XIII- Discreción

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Valentín

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Valentín


«El secreto está en ser honesto, pero ser consciente de que eso no impide ocultar información».

«Miren a los ojos».

«Sonrían ¡Tienen una hermosa sonrisa! Un bello rostro. Si saben utilizarlo llegarán lejos».

Habían escuchado por parte de su madre y demás comentarios similares. Los Lassere habían aprendido de primera mano a saber manipular a las personas. Con su madre siendo abogada y su padre habiendo cursado psicología antes de inclinarse por el arte y dejar la carrera, tenían más que claro cómo utilizar la persuasión y las mentiras a su favor.

Sin embargo, Valentín consideraba que se le daban mejor los números y le dejaba las relaciones sociales a Annette: la futura abogada de la familia.

—Elogiar podría ser cansino hasta cierto punto, además, si es como lo describes creo que es bastante consciente del alcance de su cerebro nerd. Podrías intentar con sus inseguridades físicas o incluirlo a tu grupo social. Hacerte su amigo ¡Sí, es perfecto! —Sonrió Annette, dejando de repicar la pluma púrpura contra la libreta que traía en las manos.

Valentín se quitó los lentes y desvió la mirada de los apuntes de matemáticas para observarla a ella.

—Otra cosa.

—Entonces piensa en algo más. Estoy haciendo esto sola.

—¿Has averiguado algo de Nicoleta?

—Sus amigos la odiaban, era una perra —continuó enumerando con sus dedos—. Se peleaba con todos, hablaba mal de todos. Tal vez solo era una pieza fácil: Dráck sólo tuvo que investigar un poco para averiguar algo que valiera la pena para usar, podría haberla acusado de ser una hipócrita o una promiscua, pero en cambio sacó la lotería al encontrar el video de Anthea.

Valentín negó con la cabeza.

—Me niego a creer que ella fuera el inicio de todo esto solo por ser la presidenta de no sé qué o que fuera suerte hallar el video. Nicoleta activó algo en él. Él sabía lo de Anthea, muy probablemente fue el que grabó su caída. No lo toleró, quiso hacerla pagar y, ¿por qué no? Hacerlos pagar a todos.

Ella desvió la mirada a la pared, mirándolo por el rabillo del ojo.

—Nos enseñaron a tomar mucho de las personas, Val —murmuró más para sí misma que para él. —. A veces me pregunto cuánto de ellos hay en nosotros.

El muchacho no tuvo que preguntarle a quiénes se refería. Las mentiras. Utilizar la persuasión de manera tan fría. Controladores.

—Yo creo que Dorian y Marie son pura maldad —contestó, recargándose en los codos sobre la cama de dosel rosa pálido—. Creo que nos han hecho el suficiente daño para dejar un par de sombras en nosotros, Anne. Lo sabes tanto como yo, pero algo que no sabes es que miro la fotografía colgada al final del corredor y... Siento alivio. Sus ojos, Anne, no son como los nuestros.

[xx]

—Siguiente —llamó la monja con las tijeras en la mano y un muchacho pelirrojo fue el siguiente en recibir un corte de cabello.

—Parece el jodido ejército —masculló Valentín, avanzando un poco más en la fila. Frente a él, Vasile suspiró.

—Creen que nos haremos maricas con el cabello largo —susurró en respuesta—. ¡Jaque mate, bruja!

—¡Siguiente! —la fila continuó avanzando hasta que fue el turno de Valentín, que tomó asiento en una silla para que una mujer morena iniciara su labor.

—Déjemelo a mí, hermana.

—Narcisa tomó las tijeras de sus manos y se acercó al muchacho.

Valentín contuvo el aliento. La mujer deslizó sus ancianas manos por su cabellera castaña y tomó un mechón de cabello para después ser escuchado el sonido del corte.

>>He visto su reporte, joven —le informó la anciana, mientras él olía su perfume de otra época—. Y el director Antonescu me ha informado de su incidente con el joven Bogdan, dejándome clara su conducta incorrecta. No lo haga, Lassere, no intente venir aquí y pretenda hacer lo que quiera —su voz suave y tranquila contrastaba con lo que salía de su boca, provocándole escalofríos.

—Yo no soy así —contestó.

—¿Diría lo mismo el muchachito al que rompió la mandíbula?

—No soy violento... Fue un error.

—¿Y esos escandalosos rumores que involucraron a usted y su hermana, Annette Lassere?

—Hermana Narcisa, yo nunca...

—¡Siguiente! —vociferó la monja y le dedicó una mirada que lo estremeció—. Soy una mujer discreta. No me obligue a dejar la discreción, Belmont.

Al salir del aula se encontró con que Mihaela, Jade y Vasile se burlaban del corte de este último.

—Es que eres un balón —escuchó decirle Jade a su amigo y luego la carcajada que soltó Mihaela—. Eh, Valentín —lo llamó y él hizo un gesto a modo de saludo con la cabeza.

—Chicas —intentó sonreírles lo más tranquilo posible.

—Quería darte las gracias —soltó Jade—. Bebí demasiado. Soy un desastre a veces.

—Por lo menos ya no está —murmuró Vasile—. Sé que todo esto de Dráck es una mierda, que Clover sigue desaparecida, pero... Hizo a Basco pagar.

Jade lo miró.

—No, Vasile... Ese sujeto utilizó algo que no le pertenecía y lo hizo suyo. ¿No te das cuenta de cómo me miran los demás? Los oigo decir: «Ya ves que por eso se tiñó el pelo» u otras estupideces así, que me le insinué y que probablemente me lo merecía ¡Mis padres no dejan de tratarme como si fuera a romperme, Dios santo! Incluso Narcisa habló conmigo.

—¿Qué...? ¿Qué te dijo? —le preguntó Valentín.

—Que ya no tiene caso: Basco está muerto y nunca hubo pruebas. Básicamente me dijo que no podía acusar a un cadáver y yo cordialmente le contesté que era una cínica y que me dejara en paz si no quería que hablara con la policía. Como sea, ocurrió hace mucho. No me miren así —sonrió—. Durante un tiempo puede que fuera una mierda, pero ya no, solo que Dráck supo muy bien dónde estaba la herida.

—Eres mi héroe —le dijo Valentín, y ella se encogió de hombros.

—Meh. La mitad del trabajo está hecha cuando los demás se lo creen.


Confusa tragediaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora