XVIII- Set de magia

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Vasile Bogdan

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Vasile Bogdan

Una muchacha de melena negra hasta arriba de los hombros. La joven de ojos amigables. El chico de pecas y cabello rubio. Valentín siendo observado por todos ellos en el mismo lugar que Jade se cortó.

Esa era la reunión familiar.

—La verdad os hará libres, ¿no es así? —Sonrió Vasile en un gesto de aflicción y hasta un poco maniático.

—No sé si pueda hablar de ello —contestó Valentín de vuelta.

—¡No! No escucharé un secreto del que no podré hablarle a mis mejores amigas, Valentín. Sé lo que piensas: Vasile es un cotilla, no debí haber dicho nada, pero cuando esto pasó conmigo... Narcisa, su sentencia... Sin ellas —señaló a ambas chicas, que no sabían su razón para estar ahí. —Hubiese perdido la cabeza.

—No estoy molesto —confesó Val encogiéndose de hombros, para su sorpresa.

—Entonces, ¿qué ocurre? —cuestionó Mihaela con su usual sonrisa indulgente.

Tras narrar casi todo, exceptuando la razón por la que la monja lo había llevado ahí, Jade lo interrumpió:

—¿Eres gay?

—No, es... Es...

—A mí me dijo que estaba maldito —expuso Vasile con su natural sonrisa nerviosa, mientras jugueteaba con las mangas de su uniforme—. Me miró con esos... Horribles... Ojos grisáceos y dijo que mi familia también estaba maldita. Dios, cuánto la odio. El punto es que siempre hace ver las cosas peor de lo que son y lo entendí hace muy poco.

—No puedo —farfulló Valentín.

—Solo es una fanática religiosa que cree que tiene un estúpido propósito que solo Dios puede entender.

—Dile eso a mis padres, por favor —interrumpió Mihaela.

Al ver que no podría mentirles, Valentín cedió.

—Es que ella, como todos en mi antigua escuela, cree que tengo algo con mi hermana. ¿Por qué me persigue esto hasta aquí?

Al encerrarse en sí mismo, no se dio cuenta que los otros intercambiaron miradas.

—Sabemos lo que se siente ser juzgado por algo que no cometiste, ¿cierto que sí? —lo tranquilizó Mihaela, acariciándole el hombro. Los demás contestaron un «sí» como respuesta—. Así que tú tranquilo. Vuelve a clases. Lo de Narcisa no es nada personal, lamentablemente no fuiste el primero ni serás el último en sufrir a causa de sus problemas mentales.

Eso pareció calmarlo, porque terminó asintiendo de acuerdo con ella, y tras escuchar el sonido de la campana tomaron sus mochilas para dirigirse a la siguiente clase.

Antes de salir por la puerta, Vasile tomó a Jade de la muñeca, ocasionando que esta lo mirara aturdida.

—Narcisa es un perra —susurró el muchacho lo suficientemente bajo para que solo ella pudiera escucharlo—. Pero sabes que no hace nada sin estar segura. La loca me investigó por semanas hasta que mis padres confesaron algo.

Confusa tragediaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora