Capítulo 23

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Sevilla. Noviembre, 1999

El timbre de la puerta arrancó a Inma de un profundo sueño. Miró elreloj: las siete y media de la mañana. Una de sus compañeras debía dehaberse olvidado las llaves otra vez.De malhumor se levantó. Susana y Fran se habían ido hacía apenas treshoras, después de haber terminado un trabajo de grupo de Derecho Civilque tenían que entregar el lunes, antes de que su amiga se fuera aAyamonte a pasar el día con su familia.Descolgó el portero electrónico de mala gana y preguntó:-¿Quién es?-Raúl -dijo una voz apagada al otro lado-. Ya sé que no es hora,pero por favor, necesito hablar contigo.Despertándose inmediatamente, pulsó el botón y abrió la cancela. No sele ocurría qué demonios podría querer a esas horas. Según habían habladola tarde del viernes, nadie iba a salir aquel fin de semana porque todostenían exámenes y trabajos que preparar. Cuando abrió la puerta de supiso, se encontró frente a un Raúl pálido y ojeroso, vestido con la ropaque solía usar para salir de noche, arrugada y maltrecha, y el pelo revueltoy despeinado.-Raúl, ¿qué haces aquí tan temprano? ¿Qué pasa?Él rehuyó su mirada y agachando la cabeza, susurró:-Sé que no es hora, pero tengo que contarte una cosa. He cometido unaestupidez...El sueño de Inma acabó de disiparse del todo y sintió como si una garrahelada se apoderase de sus entrañas, apretándolas con fuerza.-No podía irme a casa sin hablar antes contigo -añadió él.-Bien, pasa. -Se echó a un lado y deseó con toda su alma no tener queescuchar lo que iba a decirle-. Prepararé café -dijo avanzando hacia lacocina. Pero Raúl la agarró del brazo y le impidió seguir caminando.-No, no prepares nada. Probablemente ni siquiera me darás laoportunidad de tomármelo. Me echarás antes.Inma se giró y enfrentó al fin los ojos oscuros, que la miraban llenos deculpabilidad. Raúl empezó a hablar:-Anoche salí con Carlos. No iba a hacerlo, tenía que estudiar comotodo el mundo, pero me llamó sobre las once y me dijo que estaba muydeprimido, que está pasando una mala época y que necesitaba un poco dedistracción. Me pidió que le acompañara a tomar una copa, solo unarecalcó, para animarse un poco, y acepté. Fuimos a un pub de mi barrio,de verdad que no pensaba más que en tomar una copa y volverme aestudiar. Al final, y como suele pasar acabamos tomándonos unas cuantasy diciendo gilipolleces. Cuando ya estábamos los dos bastante trompas,entró en el local Alba, la que se sienta a mi lado en DerechoConstitucional, ¿sabes a quién me refiero? Rubia y muy mona...Inma asintió con la cabeza y dijo:-Sí, sé quién es.-Iba con unas amigas. Se acercó a saludarnos y Carlos las invitó asentarse con nosotros. Desde el primer momento empezó a tirarme lostejos. A darme con la pierna por debajo de la mesa, a meterme el escotepor los ojos, a coquetear conmigo...Por un momento se calló y agachó la cabeza evitando su mirada. Inmano necesitó que continuara, sabía lo que iba a decirle, y le agradeció queno la mirase. No hubiera podido enfrentar sus ojos con indiferencia. Raúlcontinuó:-Hacía meses que no estaba con una mujer, desde las vacaciones...estaba mucho más borracho de lo que pensaba... Y me fui con ella.Inma poseía un fuerte control de sus emociones, lo que le permitióresponder con voz calmada y fría:-¿Y se puede saber por qué vienes a despertarme a mí a las siete ymedia de la mañana para contármelo?-Porque quiero ser sincero contigo.Levantó la cara hacia él, pero evitó cuidadosamente sus ojos, conscientede que si le miraba él leería en ellos el dolor y la decepción que suspalabras se empeñaban en ocultar.-Raúl, entre tú y yo no hay nada más que una incipiente amistad. Notienes que darme ninguna explicación.Él le acarició el brazo que no le había soltado y ella controló las ganasde zafarse bruscamente, porque sabía que de hacerlo delataría susemociones, y eso era lo último que iba a permitirse.-Ya sé que no hay nada, y que yo acabo de joder la posibilidad de quelo haya alguna vez, pero no puedo ocultártelo. No podría volver a mirartea la cara si lo hiciera.-Vuelvo a repetirte que...-No, no vuelvas a repetirme nada; sé lo que digo, y sé también que teestoy haciendo daño con esto, aunque tú insistas en que no te importa. Séque soy un capullo que piensa con la polla y que lo he jodido todo... Losé. Pero quiero que sepas que lo lamento profundamente, y que si pudieravolver atrás, no lo haría.-Claro que lo harías. Los capullos no cambian, y los que piensan conla polla, menos.Él no contestó.-El café sigue en pie, si te apetece -dijo haciendo un último esfuerzopor mostrarse fría e indiferente.-No, gracias, no podría tragarlo. Solo me queda decirte una cosa más,y ya me marcho.Inma trató de sonreír y preguntó:-¿Ah, pero aún hay más?-Quiero que sepas que a pesar de la gilipollez que he hecho, meimportas más de lo que me ha importado nunca una mujer. Aunque mehaya ido con la primera que se haya cruzado en mi camino. Y que aunquehaya estropeado la oportunidad de ganarme algún día ese corazón tuyo,que ocultas entre mil pliegues de frialdad, espero que no me apartes de tulado como a un perro, y me permitas al menos seguir acompañándote acasa, y me sigas invitando de vez en cuando a una infusión. Aunque no melo merezca.-Nunca le niego una infusión a un colega... Por muy capullo que sea.Raúl alargó la mano y cogiéndole la barbilla la obligó a levantar la caray mirarle, y ella, cogida por sorpresa, no fue lo bastante rápida paradesviar la vista, y sus miradas se encontraron el tiempo suficiente para queRaúl advirtiese las lágrimas contenidas a duras penas, y a fuerza devoluntad, en el fondo de las pupilas.Desarmado, decidió dejarla en paz al fin y dejó caer la mano,susurrando a la vez que se daba media vuelta para salir.-De verdad que lo siento.-Yo también -admitió ella al fin, abriéndole la puerta para que semarchara-. Nos vemos el lunes.Sin contestar, Raúl cruzó el umbral y ella cerró a sus espaldas, ypermaneció allí con la frente apoyada en la madera, temblando ypermitiéndose por fin que las lágrimas rodaran cálidas y silenciosas porsus mejillas.Raúl, sin necesidad de verla, sabía lo que estaba ocurriendo al otro ladode la puerta, y sintiéndose el mayor hijo de puta de la historia, hundió lasmanos en los bolsillos de la cazadora, y salió a la mañana que empezaba adespuntar por el horizonte, sintiéndose tan helado por dentro como la fríaescarcha que cubría los adoquines de la acera.Susana entró en clase aquel lunes y se reunió con Inma y Maika. Ambasestaban contrastando unos apuntes, apoyadas en el banco común.-Buenos días -saludó.-Hola, Susana. ¿Qué tal el fin de semana?-Bien. Preparando el trabajo hasta el sábado de madrugada, ¿verdadInma? Nos dimos una paliza, pero al final lo terminamos. Ayer estuve enAyamonte para ver a mis padres. ¿Y por aquí qué tal?-Yo he pasado el fin de semana encerrada en casa, estudiando.-Yo también -comentó Inma.Un grupo ruidoso entró en la clase y las tres amigas volvieron lacabeza. Alba, rodeada por un grupo de chicas, se sentó muy cerca de ellas.-¿De verdad te has acostado con él? -preguntó una de ellas.-De verdad.-Jo, tía, qué suerte. Con lo bueno que está.-Pero me ha costado, ¿eh? Llevo tirándole los tejos desde que empezóel curso, pero Raúl ha estado muy esquivo últimamente.Susana y Maika giraron la cabeza al unísono en dirección a Inma, quepermaneció imperturbable. Solo los labios levemente apretados, un gestoimperceptible para quienes no la conocieran bien, les hizo comprenderque había escuchado las palabras de la chica.-¿Y es tan bueno en la cama como dicen? -preguntó otra.-Es mejor aún. Fue increíble, me corrí tres veces seguidas y él seguíay seguía, incansable.-¿Y habéis quedado para el próximo fin de semana?-Dijimos que nos llamaríamos.-Vamos a tomarnos un café a la máquina -dijo Maika cogiendo a suamiga del brazo y empujándola hacia la puerta. Susana fue tras ellas.Cuando estuvieron fuera del alcance de los oídos del grupo, dijo:-Probablemente no es verdad, Inma. Solo presumía.-Es verdad -dijo esta escueta.-¿Cómo puedes estar tan segura? A lo mejor solo quería un minuto degloria ante sus amigas.-Raúl se presentó ayer en mi casa a las siete y media de la mañana paradecírmelo.-¡Joder! ¡Será cabrón...!-No quiero hablar del tema.-Claro que tienes que hablar del tema, pero no aquí ni ahora.Quedamos para comer juntas. La reunión de «chicas solas» del miércolesse traslada a hoy en sesión urgente. ¿Estás de acuerdo, Susana?-Sí, por supuesto.-No hace falta, estoy bien.-¡Y una mierda!Fran y Raúl aparecieron al final del corredor y al verlas se dirigieronhacia ellas.-Ahí viene, el cabronazo -dijo Maika apretando el vaso de plásticodel café con fuerza.-Maika... ni una palabra -cortó Inma tajante.-No, no le diré nada, pero me parece que se me va a ir la mano sindarme cuenta, y un hijo de puta va a irse a su casa hoy con una hermosamancha de café en los pantalones y la polla escaldada como una salchicha.-Ni se te ocurra. No ha hecho nada que no haya hecho siempre.-¿Y encima le defiendes?-No le defiendo, pero lo que no voy a hacer es darle a entender que meimporta. Déjame salir de esto con dignidad.Susana intervino.-Inma tiene razón, Maika. Deja que ella lo lleve a su manera.-De acuerdo, me contendré por ti. Pero le cortaría los huevos.-Yo también, pero eso no va a solucionar nada.Los dos amigos llegaron hasta la máquina del café. Fran se acercó aSusana y la agarró por la cintura. Esta se giró y le besó en la mejilla.-¿Qué tal por Ayamonte?-Muy bien, estuve en la playa un rato. ¿Y por Sevilla?-Estudiando, ya sabes.Inma, para evitar enfrentarse a la mirada de Raúl, se estaba sacando uncafé. Fran le pidió:-Dame un café a mí también, me hace falta.-¿Leche y azúcar?-Sí, por favor.Manipuló en los botones, y sin volverse, preguntó:-¿Y tú, Raúl? ¿Quieres uno?-Sí, gracias.Por un momento sus miradas se cruzaron cuando ella le entregó el vasode plástico, pero ya Inma había controlado férreamente sus emociones ynada delató el hervidero de rabia y dolor que sentía. Cualquiera que nofueran sus amigas no hubiera podido ver más que indiferencia.Maika abrió la puerta dejando en brazos de Susana las pizzas y lasbolsas con bebida. Entraron y se instalaron en la mesa de la cocina. Habíandecidido comprar unas pizzas y comer en su casa porque el sitio habitualdonde solían reunirse cerraba los lunes y no querían encontrarse connadie de la facultad ni de la pandilla mientras hablaban.-Bueno, chica, empieza a largar. Suéltalo todo.-¿Qué quieres que suelte? No hay nada que contar. Simplemente Raúlse presentó en mi casa el domingo por la mañana con aspecto contritopara decirme que se había emborrachado la noche anterior y se habíaacostado con Alba.-¿Así de sopetón?-Así de sopetón.-¿Y no le diste dos hostias?-Calla, Maika -terció Susana-, no seas burra y déjala hablar. ¿Quéhiciste?-Pues tratar de disimular que me importaba y decirle que no tenía quedarme ninguna explicación. Y le ofrecí un café.-¡Encima!-¿Qué querías que hiciera? ¿Qué me hubiera echado a llorar o lehubiera gritado? Eso habría sido muy humillante para mí. Además, yo nosoy así. Y hay que reconocer que nunca le he dado ninguna esperanza deque entre nosotros pudiera llegar a haber algo. Raúl no tiene queguardarme fidelidad. De hecho yo nunca he pensado que lo hiciera, ya losabes.-Eso sí que no me lo creo. Reconoce que desde la noche que durmióen tu sofá, sí lo pensabas.-Bueno, quizás un poco. Pero está comprobado que mi primeraimpresión era la correcta. ¡No sé cómo se me ocurrió pensar siquiera quepasara meses sin liarse con una mujer! Y mucho menos por mí. Solo haestado interpretando el papel de donjuán reformado.Susana intervino:-No, Inma. Si hubiera estado representando un papel y se hubieraestado acostando con otras, no tendría sentido que se presentara en tu casaconfesando esto.-Quizás porque esta vez sabía que iba a enterarme. Si se lía conalguien de la clase, lo más probable es que el rumor se propague. Lo queno esperaba es que fuera tan pronto. Joder, le ha faltado tiempo paracontarlo a los cuatro vientos, a la tía...-Es que todos los días no se acuesta una con alguien que te hace...Susana clavó el codo en las costillas de Lucía para hacerla callar, peroInma se dio cuenta.-Déjala, Susana. Si yo también lo he oído, que la hizo correrse tresveces seguidas. Eso demuestra que no ha perdido la práctica -dijo conamargura.-¿De verdad piensas que estaba fingiendo?-Pues claro. Por muy arrepentido que pareciera, no era más que teatro.-A lo mejor es verdad que solo fue un error provocado por unaborrachera.-¿A ti te valdría como excusa que Fran te dijera que una de las nochesque pasas en Ayamonte se emborrachó y se lio con otra?-No, tienes razón. Y sé cómo te sientes, vaya si lo sé. Antes de que él yyo empezáramos a salir juntos, Maika me contó un día que se había idocon una chica y no llegó a clase. Creí que me moría de pena... y eso queentonces él y yo no teníamos nada y yo intuía que tenía sus rollos. Perouna cosa es intuirlo y otra la certeza. Entiendo que estés hecha polvo.-No estoy hecha polvo, solo decepcionada.-Ya.-Oye, que estamos en «chicas solas». Nada de mentiras.-No miento. Bueno, quizás sí había llegado a pensar que estabacambiando un poco y me sentía halagada por esa constante atención y esosesfuerzos por agradarme. Pero ya se acabó. He abierto los ojos a tiempo.Me alegro de que esto haya pasado antes de que sea más tarde. No volveréa fiarme de él.-Lo siento.-Da igual. Soy una mujer fuerte.-¿Y qué vas a hacer ahora? ¿Evitarle?-No, le trataré como siempre. Me pidió que le dejara seguiracompañándome a casa y no veo por qué no hacerlo. Solo que ya no mefiaré de él nunca más.El timbre de la puerta sonó interrumpiendo la conversación. Lucía yMaika se miraron, y la primera se dirigió a la puerta, regresandosegundos después.-Creo que debes abrir tú. Quien está al otro lado no viene a verme amí.-¿Es Javi?- Ajá.-Nosotras nos vamos -dijo Inma.-¿Qué dices? No será nada importante. Viene dos o tres veces al díapor tonterías.Se levantó y fue abrir.Desde la cocina escucharon la breve conversación.-Hola.-Hola -respondió una voz suave y agradable-. Perdona si molesto,pero mi madre se ha quedado sin sal y me ha pedido que os pregunte si mepodéis dejar una poca.-Claro. Pasa.Poco después Maika entró en la cocina seguida de un chico alto,moreno y fuerte.-Estábamos comiendo con unas amigas. Inma y Susana. Él es Javi, unvecino.-Encantadas.-Siento haber interrumpido.-No te preocupes, no pasa nada. Íbamos a tomarnos un café -dijoLucía-. ¿Quieres unirte a nosotras?-No, qué va. Es una comida entre amigas... no quiero molestar.-No molestas -dijo Inma.-No... otro día.-Como quieras.Maika le dio un salero.-Dile a tu madre que coja la que necesite.-No es necesario, dame solo una pizca.-Llévatelo. No lo necesitamos hasta la noche.-Bien, lo traeré antes. Y gracias.-De nada.Maika lo acompañó a la puerta y regresó al momento.-Oye, es muy guapo -dijo Susana.-¿A que sí?-Sí, hija, pero de un cansino... -protestó Lucía-. Se pasa todo el díayendo y viniendo, pero no se decide a dar un paso más.-Todo llegará.El móvil de Susana sonó durante unos segundos dentro del bolso quehabía colocado en el sofá, y luego enmudeció. Se levantó para mirar elnúmero, aunque sabía muy bien quién era.-Es un toque de Fran.-¡No me digas! No nos lo podemos ni imaginar.-No os burléis... Hemos quedado para estudiar esta tarde en mi casa.Merche trabaja de tarde esta semana.-Para estudiar, ¿eh? ¿Qué? ¿Anatomía?-Pues también. No nos hemos visto este fin de semana más que paraestudiar, Inma lo sabe. Apenas nos dimos un achuchón el sábado antes deentrar en mi casa. Y ayer me fui a Ayamonte y llegué a las doce de lanoche.-Pues corre, no se te vaya a impacientar. Y otro día te tenemos quetirar de la lengua a ti, que nunca sueltas prenda.Susana se echó a reír mientras se colgaba del hombro la bolsa que Franle había traído de Escocia y se dirigía a la puerta. Era cierto, siempre sesalía por la tangente cuando le hacían peguntas sobre ella y Fran, por muydirectas que fueran.-Hasta mañana.-¡Que te aproveche el polvo!Bajó alegre las escaleras. Estaba impaciente por ver a Fran y por estarcon él. El trabajo de Derecho Civil les había impedido estar a solas desdehacía más de una semana, y eso era mucho para ellos.Él la estaba esperando dentro del coche, aparcado en doble fila, ycuando ella abrió la puerta y se acomodó a su lado, se inclinó para darleun beso ligero en los labios que a Susana le supo a gloria, y la hizosentirse impaciente por llegar a su casa.-¿Cómo está Inma?-Está bien.-Eso no es verdad. Siempre os reunís a comer los miércoles y hoy eslunes. Si habéis cambiado el día es porque algo anda mal. Y después de lode Raúl el sábado, no hay que ser un lince para adivinar que se trata deInma.-Fran, ya sabes que de lo que hablamos en nuestras comidas no vas asacarme nada. Aunque Raúl esté por medio.-No pretendo sacarte nada, solo me intereso por ella. Debe de estarpasándolo muy mal. Yo sé cómo me sentía cuando pensaba que te gustabaRaúl.Susana le miró ladeando la cabeza con una sonrisa picarona y dijo:-Te sentirías fatal, pero te llevabas todo el día hablándome de él ytratando de que nos viéramos a solas. A mí me irritaba mucho, sentía quesiempre estaba entre nosotros.-Solo al principio. Y volviendo a lo de Inma...Susana emitió una breve risa. Con Fran no le funcionaba eso de desviarla atención. Él era como un perro que no suelta una presa una vez que laha agarrado. Pero también ella era terca.-No voy a decirte nada.-Ya lo sé. Yo solo quería decirte que él también está hecho polvo.-¿En serio? No me lo creo.-Pues créetelo. Ayer, después de salir de casa de Inma me llamó, y le vitan mal que me fui a desayunar con él. Está colado, ¿sabes? Mucho más delo que él mismo imaginaba, y no se ha dado cuenta hasta ahora. El pensarque ella no le perdone le tiene desesperado.-Eso debía haberlo pensado antes, ¿no te parece?-Sí, por supuesto, pero los tíos somos así. No podemos estar muchotiempo sin una mujer.-¿Tú también? ¿Tú también te vas a la cama con otra cuando estamosseparados mucho tiempo? Durante el verano estuvimos lejos dos mesesenteros.-Claro que no, pero tú y yo estamos saliendo juntos. Y yo te soy fielporque hay algo entre nosotros y porque no me apetece estar con ningunaotra que no seas tú -dijo acariciándole ligeramente la pierna.-¿De verdad?-De verdad.-¿Aunque estés como una moto? ¿Aunque te emborraches?-Aunque esté como una cuba.-Pero Raúl no es como tú.-Claro que lo es, solo tiene que enamorarse lo suficiente. Y llevacamino, te lo aseguro.-Inma piensa que todo es teatro.-No lo es.-Pues lo ha jodido, porque ella no se lo va a creer después de esto.-Lo sabe, y por eso está tan mal.-¡Joder! ¿Por qué tienen que ser tan capullos algunos tíos, que encuanto se toman dos copas solo piensan en meterla donde sea?-A mí no me incluyas. Yo con copas o sin ellas, solo pienso en estarcontigo. Y hablando de eso, Merche no está, ¿verdad?-No, entra de tarde -dijo sonriendo-Y no vamos a estudiar todo el tiempo...-Deberíamos -dijo para picarle.Sin decir palabra Fran deslizó la mano que tenía en la rodilla por elmuslo y aprovechó un semáforo en rojo para avanzar un poco más eintroducirla entre los muslos, frotando con suavidad. Susana ahogó ungemido y se estremeció un instante.-Eres malo...-Solo estoy tratando de quitarte las ganas de estudiar.-No tenía intención de hacerlo, al menos de momento. Quizás mástarde.-Eso está mejor -dijo él volviendo a colocar la mano en el volante yarrancando al cambiar el semáfor

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