Todavía podía recordar las palabras de su padre cuando escuchó los rumores de la extraña relación entre sus bellos hijos: «niégamelo, Valentín. Dime que se equivocan. ¡Dime la verdad o los mataré a ambos!».
«Están locos. Annette es mi hermana, sería repugnante» había contestado con rapidez, pero era tarde, todos en su escuela empezaban a murmurarlo por los pasillos y empeoró cuando Valentín estalló y sus ojos se tiñeron de ira y sus manos de carmesí.
—Valentín, ¡Valentín! —Su madre le zarandeó por el brazo—. ¿Estás ahí? Necesito el periódico.
Francia ya no estaba, era Rumania. Ése problema tampoco, ahora era Dráck.
El joven parpadeó y se enderezó sobre la silla del comedor. Su madre se encontraba expectante frente a él con su habitual blazer y falda de tubo a juego, junto a ella reposaba una taza de café y fruta fresca.
—Claro, lo siento. Ya terminé. —Le entregó el periódico y dejó su plato sin terminar sobre el lavamanos de la cocina.
—¿Te ocurre algo, hijo? —escuchó tras de él y paró en seco.
Vio la imagen de un ángel llorando sobre el suelo con una aureola brillante sobre la cabeza y sus alas rotas tras de él. Su padre había diseñado el mural después de considerar la pared junto a las escaleras «insípida».
—Estoy bien, madre.
—Entonces sé lindo y llévale un poco de té y jarabe para la tos a tu hermana. Está enferma desde ayer, llegó empapada de la escuela.
—Claro, madre —musitó y sirvió una taza.
Subió las escaleras y escuchó a su padre quejarse desde el estudio. Otro cuadro había ido mal, dedujo, y tocó un par de veces la puerta de la habitación de Anne hasta escuchar un «adelante» por parte de ella.
—Ah, eres tú —dijo la rubia con indiferencia apenas verlo.
—Buen día a ti también —bufó—. ¿Enferma?
—Se le llama impacto psicológico. ¡Estoy agonizando, Valentín! —Extendió ambos brazos y suspiró dramáticamente sobre la cama—. Déjalo en la mesita, por favor.
—Como sea, Annette, no tengo tiempo para tus quejas ni dramas. Tengo clase.
Dejó la taza donde le indicó ella y caminó hasta la salida.
—¡Espera! —lo llamó Anne enderezándose sobre la cama, dejado a la vista su blusa blanca con otra prenda de tirantes rosa encima—. Gracias... Por lo de ayer. Siempre eres quien cuida de ambos.
El joven suspiró con cansancio, pero asintió.
—Sólo... Olvídalo. ¿Entiendes?
—¡Duh! ¿Crees que podría ser popular en una escuela de mojigatas si no fuera una de ellas? —Sonrió, y él también.
[xx]
Marzo de 1993.
«Querido diario: Perfume de mujer me ha gustado. Al Pacino está bien, incluso ciego, pero ese chico del filme es hermoso y algo ingenuo. Me recuerda a él. No quiero que sea así, pero lo es. A veces me pregunto si fue mi culpa. ¿Yo lo convertí en un monstruo? Si dijera que no, me mentiría a mí misma y si dijera que sí, me obligarían a decir la verdad».
Valentín frunció el ceño, mientras se adentraba lentamente al diario de Clover y empezaba a desconcertarse cada vez más.
Escuchó el sonido del timbre a lo lejos y vio a los estudiantes de Ortodox irse obedientemente del patio para dirigirse a sus respectivos salones, pero continuó avanzando en su lectura sin que aquello lo interrumpiera, perdiéndose en el misterio que era Clover Funar. No fue hasta poco después que le arrebataran el diario de las manos que se levantó de la mesa con rapidez, preparado para enfrentar al que lo había interrumpido, pero unos ojos tan negros como severos lo detuvieron junto a los apretados labios en una línea de la mujer, que dejaba a la vista un par de pequeñas arrugas sobre su esquelético rostro.
—No parece este un cuaderno para alguien como usted, señor... —Arrugó el rostro y se acercó un poco más a él—. Claro, el joven de Francia...
—Valentín.
—¡Estos artistas y sus hijos! Seguramente por venir de una escuela pública cree que puede comportarse tan mal como le plazca, pero el comportamiento inadecuado tiene consecuencias aquí.
Valentín apretó la mandíbula, pero se obligó a mantener la calma.
—No se repetirá. ¿Podría devolverme mis plegarias?
—Un cuaderno de color tan inadecuado para un hombre. —Lo extendió frente a sus ojos, dedicándole una mirada reprobatoria—. Una desviación en su género solo sería explicada por una enfermedad mental. ¿Cree usted apropiado una revisión a tan pocos días de su ingreso?
El joven entreabrió los labios. ¿Aquello era real?
—No, es que mi hermana me las ha prestado —musitó, empezando a sentirse asustado por ese ser decrépito que parecía no necesitar parpadear.
—Vaya a clase antes que le dé unos azotes, señor Valentín y al contestarme tenga la decencia de terminar con un «hermana Narcisa».
Y esas últimas palabras no tuvieron necesidad de ser repetidas. La mujer le entregó el cuaderno y él retomó su camino.
Dirigiéndose nuevamente a su aula, recordó que necesitaba hallar una forma de hablar con la chica del periódico. Aquella amiga de Razvan de la que nadie tenía idea. Entender cómo había desaparecido Razvan podía darle una idea de la desaparición de Clover.
Ya en el aula tomó asiento junto a un solitario Vasile, y le comentó su inquietud:
—Solo necesitas hacer algo para que te obliguen a hacer actos reparatorios durante la tarde —le contestó el joven rubio de cabello largo—. Golpéame.
Valentín frunció el ceño.
—Claro que no, pensemos en otra cosa. Puedo hablar con ella durante el receso.
—No la encontrarás, es de las que almuerza en el baño. Golpéame, joder, que solo son un par de días de castigo. Puede que incluso esta tarde sea tu única oportunidad.
El joven desvió la mirada. La sangre, el sonido seco de los golpes impactando contra la carne. No, no quería revivir algo como eso.
—No... No puedo —musitó en respuesta.
Vasile miró hacia adelante, procurando que la maestra no estuviera viéndole y en cuanto así fue, recorrió una mano por la pierna de Valentín y la deslizó con cuidado por la zona baja del pantalón. El joven se levantó con brusquedad apenas sentir la caricia y lo miró como si una segunda cabeza hubiese salido de su cuello.
—Será tu única oportunidad, golpéame —susurró el muchacho de las caricias, acercándose a Valentín con el semblante serio, fingiendo apretar los puños a sus costados y sentirse provocado para una pelea.
El impacto que recibió poco después no fue como esperaba, pero sonrió al sentir el hilo de sangre caer de su labio inferior. Valentín se quedó inmóvil, con el puño cerrado extendido y una mirada de arrepentimiento.
Un misterioso verdugo, una amiga desaparecida que descubría sus secretos a una escalofriante velocidad y mientras Vasile lo miraba con esa espeluznante sonrisa lo sumó a su lista de compañeros de clase perturbados.
—¿Qué ocurre con ustedes? —le recriminó la mujer frente al pizarrón, llamando la atención de los dos jóvenes y los demás chicos de la clase—. ¡A la oficina del director!
Avanzaron hasta la salida con la cabeza gacha y tras de ellos pudieron escuchar claramente la voz de Jade:
—¡¿Alguien alcanzó a sacar su videocámara?!
Feliz halloween
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Confusa tragedia
Mistério / Suspense|CORREGIDA| Ambientada en Rumanía durante principio de los noventa, Confusa tragedia es un thriller psicológico que relata cómo un colegio ortodoxo recibe videos en los proyectores de sus aulas por parte de un asesino de estudiantes que se justifica...