequeño problema podéis entregarme los nombres definitivos de los componentes de cada grupo y en la próxima clase les daré la información de los casos que tendrán que investigar y presentar ante mí, al final del cuatrimestre.Debo decirles que todos serán casos reales, algunos cerrados y sentenciados y otros en curso aún, pero no quiero que sus líneas de defensa tengan nada que ver con la que en su momento se siguió en los tribunales. Y quiero que reseñen todos y cada uno de los sitios de donde saquen información. Les espera un duro trabajo, sobre todo a los grupos formados por pocos miembros, pero también quiero añadir que la calificación de este trabajo supondrá un sesenta por ciento de la nota del cuatrimestre y hará media con la del examen teórico. Buen trabajo y nos vemos mañana.Susana recogió los apuntes desperdigados sobre la mesa y los guardó en la enorme bolsa de lona de fabricación casera que había hecho ella misma y que siempre la acompañaba. Era un sello de identidad como muchas de sus otras cosas: sus jerséis hechos a mano por su madre que se aburría en el pueblo, la larga melena castaña recogida en una coleta en la nuca para que no le molestara en clase, sus zapatos de deporte y su poncho azul de lana también hecho en casa. No podía permitirse gastar mucho dinero en ropa, ni en zapatos ni en bolsos: sobrevivía a base de una beca y los autobuses, los apuntes y el ciber para buscar información en Internet se llevaban una buena parte de ella. El año anterior, el primero de la carrera de Derecho, había sido peor porque había tenido que pagar una residencia que le costaba bastante y jamás había comido tantos bocadillos en su vida, pero este año,afortunadamente, su hermana Merche había encontrado un trabajo en la ciudad, en una tienda de ropa y ganaba lo suficiente como para poder alquilar un pequeño apartamento, apenas un salón, un dormitorio de dos camas, un aseo con ducha y una cocina diminuta, pero que les permitía sobrevivir mejor y sobre todo preparar sus propias comidas. Con lo que Merche ganaba y con su beca iba saliendo adelante un poco más desahogada que el año anterior. Además, Merche, a pesar de ser cinco años mayor, era su única amiga y el año anterior, sola en Sevilla, la había echado mucho de menos. Muy tímida por naturaleza le costaba hacer nuevas amistades, situación que se agravaba por el hecho de que era un auténtico cerebrito y la primera de cualquier clase donde estuviese. Esto la hacía ser rechazada por todos los compañeros sin siquiera darle ocasión de que la conocieran,y excluida de cualquier círculo de amistad.Había pasado el primer año de carrera sola, y a mediados del primer cuatrimestre de segundo llevaba el mismo camino. Le había extrañado mucho que aquel chico la hubiera invitado a firmar parte de su grupo de trabajo, algo que nunca ocurría. Siempre era el profesor el que tenía que decir dónde se debía agregar. Tendría que armarse de valor y darle las gracias, y eso iba a costarle,porque el chico le gustaba. Se había fijado en él ya el año anterior, aunque nunca le había dirigido la palabra. Él había estado saliendo con una chica terriblemente pija y también guapa a rabiar, había que reconocerlo, pero este curso no parecía que estuvieran juntos.Cuando ella entró en la carrera, él cursaba segundo con algunas asignaturas de primero, y aunque habían coincidido en tres asignaturas comunes, su contacto se había limitado a cruzarse en clase o en los pasillos sin que mediara siquiera un saludo entre ellos. Cuando no estaba acompañado de la chica, siempre iba con Raúl, su amigo, el que presumiblemente iba a compartir grupo de trabajo con ellos, un chico delgado y guapito al que se rifaban las mujeres y que siempre estaba rodeado de varias, adulándole y tonteando, mientras él se dejaba querer.A Susana le caía fatal, no así su amigo Fran, al que consideraba tremendamente atractivo con su pelo largo y rubio, sus ojos pardos y su cuerpo delgado y fuerte, vestido siempre con vaqueros de marca y ropa desenfadada, aunque cara.Según había escuchado en la facultad, ambos amigos eran hijos de prestigiosos abogados y estaban destinados a incorporarse al bufete familiar en cuanto terminaran la carrera.Ojalá ella pudiera decir lo mismo y supiera de antemano que iba a tener un puesto de trabajo interesante y bien remunerado al terminar, pero con toda seguridad le iba a resultar bastante más difícil. Tendría que ser muy buena para lograr meterse en algún sitio, sin contactos ni amigos en el mundo del derecho, y para compensar todo esto estudiaba como una loca para ser no solo buena, sino la mejor.Había conseguido aprobar primero íntegro, con un ocho y medio como nota más baja y había conseguido dos matrículas gratis para segundo.Terminó de recoger y se dio cuenta de que estaba sola en el aula, todos habían salido encaminándose a las otras clases. Si no se daba prisa se perdería la siguiente, porque el catedrático era un hombre bastante quisquilloso que no dejaba entrar a ningún alumno una vez él estuviera ya en el aula. Fran y Raúl no estarían allí, ellos no tenían esa asignatura,habían aprobado dos de segundo el año anterior y esa era una de ellas.Se dirigió rápida a la clase olvidándose de él y aparcando de momento su decisión de darle las gracias por admitirla en su grupo. Nada más salir del aula y tras asegurarse de que Susana no iba detrás de ellos, Raúl le soltó a su amigo de malhumor:—¡Joder! ¿Por qué le has tenido que decir que se metiera en nuestro grupo?—Porque solo somos dos y nos vendría bien un miembro más.—Podíamos habernos metido nosotros en aquel otro equipo donde estaban aquellas cuatro tías tan buenas, en el de Maika e Inma... Seguro que no nos hubieran dicho que no.—Seguro que no —admitió sabiendo cómo miraban las mujeres de la clase a Raúl.—¿Entonces por qué a esta?—Tengo que confesarte que me ha dado lástima. Se veía allí tan tímida,tan cortada, esperando que alguien le tendiese una mano. Y Castelo ha sido un cabrón al decirle que fuera ella la que se metiera a la fuerza en algún grupo. La pobre lo estaba pasando mal. Además, la tuve en clase el año pasado en un par de asignaturas y la tía es un cerebrito. No nos vendrá mal alguien así en el grupo, a ver si conseguimos subir un poco la nota este año. Mi padre está que echa leches conmigo después de los resultados de septiembre. No ha querido comprarme el coche que me prometió y sigo con el viejo Peugeot que soltó mi madre hace dos años.—Macho, es que de cinco has aprobado una.—El verano es muy malo para estudiar, ya lo sabes. Y con esto de irme a Gran Bretaña todos los meses de julio para perfeccionar el idioma,pierdo la mitad del verano. Y tú no has aprobado ninguna, así que no hables.—Pero yo solo tenía tres. A pesar de todo te llevo una de ventaja.—Ya.—Pero aun así no has debido decirle que se una a nosotros. ¡Por Dios!¿La has mirado bien? ¡Con esa ropa y ese pelo! Y esas gafas de montura negra que lleva siempre. ¡No es más fea porque no se entrena!—¿Y a ti que más te da? No tenemos que acostarnos con ella, solo que preparar un caso.—¡Ah, no, de eso nada! Yo no pienso arrastrarla por las bibliotecas y bufetes. Cada uno que prepare una parte del trabajo por separado y luego lo ponemos en común.—Sabes que eso no va a ser posible, que tenemos que hacer algunas cosas juntos.—Tuya ha sido la idea, carga tú con ella. Haciendo un esfuerzo yo podré reunirme con ese espantajo en algún lugar donde nadie nos vea,pero no voy a pasearla por ningún sitio. Si hay que realizar trabajos de investigación conjunta, te los mamas tú, que para eso vas de buen samaritano. No pienso dejar que esa niña me espante a las tías. Aunque si es tan cerebrito como dices y además nos tiene que estar agradecida por haberle salvado el culo, a lo mejor la podemos convencer de que ella haga todo el trabajo y nos repartamos la nota, ¿verdad?—¡Qué cabrón eres!—No lo soy, pero yo no le he pedido que se una al grupo. Te va a tocar a ti cargar con ella, macho.—No me importa si consigo subir la nota y que mi padre me compre el coche al final de curso.Raúl soltó una carcajada.—¡Y me dices cabrón a mí! Si no quisieras ese maldito coche, con toda probabilidad se habría muerto de asco esperando que alguien la invitase a entrar en algún sitio.—Eso no es verdad, se lo dije sin siquiera pensar en el coche. Eso se me ocurrió después. Realmente me dio mucha pena verla allí esperando y que nadie se decidiera a decirle nada. Era evidente que hubiera tenido que suplicar para poder acoplarse.—Esa vena tuya de quijote algún día te dará problemas.—Creo que en esta ocasión me beneficiará; nos beneficiará a los dos.—En las notas quizás, pero ya sabes que a mí eso me importa un carajo.Yo no tengo a mi viejo todo el día pegado a mi culo como tú. Mientras vaya aprobando alguna, no se mete en nada.—Sí, pero a ti no te cuesta tanto aprobar como a mí. No logro entenderlos tecnicismos legales, ni me gusta el Derecho, ni nada. Pero trata de hacérselo entender a mi viejo...—¿Y por qué estás estudiando esto si no te gusta?—Tampoco me gusta ninguna otra cosa, así que da igual. De todas formas tenía que hacer una carrera. Lo que me jode es esa manía que tiene mi padre de que debo ser el mejor en todo, el número uno. Si me dejara ir a mi aire como te pasa a ti, a lo mejor acababa hasta por gustarme.—A ti lo que te gusta es pasearte por la facultad tonteando con las tías.—¡Toma, y a ti no!Ambos se echaron a reír y entraron en el aula para asistir a la siguiente clase.A mediodía, cuando se dirigía a la salida para coger el autobús, Susana vio a Fran y se armó de valor para acercarse a él. Apretó el paso y le llamó intentando levantar la voz para que la oyese.—¡Figueroa!Él volvió la cabeza y se detuvo esperándola. Susana se acercó jadeante y le soltó de golpe:—Perdona que te moleste, ya imagino que tendrás prisa, pero quería darte las gracias por admitirme en vuestro grupo.Él se encogió de hombros con indolencia.—No me tienes que dar las gracias, dos personas somos muy pocos para un trabajo de tanta envergadura. Siempre es bueno contar con un miembro más.—Aun así, si no llega a ser por ti me hubiera visto en la difícil situaciónde tener que pedir que me dejaran entrar en algún sitio. Ya has visto que nadie se ha peleado precisamente por mí.—Y no lo entiendo. Con tus notas y tu capacidad de estudio deberías ser muy bien acogida en cualquier grupo.Susana se mordió los labios ante la velada indirecta.—Comprendo —dijo.—¿Qué es lo que comprendes?—Que lo que esperáis es que yo haga el trabajo y nos repartamos la nota los tres.—¡Por supuesto que no! —protestó incómodo—. Al menos por mi parte. Yo estoy dispuesto a trabajar como el que más, pero tengo que reconocer que no poseo tu capacidad, que me cuesta bastante todo esto,sobre todo a la hora de organizar el trabajo.—No, si no me importa. Ya estoy acostumbrada. No soy ninguna ingenua y sé que no soy popular, que si alguien me ofrece entrar en un grupo solo puede ser por dos cosas: por lástima o porque espera aprovecharse de mi trabajo. Y, sinceramente, prefiero que sea por esto último.Él se sintió aún más incómodo al verse descubierto, y dijo sin mucha convicción:—No quiero aprovecharme de tu trabajo, ya te he dicho que estoy dispuesto a trabajar duro, pero sí nos vendría muy bien para el trabajo tu capacidad de organización. Ni Raúl ni yo somos muy buenos en eso. Yo estoy dispuesto a dejarte dirigir esto, y haré lo que tú me digas. Quiero conseguir nota como sea, me estoy jugando un coche.—Bien, entonces nos entenderemos. Tú quieres conseguir nota para un coche y yo para conservar la beca, pero prepárate a trabajar duro. Soy muy exigente, no me conformo con un cinco... Ni siquiera con un siete.—Me parece estupendo. Así me meteré a mi padre en el bolsillo,últimamente no anda muy bien conmigo.—¿Tu amigo también piensa igual que tú?Fran se encogió de hombros.—Bueno, quizás él no esté dispuesto a trabajar tanto, pero también quiere la nota.—¿Y está de acuerdo en que yo forme parte del grupo? —preguntó alrecordar el ceño fruncido de Raúl cuando Fran la invitó a unirse a ellos.—Sí, claro...La voz de Susana se volvió un poco más dura al decir:—Si quieres ser un buen abogado vas a tener que aprender a mentir mejor. Pero no te preocupes, si no quiere unirse a nosotros le dejaremos compartir la nota. Y no te entretengo más, si tienes tanta hambre como yo,estarás deseando llegar a casa. Hasta mañana.—Hasta mañana.Susana le vio dirigirse al Peugeot grande y ligeramente anticuado que estaba aparcado al final del campus. Ella giró hasta la parada del autobús.Si no se daba prisa, Merche llegaría antes que ella y se extrañaría de no verla ya organizando la comida.Cuando llegó a la parada la encontró vacía, prueba evidente de que el autobús acababa de irse. Aguardó durante veinte largos minutos, segura ya de que su hermana llegaría antes que ella, y en efecto, cuando entró en el pequeño salón del piso que compartían, el olor de pasta recién hecha le hizo sentir aún más el hambre que tenía.—¡Hummm... pasta! —exclamó soltando la pesada bolsa llena de libros sobre la estantería del rincón.—Estamos a fin de mes, cariño —dijo su hermana desde la cocina.—Si no me importa. Me encanta la pasta.—Has llegado muy tarde hoy. ¿Otra vez un atasco?—No, perdí el autobús. Me entretuve hablando con un compañero.—¡Vaya! Con un compañero, ¿eh? ¿No será ese con el que nos cruzamos aquel fin de semana en el cine y al que te comías con los ojos?—Sí, ese —dijo sonriendo—. Y no te lo vas a creer, pero me ha invitado a formar parte de su grupo de trabajo para presentar una defensa en una clase práctica.—Entonces estarás contenta.—Sí, aunque no me hago ilusiones. Sé que no lo ha hecho por mi atractivo físico sino buscando mi mente privilegiada, pero me da igual. Almenos tendré ocasión de estar cerca y trabajar con él a menudo durante un tiempo. Creo que nos puede llevar un par de meses. Tenemos un duro trabajo por delante.—De momento lo que tienes por delante es el plato de macarrones.Come, y deja el amor para luego.—No seas exagerada, que el chico me guste no quiere decir que esté enamorada. ¡Sería imbécil si lo estuviera! Francisco Javier Figueroa es guapo, popular y creo que con mucho dinero. No me miraría dos veces sino quisiera que su padre le comprara un coche nuevo. No me ha invitado a mí a formar parte de su grupo, sino a mi cerebro.—No te subestimes, cariño. Algún día, un hombre descubrirá el pedazo de mujer que hay en ti.—Es posible, pero no será este, de eso estoy segura. Por muy bueno que esté y muy buena gente que parezca. No puede evitar ser un niño mimado por la sociedad, por sus padres y por las mujeres. Como comprenderás,yo ahí no tengo nada que hacer, eso lo tengo muy claro. Pero sé que será agradable trabajar con él. Con su amigo ya no estoy tan segura, sé que le ha tocado bastante las narices que yo esté en el grupo, aunque probablemente conseguirá un sobresaliente a mi costa.—Eres demasiado dura contigo misma y con la gente.—Soy realista, Merche... Tú no puedes entenderlo. Tú eres guapa y tienes tetas y cintura estrecha y un culo respingón y monísimo. Yo no tengo nada de eso, ningún tío me mira dos veces; ya lo tengo asumido.—Bueno, yo tengo cuerpo y tú cerebro. Yo nunca he podido superar el bachillerato, y me hubiera gustado. Cada una debe conformarse con lo que la vida le da, Susanita...—Si no me quejo, pero soy realista. Francisco Figueroa no va avolverse loco por mis huesos y yo tengo que tener cuidado de no volverme loca por los suyos —dijo dando buena cuenta de un enorme plato de macarrones.—Te quejas de tu físico, pero si yo comiera lo que tú pesaría cien kilos.—Alguna ventaja tiene que tener estar tan delgada. Bueno —dijolevantándose de la mesa—, voy a descansar media hora y después me pondré a estudiar. Recoge tú y yo prepararé la cena esta noche
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