El hombre continuó revisando los bolsillos del blazer color oxford que hacía parte del uniforme de Valentín. Era la primera hora de la mañana, y tras hacer una fila que le resultó interminable, se encontraba siendo inspeccionado para descartar que tuviera un arma. Todo por el video de ayer.
—El que sigue —soltó el policia con voz monótona.
Valentín tomó la mochila desgastada que terminaba de cerrar una mujer después de revisarla. Lo único que encontraría ahí serían exámenes de bajo rendimiento que ni siquiera se había tomado la molestia de sacar, a pesar de que eran de su antigua escuela.
—Eh, eh. —Una monja de edad avanzada lo miró con el ceño fruncido mientras caminaba a su salón—. ¿Qué es eso que tiene en la ceja?
De manera inconsciente el joven tocó la zona por la que le llamaron la atención, y sintió el tacto frío de su perforación.
Joder, pensó.
—No es permitido tener ese tipo de abominaciones en una escuela como está. ¡Inaceptable!
—Mis padres son muy abiertos a la hora de dejar expresarme. —Trató de inventar alguna burda excusa—. Me considero una persona con dotes artísticos —mintió; ni siquiera le gustaba colorear. La monja se cruzó de brazos.
»Está bien, está bien. —Levantó ambas manos en señal de rendición—. Me lo quitaré, no puedo hacerlo aquí porque puede infectarse. Lo haré esta tarde en casa.
La mujer lo miró con desconfianza, pero terminó dejándole una advertencia antes de perderse de su vista. Apostaba lo que fuera a que hubiera preferido arrancárselo ella mismo con aquellos dedos arrugados, y a su padre le hubiera gustado eso.
Miró el horario que tenía entre las manos y se dirigió al segundo piso. Agradeció que sus padres le hubiesen insistido en que uno de primero le enseñara el lugar durante el fin de semana, por ello recordaba la mayoría de las aulas en donde tenía clases.
—Buenos días —saludó al sentir varios ojos posados en él al abrir la puerta del salón R veintidós.
—Llega tarde. —La mujer, que dedujo que era la maestra, le miró y notó cómo repicaba su tacón puntiagudo contra el suelo. El rostro con expresión disgustada le recordó a la de un ratón.
—La monja de la entrada... Me dio una reprimenda por mi... —La señaló, y pudo jurar que los ojos de la maestra casi de desbordaban de su lugar—. Eso tardó un ratón. Digo, rato. —Intentó no soltar una carcajada, pero la sonrisa en su rostro lo delató.
—Siéntese —murmuró ella, recelosa—. Silencio, todos. Es un requisito llegar a tiempo a la primera hora, de lo contrario podría interrumpir la oración.
—No volverá a suceder.
—Cristiano, hermano mío: al recibir este Libro de horas en tus manos te darás cuenta que es una labor de un alma que desea demostrar toda la belleza y profundidad del servicio diario, de agradecimientos, alabanzas, peticiones y súplicas... —Y así empezó una larga jornada en que la que se encomendaban a Dios con la irritante voz chillona de la «mujer rata», apodo que escribió Valentín más tarde en su libreta privada.
[xx]
—¡Eh! Valentín —escuchó a Jade tras de él, y junto a ella vio a Mihaela.
—Chicas, ¿qué tal su día? —Acomodó la mochila negra que tenía en el hombro y sonrió. Ellas le devolvieron el gesto.
—Pesado, ya sabes, pronto serán los semestrales. Menuda fecha en la que llegaste —contestó Mihaela.

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Confusa tragedia
Mystery / Thriller|CORREGIDA| Ambientada en Rumanía durante principio de los noventa, Confusa tragedia es un thriller psicológico que relata cómo un colegio ortodoxo recibe videos en los proyectores de sus aulas por parte de un asesino de estudiantes que se justifica...