Capítulo 18

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Sevilla. Junio, 1999

Aquel viernes habían terminado el primer examen, uno de los másdifíciles de segundo. El Derecho Constitucional se había convertido en unaauténtica espina en la carrera, en parte por la asignatura y en parte por elprofesor.Después del viaje habían unido fuerzas para prepararlo y habíanformado un grupo de estudio en casa de Maika y Lucía, capitaneado porSusana.Habían establecido un fondo común para comida y habían acampadoliteralmente en el salón de las chicas, turnándose por horas las camas y elsofá para echar unas cabezadas. Había sido el más difícil y el que menostiempo disponían para preparar. Pero al fin habían salido de él, algunoscon mejores expectativas de aprobar que otros, pero para celebrarlohabían decidido tomarse una noche libre y desahogarse en una discoteca.-Nosotros solo nos quedaremos un rato -había dicho Fran-. Lahermana de Susana va a salir esta noche y nos deja la casa libre. Hay queaprovechar, que desde que volvimos de El Bosque estamos un poco a pany agua.-Querrás decir a Derecho Constitucional, como todos -confesó Raúl.Habían cenado en una pizzería y luego se habían ido a su discotecahabitual.Durante un buen rato bailaron y liberaron adrenalina, descargandotensiones, músculos entumecidos y nervios. Después, Raúl se acercó a labarra y, para desagrado de Inma, cuando regresó no venía solo. Unapelirroja espectacular le acompañaba charlando y riéndose de algo que élacababa de decirle. Y se sumó al grupo que bailaba, colocándose al ladodel chico, no se sabía si por iniciativa propia o por invitación de este.Tanto Susana como las demás chicas miraron furtivamente a Inma, quecontinuó bailando sin demostrar ninguna reacción.Pronto se hizo patente que la chica le estaba tirando los tejos a Raúl, enun coqueteo incesante y que este se dejaba querer, y para todos empezó aestar claro cómo iba a terminar la noche.A la una y media, Fran miró el reloj y le susurró algo a Susana al oído.Ambos se apartaron del círculo de bailarines.-Nosotros nos vamos. Ya hemos bailado bastante por esta noche.Inma hubiera querido irse también, pero sabía que si decía algo Franinsistiría en llevarla a casa y ella sabía las ganas que tenían Susana y él deestar solos. Decidió quedarse un poco más, pero desde luego no iba apermanecer allí el tiempo suficiente como para ver a Raúl liarse conaquella tía ni irse con ella.Susana y Fran se marcharon y el círculo se cerró en torno al hueco quehabían dejado. Raúl y su pelirroja quedaban ahora justo enfrente de Inma yesta continuó bailando, mirando impasible cómo la chica le cogía lasmanos y le ponía caritas tiernas.Después de un rato, asqueada, se inclinó hacia Lucía y le dijo algo aloído, y a continuación se separó del grupo y se acercó al rincón dondeguardaban las chaquetas y los bolsos.-¿Qué le pasa a Inma? -le preguntó Carlos a Lucía.-Se marcha. Está cansada y le duele la cabeza. Estos días han sido muyduros para todos.-Habrá que acompañarla, supongo.-Dice que va a coger un taxi en la puerta. Además, ya sabes que novive lejos.Raúl, que había escuchado la conversación, se disculpó con la pelirrojay se acercó al rincón donde Inma se estaba poniendo una chaqueta ligera.Ella lo vio venir con incredulidad.-¿Qué te ocurre? Dice Lucía que no te encuentras bien.-Me duele la cabeza. Esta noche no he dormido, estuve estudiandohasta las cuatro. La falta de sueño y el ruido que hay aquí me hanprovocado una pequeña migraña. Si no me marcho y me tomo algo prontoirá en aumento, y puede llegar a ser muy fuerte. Ya me ha pasado otrasveces.-Te acompaño.Inma miró a la pelirroja que continuaba en la pista, esperándole.-No hace falta, hay una parada de taxis en la puerta. Y si te marchasahora perderás la oportunidad. Esta noche tienes rollo seguro.-Da igual. No voy a dejar que te vayas sola sintiéndote mal.-Gracias -respondió mirándole fijamente y sintiendo que un inmensoalivio se apoderaba de ella.También él se puso la cazadora y juntos salieron a la calle. No habíaningún taxi en ese momento en la puerta de la discoteca.-No hay taxis, ¿qué hacemos? ¿Esperamos uno o vamos andando?-La noche está agradable y mi casa no está lejos. Si no te importapreferiría ir andando. Es posible que el aire fresco me despeje la cabeza.Echaron a andar uno al lado del otro.-Lamento que hayas tenido que renunciar a esa tía buena para venir aacompañarme.-Bah... Tampoco estaba tan buena. Y era un poco cortita.-Para lo que tú la quieres, ¿qué más da? Para dar una disertación sobreleyes ya nos tienes a nosotros. Susana, sobre todo, te podría recitar elCódigo Penal de cabo a rabo.-Susana tiene otras cosas en qué pensar esta noche además del CódigoPenal. Y no creo que a nadie le apetezca hoy hablar de leyes, ni siquiera aella.-A mí no, desde luego. Mi cabeza es lo último que necesita.-¿Y hace mucho que padeces de migraña?-Sí, bastante. Es hereditario, mi madre las padecía también.-¿Se ha curado ya?-Murió hace unos años.-¿De las migrañas?-No... un cáncer.-Lo siento.-Gracias. En realidad yo no debería ir a sitios ruidosos y cerrados,pero a veces es difícil de evitar. No podría ir a ningún sitio.-Cuando te sientas mal en un local ruidoso, me lo dices y nos vamoslos dos a un sitio tranquilo.-¿Ir contigo a un sitio tranquilo, con el peligro que tienes?Él se echó a reír y no contestó. Y se hizo un pequeño silencio, mientrascaminaban por las calles poco transitadas a aquellas horas de la noche,pero no desiertas.La temperatura era agradable, e Inma aflojó el paso para alargar elcamino. Se sentía muy extraña; era la primera vez que Raúl y ellamantenían una conversación que no fuera un tira y afloja verbal, y tambiénmuy asombrada de que él hubiera dejado a una pelirroja despampanante ala que tenía segura, para acompañarla a ella a casa. Aunque sabía que noera más que una estrategia para conseguirla, no podía dejar de sentirse unpoco conmovida. Y a gusto.No era verdad que le doliera la cabeza, aunque sí era un mal quepadecía a veces. Si aquella noche se había marchado era porque no sesentía capaz de seguir viendo cómo aquella pelirroja coqueteaba con Raúly no quería ver cómo más tarde o más temprano, se iban juntos.El silencio se prolongó hasta llegar a Barqueta, donde Inma compartíapiso con dos compañeras. Ella avanzó hacia el portal y abrió con la llave.Y se encontró diciendo:-Voy a prepararme una infusión para aliviar la sed y el escozor de lagarganta. El humo me sienta fatal. ¿Quieres subir y tomar una?Raúl soltó una carcajada.-¿Una infusión? Estoy acostumbrado a que me inviten a entrar paratomar la última copa, pero una infusión... Nunca me había pasado antes.-Bueno, yo no tengo alcohol en casa, lo único que puedo ofrecerte esuna infusión. Pero si no te apetece... O quizás prefieras volver a ladiscoteca, apenas han pasado veinte minutos desde que salimos. Quizás tuamiga aún continúe allí.-No, creo que me tomaré la infusión. Si a tus compañeras de piso noles molesta.Ahora fue ella la que se echó a reír mientras entraban en el piso.-Es viernes por la noche, no volverán hasta el amanecer, eso sivuelven.Raúl la siguió al interior de una típica casa alquilada para estudiantes,con muebles de poca calidad y mucho desorden en el salón. Había ropa ylibros sobre las sillas, varios vasos usados en la mesa y una ligera capa depolvo cubriendo los muebles.-Perdona el desorden, pero salimos todas de estampida esta tarde.Hasta el domingo por la mañana no toca limpieza general y comocomprenderás a estas alturas del viernes, y en época de exámenes además,está todo manga por hombro.-Tendrías que ver mi habitación si piensas que esto está desordenado.Voy a cargarme a mi madre de un infarto, y a la asistenta también.-Mi cuarto está ordenado, son las zonas comunes las que noconseguimos mantener bien. Carmen es tremendamente desordenada. Estoes suyo -dijo cogiendo un sujetador del respaldo de una de las sillas yllevándoselo hacia el interior del piso.-Vaya, yo pensaba que era tuyo.-¿Tengo yo aspecto de ir dejando la ropa interior tirada por ahí?-La verdad es que no -dijo Raúl mirándola-. Tienes aspecto detenerlo todo controlado.-¿Qué infusión quieres? -dijo cambiando de tema-. Tengo tila,menta, poleo, té...-No sé; lo que tú tomes. No entiendo mucho de infusiones.-Cuando regreso de noche y sobre todo con dolor de cabeza, me suelopreparar una mezcla de menta, tila y melisa. Es relajante y refrescaademás. El humo de las discotecas me irrita la garganta.-Niña, no estás hecha ni para el viento ni para el agua. El ruido te dadolor de cabeza, el humo te irrita la garganta.-Tengo que reconocer que para las discotecas no estoy hecha. Prefieroveinte veces estar al aire libre y charlar en un tono de voz normal.-Bueno, ahora estamos aquí sin ruido y podemos charlar en un tono devoz normal. Y tomaré lo mismo que tú.-Enseguida vengo. Ponte cómodo.Se perdió en el interior de una habitación y volvió a salir poco despuéscon la chaqueta y los zapatos quitados. Y sonrió al ver que también Raúl sehabía quitado la cazadora ligera que llevaba y se había desabrochadoalgunos de los botones de la camisa, y la esperaba cómodamente instaladoen el sofá.«No te prepares tanto», pensó. «No vas a cambiar a una pelirroja poruna rubia».Se sentó junto a él en el sofá.-Ya he puesto a hervir el agua. Enseguida estará lista.-¿Qué tal tu dolor de cabeza? -peguntó Raúl solicito, aunque Inmavio en la sencilla pregunta una segunda intención.-Mejor. El aire fresco me ha despejado y quizás ahora que ya estoytranquila en casa, acabe de desaparecer y no tenga que tomar nada. Lasmedicinas, cuantas menos tomes, mejor.-Sí, yo opino lo mismo.Un ligero pitido proveniente de la cocina, hizo que Inma se levantara.-Nuestra agua ya está. Voy a echarle las hierbas y la dejaré reposarunos minutos.Salió y regresó poco después con una bandeja en la que había dos tazas,una extraña cafetera de acero inoxidable, un azucarero y un bote de miel,espesa y oscura.-¿Qué artilugio es ese? -preguntó él señalando la cafetera.-Es un hervidor para infusiones. Echas las hierbas dentro con el aguahirviendo y cierras la tapa. Luego, al servirlo esta hace de colador y solodeja pasar el líquido.-Veo que estás preparada.-Soy una entusiasta de las infusiones. Mi madre tenía una herboristeríay siempre he sentido mucha fascinación por las plantas y sus propiedades.Mezclando plantas puedo hacerte una infusión para cualquier cosa quedesees.-¿Incluso una afrodisíaca?Inma soltó una carcajada.-¿Por qué es lo primero que siempre preguntáis los tíos? Si es lo quemenos necesitáis; siempre estáis salidos. Al menos tú.-¿Y tú, la necesitas?-No, si el tío me gusta lo suficiente. Y si no me gusta no habrá hierbani afrodisíaco que me haga perder la cabeza. Tengo mis emociones y misapetitos siempre controlados. Soy lo que podría decirse una dama dehielo.-El hielo se puede derretir.-Por supuesto, con la llama adecuada. No todos los hielos necesitan elmismo tipo de calor para derretirse. A algunos les basta una simple llamitay para otros es necesaria una gran hoguera.-Pero todos acaban por derretirse alguna vez.-No todos. La Antártida lleva miles de años ahí -dijo ella sirviéndoleuna taza humeante llena de líquido oscuro que desprendía un olor extrañoy dulzón, desconocido para Raúl-. ¿Azúcar o miel?-No sé. ¿Cómo te gusta a ti?-Yo lo prefiero con miel. Es más suave.-Pues adelante. Confío en tu gusto.Inma levantó levemente la ceja mientras dejaba caer una cucharada demiel en la taza del chico.-No te la pondrá muy dulce. Si la encuentras amarga, siempre puedesañadirle más.-A mí las que me gustan dulces son las mujeres. Las bebidas me danigual.-Pues entonces la infusión estará a tu gusto -dijo sin dar señales dehaber captado la indirecta.Raúl cogió la taza y la probó.-¿Qué tal?-Muy caliente.-¿Qué esperabas? Lleva agua hirviendo. Déjala que se enfríe un poco.¿O tienes prisa?-¿Prisa? Ninguna. Has dicho que tus compañeras no llegarán hasta elamanecer.-Y si llegaran antes tampoco habría problemas. Ellas también traenamigos a casa a veces.-Estupendo.Inma bebió un poco de su taza con cuidado.-¿No te quemas?-Me gustan las bebidas calientes.-¿Y los hombres?-También; en el momento adecuado.Animado, Raúl se inclinó hacia ella y buscó su boca, pero Inma colocóla mano sobre la de él, apartándolo y empujándolo suavemente hacia atrás.-Tranquilo, chico... Te he invitado a tomar una infusión; nada más.Él puso cara de enfurruñado.-¿A qué juegas conmigo?-Yo no estoy jugando a nada, Raúl. Simplemente te estoy agradecidaporque has dejado un rollo seguro en la discoteca para acompañarme acasa. Siempre me tomo una infusión después de volver de marcha y penséque también a ti podría apetecerte. En ningún momento he pensado ensustituir a la chica que has dejado allí. Ni creo haber hecho o dicho nadaque te induzca a pensarlo a ti.-Me has invitado a entrar... Normalmente cuando las tías hacéis eso,esperáis algo más.-Yo no. Y lamento el equívoco. Soy de las que piensan que un hombrey una mujer se pueden tomar algo juntos sin que tengan que acabar en lacama -dijo ella muy seria.-Bueno... perdona. No he querido ofenderte. Yo solo pensé que era loque esperabas.-Pensaste mal.-Lo siento. Interpreté mal las señales.-Acepto tus disculpas.Raúl cogió la taza, ahora más templada y bebió. El líquido se deslizópor su garganta, con un sabor extraño y suave y él no supo si le gustaba ono. Pero sí tuvo la facultad de amortiguar su enfado, y se dijo que el hechode que Inma le hubiera rechazado, no significaba necesariamente quetuviera que marcharse. Aun así, le preguntó:-¿Quieres que me vaya?-No, si no vuelves a intentar besarme.-Bien, porque queda mucho mejunje de ese y yo aún no he decidido sime gusta o no. Y me apetece seguir charlando contigo y conocerte unpoco mejor. Porque me estoy dando cuenta de que no te conozco enabsoluto.«Y tú para mí eres transparente, chaval», pensó ella. «No te has rendidoen absoluto, solo estás cambiando de táctica. Bien, nos divertiremos unpoco».Raúl se echó hacia atrás en el sofá y se reclinó indolentemente sobre elrespaldo en una pose un poco estudiada.-¿Puedo hacerte una pregunta quizás un poco directa?-Puedes preguntar lo que quieras, pero te advierto que a la gente nosiempre le gustan mis respuestas.-Me arriesgaré... ¿Por qué no te gusto? Todas las mujeres se vuelvenlocas por mí y a ti no te hago ningún efecto.-Quizás sea porque yo no me vuelvo loca fácilmente. No niego queeres guapo, tienes un tipo aceptable, aunque a mí particularmente megustan más altos y más anchos de espalda, y eres simpático y divertido.Siempre me río mucho contigo, tienes unas ocurrencias increíbles.-Pero no te gusto.Inma se encogió de hombros, decidida a no mentirle pero tampoco aconfesarle que le gustaba y mucho.-¿Qué es lo que te desagrada de mí?-No es que me desagrades, es tan solo que no me impresionas. No meemocionan tus gestos estudiados para agradar a las mujeres, ni tu formade hablarles como si les estuvieras haciendo un favor, ni la forma esa tantonta, aunque tú pienses que es sexy, de apartarte el flequillo de la cara.-¡Eh, eso no es estudiado! Es simplemente que me molesta en los ojos.-¡Pues córtatelo, joder!-Es que tengo la frente un poco abombada. El flequillo lo disimula.-¿Ves lo que te digo? Todo lo haces para gustar a las mujeres. Si aalguna le gustas de verdad le dará igual cómo tengas la frente. A ver -añadió alargando la mano y retirándole el flequillo hacia atrás-. Pues noestá tan mal. Te hace parecer más hombre. Pero eso sí, te quita un poco eseaire de niño travieso que tienes ahora. Bueno tú tendrás que decidir lo quequieres parecer.-Ya...Inma dejó caer el flequillo de nuevo sobre la frente y con dedosexpertos lo desparramó para volver a dejarlo como estaba. Raúl continuócon las preguntas.-Y si no te atraigo, ¿puedo preguntar qué opinas de mí como persona?La verdad.Ella se mordió el labio.-¿La verdad? ¿Seguro?-Sí, seguro.-Que eres un capullo.-Un capullo... -dijo él serio y pensativo.-Tú has preguntado.-Ya. Y yo te agradezco que hayas respondido tan sinceramente. Y si teparezco un capullo, ¿por qué estoy aquí?«Buena pregunta», pensó ella. Pero dijo:-Porque me has acompañado a casa.-¿Y por qué bailas conmigo cuando te lo pido?-Porque perteneces a mi grupo de amigos, y porque eres simpático ydivertido, ya te lo he dicho.-Además de capullo.-Sí, además. Oye, no te enfades.-No estoy enfadado. Es solo que... no me lo esperaba.-Ya. Tú te esperabas entrar aquí y liarte conmigo y que yo acabara tanloca por ti como las demás.-Tengo que confesarte que sí. Un poco.-Pues lo siento. Yo no soy como las demás.-Bueno, supongo que podemos ser amigos.-No lo creo.-¿No lo crees? ¿Por qué?-Porque tú no puedes ser amigo de una mujer. Siempre estaríaspensando en tirártela.-Ya me has dejado claro que tú no estás interesada.-Pero tú nunca acabarías de creértelo. Te parece tan increíble que unamujer no quiera liarse contigo que siempre estarías intentándolo. Además,tú no puedes ser amigo más que de Fran.-Eso no es verdad. Además, mi amistad con Fran nunca volverá a sercomo era. Ahora él tiene otras prioridades. Está loco por Susana.-¿Y tú cómo llevas eso?-Ahora bien. Le veo feliz. Pero volviendo a nosotros, ¿y si tedemuestro que sí puedo, que sí podemos ser amigos?-Entonces quizás piense que no eres tan capullo como pareces.Él se echó a reír.-Bien, entonces volveré otro día para seguir probando tus infusiones.¿Tienes de otros sabores? Porque esta...-¿No te acaba de gustar?-No del todo.-Bien, seguiremos probando. Puedo hacerte todo tipo decombinaciones para encontrar tu favorita.-De acuerdo. Ahora me marcho. Es tarde y aún me queda un buenpateo hasta mi casa como no encuentre un taxi.Inma se levantó y le acompaño a la puerta.-¿Sales mañana?-No, me temo que tengo que estudiar. Y tú deberías hacer lo mismo.-Sí, debería. Hasta el lunes.-Hasta el lunes.Raúl se inclinó y le dio un beso en la mejilla.-Que sepas que es la primera vez que beso a una tía en la cara aldespedirme.-Por algo se empieza -dijo ella riéndose y permaneciendo allímientras él se alejaba escaleras abajo.A las nueve de la mañana el móvil de Fran sonó estridente en el silenciode la habitación. Se desprendió como pudo del sueño y lo cogió.-Fran.-¿Raúl?-Oye tío... ¿Soy un capullo?Fran sacudió incrédulo la cabeza-¿Qué?-¿Que si soy un capullo?-¡Joder, macho...! ¿Qué te has fumado? Dijiste que lo dejarías...-No he fumado nada. Contéstame.-¡Pues claro que lo eres, coño! Solo a un capullo se le ocurre llamar alas nueve de la mañana, cuando me he acostado a las ocho, para preguntargilipolleces.-Perdona, no sabía que te habías acostado tan tarde. Yo... no me puedodormir.-Ya y por eso decides darle por el culo a tu amigo Fran. Pregúntale atu amiga la pelirroja con la que fuiste anoche.-No me fui con ella, sino con Inma.-¿Con Inma? ¿En serio? ¿Y cayó?-Aún no. Charlamos y me invitó a tomar una infusión.-¿Una infusión? ¿Tú? De maría, claro... por eso estás así.-¡Qué va! Menta y no sé qué más.-Mira, macho, cuéntale eso a tu madre. Llámame luego cuando se tepase el morao, ¿quieres?, ahora no estoy para coñas.

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