Después de salir de la bolera, y como ya era normal, las mujerestuvieron que pagar la cena. Javi, que se había unido de forma habitual asus salidas, había resultado ser un buen fichaje para los chicos.Entraron en el McDonald's y una vez más Inma tuvo que ver cómo Raúlse sentaba lejos de ella. Tras haberlo pensado mucho durante toda lasemana, decidió seguir el consejo de Susana, y se pidió una cerveza con lacena. Su amiga le sonrió desde lejos y ella se dedicó a beber de su jarrarápidamente, como si de una medicina se tratase.Carlos, con la copa en la mano, propuso el brindis de costumbre.-¡Por el mejor equipo de bolos de todos los tiempos!-Sí... ¡Yabadabaduuuu! Parecéis los Picapiedra -dijo Maika quellevaba fatal lo de perder siempre.-Más bien deberíamos brindar por Fran y por Javi, que son los héroesde la noche. Porque Raúl no ha dado una hoy. Se ve que tenía puesta todasu atención en el tanga rojo de Inma, que se le veía por encima delpantalón cada vez que se agachaba.-Probablemente se lo ha puesto para eso, para ponerle nervioso, ¿noInma? A ver si así nos ganáis alguna vez.-No seas ganso. A mí me da igual ganar o perder en la bolera. Y nocreo que Raúl se impresione con un elástico rojo que sobresalga porencima de un pantalón hasta el punto de fallar los tiros.-Si el elástico va unido a tu culo...-Déjalo ya, Carlos -intervino Raúl-. No estaba en muy buena formahoy porque estoy cansado.Terminaron de cenar y se fueron a La Alameda a celebrar su botellón.Cuando Raúl se puso a repartir bebidas, y le iba a tender a Inma su CocaCola,esta le pidió:-Échale un poco de ron, hoy me apetece.Sin rechistar, él cogió la botella y empezó a dejar caer el líquidotransparente en el vaso.-Tú me dices...-Ya vale.-¿No está muy cargado para tu gusto? -preguntó él cuando le dio unsorbo-. Si es así déjamelo a mí y te preparo otro.-No, está bien.Se sentó a charlar como cada sábado, y se esforzó en tomarse el vaso, ycuando lo terminó pidió otro. Hacía calor y el líquido se colaba fácil porsu garganta, aunque no le gustara el sabor. Cuando empezó el segundo lecostó menos bebérselo. No pudo evitar sonreír un poco al recordar losevidentes esfuerzos de Raúl por tomarse las infusiones, y sin embargo lashabía bebido sin rechistar. Sí, tenía que reconocer que se había tomadomuchas molestias por agradarle en aquellos meses. Le miró desde lejos yse dio cuenta de que estaba observándola. La jarra de cerveza y el cubata ymedio que llevaba encima le dieron ánimos suficientes para levantarse yacercarse a él.-Déjame sitio, Carlos -dijo haciéndole a un lado-. Tengo quepreguntarle una cosa a Raúl.El chico se levantó y le cedió su asiento. Se acomodó a su lado y lemiró con los ojos sonrientes y Raúl supo que ya le estaba haciendo efectolo que había bebido. Inma nunca tomaba alcohol y si lo hacía, nuncapasaba del primer cubata y no muy cargado. Y aquella noche llevaba unajarra de cerveza y el cubata que él le había servido estaba bastante fuerte.Hacía más de un mes que Inma no se sentaba a su lado y que no hablabanmás que de forma general.-¿Qué quieres saber? -le preguntó nervioso de que ella al fin hubieraroto el alejamiento.Inma le sonrió con picardía y le preguntó ladeando la cabezaligeramente:-¿De verdad has perdido porque me estabas mirando el tanga?El tono de voz, coqueto y divertido corroboraron a Raúl sus sospechasde que Inma estaba ya bastante achispada. Decidió seguir en tono debroma.-Todo el mundo te ha mirado el tanga esta noche, preciosa. Eseelástico rojo, como tú dices, ha atrapado las miradas hasta de los dosnovios de la pandilla. Pero aun así, no habéis podido ganarnos. Lapróxima vez tendrás que ponerte además un buen escote.-¿Debo deducir que solo te ha hecho efecto a ti? -dijo coqueta.-A lo mejor yo he fallado a propósito...-¿Piensas pedir algo a cambio?-¿Ofreces algo a cambio?-¡Quién sabe!-¡Huy, huy, huy...! Esto se está poniendo interesante -dijo Miguel.Maika miró a su amiga incrédula y Fran miró a Susana con el ceñofruncido.Raúl continuó dirigiéndose a Inma sin hacer ningún comentario sobrela última frase de la chica.-Estás un poquito chispa hoy, ¿eh? ¿Cómo ha podido pasar que túpierdas el control de lo que bebes?-Tenía calor. Pero no creas que estoy borracha.-No, pero tampoco estás normal.-Solo un poquito contenta... A gusto, como solías decir tú cuandollevabas un par de cubatas.-Me temo que tú estás algo más que un poquito contenta. Mañana te vaa doler la cabeza, ¿lo sabes, verdad?-Probablemente me va a doler de todas formas... No puedo estarsiempre sin divertirme por temor a mis migrañas. Ya me tomaré algo queme alivie.Fran le estaba rellenando el vaso a Lucía y de forma mecánica, Inma lealargó el suyo también, que ya estaba medio vacío.-Echa un poco más, que ya se me está calentando. A ver por qué meda...-¡Aquí se va a ver esta noche un ejemplar, con tanga incluido! -dijoCarlos muerto de risa.Raúl miró a su amigo y negó con la cabeza.-No le des más, Fran. Ya ha bebido bastante.Inma se volvió hacia él con una mirada pícara.-¿No quieres averiguar por qué me da? ¿O tienes miedo de lo quepueda hacer?-Miedo no, pánico me das.-¡No irás a decirme que tienes miedo de una tía! ¿Tú? Venga, Fran,rellena el vaso.Fran cogió la botella y le echó apenas un chorrito y terminó derellenarlo con Coca-Cola.-El último, ¿eh, Inma? -dijo-. Deja algo para los demás.-¡Échale también a Don Aburrido! -dijo mirando a Raúl-. Tienecara de palo esta noche.-No, a mí no.-El mundo al revés. Inma trompa y Raúl rechazando un cubata. Menosmal que no te has ido a Ayamonte este fin de semana, si el lunes tecontamos esto no te lo hubieras creído.-Raúl está enfermo, fijo -dijo Miguel.Inma le colocó la mano sobre la frente y añadió:-No está enfermo, lo que está es caliente. Necesita urgentemente un...-Vale, Inma. Basta ya -dijo el aludido quitándole la mano que estabadeslizando por su cara-. Creo que será mejor que te lleve a casa. Omañana te dará un patatús cuando todos te cuenten esto.-No seas aguafiestas, tío, con lo que nos estamos divirtiendo -dijoCarlos.-Yo no me estoy divirtiendo en absoluto. No tiene maldita la gracia.-Sí, Raúl -dijo Susana-. Llévatela a casa antes de que se ponga peor.-¿La llevamos en el coche? -preguntó Fran.-No, el aire fresco la despejará por el camino. A ver si con un poco desuerte el dolor de cabeza no es demasiado fuerte.Se puso de pie.-¿Tú me vas a llevar a casa?-Sí, yo. ¿Algún problema?Ella sonrió.-No, ninguno.-Vamos. Hasta el lunes, chicos.-Adiós -dijo Inma de forma general agitando la mano.-Joder, cómo va... Si no lo veo no me lo creo -dijo Lucía.Inma empezó a caminar de forma vacilante y Raúl la agarró por lacintura para ayudarle a mantener el equilibrio. Por un momento dudó de sidebía llamar a Fran y que cogiera el coche, pero pensó que el movimientopodía hacer que Inma vomitara. La apretó con fuerza para sostenerla y ellasoltó una risita tonta.-Oye... ¿De verdad me has estado mirando el tanga?Él suspiró ruidosamente.-¡Que sí, coño! -admitió.-¿Y te gustaba?-Me gustaba.-¿Sabes? La gente tiene razón... me lo puse pensando en ti. Y...-Inma, déjalo. Mañana te vas a arrepentir de todas las tonterías queestás diciendo hoy.-Mañana es mañana y todavía no ha llegado.-Pero llegará, no lo dudes.-No me importa lo que pase mañana. Estoy muy contenta esta nocheporque tú me estás llevando a casa otra vez.-Bueno, si eso te hace feliz, te llevaré a casa más veces.Inma se abrazó con fuerza a su cintura.-Estás muy guapo esta noche con esa camisa.-También tú estás preciosa esta noche.-¿Todavía te gusto?-Todavía me gustas.Se hizo un breve silencio que Raúl agradeció en vista del cariz queestaba tomando la conversación. ¡Ojalá la hubieran mantenido estando ellasobria! Pero en aquel estado no sabía lo que decía y él no quería hacerladecir nada que la hiciera sentirse avergonzada después. Afortunadamente,llegaron pronto a su casa. Ante la cancela, Inma sacó las llaves y abrió.-¿Quieres subir a tomar una infusión?-No quiero una infusión, pero entraré para asegurarme de que llegasbien a tu casa. No estás en condiciones de subir sola los dos pisos de esasescaleras tan empinadas.Entraron en el portal y siguió sosteniéndola mientras subían la inclinaday estrecha escalera de mármol. Entraron en el piso y ella cerró la puerta asus espaldas.-¿Puedes arreglártelas sola? -preguntó Raúl. Había tenido laesperanza de que una de las compañeras de Inma estuviera en casa, pero elpiso parecía solitario y silencioso.-Claro que puedo, pero a lo mejor tú quieres ayudarme... -dijomirándole a los ojos en una clara invitación. Y se alzó sobre la punta delos pies y le rozó los labios.-Claro que quiero, pero no voy a hacerlo.-¿Por qué? Has dicho que todavía te gusto... Y no lo niegues, llevasmucho tiempo esperándolo.-Sí, pero no así. Anda, entra y ya hablaremos mañana.-No quiero esperar a mañana, quiero hablar esta noche. Ahora -dijoechándole los brazos al cuello y besándole en la boca.Era más de lo que Raúl pudo soportar. Le rodeó la cintura con losbrazos y respondió a su beso. Inma se pegó a él con todas sus fuerzas,sintiendo que su bruma se disipaba y que recuperaba la lucidez. Leacarició la nuca con los dedos y abrió más la boca haciendo el beso másintenso y apasionado. Cuando se separaron, él dio un paso atrás.-¿Sigues sin querer esa infusión? -preguntó Inma, que seguíacolgada de su cuello. Raúl le agarró las manos con las suyas y se soltó.-Es muy tarde, tengo que irme -dijo haciendo el mayor esfuerzo desu vida-. Te llamaré mañana para ver cómo te encuentras.-Quédate...-No... hoy no. -La acarició la barbilla y susurró-: Acuéstate yduerme.Se dio la vuelta y salió de la casa perdiéndose escaleras abajo. Inmacerró la puerta y se dejó caer en el sofá. ¡Con el trabajo que le habíacostado dar el paso! Y no estaba tan borracha como él pensaba... ¿Tendríarazón Susana y había empezado a dejar de gustarle, aunque hubiera dicholo contrario? ¿Y qué iba a hacer ahora? ¿Cómo podría mirarle a los ojos?No podía pensar, tenía las ideas confusas y el cuerpo agitado. Decidióhacerle caso y echarse a dormir, quizás al día siguiente lo vería todo másclaro. Quizás al día siguiente él la llamara, como había prometido.Lo primero que sintió al abrir los ojos a la mañana siguiente fue unalacerante punzada en las sienes y en la nuca.-¡Mierda! -susurró bajito, y a pesar de ello su propia voz le taladróel cerebro. Se incorporó en la cama y miró el móvil por si tuviera algunallamada y para ver la hora. Las once y media, y ninguna llamada perdida.Se dejó caer en la cama profundamente deprimida. Al terrible dolor decabeza se sumaba una sensación abrumadora de haber hecho el ridículodelante de todos, pero sobre todo delante de Raúl. Aunque ahora lecomprendía algo mejor, ahora sabía lo que se sentía al ser rechazado, ytenía que reconocer que ella le había rechazado a él muchas veces.Demasiadas quizás para que él pudiera olvidarlo. Bueno, ahora no podíahacer nada. Había movido ficha y solo podía esperar que él respondiera. Ysi no lo hacía, pasar página de una vez. No era la primera vez, lo habíahecho antes. Por lo menos esta vez su orgullo estaba intacto. O casiintacto, porque la noche anterior... Bueno, si Raúl no la llamaba, loolvidaría.Se levantó como pudo y se sirvió un vaso de leche y dos pastillas. Conun dolor de cabeza como aquel no le serviría de nada una infusión, y acontinuación volvió a la cama y se tapó la cabeza, tratando de amortiguarlos sonidos que llegaban procedentes de la calle. Tenía que aliviarse antesde la noche, porque era domingo y le tocaba cuidar de su vecina.Cuando sonó el móvil pegó un brinco en la cama y se giróprecipitadamente hacia la mesilla de noche para contestar. Enfocó la vistapara ver quién llamaba, y el nombre de Susana apareció desdibujado antesus ojos.-Hola... -dijo bajito y con voz pastosa.-¿Es muy pronto? -preguntó su amiga-. ¿Te he pillado dormida?-No, hace ya un rato que estoy despierta.-¿Y acompañada?-No, sola, jaquecosa y deprimida.-¡Vaya por Dios! ¿No funcionó?-No, no funcionó. Hice el tonto en La Alameda, me tiré a su cuelloaquí en casa cando llegamos, le pedí que se quedara, pero puso una excusay se marchó.-Lo siento.-Más lo siento yo. Que además de sentirme como una imbécil, apenaspuedo tener los ojos abiertos del dolor de cabeza que me ha provocado laresaca.-Voy camino de Ayamonte, si lo hubiera sabido antes habría puestoalguna excusa y me hubiera quedado en Sevilla para ir a verte. Pero noquise llamarte más temprano por si no estabas sola.-Gracias, Susana, pero no es necesario. Me quedaré en la camarumiando mi dolor de cabeza y mi humillación.-¿Quieres que llame a Maika o Lucía?-No, no le digas nada de esto a nadie, por favor. Que todos piensenque simplemente me trajo a casa.-De acuerdo. Si quieres esta noche cuando vuelva...-Esta noche trabajo. Y no te preocupes, para entonces ya estarásuperado.-De acuerdo. Descansa entonces. Un beso.-Un beso, Susana. Gracias por llamar.Volvió a recostarse, sintiéndose un poco mejor. No había pasado mediahora cuando el móvil sonó de nuevo.-Joder, ¿todo el mundo va a llamar?Pero en esta ocasión el nombre de Raúl le hizo golpear con fuerza elcorazón en el pecho.-¿Sí?-Buenos días. ¿Te he despertado?-No.-¿Qué tal tu cabeza?-Va tirando -mintió.-¿Has tomado algo?-Sí, hace rato. Ya se va aliviando.-Me alegro. ¿Has comido algo?-No, aún no.-Pues deberías. Te sentará bien al estómago. Y tómate el día libre, pasade estudiar hoy. Por mucho que lo intentes no te cundirá. Te lo dice unexperto en resacas.Inma tragó saliva y abordó al fin el tema que le preocupaba.-Oye... supongo que hice muchas tonterías ayer con la borrachera,¿verdad?-Bueno, algunas... como todos. No creo que nos hayas superado ni aCarlos ni a mí. Tenemos el récord de las gilipolleces bajo los efectos delalcohol. No te preocupes, ya sabes que es norma de la pandilla norecordar lo que se hace o dice estando borracho. Todo el mundo lo olvida.-¿Y tú? ¿Lo olvidarás?-¿El qué? Yo también estaba ayer borracho, aunque no lo pareciera.No recuerdo nada de lo que pasó a partir del mediodía.-Vale... gracias -susurró sintiendo que el corazón le pesaba comouna losa.-¿Quieres que vaya y te lleve algo? ¿De comer o de beber, o...?-No, gracias -le interrumpió-. Lo único que necesito es dormir, yCarmen ha llegado ya. Ella preparará el almuerzo.-Vale, te veo el lunes entonces. Que te alivies.-Gracias.Cortó la llamada y desconectó el teléfono. No quería más llamadas, nimás preguntas. Raúl había pasado de ella, y había que pasar página. Sehabía acabado. En el fondo era mejor así, ella saldría ganado a la larga.Giró la cabeza y la enterró en la almohada, dejando que unas cuantaslágrimas salieran libremente. Eran las últimas, se prometió a sí misma. Novolvería a derramar ni una más por Raúl ni por ningún hombre.
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¿SOLO AMIGOS?
Genç Kurgute a pasado que quieres buscar tus libros Favoritos y no encontrarlo? pues yo si este libro es de Ana Alvarez subiré su libro Sin arreglar nada sólo subiré su libro aqui en Wattpad Espero que les guste