Capítulo 20

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Sevilla. Agosto, 1999

Inma estaba tendida en el sofá con los apuntes en la mano y tratando deconcentrarse, pese a la temperatura sofocante de la calurosa tarde deagosto.Había suspendido dos asignaturas, Derecho administrativo y Derechoconstitucional, y las estaba preparando para septiembre. El año próximotendría que apuntarse a estudiar con Susana, como había hecho Fran. Elloseran los únicos que habían aprobado todo. Aunque Inma no lo lamentabadel todo. Esas dos asignaturas le habían dado el motivo suficiente paraquedarse en Sevilla y no ir a pasar el verano con su padre y su madrastra.Cosa que no le apetecía en absoluto.Solo había pasado con ellos una semana al terminar el curso y luegohabía regresado con la excusa de que debía estar en Sevilla para poderusar los libros de la biblioteca a fin de preparar los exámenes. Nadie habíapuesto ninguna objeción y ella intuía que a su familia le apetecía tan pococomo a ella tenerla allí. De modo que había vuelto a Sevilla y habíaencontrado trabajo por las mañanas en una cafetería. Eso y los estudios lamantenían ocupada en una Sevilla solitaria, en la que no quedaba nadie queella conociera. Susana la había invitado a pasar unos días en Ayamonte,pero el trabajo se lo impedía.No necesitaba trabajar, su padre le enviaba un generoso cheque todoslos meses que bastaban para pagar el alquiler y también sus gastos, peroInma quería empezar a independizarse y ganar dinero por sí misma,aunque sabía que hasta que no terminase la carrera eso no sería posible deltodo.No obstante, el pequeño sueldo que ganaba en la cafetería la hacíasentirse muy bien y le permitiría tener unos pequeños ahorros para librosy matrícula. Este año quería pagar ella la matrícula, aunque su padre lesiguiera enviando dinero para su manutención.Pero aquella tarde de agosto, terriblemente calurosa como solo puedeserlo una tarde de verano en Sevilla, le costaba mucho trabajoconcentrarse en el puñado de folios mecanografiados que tenía delante.El sopor de la hora de la siesta y el hecho de que hacía varias nochesque no dormía bien a causa de las altas temperaturas, hacía que se lecerraran los ojos a cada momento. Pero no quería dejarlo. Se había hechoun plan de estudios y quería cumplirlo a rajatabla para que no le faltasetiempo después. Y quizás para aceptar la invitación de Susana el último finde semana de Agosto, antes de los exámenes.El sonido del móvil la sacó del pozo de negrura de una nueva cabezaday se incorporó en el sofá para mirar quién la llamaba. Frunció el ceño alcomprobar que se trataba de Raúl.-¿Sí?-¡Hola!La voz alegre del chico al otro lado, la hizo ponerse en guardia.-Hola -respondió con cautela-. ¿Cómo es que los que estántostándose en la playa se acuerdan de los pobres que se quedan estudiandoen Sevilla? ¿Tan aburrido estás?-Qué mal pensada eres. Claro que no, yo me acuerdo de ti siempre.-Sí, seguro...-Además, no estoy en la playa sino en Sevilla.-¿Y eso? Creía que ibas a estar todo el verano en Marbella. ¿O te hasliado con la hija de un mafioso y has tenido que salir por patas?-¡Joder, qué concepto tienes de mí! No es nada tan melodramático,solo que mi padre ha tenido que hacerse una revisión médica y yo heaprovechado para venir con él y comprar unas cosas que quería. No nosiremos hasta mañana por la tarde y he pensado que quizá podríamosquedar para ir al cine o algo.Inma no estaba segura de si él la había llamado porque era la única de lapandilla que quedaba en la ciudad o quería aprovechar que estaba sola yaburrida para ver si conseguía ligársela al fin.Sabía que él y Fran habían hecho una apuesta el día de su cumpleaños deque se la llevaría a la cama antes de que comenzara el nuevo curso. No ibaa conseguirlo, por supuesto, pero decidió aceptar. Después de mes y picoencerrada en su casa noche tras noche, le apetecía muchísimo salir un rato,aunque se tuviera que pasar la noche parándole los pies, o las manos, aRaúl. Y también tenía que reconocer que tenía ganas de verle, aunquejamás se lo hubiera confesado a nadie.-Bueno -contestó-. La verdad es que estoy harta de estudiar y noestaría mal salir un rato. Podemos quedar para ir al cine, sin algo.-No entiendo.-Claro que me entiendes. Cine, cena como mucho y nada más. Si teconformas con eso, quedamos, y si no, llama a otra persona para que tedistraiga.-¡Uf, nena, cómo estás hoy! Se ve que necesitas salir urgentemente. Deacuerdo, cena y cine. ¿A qué hora?-Dame tiempo para darme una ducha y arreglarme un poco.-¿Te parece a las nueve?-De acuerdo.-¿Te recojo?-No hace falta, nos vemos en Plaza de Armas, a medio camino de losdos.-¿En terreno neutral?-Digamos que sí.-Allí estaré.Inma se desperezó en el sofá. Eran las siete, tenía tiempo de sobra paraarreglarse. Ella no era de las que dedicaba mucho tiempo aemperifollarse. Su madre solía decirle que no lo necesitaba y quizás eracierto. Sabía que era guapa y que tenía un buen tipo, pero no le interesabasacar partido de ello ni realzarlo más. Eso solo serviría para que loshombres pensaran que iba detrás de ellos, cosa que no era cierta. Y muchomenos iba a arreglarse para Raúl.Se duchó y se lavó el pelo, pegajoso a causa del sudor, dejando que sesecara al aire, y se puso la ropa menos favorecedora que tenía, unpantalón pirata y una camiseta de manga corta de las que se ponía para ir aclase, como si no le importara en absoluto con quién iba a salir. Queríaque él comprendiera que no lo consideraba una cita, sino una oportunidadde salir de su encierro.Después cogió el autobús que la dejó en Plaza de Armas. Aunque elcamino desde Barqueta no era largo, el intenso calor hacía que no leapeteciera caminar hasta allí. Y tampoco quería llegar sudada. Una cosaera que no se hubiera arreglado especialmente para la ocasión y otrapresentarse con un aspecto lamentable.Cuando bajó del autobús cruzó la calle hacia la puerta del centrocomercial y no tardó en verle en el sitio habitual donde solían quedarcuando se reunía allí la pandilla. Vestía un pantalón negro y una camisablanca con rayas azules, ancha y fresca, y lo que le sorprendió más, sehabía cortado el pelo y no lucía su famoso flequillo caído sobre los ojos.Su nuevo aspecto le quitaba atractivo por un lado, pero le daba un airediferente, más mayor, más maduro y a ella le gustó mucho más así.Se acercó y antes de que Raúl la abrazara para saludarla, Inma le dio unrápido beso en la mejilla y se separó inmediatamente.-Hola -dijo-. Veo que te has cortado tu fabulosa melena. Vas aperder muchos puntos ante las mujeres.-Quizá, pero se los he ganado al calor. Es muy cómodo, sobre todo enla playa. Y además, el pelo crece.-Por supuesto.Raúl indicó con un gesto el interior del centro comercial y preguntó.-¿Entramos aquí a ver qué ponen o nos vamos a otro sitio?-A mí me da igual.-¿Qué quieres ver?-Cualquier cosa que no sea de tiros, puñetazos y violencia.-O sea, una moña.Inma sonrió con picardía.-No tiene por qué ser moña, basta con que tenga argumento.-Las de acción tienen argumento.-Perdona, pero discrepo de tu opinión.-No, si ya tengo asumido que me vas a llevar a ver un rollo.-Que no, hombre. Seguro que encontramos algo que nos guste a losdos.-Lo dudo. Pero en fin...Entraron en la zona de los cines y pronto quedó bien claro que no iban aencontrar nada a gusto de ambos. Se decidieron por una comediaromántica, que por lo menos, opinó Raúl, les haría reír.La sala estaba casi vacía y nada más entrar, Inma se arrepintió de haberaceptado. Le estaba dando el marco perfecto para que intentara meterlemano. Cargados con un enorme paquete de palomitas, se sentaron al finalde la sala.Las luces se apagaron y la película comenzó, pero Inma no conseguíarelajarse. No dejaba de mirar por el rabillo del ojo la mano de sucompañero, segura de que a no tardar mucho, esta se deslizaría hacia ellacon mayor o menor disimulo.Él se removía inquieto en la butaca, más nervioso que si le estuvieranpicando un millón de hormigas y al fin, apenas veinte minutos después deque la película hubiera comenzado, lo que Inma temía, sucedió. El brazode Raúl se levantó sobre su espalda y se dejó caer como al descuido sobresu hombro. Antes de que acabara de posarse, Inma le cogió la mano ylevantándola sobre su cabeza, la dejó caer sobre la entrepierna del chico, ala vez que se inclinaba sobre su oído y le susurraba:-Creo recordar que dije «cine sin algo».-Perdona, no me he dado cuenta -se disculpó sin mucha convicción-. Supongo que es la costumbre.-Pues olvida la costumbre si quieres terminar de ver la películaconmigo. Y si tu mano no puede estarse quieta, mantenla ocupada ahídonde la tienes ahora.Raúl suspiró y dijo:-Te estás equivocando.-Lo dudo.-Yo solo quería...-Meterme mano.-No.-Demuéstramelo dejándome ver la película.Raúl no replicó y trató de concentrarse en la pantalla, en el argumentosimple y trillado que se desarrollaba ante él, y en pensar en el cuerpo de lachica que tenía a su lado, en su brazo que rozaba el suyo cuando se reían,ni en la fuerte excitación que sentía y que por primera vez en su vida nopodía satisfacer.Al fin, logró meterse en la película y se relajó, y no fue consciente delas miradas que Inma le dirigía por el rabillo del ojo, ni de los esfuerzosque ella hacía a su vez para no recostar la cabeza en su hombro, ni cogerlela mano. Por una vez, su instinto de cazador le falló y dejó pasar unmomento vulnerable en que a ella le pesaba la soledad del verano y laatracción que también sentía por él.La película terminó y ambos salieron del cine. Algunos locales decomida estaban cerrando, pero aún había un par de ellos abiertos.-Vamos a comer algo -propuso Raúl.-No tengo mucha hambre. Y están cerrando.-Pero yo sí. El McDonald's y el Telepizza están abiertos aún.Inma no contestó, pero Raúl la notaba reacia a comer con él.-No estarás enfadada por lo de antes, ¿verdad?-No. Lo esperaba.-¿En serio?-Eres transparente para mí, Raúl.-De verdad que no te he traído al cine para meterte mano. De verdadque mi intención era ver una película... pero estás tan guapa esta noche...-¿Guapa? Pero si ni siquiera me he arreglado. Me he limitado aducharme y ponerme lo primero que he pillado a mano.-Aun así. En serio, solo quería sentirte un poco cerca. Es difícil estar atu lado y no desear tocarte, acariciarte... Pero no volverá a pasar,cenemos tranquilamente.-Por supuesto que no volverá a pasar, porque no volveré a ir contigoal cine, los dos solos.-No digas eso. El resto de la película me he comportado, ¿no esverdad?-Sí, pero no me fío. Creo que eres de los que nunca deja de intentarlo.-Anda, te invito a cenar para que me perdones.-Soy vegetariana, no me gustan las hamburguesas y tampoco meapetece pizza. Cena tú si quieres, yo cogeré el autobús hasta mi casa.Seguro que aún encuentras quien te alegre la noche -dijo mirando ungrupo de chicas que pasaban riendo a su lado.-Ni hablar, te llevaré hasta tu puerta. Y si no te apetece pizza entremosen el Foster's Hollywood y te tomas otra cosa. Hay unas ensaladasestupendas. ¡No pensarás que voy a meterte mano en el restaurante!-No sé... No creo que sea buena idea. No debería haber aceptado salircontigo a solas.Raúl la cogió del brazo y la hizo entrar en el local, acercándose a unamesa junto a la barra.-Nos sentaremos aquí, a la vista de todo el mundo. ¿Te parece bien?-De acuerdo.Inma pidió una ensalada y Raúl una pizza familiar.-¿Cómo te puedes comer todo eso? ¿Dónde lo echas?-Quemo muchas energías.-No me digas cómo, no hace falta.-No iba por ahí. Me refería al fútbol.-Ya.Él levantó la cabeza y la miró por un momento, el pelo rubio cayéndolepor los hombros, los ojos azules clavados en la ensalada que tenía en elplato, totalmente indiferente a su presencia, cosa que jamás le habíapasado con ninguna mujer. Normalmente, cuando invitaba a una chica asalir, esta se pasaba todo el rato mirándole embobada. Y Raúl se dio cuentade que era muy agradable comer sin tener que preocuparse de estar todo elrato manteniendo una pose ante alguien, ni preguntándose cuál sería elmomento más adecuado para la proposición que tenía en mente.Inma levantó los ojos y le preguntó, al verse observada.-¿Qué miras?-Nada. Es divertido verte comer.-¿Por qué? Lo hago como todo el mundo.-Como todo el mundo, no. Escoges minuciosamente los pedazos ysiguiendo un orden determinado. Lechuga, zanahoria, pollo, cebolla, col,y vuelta a la lechuga.-¿En serio? No me había dado cuenta.-Pues así es.Por un largo momento se miraron y Raúl se puso muy serio de pronto.Y no pudo evitar preguntar:-Sigo siendo un capullo para ti, ¿verdad?-En efecto.-Lo siento.-No importa. Eres lo que eres y ya está. Te acepto. Si tú aceptas que yono estoy loca por liarme contigo, nos llevaremos bien.-De acuerdo. ¿Y volverás a venir al cine conmigo?-Ya veremos.Habían terminado de comer. Se levantaron y pasearon hasta la Barqueta,donde Inma vivía, sintiendo el ligero frescor que la noche había traídosobre la ciudad. Ninguno de los dos habló mucho durante el camino deregreso y pronto se encontraron ante la cancela de hierro negro del portalde la chica.-Bueno, hemos llegado.-Supongo que no querrás invitarme a una infusión... -insinuó Raúl,sin ninguna gana de despedirse de ella todavía.-Hace demasiado calor para infusiones. Y no tengo otra cosa.-Quizás un vaso de agua. Es temprano aún.-No tanto. Pasa de la una y media y yo tengo que trabajar mañana.Trabajo durante el verano en una cafetería de la cadena San Buenaventuray entro a las siete y media.-Bien, entonces no te entretengo más. Buenas noches.-Buenas noches, Raúl.-Nos vemos en Septiembre.-Hasta la vuelta

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