Capítulo 31

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Sevilla. Mayo, 2000

Cuando Inma llegó a la clase el lunes siguiente, paró cualquier intentode broma con un seco: «Ni mencionar el sábado. Todavía me duele lacabeza, así que más os vale no recordármelo», y todos, sus amigasincluidas, respetaron la advertencia.El fin de semana siguiente, el domingo iba a ser el cumpleaños deSusana y ella iba a marcharse a Ayamonte, pero el viernes la pandilla alcompleto iba a celebrarle una fiesta sorpresa en casa de Maika y Lucía.Por la tarde Fran la había llevado a los baños árabes, situados en elbarrio de Santa Cruz y después habían cenado en el San Marco que habíacerca, quedando en que se reunirían como siempre en La Alameda paracelebrar su botellón.Fran le había dicho que antes tenían que recoger a Lucía en su casa, queella no podía ir temprano. De modo que a las once y media llamaron encasa de su amiga. En el cuello, Susana lucía el colgante que Fran le habíaregalado, una S de oro blanco colgando de un cordón del mismo material.Cuando Lucía les abrió la puerta, Susana le preguntó:-¿Hemos venido muy tarde? En el restaurante han tardado mucho enservirnos.-No, no te preocupes, es una hora estupenda. Pasad un momento.-No tardes.Fran y Susana entraron en el salón a oscuras y nada más hacerlo él laagarró por la cintura desde atrás y empezó a besarla en el cuello.-Estate quieto. ¿No te puedes esperar a luego?-No.Ella alargó la mano para encender la luz, pero Fran le agarró el brazopara evitarlo.-Nos va a pillar... y luego seremos el cachondeo de la gente durantetoda la noche.Pero Fran no le hizo caso y le giró la cara para darle un beso.Absorta como estaba no se dio cuenta del débil resplandor que avanzabadesde la cocina hasta que escuchó cantar el Cumpleaños Feliz justo a sulado. Se separó brusca y vio a Maika con una tarta con veintidós velasencendidas en las manos, y a todo el resto de la pandilla alrededor.Cuando encendieron las luces, miró a Fran.-¿Tú sabías esto?-Pues claro -dijo Maika-. Y lo de la nata en la tarta ha sido cosasuya, que dice que el año pasado se quedó con las ganas de quitarte la natade la boca, ya te imaginas cómo.-Venga, sopla las velas de una vez, que se están derritiendo.Susana sopló las velas con fuerza y esta vez las apagó todas de golpe.-¿Has pensado un deseo?-Sí, pero no voy a decirlo. Que cuando no lo digo se me cumple.Estaban cortando la tarta cuando llamaron a la puerta.-Será Carlos, que dijo que llegaría más tarde porque tenía que recogerde la estación a un primo suyo que viene a pasar unos días.Maika salió a abrir y Carlos entró acompañado de un chico alto, rubio ycon barba.-Este es mi primo Mateo -dijo entrando, y enseguida se dirigió al bardejando al chico para que se las apañara como pudiera. Todos sepresentaron y Fran le dio una copa y luego se reunió con Susana.Inma había estado preparando la fiesta con Maika y Lucía y en ningúnmomento ella y Raúl se habían encontrado solos. Había visto la mirada deél persiguiéndola durante toda la noche, pero ella le estaba evitando,sintiendo que aún le escocía el rechazo del sábado anterior. Cuando reparóen Mateo solo en medio del salón, vio una oportunidad de seguirescapando de Raúl.-¿Qué pasa? ¿Tu primo te ha abandonado a tu suerte? -le preguntóacercándose.-Ya ves. Ha dicho que iba a saludar a la chica del cumpleaños. Porqueesto es un cumpleaños, ¿no?-Sí, en efecto.-Pues se ha largado y no ha vuelto.-Ven y te daré un poco de tarta, ¿te apetece?-¿Eres la dueña de la casa? ¿O la chica el cumpleaños?-Ninguna de las dos cosas, pero como si lo fuera. La tarta la he hechoyo.Entraron en la cocina en cuya mesa estaban colocadas las bebidas ytambién la tarta y algunas cosas para picar.-Sírvete lo que quieras.-Solo un poco de tarta. Alguien me ha dado una copa.Permanecieron en la cocina un rato mientras que Mateo tomaba suración de tarta y luego salieron al salón. Nada más aparecer, Inma sintióque Raúl les miraba con el ceño fruncido y una evidente expresión deenfado y sintió un cierto regustillo. Bien, eso le serviría para sacarse laespinita del sábado anterior. Y decidió no separarse de Mateo en toda lanoche. Que aquel gilipollas se enterara de una vez que ni era de suexclusiva propiedad ni le necesitaba para nada.Se volvió hacia su acompañante y le sonrió, sentándose juntos en unrincón del sofá a charlar.Durante mucho rato aguantó estoicamente la vida del chico, su infancia,su adolescencia, sus estudios y sus aficiones, con una sonrisa fingida y uninterés que no sentía. Por el rabillo del ojo veía a Raúl, apoyado en lapared, charlando con Javi, con un vaso que no bebía en la mano y sinquitarles la mirada de encima a ella y a Mateo. Cuando alguien, ya bastantetarde puso música, este le preguntó:-¿Bailas?-Sí, ¿por qué no?Se sumaron a los que habían empezado a bailar, y perdió a Raúl devista.Desde el rincón donde hablaba con Javi, Raúl seguía observando a Inmabailar con Mateo. Apenas podía prestarle atención al chico, y esperaba queél no se diera cuenta de que hablaba prácticamente para la pared. Desde elsábado anterior y durante toda la semana, Inma y él apenas se habían vistoy en ningún momento a solas. Parecía como si ella le evitase, y ese era elsíntoma más evidente de que lo que había ocurrido la noche del sábadohabía sido motivado por el alcohol y no porque ella hubiera cambiado deopinión. Aun así, había esperado impaciente a salir aquella noche con laesperanza de poder hablar con ella y preguntarle sobre el tema, aunque nofuera algo muy caballeroso por su parte. Pero Inma no le había dado lamenor oportunidad. Se había pegado como una lapa al primo de Carlos yno se separaba de su lado, probablemente para evitarle a él.Poco a poco notaba cómo una negra depresión se apoderaba de él y lafiesta se le estaba haciendo insoportable. Inma estaba bailando con aqueltío al que acababa de conocer mucho más de lo que había bailado con élen el año y medio que hacía que se conocían.Mientras escuchaba distraído a Javi, no pudo dejar de pensar que teníaque aceptar de una vez que lo de Inma nunca iba a funcionar, que noimportaba lo que hiciera para lograrlo. Y a pesar de que sabía que ellasentía algo por él, nunca iba a querer que hubiera alguna relación entreellos más allá de la amistad. Era terca como una mula y había hecho deaquello una cuestión de orgullo. No importaba que se estuviera muriendopor dentro, ni que necesitara desesperadamente alguien a su lado. Jamás lepermitiría que fuera él, y no era solo porque se hubiera acostado conAlba, aunque eso había contribuido a aumentar su desconfianza.Aquella noche más que nunca tenía la certeza de que Inma jamás iba aser suya. Por mucho que ella dejara a veces aflorar sus sentimientos haciaél, siempre se volvía atrás después, y cada vez que eso sucedía, Raúl lasentía más lejos y más inaccesible.Esos negros pensamientos se iban apoderando de su ánimo cada vezmás. De pronto, sintió unas ganas terribles de emborracharse hasta caerredondo sin importarle lo que pudiera hacer después. Sin importarle nada.Y dejar que Fran le llevase a casa hecho un pingajo, como había sucedidoalguna que otra vez en el pasado. Algo que no ocurría desde que se habíapropuesto conquistar a Inma. ¡Dios, qué lejos quedaba aquello! Elconquistado había sido él, y de qué forma...Pero aquella noche lo necesitaba. Necesitaba algo más que un par decubatas. Le haría caso y volvería al Raúl de antes. Y se olvidaría de Inmade una vez, por mucho que le costara. Dejaría la pandilla, seguro que no leiba a faltar gente con quien salir. Dejaría de verla y de morirse de celoscada vez que la viera hablar o bailar con otro tío... como le estabapasando esa noche. Dejaría de verla como algo suyo, cosa que por otraparte nunca había sido.Miró a Javi y le susurró, intentando librarse de él de una forma que noresultara demasiado evidente:-Creo que deberías sacar a bailar a Maika.-¿Tú crees que le gustaría?-Pues claro que le gustaría, chico... Está deseando que lo hagas. Yalgo más que bailar, diría yo.Javi suspiró hondo dándose valor.-Lo sé, pero es que soy muy tímido... No sé cómo decirle que megusta mucho.-No hace falta que se lo digas, basta con que se lo demuestres. Sácala abailar y dale un beso. Ese es un lenguaje que entienden todas las mujeres.Si no te acepta, te dará una hostia, pero si te devuelve el beso, ya no haynada más que decir. O no conozco a Maika o ella lo dirá todo.-Bien, vamos allá. A ver si me atrevo.Le vio acercarse a ella y pocos minutos después se unían a los quebailaban. Él se encaminó a la cocina, donde estaba situado el almacén delas bebidas, y cogió una botella de JB sin abrir.Sabía que había sido Maika quien se había encargado de comprar lasbebidas, de modo que cogió un billete de veinte euros y lo colocó dentrode uno de los muebles de la cocina. Abrió la botella y salió con ella,deslizándose despacio y medio a escondidas, hacia la terraza. Esta estaba aoscuras, iluminada apenas por las luces de la calle. Solo distinguió unasilla medio rota, a la que le faltaba una pata, y se sentó en el suelo, oculto alas miradas de quien pudiera apartar la cortina blanca y mirar hacia allí. Yempezó a beber directamente de la botella, a pequeños sorbos, como si deagua se tratara.Apenas habían pasado diez minutos cuando la puerta de la terraza seabrió y Susana se acercó y se sentó en el suelo a su lado.-¿Qué se supone que estás haciendo? -le preguntó.-Tomarme una copa tranquilo. ¿Y tú? ¿También quieres tomarte undescanso de mi querido amigo?-No, te he visto salir y le he dicho a Fran que quería hablar contigo -y añadió señalando la botella-. Y eso es algo más que una copa.-Le he dejado a Maika veinte euros a cambio. No voy a quitarle nada anadie.-No se trata de eso. Va a sentarte mal.-Me importa un carajo.-De modo que estás decidido a ser tú el que monte el número estanoche.-No pienso montar ningún número. Me beberé la botella y me quedaréaquí, en este rincón de la terraza donde nadie sabe que estoy, a dormir lamona. Y cuando todos se hayan marchado me largaré a mi casa... ydesapareceré.Susana le miró alarmada. La fría determinación de Raúl, sus palabrasamargas, la estaban asustando.-¿Qué quieres decir con que desaparecerás?-Que no volveré a salir con vosotros.-¿Y eso por qué?-Ya sabes por qué.-Estás borracho, Raúl. No sabes lo que dices.-No estoy borracho... aún no.-Dame la botella, por favor.-No. Es mía... la he pagado.-No se trata de eso. Cuando se bebe tanto se pierde el control de lo quese hace.-¡No me digas! Soy todo un experto en eso. Lo he sufrido de todas lasformas imaginables. Hasta la princesita de hielo pierde los papeles cuandose toma dos copas de más.-Te refieres a Inma el sábado pasado, ¿no?-De modo que lo ha contado. Bueno, es un consuelo saber que no estan perfecta como parece. Os habréis reído de lo lindo cuando os dijo quela respeté a pesar de que se lanzó a mi cuello, porque no quiseaprovecharme de su estado de embriaguez...-No lo ha contado. Yo lo sabía porque fui yo quien le aconsejó que setomara un par de copas para perder las inhibiciones.Raúl soltó una carcajada.-¿Tú? ¿Tú le aconsejaste a Inma que se emborrachara?-Que se emborrachara no, solo que se tomara un par de copas... peroella no bebe casi nunca y se le subió a la cabeza más de la cuenta. Ytampoco estaba tan borracha que no supiera lo que hacía.-¿Que no? Joder, se me echó encima nada más entrar en su casa y mepidió que me quedara a dormir con ella. -Le dio otro trago a la botella-. Ojalá lo hubiera hecho, porque no se me va a presentar otraoportunidad. Me largaré de la puta pandilla sin habérmela follado.-No sientes lo que dices. Si se volviera a repetir, volverías a hacer lomismo.-Probablemente. Soy tan gilipollas como para eso.-Raúl, ¿no se te ha ocurrido pensar que Inma no te besó y te pidió quete quedaras porque estuviera borracha, sino que fue al revés? ¿Que seemborrachó para tener el valor de hacerlo?-¿No es lo mismo?-No, no lo es.-Y si tienes razón, si quería de verdad que me quedara ¿por quécuando la llamé al día siguiente estaba tan borde conmigo? Le dije por quéme había ido, pero pasó de mí. Me pidió que la dejara en paz. ¿Y estanoche? ¿También esta noche quiere estar conmigo? No se separa del tipoese, ni siquiera me ha mirado. No, Susana, gracias por intentarlo, perodéjame con mi botella. Es la única compañía que necesito esta noche.Vuelve ahí dentro, no desperdicies tu fiesta de cumpleaños conmigo.Además, tu novio tiene los puños muy ligeros, no quiero acabar la nochecon varios dientes menos, además de borracho.-Está bien, como quieras.Susana se levantó y salió de la terraza.Inma bailaba con Mateo cuando vio a Susana que se acercaba haciaellos.-Perdonad, pero tengo que hablar contigo un momento, Inma.Esta se separó sorprendida. Susana era demasiado prudente parainterrumpir un baile así como así.-¿Qué pasa?-Raúl está en la terraza. Se ha atrincherado allí con una botella de JB, yse la está bebiendo a palo seco.Inma permaneció en silencio por un momento, y luego preguntó:-¿Y qué quieres que haga yo?-Que salgas y se lo impidas.-Raúl es muy mayor ya, Susana. Si se ha empeñado en beberse unabotella de whisky nadie se lo va a impedir, y yo menos aún.-Estás equivocada. Solo tú puedes lograrlo. Yo he salido a hablar conél y le he visto bastante deprimido y amargado. Dice que se va aemborrachar porque tú pasas de él.-¡Joder! ¿Que yo paso de él? ¿Quién coño está pasando de quién?Hace un mes que casi no me da ni los buenos días, y el sábado pasado cogíuna cogorza de muerte que me ha tenido tres días con dolor de cabeza, yme lancé a su cuello y le besé. Y hasta le pedí abiertamente que pasara lanoche conmigo... y se largó. ¡Y ahora me viene con estas! Pues bien, quemonte él el número esta semana, si quiere. El domingo pasado, después dellorar mucho, me prometí a mí misma que Raúl se acabó.Susana le puso una mano sobre el brazo.-Inma... Estáis haciendo bastante el tonto los dos. Tú te emborrachaspara tener el valor de decirle que te mueres por él, él se emborrachaporque cree que tú no le quieres. ¿Por qué no dejáis la botella de lado deuna vez y os habláis claramente? Y ahora no estamos hablando de un parde copas... Si se toma esa botella casi sin comer se va a poner malo deverdad. Anda, no seas tonta, deja de lado el maldito orgullo y sal ahí yacaba con esto de una vez.Inma se encogió de hombros y dijo.-Está bien, veré si puedo conseguir que deje de beber.Se dirigió hacia la terraza. Apartó la cortina blanca que estaba corrida ysalió a la oscuridad. Tuvo que acostumbrar un poco la vista para verlesentado en el suelo y acurrucado en un rincón, con la botella en la mano.-Raúl.-¡Vaya...! La reina de las nieves se ha dignado abandonar la fiesta ysalir a reunirse con un simple mortal.Ella le fulminó con la mirada, pero no hizo ninguna réplica a suspalabras.-¿Qué se te ha perdido aquí?Ella se sentó a su lado, acomodando la minifalda, y le agarró la botella.-Me apetece un trago.Raúl no se la dejó arrebatar, y dijo:-No te lo aconsejo. Luego te duele la cabeza y te pones más borde aúnde lo habitual.-También te dolerá a ti si te la tomas.-Da igual. Yo tengo la cabeza muy dura.-Eso es verdad, tienes una de las cabezas más duras que conozco.-Hay quien me gana.Inma sonrió ante el tono enfurruñado y sintió que el enfado que sentíahacia él, se evaporaba.-Es posible -admitió-. Anda, dame la botella.-No quiero, es mía. La he pagado.-Te va a sentar mal. Hace mucho que no bebes tanto.-Cierto. Últimamente me he visto obligado a tomar solo unasasquerosas infusiones... Y estoy hasta los huevos de infusiones. Hoy mevoy a hinchar de whisky.-¿No te gustan las infusiones?-¿A alguien le puede gustar eso más que a ti?-¿Y entonces por qué te las bebías y hasta repetías?Raúl clavó en ella una mirada fija y dura.-No finjas que no sabes por qué. Deja de jugar conmigo, hoy no estoyde humor.-No estoy jugando contigo, Raúl. Nunca lo he hecho.-¿Ah, no? ¿Para qué has salido aquí entonces? ¿Para atormentarme,quizás? Porque no querrás hacerme creer que es porque te importo...-Claro que me importas. Además, el sábado pasado tú me llevaste acasa cuando consideraste que estaba rebasando el límite de lo que debíabeber, y yo voy a hacer lo mismo contigo esta noche. Aunque tú noquieras.-De modo que has salido a devolverme el favor. Olvídalo, no medebes nada. El sábado pasado hice lo que consideré que debía hacer... entodo momento.-Yo también estoy haciendo ahora lo que considero que debo hacer.Raúl clavó en ella unos ojos brillantes y cargados de amargura.-Solo hay una cosa que puede conseguir que yo no me beba la malditabotella esta noche, y es que admitas de una vez que sientes algo por mí.Que te importo de verdad, y que estás dispuesta a perdonarme y a olvidartodo el pasado. El tuyo y el mío. Si no es así, vuelve ahí dentro con «elbarbas» y déjame a mí emborracharme en paz.-Creí que todo eso había quedado claro el sábado pasado cuando tebesé y te pedí que te quedaras... Me costó mucho hacerlo, admitir que loque siento por ti es más fuerte que todo lo demás. Y si mal no recuerdofuiste tú el que pasó de mí entonces.-No quieres entenderlo, ¿verdad? Marcharme fue lo más difícil que hetenido que hacer en mi vida. Pero no quería acostarme contigo sin estarseguro de que era eso lo que tú deseabas realmente. No quería correr elriesgo de que te arrepintieras al día siguiente. -Le dio un nuevo trago a labotella. Inma alargó la mano y se la quitó al fin, sin que Raúl pusieraresistencia esta vez, y la colocó fuera de su alcance. Él siguió hablandocon amargura.-Nadie mejor que yo sabe cuánto puedes arrepentirte de algo al díasiguiente de una borrachera. Llevo meses pagando por ello un preciodemasiado alto.-¿Y entonces qué pretendes hacer esta noche tomándote una botella dewhisky? ¿Lo mismo? No lo permitiré.-¿Qué es lo que no permitirás?-Que hagas algo de lo que mañana te arrepientas. Con una vez fuesuficiente. No creo que pueda volver a pasar por ello.-¿Qué estás tratando de decirme? ¿Que vas a perdonarme? ¿Que hasolvidado lo que hice?-Estoy tratando de decirte que dejes de hacer el imbécil y me beses deuna vez, capullo. Que no puedo más... Te quiero... y te juro que heintentado por todos los medios posibles no enamorarme de ti, pero eres elcapullo más adorable...Raúl no la dejó continuar. Alargó la mano por detrás de su cabeza ysujetándola firmemente para que no se arrepintiera en el último momento,la besó con fuerza.La boca le sabía a whisky y a nata, y ella saboreó ambas cosas en suslabios y su lengua. Le rodeó la cintura con los brazos y le atrajo haciaella, desesperada por sentir su cuerpo cerca. El beso suave y lento seconvirtió en puro fuego. Inma se acercó aún más y buscó su espalda bajola camisa a rayas negras y grises. Raúl, con una mano dio un violentotirón a los botones, desabrochando algunos, arrancando otros, para queella pudiera acariciarle, y después deslizó la mano sobre uno de lospechos de Inma. Ella se separó de su boca y enterró la cara en el cuello deél, dándole un chupetón con todas sus fuerzas. Raúl se rio bajito.-¡Vaya, vaya...! La reina de las nieves no es tan fría como aparenta,¿eh? Me parece que eso ha dejado marca.-¿Te importa?-Me encanta -dijo metiendo la mano bajo el jersey de Inma. Ella seestremeció y volvió a besarle en el cuello-. Me gusta que respondas así amis caricias.-No soy fría... Ponme a prueba...-Eso está hecho -dijo él dándole con el pie a la silla desvencijada ycolocándola contra la puerta para que nadie pudiera entrar en la terraza.Después, y sin que Inma tuviera tiempo de reaccionar la abrazó con fuerzay la hizo tenderse en el suelo, echándose encima de ella.-¿Aquí? ¡Por Dios, Raúl, estás loco!-Nadie puede entrar, la puerta está trabada.-Aun así. Si abren la cortina lo suficiente pueden vernos. Y losvecinos...Raúl no le hizo caso y empezó a morderle la oreja.-Aquí no, por favor.-Eso tenías que haberlo pensado antes de morderme el cuello. Ese esun punto que para mí no tiene retorno.-Vámonos a mi casa. Seguiremos allí.Él suspiró y se apartó volviendo a sentarse en el rincón donde habíanestado antes, más oculto a posibles miradas que tendidos en el suelo de laterraza.-No puedo entrar ahí así -dijo agarrándole la mano y colocándoselasobre la bragueta.-¡Joder!Raúl la miró a los ojos y le sonrió picarón.-Vas a tener que hacer algo para solucionarlo. ¿Un aperitivo quizás...?Inma soltó una carcajada.-De acuerdo -dijo abriéndole la cremallera del pantalón yempezando a acariciarle. Raúl volvió la cara y la besó mientras deslizabasu propia mano bajo la minifalda de Inma, abriéndose paso a través deltanga.Se besaron durante largo rato, acariciándose mutuamente, y luego Inmaenterró la cara en el cuello de Raúl, con la atención dividida entre losmovimientos de su mano y las sensaciones que los dedos de Raúl, dentrode ella, le provocaban a su vez. Ambos llegaron al orgasmo casi a la par yse quedaron allí quietos y apoyados uno contra el otro, sin siquiera poderhablar. Después él le preguntó:-¿Tienes un clínex?-No... Mi bolso está en el dormitorio de Maika. ¿Y tú?-En mi cazadora. También en el dormitorio de Maika.-¡Mierda! ¿Y ahora qué hacemos? -preguntó ella mirándose lasmanos húmedas y pegajosas.-Supongo que aguantar el tipo hasta el baño y rezar para que estévacío. Porque como se den cuenta de esto, vamos a tener cachondeo paratodo lo que queda de carrera. -añadió Raúl mostrando sus manostambién-. No creas que las mías están mejor.Con cuidado y usando solo dos dedos, se abrochó la cremallera y estirócuidadosamente la camisa sobre ella y se dispusieron a salir de la terraza ydirigirse lo más discretamente posible al baño.-Espero que no haya llegado nadie nuevo y me lo quieran presentar,porque tendré que darle dos besos si es un tío, aunque después Miguel metache de lo que sea.Salieron de la terraza y nadie pareció haber notado su ausencia. Raúlobservó que Maika y Javi bailaban muy abrazaditos, en actitud inequívocade haber superado la fase amistosa. Solo Susana, que también bailaba conla cabeza apoyada en el hombro de Fran, levantó la cara y les miró. Inmale sonrió y Raúl le guiñó un ojo, y ambos se perdieron en el pasillo quedaba al baño.Una vez en él, Raúl cerró por dentro y se desabrochó el pantalón paralimpiarse. También Inma se lavó las manos, y le dirigió una mirada através del espejo. Él le sonrió.-Los calzoncillos se han manchado un poco, pero supongo que podrédisimularlo en casa. Últimamente he tenido algunos problemillasnocturnos, así que colará.-Cuando lleguemos a la mía puedes lavarlos, si quieres. Por la mañanaya estarán secos. Porque supongo que te quedarás, ¿no?Él terminó de lavarse y abrochándose de nuevo, se acercó a ella pordetrás y le rodeó la cintura con los brazos, mirándola a través del espejo.-Por supuesto que me quedaré. Y te aseguro que cuando lleguemos atu casa se me ocurrirán muchas cosas mejores que hacer que lavar loscalzoncillos.Deslizó una mano hacia arriba y le acarició la cara.-¿Sabes que estás preciosa ahora? Siempre lo estás, por supuesto, peroese brillo que tienes en los ojos en este momento...Sus miradas se encontraron a través del espejo.-Estoy loco por ti -dijo en un susurro.-Eres un zalamero.-No son zalamerías, es la verdad. Estoy enamorado.Inma levanto la ceja.-¿Durante cuánto tiempo?-Durante mucho, espero. -La apretó con fuerza contra él-. Notengas miedo. No te haré daño.Inma se dejó caer contra él.-No tengo miedo... solo estoy aterrada. Pero supongo que no hayforma de evitarlo. Ya es tarde... si también te pierdo a ti un día, sufrirémucho, pero la sola idea de no tenerte nunca, de dejarte marchar sinhaberte tenido, es más insoportable aún.Raúl le dio la vuelta y la abrazó con fuerza.-No eres la única que tiene miedo, ¿sabes? Yo también estoyacojonado. Me asusta lo que siento por ti, lo que quiero de ti. Siento que elRaúl que fui, el que quería ser, está muy lejos. Y que cuando miro al futurote veo conmigo. Quiero gritarle al mundo que estamos juntos, quiero quete conozca mi familia, que me consideres parte de ti y de tu vida.Raúl la mantenía fuertemente abrazada con una mano y con la otraempezó a acariciarle la mejilla con el pulgar, muy despacio, comosiguiendo cada línea de su cara, como si quisiera aprendérsela dememoria.-Quiero desprender cada una de las capas de frialdad con que protegestu corazón y llegar hasta el fondo de tu alma. Sé que no será fácil, que aúnno confías en mí del todo... pero lo conseguiré, amor. Tengo muchapaciencia.Ella sonrió mirándole a los ojos.-Querrás decir que eres muy cabezota.-Llámalo como quieras -dijo riéndose-, pero lo conseguiré.Inclinó la cabeza y la besó con suavidad. Un beso largo y dulce, un besoque Inma jamás le creyó capaz de dar. Cuando se separaron, Inma sintióque una de sus capas de frialdad, como él las había llamado antes, habíacaído. Y supo sin ninguna duda que aquel capullo iba a robarle el corazóncomo jamás lo había hecho nadie antes.-Creo que será mejor que salgamos -dijo él-. Seguro que ahí fuerahay una cola de gente esperando a entrar en el baño. ¿Quieres que nosmarchemos ya a tu casa o prefieres seguir un rato más en la fiesta?Bailando conmigo, por supuesto. Lejos del barbas.-Me gustaría bailar un rato contigo, capullo. Y ver las caras que ponenlos demás.-¿Sigo siendo un capullo?-Eso siempre... pero ahora eres un capullo adorable.-Bien. Me gusta -dijo abriendo la puerta.En contra de lo que esperaban no había nadie en el pasillo. Salieron alsalón y Raúl le rodeó la cintura con los brazos, mientras que ella deslizabalos suyos por detrás de su cuello y apoyó la cabeza en su hombromezclándose con el resto de las parejas que bailaban, y tratando deignorar las miradas de sorpresa de todos sus amigos.

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