Capítulo 10

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El catedrático terminó la clase un poco antes de la hora habitual. Comose trataba de la última de la mañana, todos empezaron a recoger, pero elhombre se apresuró a decir:-No se marchen aún, por favor. Voy a encargarles un trabajo.Se oyó resoplar y ahogadas exclamaciones de fastidio. La verdad eraque ya andaban bastante apretados de trabajo como para tener que hacerfrente a algo más. Aun así, permanecieron en el aula esperando lasentencia, probablemente de muerte, del profesor.-No se preocupen, no es nada muy complicado y no tiene que ver conel temario. En general, los abogados creen que con saber la ley y aplicarlaes suficiente, pero sobre todo en los juicios con jurado que se estánimponiendo en nuestro país, a veces es necesario utilizar la persuasión yel sentimentalismo. Hoy día es difícil encontrar letrados que expresensentimientos, el Derecho tiende a hacerse cada vez más frío, y por esoquiero proponer un ejercicio un poco especial. Deseo que hagan untrabajo en el que expresen sentimientos, y por supuesto que resulteconmovedor, o al menos convincente. El tema, el argumento me da igual,así como que sea verdad o ficción. Pueden escribir una historia, una carta,una confesión, expresar amor, odio, arrepentimiento... lo que quieran.Pero tiene que resultar convincente, tiene que llegar a los demás.-¿Es obligatorio? -preguntó alguien.-No, no lo es. Pero si no lo entregan, restaré dos puntos del examendel cuatrimestre de esa persona. No tienen que firmarlo, basta con unseudónimo o una clave identificativa. Deberán entregármelo en sobrecerrado y yo anotaré el nombre de quien lo presenta, y no influiránegativamente en la nota. Los que no pasen mi criterio, contarán solo conla nota del examen, no les bajaré la puntuación, pero los que lo haganbien, contarán con dos puntos adicionales.-Y si están firmados con seudónimo, ¿cómo sabrá a quién poner lanota?-Yo diré los seudónimos en clase y pediré a esas personas que sepongan en contacto conmigo en privado. El anonimato está garantizado,pero si aun así no quieren dar su nombre y renuncian a esos dos puntosextra, al menos no serán penalizados.-¿Y cuándo deberemos entregarlo?-Mañana. Y debe tener al menos una carilla, escrita a doble espacio, oa mano. El máximo lo deciden ustedes.El profesor salió de la clase y un murmullo se extendió por el aula.-Yo no pienso hacer esa mariconada -dijo Raúl.-Pues yo no me puedo permitir el lujo de no hacerlo -exclamó Fran-. No llevo la asignatura como para perder dos puntos. Probablemente loque yo escriba no conseguirá conmover a nadie, pero al menos no merebajarán la nota.-A mí me da igual, la llevo tan mal que ni de coña la voy a aprobar.Oyendo la conversación de Fran y Raúl a su espalda, Susana se dijo queella iba a ir por esos dos puntos aunque tuviera que volver a matar aChanquete. La asignatura le estaba resultando muy difícil y no iba adesaprovechar la oportunidad de subir la nota del examen.Aquella tarde se esforzó con diversos temas, pero cuando se los daba aleer a Merche, ninguno consiguió conmoverla, a pesar de que su hermanaera muy sentimental.-No, Susana... -le decía invariablemente-. Lo siento, pero no.Y ella volvía a intentarlo una y otra vez con idéntico resultado.Desesperada, llegó a la noche y los temas se le agotaron.-Dime algo sobre qué escribir, por favor... Se me ha agotado elrepertorio.-Me temo que si quieres conmover a alguien tendrás que escribirsobre ti misma, sobre algo que te llegue muy hondo.-¿Cómo qué? ¿Lo mal que lo he pasado de niña? Me niego a recordareso ahora...-¿Por qué no le escribes una carta a Fran?-¡Ni de coña! ¿Y si al profesor se le ocurre decirle algo? Aunque lafirme con un seudónimo, él podría adivinarlo.-Bueno, pues entonces escribe una carta a un desconocido... solo túsabrás que es él. Ni siquiera pongas que eres una mujer... una carta dedesconocido a desconocido. Verás como así te sale muy conmovedora.-No sé...-No tienes nada que perder. Si no te convence, siempre puede ir a lapapelera con el resto de las cosas que has escrito esta tarde... o al cajón detu mesilla de noche.-Supongo que puedo intentarlo. Vamos a cenar primero y luego mepondré manos a la obra... pero me temo que esa no la leerás.-No hace falta, estoy segura de que conmoverá a las piedras.-¿Tan desesperada me ves?-No, solo enamorada. Y cuando el amor se tiene que guardar ensecreto y oculto, está deseando encontrar un resquicio para expresarse. Yuna carta es un buen método, sobre todo si se está segura de que lapersona a quien va dirigida no la va a leer.Aquella noche, Susana esperó a que Merche se acostara y se sentó en elsalón a escribir su carta. Durante la cena había estado dándole forma, ypárrafos enteros se formaron en su mente sin que tuviera que esforzarselo más mínimo. Por eso, cuando cogió el bolígrafo, este se deslizóprácticamente solo sobre el papel. A una frase seguía otra, y otra, palabrasque jamás había soñado que pudiera decirle, cosas que ni siquiera se habíadado cuenta de que sentía. Deseos que no se había permitido admitir. Y lacarta, que había pensado hacer hablando de él, se convirtió sin que se dieracuenta en una declaración de amor. Y cuando la firmó, dándola porterminada, sintió una emoción honda dentro de ella, como si en realidad lehubiera dicho todo lo que sentía.La leyó cuidadosamente y quedó satisfecha. Cuando el profesor laleyera no sabría quién la había escrito, y aunque tuviera que decirle sunombre para la nota, no sabría nunca a quién estaba dedicada. Ni siquieraque era una carta para otro alumno. Una carta que le salió mucho másdesesperada y emotiva de lo que había pretendido.«Carta a un amor imposible», la había titulado. Sonaba muy cursi, perotenía que reconocer que era eso y no otra cosa.«Hola amor:Lo primero que quiero decirte es que esta carta no llegará a tus manosporque tú nunca deberás saber lo que siento. Si lo supieras, todo habríaacabado para mí, ya que nunca tendría el valor suficiente para dirigirtesiquiera una palabra, y eso es algo en lo que no quiero ni pensar.Yo necesito estar cerca de ti, necesito verte cada día, y hablarte cuandolas circunstancias lo permitan. De cosas intrascendentes, del tiempo, o decualquier otra chorrada, pero hablarte. Me basta con eso, aunque solosean unas cuantas palabras. Para mí es como una declaración de amor,porque yo te estoy diciendo que te quiero en cada frase, en cada gesto quehago y en cada mirada que te dedico, aunque tú no lo veas. Porque tú nome ves, no me ves aunque me mires, y lo haces muy a menudo, pero no veslo que soy ni lo que siento, y yo tengo mucho cuidado en ocultártelo.Sé que no te gustaría saber que te quiero, por eso me limito a ponerloaquí, sobre un papel que ni siquiera leerás, pero yo necesito decirlo,necesito gritarlo, aunque sea solo por una vez, aunque sea sobre un papelque se va a llevar el viento sin que llegue a tus manos... y que aunquellegase tú nunca sabrías que es para ti.Porque no imaginas que esa persona que pasa por tu lado, que se sientajunto a ti a veces, solo vive para amarte; que esa persona que te saludacon una sonrisa al cruzarse contigo se desgarra por dentro si te ve conotra persona.Pero aunque sé que nunca serás para mí, no puedo dejar de amarte ensilencio y de lejos, aunque estés cerca, ocultando todo lo que mi amorquerría gritarte, conteniendo todo lo que mi cuerpo querría darte.Y el único consuelo que me queda es esta carta que escribo precisamenteporque sé que nunca la leerás, y que aunque llegaras a leerla, mi amor,nunca sabrías que es para ti.»Y firmaba como «Picapleitos».Al día siguiente, en sobre cerrado, la entregó al profesor, al igual que lamayoría de los alumnos, Fran incluido. Al salir de la clase, este lepreguntó:-¿Has entregado un buen trabajo?-Me temo que no -mintió-. No creo que consiga los dos puntos, noestaba muy inspirada anoche. Pero al menos no me quitarán nota. ¿Y tú?-Tampoco he conseguido gran cosa. He escrito una carta al hermanoque me hubiera gustado tener, pero no resulta muy emotiva que digamos.-¿Te hubiera gustado tener hermanos?-Sí, esto de ser hijo único es terrible.-No te quejes, todos los juguetes para ti, y los mimos y las atenciones...-No creas que he tenido mucho de eso. Juguetes sí, y dinero, pero yohubiera querido alguien con quien compartirlos.-La verdad es que yo no sé qué hubiera hecho sin Merche. No meimagino la vida sin ella.Se separaron tomando cada uno el camino de su casa.Tres días más tarde, el profesor anunció nada más entrar en el aula:-Señores, he leído y corregido los ejercicios que me entregaron elotro día y debo confesar que me han decepcionado bastante. La mayoríano logra emocionar a nadie, aunque hay tres muy buenos. No pensabaleerlos en clase, pero voy a hacerlo para que el resto sepa cómo se puedeemocionar a un jurado, o a un público cualquiera sin que necesariamenteesté relacionado con un tema. No voy a decir nombres ni seudónimos,pero ruego a las personas que los hayan escrito, se pongan en contactoconmigo esta tarde en mi despacho para el tema de la nota.Susana se encogió en el asiento, rogando mentalmente para que el suyono fuera uno de los elegidos, aunque perdiera los dos puntos. De habersabido que iba a leerlos en público, jamás lo habría escrito.Con alivio comprobó que tanto el primero como el segundo le erandesconocidos, pero sin embargo, cuando escuchó la primera línea deltercero y reconoció sus palabras se sintió enrojecer. Por suerte, Franestaba a sus espaldas y no podía verle la cara. Clavó la vista en el folio enblanco que tenía delante y trató de que nadie se percatase de su rubor.Escuchó cómo sus propias palabras y su alma desnuda quedabanexpuestas en público y se estremeció de pánico ante la idea de que Franadivinase. No se atrevió a mirarle para averiguar qué le parecía porquesabía que se daría cuenta de todo si le miraba.Al fin el suplicio terminó, y Susana creía haber podido controlarse y sucara presentaba un aspecto normal.-Bien, señores... Espero que se hayan sentido conmovidos. Y que sepana qué me refiero cuando pido un trabajo emotivo. A los afortunados losespero en mi despacho de cinco a seis. Si no aparecen, entenderé querenuncian a la nota en alas de la privacidad. Sea como sea, misfelicitaciones.La clase continuó, y a la salida, Fran la llamó. Estaba con todo el grupoy Susana hubiera querido escaparse, pero comprendió que resultaría muyevidente que se marchara e ignorase una llamada directa.-¿No ha habido suerte? -le preguntó.-Me temo que no, ya te dije que no me había salido muy bien... Y tútampoco, ¿eh?-No.-Al menos no nos rebajarán la nota.-Los trabajos seleccionados están muy bien; mi carta no se podíacomparar con ellos en absoluto.-¡Bah! Menuda cursilada... -dijo Raúl.-A mí no me ha parecido una cursilada -protestó Inma-. La últimacarta al menos me ha gustado mucho.-Un tema muy manido ese del amor imposible y en la sombra.Escribir algo así es jugar sobre seguro. Quien lo haya escrito se lo hadebido pasar en grande quedándose con el personal. Seguro que se lo hainventado todo. A la niña que estaba sentada a mi lado hasta se le hansaltado las lágrimas.-A lo mejor era suya la carta -dijo Susana.-O a lo mejor pensaba que se la habían escrito a ella -dijo Carlos.-¡Joder! Si a mí me escribieran una carta así me estaría partiendo elculo de risa durante un mes.-A nadie se le ocurriría escribirte una carta de amor a ti, Raúl -dijoInma mordaz-. A ti lo único que pueden escribirte es una cita de cinco aseis para follar. Es el único sentimiento que inspiras.-Y me sobra con él.-Bueno, yo tengo que irme -dijo Fran-. ¿Quedamos para dar claseesta tarde?-No, hoy no puedo. He quedado en salir con Merche a comprarnosalgo de ropa. Si no te importa lo dejamos para mañana -dijo Susana. Sitenía que ir al despacho del profesor a reclamar la nota no quería que Frananduviera por la facultad y la viese.-Bien, mañana entonces. ¿Vas para casa?-Sí.-Te acompaño un poco, he dejado el coche cerca de la parada.Echaron a andar uno junto al otro y cuando estuvieron fuera de losoídos de los demás, Fran le preguntó:-¿Y a ti qué te ha parecido la carta? No has hecho ningún comentario.¿También piensas como Raúl que es una trola?-No sé... es posible.-Yo creo que no, que estaba escrita con el corazón. No sé por qué,pero ha conseguido emocionarme.Susana se detuvo en la calle y le miró.-¿En serio? Era muy bonita, desde luego -añadió tratando de quitarénfasis a sus palabras.-Era algo más que bonita. Creo que el tío al que han escrito esa cartaes muy afortunado.-¿Cómo sabes que se la han escrito a un hombre? Yo no he captadonada en el texto que dé a entender si era a un hombre o a una mujer.-Una carta así solo la puede escribir una mujer.-¿Cómo puedes estar tan seguro? -volvió a peguntar repasandomentalmente la carta por si se le había escapado algo que le indujera atener esa seguridad.-Porque solo las mujeres son capaces de amar así, en la sombra, sindecir nada, sin esperar nada... y sin cabrearse.Susana sonrió.-¿Sin cabrearse? No te comprendo.-Cuando un tío se enamora o le gusta una chavala no se resignaaunque ella no le corresponda. Lucha, se le insinúa con más o menoshabilidad, y si realmente ve que es imposible y ella nunca va a quererle, secabrea.-¿Se cabrea?-Sí. Aunque no quiera, aunque se diga que ella no tiene la culpa de noamarle, aunque no quiera cabrearse... lo hace. No puede evitarlo. Ytampoco se resigna. Sigue ahí, esperando e intentándolo.-A lo mejor esta chica, supongamos que lo es, también está ahíesperando e intentándolo.-No sé, me ha parecido bastante resignada.Susana trató desesperadamente de desviar la conversación que se estabahaciendo demasiado peligrosa. Pero si cambiaba bruscamente de tema élpodía darse cuenta de su maniobra. Decidió enfocarlo de otra forma másgeneralizada.-Entonces, ¿tú no piensas como Raúl que es una cursilada?-Por supuesto que no. ¿Lo piensas tú? ¿A ti no te gustaría que teescribieran algo así?-A mí no me ha escrito un chico ni siquiera una carta de felicitaciónpor mi cumpleaños, ¿cómo voy a esperar que me escriban algo así?-No he dicho que lo esperes, sino si te gustaría.-Supongo que sí.-¿Supones que sí? Vamos, Susana, que eres una chica dulce y sensible.Te derretirías.«Claro que me derretiría», admitió ella mentalmente, «pero no lo voy areconocer delante de ti».-Si una mujer me escribiera algo así a mí, me la comería a besos.-¡Qué exagerado! -trató de bromear, pero la voz le salió un pocorara.-No, lo digo en serio.-Eso sería si la chica te gustase también a ti, pero si no fuera ese elcaso, lo más probable es que te sintieras muy incómodo.-¿Tú crees?-Estoy segura.Susana no había podido evitar que su cara fuera tiñéndose de nuevo derojo a medida que la conversación volvía una y otra vez a rondar lopersonal. Deseaba dejar de una vez aquel tema, pero Fran seguíaempecinado en él.-¿De quién crees que es la carta?-No sé, hay muchas chicas en la clase.-Sí, pero no todas son tan sensibles. Estoy seguro de que no la hanescrito ni Inma ni Maika. Tal vez la chica que ha llorado al lado de Raúl oLucía podrían ser, pero creo que esta tiene novio en su pueblo, no encajaen lo del amor imposible.Fran se calló de golpe y Susana le miró. Se había parado en la calle yclavaba en ella sus ojos pardos con fijeza.-¡Joder! -exclamó.Ante su mirada penetrante, Susana enrojeció más. Sentía el calor no yasolo en la cara, sino extendiéndose por el cuello y los hombros.-Es tuya, ¿verdad?-No, claro que no -trató de negar.-Sí, claro que sí. Es tuya para Raúl.Susana estuvo a punto de decir: «No, no es mía para Raúl... es para ti.Cómeme a besos», pero desvió la vista y dijo:-Por favor, no se lo digas.-Lamento que hayas escuchado lo de la cursilada... y todo lo demás.-No importa.-Por eso me ha impactado tanto y encontraba en ella algo familiar,cercano... Porque te conozco.-Por favor, dejemos ya el tema. No quiero seguir hablando de eso.Fran se volvió hacia ella y le colocó las manos sobre los hombrosapretándoselos con firmeza.-No te avergüences. Es muy hermoso lo que sientes, aunque él no tecorresponda.-Ya...-¡Joder, qué capullo es!-Olvídalo, no sigas hablando de eso. Si hubiera sabido que lo iba aleer en público jamás lo habría escrito.-¿Puedo pedirte una cosa?-Sí, claro.-Si algún día decides escribirle una carta a tu mejor amigo, megustaría que me la dedicaras a mí. Y que me la enviaras.-Si alguna vez la escribo, te prometo que será para ti.Fran la soltó con un suspiro y ambos continuaron caminando ensilencio en dirección al coche, aparcado unos metros más adelante. Sedetuvieron ante él.-Hasta mañana.-Adiós.Susana continuó camino de la parada y Fran se quedó allí unos minutosmientras la veía alejarse. Y no pudo evitar susurrar muy bajito:-¿Por qué tienes que seguir enamorada de él? Si no sabe apreciarte...Había pensado que le estabas olvidando, pero... ¡Joder, si me hubierasescrito esa carta a mí...!Entró en el coche y pisó el acelerador a fondo.

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