Capítulo 16

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Tal como Fran le había anunciado, el sábado siguiente se organizó unbotellón para celebrar el cumpleaños de Susana. Era la primera vez queesta celebraba uno fuera del entorno familiar y estaba un poco nerviosa.Esperaba que la noche no acabase como el cumpleaños de Raúl, quetanta ilusión había despertado en ella al principio, y al final nada fue comoesperaba.Para empezar, Fran no se había ofrecido a recogerla como otras vecesque habían salido juntos por la noche y Susana había supuesto que teníaalgo que hacer, aunque le había asegurado que estaría allí a la horaprevista, y también que la llevaría de regreso a su casa.Cogió el autobús hasta La Alameda, donde habían quedado, y cuandollegó la mayoría de amigos ya estaba allí, con la única excepción de Frany Carlos.Todos la felicitaron como si el día de su cumpleaños no hubiera pasadoya, y la besaron.-¿Te ha gustado el regalo?-Claro que me ha gustado, pero es demasiado, no teníais que habergastado tanto.-En realidad no sabíamos qué comprarte. No conocemos demasiadotus gustos, así que nos encantó que Fran propusiera lo del viaje.-¿De verdad queréis que yo vaya? ¿No es cosa de Fran? Se haempeñado en buscarme amigos a toda costa y se ha tomado muy en seriointegrarme en la facultad. Siempre he sido bastante solitaria.-De verdad. No te habríamos comprado el billete si no fuera así.Aunque hay que reconocer que él está entusiasmado. No sé qué habríahecho si no hubieras podido venir.Susana ignoró la frase de Maika y continuó en la misma línea.-No quisiera que él os hubiera forzado a aceptar mi presencia.-No seas tonta, no tenemos cinco años. Nadie impone a nadie, pormucho que Fran insista.Miguel miro el reloj.-Bueno, a ver si vienen ya esos dos, que yo estoy deseando tomarmeuna copa.-Pues tómatela... -dijo Susana.-No me dejan. Dicen que el primer brindis tenemos que hacerlo todos.Es la norma de los cumpleaños.-Pues es raro que no estén ya aquí. Fran por lo menos es siempre muypuntual.-Tenía algo que hacer esta tarde antes de venir -dijo Raúl.Al final los dos chicos aparecieron. Fran llevaba una gran caja en lamano y Susana se alarmó.-No será otro regalo, ¿verdad? Me prometiste...-No es un regalo, es el postre.Todo el grupo se apartó para dejar sitio en el banco y Fran colocó lacaja, que en el centro tenía estampado el membrete de una conocidapastelería. Inma cogió a Susana de la mano y la hizo sentarse junto a lacaja, y todos, uno por uno, se fueron acercando a besarla y felicitarle elcumpleaños.-Ahora toca soplar las velas.-¡Por Dios, no! -dijo mirando a Fran con ojos suplicantes.-Por Dios, sí. -dijo Carlos.Fran, que no la había felicitado aún, se inclinó sobre ella para besarla yle susurro al oído:-Lo siento, no he podido evitarlo. Ha sido cosa de ellos. Les advertíque no querías nada de esto, pero se empeñaron. Dicen que no hay fiestade cumpleaños sin su respectiva tarta.Abrieron la caja y colocaron las veintiuna velas en círculo sobre lamisma y bastante separadas para que le costara apagarlas. Al fin, y comoSusana se temía, le cantaron el cumpleaños feliz a gritos en medio de laplaza, haciendo volver la cabeza a todos los demás grupos congregadosen los alrededores. Con el rostro encendido de vergüenza, Susana soplócon todas sus fuerzas, tratando de acabar cuanto antes con todo aquello.Pero las malditas velas no se apagaron. Ni una.-Eso es porque no has pedido ningún deseo -dijo Lucía-. Venga,cierra los ojos y piensa uno.Susana no tenía que pensar. Solo había un deseo en su vida desde hacíatiempo. Y era el mismo que había pedido dos noches antes en sucumpleaños real.«Que vuelva a besarme alguna vez», pensó con los ojos cerrados. «Meconformo con eso».Sopló las velas de nuevo, pero tampoco se apagaron.-¿Qué has pedido, chica?-Algo muy difícil, seguro -dijo Raúl-, por eso las velas no seapagan.-Si fuera fácil, no tendría que pedírselo a unas velas, ¿no te parece? -le contestó algo brusca.Susana sentía clavada en ella la mirada de Fran y supo que él creía quesu deseo estaba relacionado con Raúl. Volvió a soplar otra vez, con fuerza,y consiguió apagar once de las veintiuna velas.-Venga, otro esfuerzo. Si no, el deseo no se cumplirá.-Seguro que no se cumple de ninguna forma. Pero en fin, allá vamosotra vez.Volvió a hacer acopio de aire en los pulmones y en esta ocasiónconsiguió terminar con las que aún quedaban encendidas. Todosaplaudieron y Fran cortó la tarta con una navaja de bolsillo y repartieronbebidas para brindar.-¡Por Susana!-¡Por Susana y el viaje!Entrechocaron los vasos y bebieron. Luego, mientras comían la tartaservida en trozos de un rollo absorbente de cocina que alguien sacó de unbolso, Lucía preguntó:-Bueno ahora di qué has pedido, porque nos tienes sobre ascuas atodos.-Los deseos no se pueden decir, si no, no se cumplen -dijo Fransaliendo en su defensa.-¿Cómo que no? Precisamente a mí se me cumplen cuando lo digo,más que cuando lo callo.-No la obliguéis -intervino Inma-. Probablemente ella no quieradecirlo, ¿verdad?-Verdad.-Al menos tienes que darnos tres pistas -continuó Maika sinresignarse.-¿Cómo tres pistas?-Te hacemos preguntas y tú tienes que contestar a tres de ellas.-Bueno, pero puedo negarme a contestar, ¿verdad?-Sí, pero te haremos otra.-Adelante. Pero no seáis muy indiscretos, por favor. Soy una chicatímida.-¿Tu deseo tiene que ver con un chico? Porque si no, no me explico elsecreto -dijo Lucía.-Sí.-¡Vaya, vaya...! Susi está enamorada -dijo Carlos.-¿Qué te crees, que las empollonas no tenemos corazoncito? Lo quepasa es que lo tenemos guardado entre las hojas de los libros, en vez de enel pecho -dijo Susana bromeando para que olvidaran las preguntas, perono fue así. En esta ocasión fue Raúl quien preguntó:-¿Y el tío de tu deseo está aquí?Susana enrojeció mucho y esperó que la oscuridad ayudara a que losdemás no se dieran cuenta.-Me niego a contestar a esa pregunta -dijo-. Otra.-Bueno, bueno... ¿Y qué harías si tu deseo se cumpliera?-Pues sentirme muy feliz, supongo. Aunque no tengo muchasesperanzas de que eso ocurra.-Pero podría cumplirse...-Sí, claro que podría cumplirse. Todos los deseos se pueden cumplir,por muy difícil que parezca.-¿Tu deseo tiene que ver con alguno de tus regalos de cumpleaños? -le preguntó Fran con una voz extraña. Susana no quiso mirarle,adivinando sus pensamientos.-No exactamente... Mi deseo no llega a tanto... Me conformo conmucho menos.-¡Eh, eh...! ¿De qué habláis? ¿Qué sabes tú que nosotras ignoramos?La cara aterrada con que Susana lo miró hizo comprender a Fran quehabía metido la pata.-Lo siento... no he debido preguntarte eso. Se me escapó.-No pasa nada.-¿Tu deseo podría cumplirse esta noche? -volvió a preguntar Raúl.-Sí, podría. Y ya he terminado. No pienso contestar a ninguna preguntamás -dijo bebiendo un largo trago-. ¿Eh, quién ha preparado esto?-Yo -dijo Carlos.-Pues el próximo que me lo prepare Fran. Este está demasiado fuerte.-Si te emborrachas no pasa nada.-No, que cuando me emborracho hago muchas tonterías.-Como todo el mundo. Además, es tu cumpleaños. ¿Verdad que nopasa nada si se emborracha?-Claro que no... Venga, Fran, sírvele otra.-No, que la última vez que me emborraché estuvo a punto de costarmemuy caro.-¿Qué hiciste?-Casi pierdo a un amigo.Inma volvió a repartir tarta y la conversación se olvidó por un rato,atendiendo todos a la nata que se escurría entre los dedos pegajosos.Después, Fran se sentó junto a Susana y le limpió un resto de nata quetenía junto a la comisura de los labios con un clínex.-Lo siento -dijo-. No quería ponerte en un aprieto. De verdad que seme escapó.-No te preocupes. No creo que nadie se acuerde mañana de nada de loque he dicho. Ya están bastante trompa.Raúl se había apartado un poco y se sentó junto a Inma y empezó apedirle que le dejara beber de su vaso. Ella le dijo que se limpiara lasbabas primero y el chico sacó un pañuelo dispuesto a hacerlo. Susana lesmiraba divertida, viendo cómo la chica lo mantenía a raya y por unmomento no supo a qué se refería Fran cuando le dijo:-¿Quieres que finja estar mareado y que te lleve él a casa?-¿Él? ¿Quién?-Raúl, por supuesto. También tiene carné de conducir y ha cogido micoche algunas veces.-No, no quiero que me lleve Raúl a casa. Prefiero que lo hagas tú.Pero si no te apetece, puedo coger un taxi. Tengo dinero de tus clases deesta semana. Ya sé que es un latazo desviarte tanto de tu camino.-No es un latazo. Lo decía para que tengas algo especial que recordardel día de tu cumpleaños. Aunque tu deseo no se cumpla al cien por cien...al menos que te lleve a casa.-Olvídalo, ¿vale? No intentes nada, Fran, que te conozco. Aparte deque se ha tomado unas cuantas de copas ya, y que a quien quiere llevar a sucasa es a Inma. ¿No lo ves?-No está borracho y si yo le pido que te lleve a ti...-¡Déjalo ya, Fran! No quiero irme con él.Fran respiró aliviado. Sabía que cuando Raúl se tomaba dos copas seenrollaba con la primera chavala que se le pusiera a tiro, sin importarle sile gustaba o no. Con que tuviera dos tetas le bastaba, y él estaba seguro deque si acompañaba a Susana a su casa, intentaría liarse con ella por elcamino, aunque solo fuera para sacarse la espinita de que Inma pasara deél. Pero estaba decidido a no permitir que sus celos le estropearan a ella laoportunidad de tener algo con Raúl, aunque solo fuera un escarceo en uncoche de camino a casa. No pudo evitar recordar la cara de ella la tardeque habían escuchado música tumbados en su cama. Cuando le dijo quenunca la había abrazado un chico que le gustara. La tristeza con que lodijo. Él había tenido que hacer un gran esfuerzo para no abrazarlaentonces y decirle que a él le gustaba y mucho, pero Susana no se refería aél, sino a Raúl, así como había sido a aquel a quien había besado en ladiscoteca pocos días después, aunque solo fuera con la mente.-Fran, ¿qué te pasa? Te has puesto muy serio. ¿Te molesta que noquiera que Raúl me lleve? Te repito que puedo irme en un taxi...-No, claro que no. Yo te llevaré como siempre. Solo estaba pensando...-¿Puedo preguntar en qué? Parece que quieras asesinar a alguien.-No, qué va... Me estaba acordando... Cuando antes hablabas de tuúltima borrachera, ¿te estabas refiriendo a la noche del cumpleaños deRaúl?-Sí.Fran alargó el brazo y colocó la mano sobre la que Susana teníaapoyada en el muslo.-Si piensas que estuviste a punto de perderme esa noche, te equivocas.Y no te atormentes, no hiciste nada que no hiciera yo también. Todo sigueigual entre nosotros, ¿no es verdad?Susana quiso gritar «no, no es verdad. Yo me muero de ganas de besarteotra vez. Cada vez me cuesta más fingir que solo eres mi amigo», perodijo:-Sí, es verdad.-Entonces...Las voces de Inma y Raúl, discutiendo al otro lado del banco les hizodesviar la atención y se enfrascaron en la conversación general. Fran noretiró la mano y Susana temió incluso moverse para que él no se dieracuenta de que aún la tenía apoyada sobre la suya.A las tres y media de la madrugada, el grupo se dispersó y Fran laacompañó a casa. En esta ocasión Maika, Raúl e Inma subieron también alcoche para que Fran los llevara después de dejarla a ella. Raúl estababastante borracho y rehusó el ofrecimiento de Susana de sentarse en elasiento delantero, acomodándose detrás, entre las dos chicas. Apenas huboarrancado, escuchó la voz de Inma, alterada:-Raúl, quita la mano de mi pierna o te la corto.-Es que necesito agarrarme a algo. Pierdo el equilibrio cuando Francoge las curvas.-¡Y una mierda!-¿Qué necesitas para ponerte cariñosa, niña?-Algo más que dos cubatas, y por supuesto alguien que no seas tú.-No tienes idea de lo que te pierdes.-¿Aguantar a un borracho? ¡Pues vaya pérdida!-No estoy borracho, solo achispado lo justo para perder lasinhibiciones y hacer locuras en la cama. Invítame a subir y no tearrepentirás.El chico empezó a subir lentamente la mano por el muslo de Inma, yesta, sin decir palabra, le agarró la mano y llevándosela a la boca, lamordió con fuerza.-¡Joder! Pues no me has mordido...-Ibas avisado. ¿Quieres más? Pues no tienes más que seguir.-¡Me has hecho sangre!-No te vas a desangrar por ahí, no te preocupes. Además, llevas tantoalcohol dentro como para que no se te infecte.-Algún día te arrepentirás de esto.-Lo dudo.-Chicos, tengamos la noche en paz -dijo Maika.Susana y Fran guardaban silencio escuchando la conversación delasiento trasero, y pronto llegaron a su casa. Él detuvo el coche en la puertay le dijo:-Espero que lo hayas pasado bien.-Muy bien -dijo ella quitándose el cinturón. Hasta el lunes. Y muchasgracias a todos -añadió dirigiéndose también a los del asiento trasero-Hasta el lunes -respondieron todos-. Y no te preocupes, mañana telo cobraremos en apuntes.-De acuerdo. Me parece justo.Susana abrió con la llave y se perdió en el portal. Fran arrancó el cochedispuesto a hacer de taxista una vez más.

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