Capítulo 15

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Sevilla. Mayo, 1999

Susana estaba estudiando cuando escuchó las llaves de su hermana en lacerradura. Sonrió. Era su cumpleaños y había visto en el frigorífico lacomida especial que Merche había preparado para ella.-Felicidades, cariño -le dijo al entrar.-Gracias, Merche.-Enseguida cenamos.-Ya he visto que has preparado lasaña y tarta de chocolate.-Por supuesto. Tienes que apagar veintiuna velas.-Ya soy muy mayor para eso.-¡Que te lo crees tú! Ya sabes que soy muy tradicional y conmigo no tevalen excusas. ¿Y qué pintas son esas? -dijo mirando el pijama quellevaba puesto-. Ya puedes arreglarte un poco para cenar. Es tucumpleaños.-¿Pero qué más da, si estamos las dos solas?-A mí no me da igual. Paso de que no hayas querido que te haga unafiesta e invite a tus amigos, pero no voy a cenar contigo en pijama.-¿Pero qué quieres que me ponga?-Guapa.-¡Caray, Merche! No tengo ganas de cambiarme. Imagina que llevo unvestido precioso y déjame estar cómoda.-¡Venga! Yo me he molestado en hacerte tu comida favorita estamañana y tú vas a complacerme en esto, ¿verdad?-De acuerdo.-Y te peinas un poco y todo eso. Tienes que salir guapa en la foto.-¿Fotos también?-Por supuesto.-Está bien, como quieras. Ahora salgo. Ve calentando la comida, estoymuerta de hambre.Entró en la habitación y se puso un pantalón rojo y una camisa negraque se había comprado no hacía mucho de tela suave y agradable. Desde latarde en que Fran le dijo que era suave, procuraba que toda su ropatambién lo fuese. Se cepilló el pelo dejándolo suelto. Si Merche le iba ahacer fotos, lo utilizaría para taparse un poco la cara, como hacía siempre.No era fotogénica ni salía bien en las fotos, por mucho que su hermana seempeñara en lo contrario. Después volvió al salón.Lo primero que vio fue a Fran ayudando a Merche a poner la mesa. Sequedó parada.-¿Qué haces tú aquí?Él sonrió mientras colocaba las servilletas junto al plato.-Estoy invitado a cenar.Susana miró a su hermana que sonreía con picardía.-Me dijiste que no querías una fiesta, pero no dijiste nada de invitar aun amigo, ¿verdad?-No, pero yo no quería que nadie se enterase de que era micumpleaños.Fran se acercó hasta ella.-¡Vamos, no eres tan vieja como para eso! ¿Cuántos?-Veintiuno.-¿Ves? Yo soy un año más viejo que tú. Felicidades -añadióinclinándose y besándola en la mejilla.-Gracias -respondió sonrojándose y maldiciéndose por ello. Paradisimular su turbación se puso a ayudar a colocar los cubiertos. Y sesentaron los tres a cenar.-¿Por qué no querías una fiesta de cumpleaños?-Merche sabe por qué.-Una vez cuando era muy pequeña le preparamos una y no vinonadie... fue terrible.-Pero eso fue hace mucho tiempo. Ahora te consta que la pandilla sívendría.-Sí, es posible. Pero además es que me da mucho corte ser el centro deatención de todo el mundo. No estoy acostumbrada, Fran.-Pues me temo que de esta no te vas a librar. Ya se lo he dicho a todoel mundo y están preparando un botellón para el sábado.-¡Por Dios! ¿No iréis a hacerme algo como lo del cumpleaños de Raúlcon regalos y todo? Yo no puedo organizar una fiesta como aquella. Porfavor, encárgate tú de que solo sea un botellón como los demás. Que nome compren nada.Fran sonrió.-¿Qué voy a hacer contigo? No te preocupes, no habrá regalos en elbotellón, te lo prometo.-Gracias.Susana se dio cuenta de que había perdido todo el apetito que tenía. Loúltimo que esperaba era tener a Fran sentado a su mesa aquella noche.Merche no le había dicho ni media palabra del asunto y algo le decía quesu hermana no había terminado con las sorpresas, por su cara picarona ysu mirada chispeante.Después de la cena encendió las veintiuna velas y sacó la cámara defotos. Y Susana sopló con todas sus fuerzas tratando de apagarlas todas. Lecostó tres intentos conseguirlo, pero al fin pudieron comer la tarta. Era latarta de chocolate que su madre siempre le preparaba para su cumpleaños,su favorita.Susana se dio cuenta de que a medida que el postre iba terminando, unaligera expectación se iba apoderando tanto de su hermana como de Fran.-Bueno, y ahora el regalo -dijo este.-¿Regalo? Dijiste...-Dije que no habría regalos en el botellón, pero supongo que no tedará corte abrir uno delante de mí, ¿verdad? Es uno solo, de parte detodos.-Fran...-Será mejor que la sientes en el sofá -aconsejó Merche.Fran la cogió de la mano y la sentó en el sofá, haciéndolo él a su lado.Levantó el cojín que había contra uno de los brazos y sacó de debajo unacaja cuadrada que parecía de bombones.-Ten.Con mano temblorosa rasgó el papel azul brillante y abrió la caja.Dentro encontró un sobre con el membrete de una conocida agencia deviajes. Levantó la vista hacia el chico que le sonreía.-Ábrelo.Susana logró levantar la solapa del sobre, que no estaba cerrada deltodo, y sacó unos billetes de autobús y una reserva de hotel.-¿Qué... qué es esto?-Los billetes para el viaje a El Bosque.-Fran... -dijo sintiendo que unas lágrimas emocionadas empezaban aasomar en sus ojos. Él le puso dos dedos sobre los labios para hacerlacallar.-Calla... Sé lo que vas a decir. Que es mucho dinero, que no puedesaceptarlo. Antes de hacerlo, lee la tarjeta.No se había dado cuenta de que además había una tarjeta. Leyó:«El viaje no sería lo mismo sin ti. Carlos»«No puedes faltar. Maika»«Armaremos la de Dios, no te lo puedes perder. Raúl»«Hay que coger fuerzas para los exámenes. Lucía»«Las chicas solas no se pueden quedar cojas. Inma»«Un viaje de fin de curso no es tal sin su empollona particular. Miguel»«Si no aceptas me castigarás a mí también, porque yo me quedaré enSevilla contigo. Fran».Levantó hacia él una cara arrasada de lágrimas y Fran la rodeó con losbrazos y la apretó con fuerza. Merche se levantó discreta y salió de lahabitación diciendo:-Voy por mi regalo.-Todo esto es cosa tuya, ¿verdad? -preguntó con la cara enterrada ensu hombro y mientras él le acariciaba el pelo.-¡Pues claro! No pensarías que me iba a ir de viaje sin ti. Como biendice Carlos, no sería lo mismo -susurraba Fran en su oído-. Nadiesabía qué comprarte, así que a todos les encantó la idea cuando yo propusereunir el dinero de todos y pagarte el viaje.-Pero el viaje era una pasta, seguro que no habréis reunido tanto...-Reunimos bastante, y el resto...-El resto lo has puesto tú -dijo levantando la cabeza y mirándole.-Pues claro. Yo soy más amigo tuyo que los demás, mi regalo tieneque ser también mayor que el de los demás. No puedes quitarme esasatisfacción.-Gracias -susurró bajito.-De nada. El regalo es también para mí. Y para todos. A nadie leapetece ir sin ti.-¡No exageres! -dijo sonriendo entre lágrimas.-Bueno, diré que a mí no me apetece ir sin ti.-¿Por qué?-Pues porque eres mi amiga y te lo mereces más que nadie. Hemostrabajado duro codo con codo y también quiero que nos divirtamos juntos.-Cuando dijiste que te quedarías en Sevilla si yo no voy, no lo decíasen serio, ¿verdad?Fran hizo una mueca divertida con la boca y contestó.-Estaba dudando entre quedarme o secuestrarte directamente. Pero nome hubiera ido sin ti.-¿Por qué?-Porque no me apetece. Tengo que reconocer que estoy celebrandocomo un crío tu primer viaje. Como si fuera el mío.-Soy muy aburrida, te lo advierto.-Eso ya lo veremos.Una discreta tos anunció la entrada de Merche en el salón. Fran la soltó.La chica traía una enorme caja envuelta en el papel de regalo de C&A.-Ten, este es mi regalo. También para el viaje.Susana rasgó el papel y abrió la caja blanca, y su respiración se paró,incrédula. Levantó hacia su hermana unos ojos que echaban chispas, peroaquella sonreía burlona.-¿No lo sacas?Tragando saliva sacó un camisón en tono malva con el cuerpo de encajey la falda corta y transparente y unas braguitas de encaje a juego. Elmismo que habían visto cuando se compró el sujetador para elcumpleaños de Raúl.-Por Dios, Merche... -logró balbucear-, voy a ir a un viaje de fin decurso, no a mi noche de bodas.Su hermana clavó la mirada en Fran, que tenía la suya fija en la prenda,con los ojos muy abiertos y no menos asombrado que Susana.-¿No sabes, nena, que el ochenta por ciento de los jóvenes tiene suprimera experiencia sexual en los viajes de fin de curso?-Quizás otros, pero no yo. Te recuerdo que no hay precisamente unacola de tíos esperando que haya un viaje de fin de curso para acostarseconmigo -dijo algo brusca para disimular la vergüenza que le producíaque Fran viera aquella prenda y sobre todo lo que implicaban las palabrasde su hermana.-Mira, cariño, nunca se sabe. A mí me pasó.-¿A ti?-Sí, a mí. En el viaje de fin de curso del instituto. Había un chico deotra clase que me gustaba muchísimo, y él nunca había demostrado fijarseen mí, pero sin embargo durante el viaje charlamos y nos tratamosbastante y la última noche se presentó en mi habitación. Dios mío, Susana,cuando yo abrí la puerta con el camisón de franela de cuello alto que noscompraba mamá por aquella época, quise morirme de vergüenza, asícomo cuando él entró y me lo quitó y me quedé con las bragas de algodónde florecitas. En mi vida me he sentido tan mal. No quiero que eso te pasea ti. Te lo llevas al viaje y si no se te presenta la ocasión, pues lo guardaspara otra vez y ya está. Pero si alguien llama a tu puerta, te encontrarásumamente sexy y atractiva con él.Susana se cabreó. No podía creer que su hermana le estuviera haciendoaquello delante de Fran.-¿Quién va a llamar a mi puerta, joder? Parece mentira que no losepas.-No lo sabes -dijo encogiéndose de hombros-, a lo mejor Fransabe de alguien que esté interesado y le susurra al oído que tienes uncamisón precioso para recibirle.Aterrada se volvió hacia él.-Fran... ¡No se te ocurra decirle esto a nadie, ¿me oyes?!-Claro que no -dijo él con voz extraña.-¡Por Dios, y a Raúl menos que a nadie! Te mataré si alguien se entera.-No se lo diré a nadie, te lo prometo. Pero Merche tiene razón, ¿porqué no puede haber alguien interesado en llamar a tu puerta?-Porque no lo hay, y tú lo sabes tan bien como yo. Además, yo no voyal viaje a ligar.-Claro que no, pero aun así, deberías llevártelo. Y no te enfades conMerche, el camisón es precioso. Seguro que estás guapísima con él.-Pero...-Pero nada -cortó su hermana-. Está decidido. Y ahora vamos atomarnos una copita para que te tranquilices.-Yo tengo que conducir -dijo Fran.-Un refresco entonces.Susana colocó la caja sobre la mesa y sirvió unas bebidas. Cuando ledio a Fran el vaso con coca-cola le sorprendió mirando la caja conexpresión ausente. Y hubiera dado cualquier cosa por saber qué estabapensando.-¡Por Susana! -dijo Fran.-Por que estrene el camisón -añadió Merche.La mirada asesina que le dirigió hizo reír a su hermana. Fran bebió suvaso casi de un golpe, sin hacer ningún comentario. Después se marchó.Apenas se cerró la puerta tras él, Susana se volvió hacia Merche másfuriosa de lo que esta la había visto nunca.-¿Por qué me has hecho esto? ¿Estás loca? ¿Por qué no le has pedidodirectamente que me eche un polvo?-¿No te gusta el camisón?-Claro que me gusta. Pero podrías haber esperado a que Fran se fuerapara dármelo. ¡Por Dios, me muero de vergüenza solo de pensar...!-¿Qué? ¿Que te imagine con él puesto? Para eso lo he hecho. Queríaque él lo viera y se lo imaginara.-Y seguro que ahora irá a contárselo a Raúl y tratará de convencerlode que llame a mi puerta.-No lo creo.-¿Que no? Todavía sigue empeñado en que me enrolle con él. Menosmal que Raúl es un capullo, pero no le gusto y no creo que lo haga. Andadetrás de Inma.-Tú llévatelo y ya veremos quién se presenta.-No pienso hacerlo.-Claro que sí.-No. No voy a ponerme ese camisón y esperar como una gilipollas aalguien que no vendrá. Es como si le pones a una caja de bombonesrancios un lazo brillante esperando que alguien pique y se los coma.¡Joder, no!-Nena, te vas a llevar ese camisón al viaje te lo pongas o no, porque sino lo haces voy a llevártelo al autobús y lo sacaré allí para que todos lovean.-¿Y qué más da que todos lo vean, si el que yo no quería que lohubiera visto ya lo ha hecho? No me atrevía ni a mirarle a la cara.-Pero yo sí lo he mirado. ¿Y quieres saber lo que he visto?-¡No! No me digas nada más, ¿quieres? Porque lo que tú estáspensando no va a suceder y yo no quiero ni siquiera hacerme una pizca deilusión.-Vale, ya me callo. Pero lo meterás en la maleta.-De acuerdo, pero no cuentes con que me lo ponga

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