Capítulo 13

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-Este sábado estoy invitada a una fiesta -le dijo Susana a Mercheaquella noche cuando ambas se sentaron a cenar.Acababa de llegar de dar la clase con Fran y ambos habían estadohablando de la fiesta. Raúl había alquilado una sala en la discoteca Gaudí ycomenzaría sobre las doce de la noche, después de la cena.Maika se estaba encargando de recoger dinero para comprarle unregalo y todos habían contribuido con diez euros.Habían quedado en reunirse en Plaza de Armas para cenar y darle elregalo antes de ir a la discoteca, que estaba cerca. La cena sería en elMcDonald's de modo que Susana podía permitírselo, pero de lo que notenía idea era de qué iba a ponerse.-¿Te ha invitado Fran? -le preguntó Merche.-No, su amigo.-¿Raúl? ¿Ese por el que se supone que estás loca?-Sí, ese.-¿Y qué vas a ponerte?-No lo sé, la verdad. Supongo que cualquier cosa que encuentre en elarmario.-En tu armario no tienes nada apropiado, Susana.-Pues algo tendrá que valer, porque no hay manera de que nada tuyome quede bien. No puedo pedirte nada prestado.-No, eso no hay forma de arreglarlo. Yo tengo tres tallas más que túde cadera y dos de pecho.-Rebuscaré en el armario a ver que encuentro.-Ni hablar, no puedes ir con los jerseys que te hacen mamá y la abuela.-¿Y qué quieres que haga?-¿Cuánto dinero tienes de las clases de Fran de esta semana?-Sesenta euros.-Pues hazte a la idea de que ha estado enfermo y no habéis dado clase,y pásate mañana por la tienda. Te buscaré algo apropiado y que no seamuy caro.-¿Tú crees que debo gastarme todo ese dinero en ropa para unanoche?-Por supuesto que debes. Vas a ir a una fiesta con Fran. La ocasión lomerece. Y además, ¿cuánto tiempo hace que no te compras nada?-Desde el verano.-Pues ya es hora.El viernes por la tarde, Susana se fue directamente a los grandesalmacenes donde trabajaba su hermana.-Ven, te tengo reservadas algunas cosas.Entraron en un probador y Merche sacó un montón de prendas delalmacén. Susana se las fue probando y al fin se decidió por llevarse unpantalón negro ajustado, una camiseta de lycra de cuello vuelto sinmangas azulina y una rebeca de encaje negro abrochada con un únicobotón.-Estás muy sexy, cariño -le dijo su hermana. Ella no sabía si estabasexy o no, pero la imagen que le devolvía el espejo no se parecía en nadaa la Susana de todos los días.-¿No crees que el pantalón está demasiado ajustado? ¿Y demasiadobajo de cintura? En cuanto me muevo un poco enseño el ombligo.-Está perfecto. Tu ombligo es realmente bonito y no tienes demasiadoculo, pero lo tienes bien puesto, puedes permitirte lucirlo. No escondas tusatractivos como haces siempre, saca partido de lo que tienes. ¿Te quedaalgo de dinero?-Diez euros.-Vamos a ver si encontramos un sujetador con un poco de relleno.-Puedo pasar sin él.-Ni hablar. Hay diseños muy chulos que te aumentan el pecho una tallao más. Además, necesitas un poco de relleno no solo por el tamaño sinoporque esa camiseta, con los sujetadores que usas habitualmente, te marcalos pezones como si fueras desnuda. Y vas a tener malo a más de uno todala noche.-No lo creo. Si fueran los pechos de Inma... ¡Son espectaculares! Yestando ella nadie va a fijarse en los míos por mucho que se marquen lospezones.-Bueno, si quieres correr el riesgo... O quizás es eso lo quepretendes...-No, tampoco es eso. De acuerdo, vamos a ver si encontramos algo.Llegaron a la sección de lencería y buscaron entre las perchas. ProntoMerche encontró un sujetador negro de encaje, con aros y un poco derelleno de la talla de Susana. Costaba un poco más del dinero que tenían,pero lo cogió igualmente.-Pruébate este.Su hermana se había quedado mirando un camisón malvasemitransparente con el cuerpo de encaje y una falda corta de gasa ybraguitas a juego.-Merche, ¿has visto esto? Es precioso...-Sí que lo es.-¿Tú crees que algún día podré yo ponerme algo así para alguien?-Pues claro que sí, tonta. Y a lo mejor hasta para Fran.-Eso lo dudo. ¿Sabes lo primero que me dijo cuando le conté que Raúlme había invitado a la fiesta? Pues que debería estar contenta de que al finse haya fijado en mí. Sigue en sus trece queriendo enrollarme con él. Soloespero que no haga ninguna tontería en la fiesta.-¿Cómo qué?-Como ponerle en un compromiso para que baile conmigo o algo así.-O liarse a mamporros si lo hace...-No lo creo.-No te preocupes. Ya verás como esta fiesta va a salir de maravilla,estoy segura.El sábado, el pequeño cuarto de baño de Susana y Merche era unhervidero de actividad. Después de ducharse y vestirse, su hermana seempeñó en peinarla. Le recogió el pelo hacia atrás con unas pinzas en unmoño con las puntas sobresaliendo por los lados, y después la maquilló unpoco.-Y déjate las gafas en casa -le aconsejó-. No las necesitas para ver alas personas y en las discotecas son un latazo con el humo. Imagínate queestás en la playa.-¿Tú crees?-Sí, hazme caso.-¡Como tenga que leer algo...!-Los rótulos de las discotecas son enormes y reflectantes, y Fran es lobastante grande como para que no lo confundas con ningún otro.-No confundiría a Fran con nadie, ni siquiera a oscuras y en medio deuna multitud. Conozco su olor perfectamente.-¿Ves? Más a mi favor.Se apartó un poco para mirar a su hermana.-Estás guapísima, nena. No seas tonta y dale a entender de una vez quesu amigo te importa un rábano, y que es él quien te gusta.-No puedo hacer eso, lo perdería.-Allá tú... Pero creo que te estás equivocando. Anda, dame un beso yvete, no vayas a llegar tarde.Se despidió de Merche y salió a la calle sintiéndose extraña, como unniño con zapatos nuevos... Como una mujer nueva.Se reunió con los demás en la puerta de Plaza de Amas, el centrocomercial más cercano. Allí Maika estaba enseñando a todos el regalo quehabía comprado, un disco y unas gafas de sol, carísimas, que él estabapensando en comprarse. Susana se preguntó cómo podía alguien gastarsetanto dinero en unas gafas, ellas podrían comer quince días con lo mismoy tal vez les sobraría algo.Fran no estaba allí, llegó de los últimos, y se paró sorprendido al verla.-¡Vaya! ¿Y las gafas?-En casa.-¿Y no tendrás problemas sin ellas?-No lo creo. Las necesito para ver muy de lejos y muy de cerca. Paralas distancias medias no tengo problemas. En la playa nunca las uso.-Estás mejor sin ellas.-Todo el mundo me lo dice, pero prefiero ver a estar más favorecida.-Quizás si cambiaras la montura...-Mis cristales son demasiado gruesos y todas las monturas no lesvalen. Y las que les valen y son bonitas son demasiado caras para mí. Perolo primero que haré cuando sea abogado y gane una pasta será operarmela visa, y adiós a las gafas para siempre. Aparte de bonitas o feas, son unlatazo.Se sentaron a comer en el McDonald's. A Susana le hubiera gustado queFran se colocara a su lado, pero cuando todos se acomodaron él cayójusto en el otro extremo de la mesa, entre Lucía y Carlos.Comieron rápidamente y después se dirigieron a la discoteca. Tal comole había dicho Maika un par de días antes, allí el calor era asfixiante ySusana se alegró de no haber ido con uno de sus jerseys. Y sabía ademásque a lo largo de la noche iba a tener que quitarse la rebeca de encaje yquedarse solo con la camiseta.Se acercaron a la barra donde tenían dos consumiciones gratis pagadaspor Raúl, y Susana volvió a pedirse un Malibú con piña. Tenía sed despuésde la pastosa hamburguesa con queso que se había comido y se bebiómedio vaso de un solo trago. Inmediatamente se dio cuenta de que aquelno era como los que le había preparado Fran en el botellón, sino queestaba bastante más cargado. Decidió seguir bebiendo con más cuidado.No quería emborracharse y estropear la noche.Con el vaso en la mano, miró a su alrededor buscando a Fran, y lo vioal otro lado de la habitación hablando con Miguel. Se había quitado lacazadora ligera de entretiempo, quedándose con una camisa abierta decolor rojo oscuro. Susana se quedó sin aliento al ver lo guapo que estaba.Ella nunca le había visto con una camisa, a la facultad siempre iba conjerseys o camisetas y la noche del botellón estaba forrado de ropa y conun grueso jersey de cuello vuelto. Tampoco le conocía el pantalón negroajustado de corte vaquero que llevaba.Bebió lentamente otro sorbo de su vaso, dudando si acercarse a él ointegrarse en otro de los pequeños grupos que se habían formado en elinterior de la sala. Fran no parecía muy deseoso de hablar con ella esanoche, apenas le había dirigido la palabra de forma muy superficial en elcamino, y durante la cena se había sentado lejos de ella, no sabía sivoluntaria o involuntariamente.En el centro de la pista se había empezado a formar un grupo quebailaba una música pegadiza, que hacía que se le fueran los pies. Manu, unchico grande, vecino de Raúl, que le habían presentado en la cena, se leacercó.-¡Qué solita estás! ¿No bailas?-Sí, ahora... estaba bebiendo un poco primero.-Comprendo. Necesitas coger un poco el punto para hacer el ganso ahíen medio, ¿no?-Más o menos.-A mí me pasa lo mismo. Pero creo que ya es suficiente, ¿no teparece? Ven a bailar.Susana se sintió halagada. Era la primera vez en su vida que un chico sele acercaba y la sacaba a bailar sin que se tratase de alguno de sus primos.Le siguió hasta la pista y se unieron al grupo que se movía al ritmo de lamúsica. Se sintió envuelta por ellos, protegida y aceptada como le habíaocurrido la noche del botellón.Durante un buen rato bailó con el vaso en la mano, tomando pequeñossorbos y tratando de no hacer demasiado caso a su sed y bebérselo todo deun trago.Decidió que su segunda copa la pediría sin alcohol e intentaría calmarsu sed con ella. Jamás volvería a comerse una hamburguesa con quesoantes de ir a bailar.Un rato después, Fran se unió al grupo de los que bailaban, pero secolocó de nuevo muy lejos de ella. Susana se preguntó si la estabaevitando o si ella había hecho o dicho algo que hubiera podido molestarle.Repasó mentalmente su escasa conversación de aquella noche y noencontró nada que pudiera haber dado motivos para su actitud. Y se leocurrió pensar que Fran no era quien la había invitado a la fiesta y quequizás él no deseaba que ella estuviera allí. Y sintió como si un jarro deagua fría le hubiese caído encima.Su entusiasmo por el baile se apagó y a pesar de lo que había decidido,cuando se acercó a la barra a por su segunda copa, volvió a pedir otroMalibú con piña.Se sentó un poco a descansar, esperando en el fondo que Franaprovechase la ocasión y se acercara a hablarle viéndola sola, pero no lohizo. En cambio fue Raúl quien se sentó a su lado.-Me alegra que hayas venido.-Gracias.-¿Te lo estás pasando bien?-Sí, bastante.-El que está un poco raro esta noche es Fran, ¿no crees?-No sé. Yo no tengo ni idea de cómo se comporta cuando va dediscoteca. Ya te dije que solo le trato en el ambiente de clase. Pero si tú lodices... Tú eres su mejor amigo, le conoces más que yo.-Está raro, sí. Lleva toda la noche hablando con gente con la que nosuele hacerlo y un poco alejado de nuestro grupo habitual. Y también de ti.La noche del botellón estuvo todo el rato pegado a ti como un sello.-Quizás porque aquella noche yo no conocía a nadie y se lo pedí. A lomejor no le apetecía hacerlo.-¡Cómo no le va a apetecer...! Él te aprecia mucho, mi diente roto loconfirma.-Ya, pero eso no quiere decir que desee estar a mi lado todo el tiempo.A lo mejor incluso le molesta que me hayas invitado porque haya alguienaquí que le guste y no quiera que le vea hablar mucho conmigo.-¿Te refieres a alguna chica?Susana trató de tomárselo a broma. Las preguntas de Raúl no le estabanhaciendo mucha gracia, le estaban haciendo pensar en cosas que nodeseaba.-A lo mejor un chico... No le conozco tanto como para saber susgustos en el terreno sexual.Raúl soltó una sonora carcajada.-Le gustan las tías, te lo aseguro. Y mucho.-A mí eso me da igual... -mintió.-¿Y a ti qué te gusta? Y no me digas que los libros porque eso ya lo sé.Además...-A mí me gustan los hombres.-¿Alguno en particular?Susana enrojeció un poco y le miró tratando de averiguar dónde queríallegar. ¿Le habría dicho Fran algo y estaba tratando de tirarle los tejos?-Ninguno en particular -volvió a mentir-. ¿Por qué lo preguntas?-Curiosidad. Por la facultad corre el rumor de que vas por Fran, yomismo lo creía hasta que él me dijo que te gustaba otro.Susana maldijo a Fran en su interior. Lo último que quería era que aquelniñato estúpido se creyera que estaba loca por sus huesos, e intentaraenrollarse con ella. Aspiró una bocanada de aire y preguntó.-¿Te ha dicho qué otro? -preguntó con cautela.-No. Dice que no le conoce personalmente, solo sabe de él lo que tú lecuentas.-Es cierto -volvió a mentir, suspirando aliviada. Ella, que detestaba lamentira, se estaba convirtiendo en una embustera empedernida-. Es unchico de mi pueblo. Le veo los fines de semana.-También dice que él pasa de ti y que lo llevas fatal.Susana se sintió molesta.-¡Vaya, veo que te ha contado toda mi vida!-No te enfades con él, es la costumbre. Somos amigos desde hacemuchos años.-Eso no le da derecho a contarte mis intimidades.-Me lo contó porque yo creía que te gustaba él.-¿Quién, Fran? -dijo nerviosa.-Sí, es lo que parece.Susana volvió a tragar saliva y tratando de aparentar naturalidad, dijo:-Fran solo es mi amigo. El primero que he tenido en mi vida y eso esmuy importante para mí. Quizás por eso parezca otra cosa.-Bien -dijo él dándole una palmadita suave en el brazo y dejandoluego la mano apoyada con negligencia en el mismo-. Puedesconsiderarme también a mí un amigo. Veo que me equivoqué contigo.-¿Que te equivocaste?-Desde el principio pensé que le habías echado el ojo a Fran y queutilizabas el rollo de las clases para engatusarle.-No hay nada de eso -dijo sintiendo la boca seca de nuevo. Bebió unlargo trago de su vaso y rezó para que Raúl se marchara de una puñeteravez. No le gustaba nada la mano que apoyaba sobre su brazo. Habíaobservado que Fran les miraba desde la pista con mucha atención, como siestuviera esperando que su amigo se marchara para acercarse.El grupo que bailaba se había ido disolviendo poco a poco y la pista sehabía quedado prácticamente vacía. Raúl miró el reloj. Era la una y mediade la madrugada.-Esto está decayendo. Voy a hablar con el disk-jockey para que cambieun poco la música. Creo que está llegando la hora de las parejitas -dijoguiñándole un ojo-. Por mucho que ahora no esté de moda, no hay fiestaque se precie sin unos cuantos achuchones al compás de la música, ¿no teparece? Y tu chico está lejos y no te ve, aprovéchate un poco.Susana se sintió enormemente aliviada cuando se marchó. Miró hacia elgrupo donde Fran charlaba y esperó impaciente que se acercara, aunquesolo fuera para preguntarle por su conversación con Raúl, pero él no lohizo.«Joder, Fran ¿por qué pasas de mí esta noche? Me he gastado un dineroque no me sobra en comprarme esta ropa para ti, he dejado que Mercheme acartone la cara con maquillaje y el pelo con laca, y tú ni siquiera tehas acercado a hablarme desde que entramos en la discoteca. ¿Hayrealmente alguien aquí que no quieres que te vea conmigo?», pensó.Apuró el vaso y fue al servicio a quitarse un poco de en medio para nodar la sensación de que estaba sentada sola a una mesa, esperando quealguien se le acercase. Conocía de sobra esa sensación de las fiestas de supueblo. Y estaba claro que Fran no tenía intención de venir en su ayuda. Lanoche no estaba resultando tan prometedora como había pensado en unprincipio. Y si iba a empezar la hora de las parejitas, como había dichoRaúl, ella no estaba dispuesta a quedarse sentada mirando cómo bailabanlos demás. Pondría una excusa y se marcharía. Aunque Fran le habíaprometido la tarde anterior que la llevaría a casa cuando la fiestaterminara, Susana decidió que no iba a esperar hasta el final si la nocheseguía así. Había visto una parada de taxis en la esquina, a pocos metros dela discoteca. Por una vez estaba dispuesta a permitirse ese lujo.Permaneció en el servicio más tiempo del necesario, escuchando cómola música había cambiado y empezaban a sonar baladas, una detrás de otra.Cuando le pareció que ya su ausencia podría resultar preocupante paraalguien que se hubiera dado cuenta de su marcha, salió. Pero en la salanadie parecía haber notado su falta. Raúl bailaba en actitud cariñosa conuna chica que no conocía, y también Fran estaba bailando con Maika. Iba asentarse en el mismo sitio que había ocupado antes, pero Manu se leadelantó y agarrándola del brazo la sacó a la pista.-¡No, no, no, no...! Una chica no puede permanecer sentada mientrashaya tíos sin pareja en una fiesta. Es la norma.-¿Ah, sí? No lo sabía.-Pues ya lo sabes.La agarró por la cintura y empezaron a moverse por la pista. A Susanale bastó dar tres o cuatro pasos para comprender por qué Manu no teníapareja. No solo no sabía bailar, ella tampoco es que supiera mucho, peroal menos tenía sentido del ritmo, que era más de lo que tenía él. Sus piesempezaron a tropezar con frecuencia y algún que otro pisotón con susenormes pies le hicieron arrepentirse de haber aceptado su oferta.-Lo siento -se disculpaba él en cada ocasión.-No importa.-Sé que no bailo muy bien, pero solo necesito práctica. Pero si nadiequiere bailar conmigo, ¿cómo voy a conseguirlo?Susana se lo imaginó pidiéndole bailes a las chicas y siendo rechazadouna y otra vez, y sintió lástima. Aquel chico era su contrapartidamasculina, e intuyó que si Fran no lo remediaba, iba a ser su pareja debaile para toda la noche. Mientras la sacara a bailar ella no sería capaz denegarse. Sabía demasiado bien cuánto dolía el rechazo de los demás.-No lo haces tan mal -mintió-, solo tienes que tratar de escuchar lamúsica y seguirla. Olvida los pasos.Pero era inútil, por mucho que lo intentaba sus pies seguían chocando.Después de cuatro o cinco canciones le dijo que tenía que ir al baño denuevo y le dejó en la pista confiando en que hubiera encontrado otrapareja cuando ella volviese.Regresó después de un par de canciones más, pero él parecía estaresperándola y volvieron a bailar otras tres veces. Por el rabillo del ojoveía a Fran bailar con unas y con otras, y en un momento en que secruzaron muy cerca él le sonrió con un gesto que ella interpretó como«¿te lo estás pasando bien, ¿eh? No me necesitas y puedo disfrutar de lafiesta sin tener que ocuparme de ti».Sintió un regusto amargo subirle por la garganta y apretó los labios.Manu lo notó y le dijo:-¿Te he vuelto a pisar? No me he dado cuenta esta vez.-No, es que estoy un poco cansada. Me he levantado muy tempranoesta mañana para estudiar. No sé si Raúl te ha dicho que soy la empollonade la clase.Manu la miró de arriba a abajo, con una mirada que ningún hombre lehabía lanzado antes. Aun así le molestó más que la halagó.-No tienes pinta de empollona -dijo.-Es que este no es mi aspecto habitual. Hoy vengo un poco disfrazada,como Cenicienta. Pero a las doce se acabará la magia y volveré a ser la desiempre.-Las doce ya hace rato que pasaron.-Quien dice las doce, dice las cinco de la madrugada. Mañana volveráa aparecer la chica de la cola de caballo, las gafas y los vaquerosdesgastados.-Bueno, pues deja alguna prenda por aquí para que el príncipe telocalice.-Estudio Derecho, como comprenderás no creo en los príncipes. Mimundo está lleno de delincuentes.-Y de pijos -dijo Manu mirando a su alrededor.-Sí, también de esos hay unos cuantos. Pero en realidad este no es mimundo, yo solo estoy aquí de prestado.-Estás aquí porque Raúl te ha invitado.-Sí, claro, pero no lo ha hecho porque yo pertenezca a su mundo.-¿Por qué entonces?-Es una larga historia que no me apetece contar ahora.Un nuevo pisotón la hizo encogerse sobre sí misma y su ánimo sedesinfló. Fran seguía bailando sin parar cambiando de parejacontinuamente, ignorándola, y Susana supo que ni siquiera iba a dedicarleuna pieza a ella. Cuando terminó la canción se sintió incapaz de continuaren la pista viéndole abrazar a otras. Fran bailaba muy pegado a susparejas, no como Manu que guardaba las distancias, y ella imaginó loagradable que sería dejarse envolver por sus brazos, aspirar el olor aHugo Boss que tanto le gustaba, y apoyar la cabeza en esa camisa roja quetan bien le sentaba. Se separó de Manu.-Necesito descansar un poco y beber algo, ¿sabes?-¿Quieres que te traiga una copa? Yo invito.-No te preocupes, aún me queda una consumición de las que paga Raúl-mintió. Si le aceptaba una copa se sentiría en la obligación de seguirbailando con él, y a esas alturas de la noche había decidido que ya habíatenido suficiente de Manu para el resto de su vida-. Yo iré por ella y creoque me la tomaré en el baño tranquilamente. Allí hay menos humo y hacemenos calor que aquí dentro.-Como quieras. Pero no irás a marchare ya, ¿verdad? Apenas son lasdos y media.Susana pensó que eso era lo que deseaba, deslizarse hasta la parada detaxis sigilosamente y marcharse a su casa, a rumiar su decepción en suquerida almohada, la vieja amiga de sus malos momentos. Pero sabía quea esa hora probablemente Merche estaría despierta aún y no se sentíacapaz de contarle a su hermana el chasco que se había llevado con la fiestay el dinero en ropa tirado a la basura. Después de ir a la barra y encargarun tercer Malibú con piña, se salió discretamente de la habitación y sesentó en una especie de bloque de madera que había en el vestíbulo queseparaba las dos salas. Como había esperado, el lugar estaba un pocomenos denso de humo y el ruido de la música llegaba más amortiguado.Se quedó allí a solas y bebió tranquilamente su copa, dejando pasar eltiempo y esperando que nadie la hubiera visto salir, y sobre todo que aManu no se le ocurriera ir a buscarla. No quería seguir bailando con él,los pies doloridos por tanto rato de estar de pie y por los muchospisotones, ya no daban más de sí. Se quedaría allí un rato hasta quecalculara que Merche se había acostado, y luego se marcharía.Habían pasado poco más de veinte minutos cuando decidió que yaestaba bien de permanecer allí sentada como una gilipollas, con un vasovacío en la mano, haciendo tiempo. Los ojos le escocían del humo de lasala y de llevar tantas horas sin las gafas, y quizás de algo más que senegaba a admitir incluso ante ella misma.Se los restregó un poco para evitar las lágrimas y se dispuso a entrar ypedirle a Maika la ficha del guardarropa para sacar el bolso y la chaqueta.Esperaba que no estuviera bailando con Fran en ese momento porque noquería que él se diera cuenta de que se iba. No tenía ganas de darexplicaciones. Si no estaba bailando con Maika, ni lo notaría.Pero antes de que se levantara de su asiento improvisado le vio apareceren la puerta de la sala y avanzar resuelto hacia ella.-¿Qué haces aquí? -le preguntó deteniéndose a su lado-. Estabapreocupado, llevas mucho rato fuera. He mandado a Lucía al servicio abuscarte y ya no sabía dónde podrías andar.-Estoy descansando.-¿Y por qué no lo haces ahí dentro? Aquí fuera hace fresco y ademásen la sala de al lado hay un montón de tíos borrachos y empastillados, nodeberías estar aquí sola.-No se me ha ocurrido, pero si me hubiera sentado ahí dentro, Manuhabría vuelto a pedirme que bailase con él y mis pies ya no lo soportanmás. Me ha pisado de todas las formas posibles.-¿Y por qué no le dices simplemente que no quieres bailar más con él?-No puedo hacer eso. Si me pide volver a bailar, aceptaré. Sé cómoduele el rechazo de los demás.Fran sonrió y se agachó un poco a mirarla.-¿Es por eso que llevas toda la noche bailando con él?-¿Por qué si no? No soy masoquista. Pero me siento identificada, nopuedo decirle que no.-De modo que lo que estás aquí es escondida...-Más o menos.Fran la agarró de la mano y tiró de ella haciéndola levantarse.-Ven, eso tiene fácil arreglo.-¿No irás a decirle nada, verdad? Te mataré si lo haces.-No le diré nada, pero bailaré contigo el resto de la noche y así notendrá ocasión de acercarse a ti. ¿Te parece una buena solución?El contacto de la mano de Fran tirando de la suya la tentó a aceptar, perosu orgullo y su corazón se dolieron de que él quisiera bailar con ella solopara protegerla de Manu, de modo que lo rechazó.-No puedo hacer eso, Fran. En realidad estoy cansada, quiero irme acasa.Pero él ni siquiera dio muestras de haberla oído; siguió tirando de ellahacia la pista de baile y allí la enlazó por la cintura con ambas manos. Ytodos sus deseos de esa noche se hicieron realidad al fin. Los brazos deFran rodeándola, sus manos abiertas apoyadas en la curva inferior de suespalda. Sentía los diez dedos, uno a uno, presionando puntos vitales de sucuerpo en la zona que quedaba al descubierto entre el pantalón y lacamiseta, que se subía ligeramente al moverse. El olor a Hugo Boss lerodeaba y el tacto de su camisa era suave bajo sus dedos, cuando le colocósus propias manos en los hombros. Podía sentir los músculos fuertes bajola camisa y tuvo que contener el impulso de deslizar los dedos por laespalda y acariciarle. Respiró hondo. Las tres copas de Malibú parecíanempezar a hacerle efecto en aquel momento. No había sentido nada de esobailando con Manu... pero es que a ella no le gustaba Manu. Las primerascanciones las bailaron en silencio. Susana disfrutó cada segundo de lasmismas y de la proximidad de Fran, mucho más cerca incluso que la tardeque habían escuchado música en su cama.El pelo de Fran le rozaba las manos y le hacía cosquillas en los dedos. Ysupo que si iban a bailar durante el resto de la noche como él habíaprometido, probablemente ella iba a cometer una tontería. Y la idea no leimportó demasiado.Cuando la canción terminó, Fran no la soltó, y continuó abrazándolaesperando la siguiente.Después de dejar a Susana y cuando empezó a sonar la música lenta,Raúl buscó a Inma. Esta bailaba con Carlos en aquel momento y él seacercó a Lucía.Durante un rato estuvo bailando con todas las chicas de la pandilla, sinlograr acercarse a ella y al fin vio su oportunidad.Fran bailaba con Inma pero no dejaba de mirar hacia los servicios pordonde un rato antes había desparecido Susana. Estuvo al quite, y cuandoterminó la canción, él se encontraba junto a ellos y posó la mano sobre elhombro de su amigo.-¿Me la cedes? -dijo.-Por supuesto.Inma se volvió y le miró con fijeza.-¿Algún inconveniente en bailar con el homenajeado?-Ninguno, si me lo pides adecuadamente y no me repartís entre los doscomo si fuera una cosa.-No era mi intención... -dijo Fran.Raúl le tendió la mano y le dijo de forma encantadora.-¿La dama más bella de la reunión me haría el honor de concedermeun baile?-¡Qué payaso eres! De acuerdo, te concederé un baile.-¿Y más de uno?-Si te comportas.-Lo prometo.Le colocó las manos comedidamente en la cintura mientras veía cómoFran salía de la sala. Raúl centró su atención en Inma.-¿Cómo lo estás pasando?-Bien, ¿y tú?-¡Joder, niña! Eso suena a respuesta de cortesía.-Es lo que esperabas que dijera, ¿no?-Claro que no, si te lo he preguntado es porque de verdad me interesaque te lo pases bien. Tú y todos los demás. Soy yo el que ha organizadoesto y quiero que todo el mundo lo disfrute.-¿Hubieras aceptado una crítica?-Por supuesto. ¿No te lo estás pasando bien?-Todo lo bien que me lo puedo pasar en una discoteca. Tengo quereconocer que prefiero los sitios abiertos a los cerrados y los tranquilos alos ruidosos.-Ya. Y yo, como dice Serrat prefiero un buen polvo a un rapapolvo.-Pues me temo que conmigo, lo único que vas a encontrar es unrapapolvo.-¿No tienes término medio?-Quizás.-Pues me quedo con él.-¿Lo dejamos en unos bailes y un poco de charla?-Por mí perfecto.Raúl deslizó un poco más las manos por la espalda de Inma y la acercóa él. En contra de lo que esperaba, ella no protestó y siguió bailando ensilencio. De pronto levantó la cabeza cuando vio que Raúl soltaba unacarcajada.-¿De qué te ríes?-De esos dos.Inma siguió su mirada y vio a Fran y a Susana bailando muy juntos,mejilla contra mejilla.-¿Tú te tragas eso de que Susana está colada por un tío de su pueblo?-¿Quién dice eso?-Fran. Al parecer es lo que le ha dicho. Y ella acaba de confirmármeloa mí.-Sí eso es verdad lo disimula muy bien. O al tío del pueblo le quedandos telediarios, si no uno.-Esos caen esta noche.-A lo mejor solo bailan así porque están a gusto uno con el otro. Aveces una canción bonita te induce a ponerte un poco melosa con alguienpor quien no estás loca. La música emborracha a veces como el alcohol.-Tú no crees lo que estás diciendo.-Pues claro que sí.-Demuéstramelo.-¿Cómo?Él le rodeó la cintura con los brazos y la apretó un poco más.-Bien, tómalo como un regalo de cumpleaños -dijo apoyando lacabeza en el hombro de él y se dejó llevar por la música. Animado, Raúlempezó a deslizar los labios por el lóbulo de la oreja y descender hacia elcuello.-El límite está en la mejilla. Si lo respetas, todo irá bien.Raúl apoyó los labios en el pómulo y los mantuvo allí durante muchotiempo. Inma permaneció quieta, con los ojos cerrados y el corazóndesbocado, deseando mandar al diablo su firme propósito de no liarse conRaúl, y salvar ella los pocos centímetros que separaban sus bocas. Pero nolo hizo. Continuó quieta bailando una canción detrás de otra.A mediados de la tercera canción, Fran se inclinó sobre la oreja deSusana y le susurró con una voz cargada de intimidad:-Estás muy guapa esta noche...Susana sintió que la saliva se le secaba en la garganta, no solo por elpiropo, sino por la forma acariciadora en que lo había pronunciado.-¿Te has arreglado así porque es la fiesta de Raúl?Susana levantó los ojos y le miró. Los de él, de ese color entre verde ymarrón, tenían un brillo extraño, como si despidieran chispitas doradas ala luz de la sala.-No me he vestido así por ser la fiesta de Raúl, sino porque es unafiesta -dijo molesta de que sacara a su amigo en la conversación en aquelmomento. El jodido Raúl siempre estaba en medio de los dos.-Entonces, ¿no te has vestido así para él?-No me he vestido así para nadie. Bueno, sí, para mí misma. Parasentirme bien, para sentirme como las demás.-¿Y lo has conseguido?-Sí, lo he conseguido. ¿Sabes...? Manu me ha dicho hace un rato queno tengo pinta de empollona.Él rio bajito ante la salida de Susana y confirmo:-No la tienes. Estás muy guapa y muy sexy.-¿Sexy? ¿Yo?-Sí, sexy.-Vaya... gracias. Ese cumplido viniendo de ti, que me ves todos losdías con las greñas, es todo un halago.Fran no contestó, pero cuando la siguiente canción se hizo más lenta,Susana sintió que apretaba un poco más su abrazo, tanto que sus pechosempezaban a rozarse. Sintió que las piernas comenzaron a temblarle y queno controlaba los pasos, y rogó por no ser ahora ella la que empezara adar pisotones. Y también por que Fran no aflojase su abrazo.-Te he visto hablando con Raúl.-Sí, ha venido a decirme que se alegraba de que hubiera venido y aofrecerme su amistad. ¡No sé qué bicho le habrá picado! -dijo tratandode quitarle importancia y de que el maldito Raúl no acaparase el resto dela conversación. Porque a esas alturas se sentía tan embriagada por lascopas como por la proximidad de Fran, y no sabía muy bien ni lo quehacía ni lo que decía. No obstante, él se separó un poco para contestar ySusana supo que había dicho algo equivocado.-¡Qué bien, ¿no?! Estarás muy contenta.Quiso gritarle que estaba contenta, pero no porque el imbécil de Raúl lehubiera dicho dos frases corteses. No obstante se encogió de hombros ydijo:-¡Bah, no me impresiona! No son más que un par de frases hechas yestoy segura de que no las siente.Y esta vez fue ella la que se acercó hasta colocarse como estaban antes.Fran volvió a cerrar los brazos en torno a su espalda y apoyó la barbillacontra la sien de Susana y por un momento le rozó con los labios la frente.Siguiendo un impulso ella deslizó los brazos hasta su cuello y hundió losdedos en el pelo de la nuca, acariciándosela. Fran agachó la cabeza unpoco, al mismo tiempo que ella levantaba la suya para mirarle, y sin sabercómo, sus bocas se encontraron y Susana sintió cómo la lengua de Fran seabría paso entre sus labios. Y se dejó llevar. Se olvidó del mundo, de ladiscoteca y de la gente que les rodeaba, de su cuidado en demostrarles atodos, Fran incluido, que eran solo amigos. Respondió a su beso,torpemente al principio, con el alma después.No supo si duró poco o mucho, solo era consciente de la sensacióncálida que recorría todo su cuerpo, que él apretaba con fuerza contra elsuyo, del sabor de su boca que se movía sobre la de ella y de su lenguaque la acariciaba con suavidad y firmeza a la vez, haciéndola temblar depies a cabeza. Al fin, cuando ya creía que iba a asfixiarse por falta de aire,él dejó de besarla, pero la mantuvo fuertemente apretada mientras elcorazón de los dos golpeaba con violencia en sus respectivos pechos.Susana no quería pensar en lo que iba a suceder a continuación, en loque iba a decirle él, ni en lo que respondería ella. Siguió abrazada a Fran,consciente de que se caería al suelo si se soltaba.De pronto, la pareja formada por Raúl e Inma pasó muy cerca de ellos yla mirada socarrona del chico le hizo comprender que habían sido inútilessus intentos de un rato antes para convencerle de que Fran y ella solo eranamigos.Este notó una ligera tensión en el cuerpo de Susana y abrió los ojos quemantenía cerrados. Siguió la trayectoria de los de ella hacia Raúl y unsabor amargo sustituyó al dulce y cálido que sentía en su boca en aquelmomento. Aflojó el abrazo y le colocó las manos a ambos lados de lacintura, como había estado haciendo Manu toda la noche, como si fuerandos extraños. Angustiada, Susana levantó los ojos hacia él, miró laexpresión seria de sus ojos, y sintió ganas de llorar.-Lo siento -le escuchó decir con voz ronca a la vez que separaba sucuerpo del de ella, limitándose a bailar de modo formal.-Yo también... -balbuceó torpemente. Él continuó dando excusas.-Perdóname... por favor, no te enfades conmigo. No sé qué me hapasado... me he tomado un par de copas y... te ves tan distinta esta noche...Te juro que no era mi intención besarte... Solo quería librarte de Manu, yde pronto levantaste la cabeza y tu boca estaba ahí... simplemente estabaahí... Lo entiendes, ¿verdad?Susana sintió que las lágrimas nublaban sus ojos ya de por sí irritados,y parpadeó bajando la cabeza para que Fran no lo viese.-Claro que lo entiendo... a mí me ha pasado igual. Solo estábamosbailando y de pronto... pues eso, que tu boca estaba ahí. Yo también me hepasado con el Malibú y esta noche ha sido muy extraña para mí. Me hahablado gente que nunca antes lo había hecho, me han invitado a bailarhombres que no son de mi familia... nunca había bailado con nadie comolo he hecho contigo esta noche...-No te preocupes, no pasa nada. Ninguno de los dos tenemos nada quereprocharle al otro.Terminaron de bailar la canción y antes de que empezara otra, Susanase apartó. Sentía que se ahogaba, que iba a romper a llorar en cualquiermomento.-Estoy muy cansada, Fran, y los ojos me escuecen de llevar tantotiempo sin las gafas -añadió por si él había advertido el enrojecimientode los mismos-. Creo que voy a irme a casa ya.Él la miró fijamente y la soltó.-Bien, si quieres irte, te llevo.-No, no por favor, no lo hagas. Hay una parada de taxis en la esquina;cogeré uno.-Ni hablar, te dije que te llevaría.-Eso en el caso de que yo aguantase hasta el final, pero la fiesta aún noha terminado.-Es igual, Susana, yo también estoy cansado. Y mañana quieroestudiar.-No me hagas esto, por favor... quédate -suplicó. Y Fran supo que nose trataba solo de cansancio, sino que no quería que la acompañase. Que lohabía jodido todo al besarla.-Está bien, como quieras. Pero te acompañaré hasta el taxi.-No hace falta, está aquí mismo.-Claro que sí, hay mucho gilipollas suelto en la puerta de lasdiscotecas.Juntos se dirigieron al guardarropa y se cruzaron con Raúl, que veníade la barra con dos vasos en la mano. Susana se sintió en la obligación deexplicarle:-Ya me marcho, Raúl.Fran se apartó unos pasos y esperó a que se despidiera soportando conexpresión hosca la mirada divertida de su amigo.-¿Tan pronto? ¿Y vais a perderos el chocolate con churros delamanecer?-Me temo que yo sí. Fran se lo tomará por los dos.-Bueno, como queráis -dijo como si no hubiera escuchado la últimafrase.-Gracias por invitarme.-De nada, chica, ha sido un placer. Nos vemos.Se acercó a darle un beso en la cara y continuó su camino.En un silencio ligeramente incómodo, Fran y Susana recogieron laschaquetas y salieron a la calle cruzando el pequeño vestíbulo donde ella sehabía refugiado un rato antes. Un nutrido grupo de chicos y chicas estabanapoyados en los coches aparcados junto a la acera y Fran la agarró delbrazo para hacerla pasar entre ellos.Apenas unos metros más allá, estaba la parada de taxis, y Susana sedirigió al primero de la fila.-Buenas noches -dijo Fran abriéndole la puerta.Ella se volvió hacia él y mirándole antes de entrar le suplicó:-Fran... esto... lo que ha pasado ahí dentro no cambiará nuestraamistad, ¿verdad?-Claro que no. Esto es algo que suele pasar a veces, incluso entre losmejores amigos. No tiene mayor importancia, si ninguno de los dos se ladamos.-Estupendo... Hasta el lunes entonces.-Hasta el lunes. Y dame un toque cuando estés en casa para asegurarmede que has llegado bien.-De acuerdo.Fran vio cómo Susana entraba en el taxi y este giraba en la esquina yluego, sintiendo que la noche también había acabado para él, se dirigió asu propio coche y se marchó a su casa.Susana aguantó el tipo como pudo en el interior del taxi y cuando llegóa su casa abrió la puerta y entró sigilosamente.Buscó a tientas sus gafas y se las puso para darle el toque a Fran, ycuando este lo devolvió en señal de que lo había recibido, apagó el móvily al fin, libre de miradas indiscretas y curiosas, se permitió romper allorar.Sin embargo, su mente y su carácter metódico y controlado la hicieronentrar en el cuarto de baño, quitarse la ropa para ponerse un camisóncómodo y desmaquillarse a continuación.Cogió una de las toallitas desmaquilladoras de Merche y se restregó lacara con fuerza sintiendo que las lágrimas que corrían abundantes por susmejillas ayudaban a limpiar el maquillaje.Se lavó la cara y se cepilló el pelo sin dejar de llorar y regresó al salóny se dejó caer en el sofá sin querer entrar en el dormitorio para nodespertar a su hermana.Pero a pesar de sus esfuerzos, la puerta de la habitación se abrió y estaapareció en el salón a oscuras. Se acercó a ella y se sentó a su ladocogiéndole la mano.-Me ha extrañado que no entraras a acostarte. ¿Qué ha pasado, cariño?¿Es lo mismo de siempre?Susana negó con la cabeza.-No, esta vez no. Es algo mucho peor.-No me asustes, nena.-Lo he estropeado todo, Merche. ¡Por Dios, he hecho una estupidez!-¿Qué tipo de estupidez?-Le he besado.-¿A Fran?-¿A quién si no?-Eso no es tan grave. Yo diría que es estupendo.-¡Qué va a ser estupendo! Es terrible.-Vamos a ver, Susana... Tú le has besado, pero eso es cosa de dos.¿Qué ha hecho él?-Me ha besado también.-Hija, entonces la estupidez la habéis cometido a medias.-No lo entiendes... Él piensa que ha sido culpa suya, pero no es así.Estábamos bailando, muy juntos...yo levanté la cabeza porque queríabesarle... y de pronto sucedió.-Nena, creo que estás haciendo un drama de algo que no lo es. ¿Acasono te gustó?-Claro que me gustó. Lo que es terrible es que después se apartó de mícomo si le quemara y me pidió perdón. ¡Joder, Merche... me pidióperdón! Ha sido algo tan especial, tan bonito. Mi primer beso, y ademáscon alguien que me gusta. ¡Y me pidió perdón!Estalló en sollozos más fuertes y Merche la acunó como cuando era unaniña, y la dejó llorar.-¿Y tú qué hiciste?-Pedirle perdón también. ¿Qué otra cosa podía hacer?Merche esbozó una breve sonrisa que su hermana no vio.-¡Vaya par que estáis hechos los dos!-Yo lo que no quiero es que esto afecte a nuestra amistad. Estaba tanraro después... tan serio. Aceptó sin rechistar cuando le dije que mevendría en un taxi... Mi amigo Fran no me habría dejado venir sola. Estabaincómodo y arrepentido, se notaba. Y yo no voy a poder volver a mirarlea la cara nunca más, Merche, nunca...-Vamos, mujer, que no es para tanto. Ya verás como el lunes las cosasestán como siempre... o quizá mejor.-No van a estar mejor. ¡Si hubieras visto su cara! Estaba horrorizadopor lo que había ocurrido.Merche no compartía la opinión de su hermana, pero la dejó llorarconsciente de que nada de lo que le dijera la iba a hacer cambiar deopinión. Y tampoco quería hacerle concebir demasiadas esperanzas por sise equivocaba. Aunque creía que a los dos les estaba haciendo falta unempujoncito.Cuando estuvo más tranquila la llevó hasta la cama como si fuera unaniña pequeña y la dejó dormir hasta mediodía.También era mediodía cuando Raúl llamó a Fran. Este, medio dormidoaún, pegó un brinco de la cama y contestó sin llegar a mirar quienllamaba.-Hola, tío.-Ah, hola -dijo sin poder ocultar su decepción.-¿Te pillo en mal momento?-Me pillas dormido. ¿Qué hora es?-Las dos. Creí que ya te habrías despertado.-Me dormí muy tarde anoche.-Oye... ¿Estás solo?Fran soltó una breve carcajada llena de ironía.-¿Con quién quieres que esté?-Con Susana, claro. Os vi besaros y marcharos juntos.-No me hables de eso. Todavía no me he despertado del todo.-Entonces... ¿No ha pasado nada?-Raúl... ahora no.-Bueno, pues quedamos para comer y hablamos, ¿vale?-Vale, dame media hora.Media hora más tarde, sentados ante sendos platos de pasta en supizzería favorita, Raúl volvía sobre el tema.Fran había esperado que no lo hiciera, no tenía muchas ganas derecordar lo ocurrido la noche anterior, pero su amigo solo esperó eltiempo prudencial de que les sirvieran la comida.-¿Qué pasó ayer?-Ya te lo he dicho: nada.-Nada no, os vi besaros.-Sí, pero fue un error. Interpreté mal las señales.-Explícate mejor.-Estábamos bailando, había química y me arriesgué a besarla. Jamáshe cometido un error más grande en toda mi vida.-¿Por qué lo dices? Os besasteis durante mucho tiempo y ellarespondía... Eso se notaba.-¡Vaya, qué bien te fijaste! -dijo malhumorado. Contra su voluntadhabía estado odiando a Raúl durante toda la noche.-Pues claro. La había invitado para eso y me alegró ver que mis planeshabían funcionado.-No habían funcionado. Susana respondió, pero no era a mí a quienestaba besando.-¿A quién si no?-Al tío que le gusta.-¿Te dijo eso?-No, pero lo leí en sus ojos cuando nos separamos. Su primerpensamiento fue para él, lo sé.-No puedes estar seguro de eso, amigo.-Sí que lo estoy, Raúl. Tú no sabes lo colada que está por ese tío.-¿Y qué hiciste?-Me disculpé como pude, le eché las culpas a las copas que me habíatomado y ella aceptó mis excusas. Pero estaba nerviosa e incómodadespués. De hecho, los dos lo estábamos. Dijo que quería irse a casa y nisiquiera aceptó que yo la acompañase. Se fue en un taxi. Esperosinceramente no haberlo jodido todo. ¿Tú crees que debería ir hoy a sucasa para hablar con ella y tratar de explicárselo?-¿Explicarle qué, tío? Lo único que puedes explicarle es que estás locopor ella y que la besaste por eso. Pero si lo que quieres es que las cosascontinúen como antes, creo que con las excusas de anoche basta. Y mañanatrátala como si nada hubiera pasado, como si ni siquiera te acordaras.-¿Tú crees?-Por supuesto. Hablando en basto, la mierda cuanto más se remueve,más huele.-Sí, quizás tengas razón. ¿Y a ti cómo te fue con Inma? Tambiénestabais bailando muy tiernos.-No mejor que a ti. Parecía que se estaba animando y bailamos muyacaramelados durante un rato. Dijo que era mi regalo de cumpleaños y yotenía la esperanza de que en realidad fuera algo más, pero a la hora demarcharnos se despidió de mí con un besito en la mejilla y se largó adormir a casa de Maika, dejándome con dos palmos de narices y uncalentón del demonio.-¡Joder, vaya dos!-Ah, pero ya caerá...-No sé, Raúl... Me parece que con Inma lo tienes un poco crudo.-Quizás resulte un poco más largo y me lo tenga que currar más, peroaún no ha nacido la tía que le de calabazas a Raúl Hinojosa. Te apuesto loque quieras a que está en mi cama antes del verano, o como mucho antesde que empiece el curso próximo. Y me pagará caro todo el tiempo que lehe tenido que dedicar.-¿Y por qué tomarte todo ese trabajo? Hay un montón de tías deseandoliarse contigo, macho.-Seguirán ahí después. Pero conseguir a Inma es una cuestión deorgullo. Ya caerá.-Joder... sí que parecemos dos amargados.-Anda, termina de comer que tú y yo siempre hemos sabido cómoquitarnos de encima las penas de amor, ¿verdad?-¿Con otra verde, como la mancha de la las moras? No, Raúl, no va afuncionar conmigo esta vez. No quiero a otra.-No me refería a eso, sino a la bolera. Vámonos los dos solos a tirarbolas hasta destrozarnos el brazo y la espalda, y a echar fuera toda la rabiay los celos, y la adrenalina. Sin culos de tías ni nada que nos los recuerde.-Acepto -dijo Fran sintiendo que le sentaría bien descargar un poco.El lunes por la mañana, Susana llegó temerosa a clase. Durante todo eldomingo había esperado que Fran le mandase algún mensaje, o que lallamara para volver a disculparse o para preguntarle cómo estaba, o algo...algo que le dijera que se acordaba de ella y de lo ocurrido. Pero pormucho que fue por la casa como una zombi sin separarse del móvil y noquiso salir a dar una vuelta con Merche por si iba a verla, transcurrió eldía sin ninguna noticia de Fran. Esperaba que no estuviera enfadado ysobre todo que no se sintiera incómodo con ella por lo ocurrido. Se habíaacostumbrado tanto a su presencia que le resultaba muy dolorosa la ideade que quisiera cortar su amistad.También le aterraba la idea de que hubiera estado dándole vueltas a lacabeza y hubiera adivinado la verdad y deseara alejarse de ella, aunquefuera para no hacerle daño.Pero cuando llegó a clase, Fran estaba ya allí con Raúl y se acercó a ellacomo siempre.-Buenos días.-Hola.-Tienes cara de dormida.-Como todos los lunes -añadió ella.-Sí, eso es verdad.-Espero que no te pasaras ayer con el Derecho Civil.-Soy una adicta al Derecho Civil, ya lo sabes.-¿Te traigo un café de la máquina?-Bueno, a ver si consigo despejarme.Él se dirigió a la máquina de café situada en el vestíbulo junto al tablónde anuncios y Susana respiró aliviada. Al parecer Fran no le había dadoimportancia a lo ocurrido y por lo tanto todo seguía igual que antes.Aunque no para ella. Ya nada volvería a ser igual para ella.

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