Jade cerró su casillero con fuerza, y después del eco, oyó pasos acercarse con insistencia.
—Jade, por favor. —Era Vasile, quien caminaba tras la muchacha de cabello corto mientras ella ni siquiera se molestaba en mirarlo.
—¡Déjame en paz!
—¡Lo siento! —El muchacho continuó persiguiéndola por el pasillo.
Y luego sonó la campanada que daba por finalizada la jornada de clases. Valentín terminó de guardar cuadernos en su mochila, se dirigió a la biblioteca para devolver unos libros y después salió para tomar un taxi hasta su casa.
—Leí una revista que está de moda combinar los accesorios con tu ropa, ya sabes, para crear una especie de armonía. ¡Dios, esta diadema de encanta!
Pudo llegar a escuchar al fondo, pero se distrajo con los guantes que intentaba ponerse, hasta que levantó la vista y la vio.
—¡Nada que ver! —chilló Annette, que estaba sentada sobre una mesa con varias personas a su alrededor y sonrió al verlo acercarse—. Te estaba esperando. ¡Con ustedes, mi hermano, Valentín Belmont!
—Que sorpresa —contestó este de vuelta.
—No sabía que eran hermanos —dijo Mihaela, llevando su mirada de uno hacia el otro—. Son bastante distintos.
—Eso espero. —Sonrió Annette—. Val, cancelé mis clases de tenis para ayudarte con la cena. Sabes que mamá saldrá de viaje otra vez. Creí que lo habíamos hablado anoche.
El joven asintió despacio y vio a las animadoras reír.
—Sí, yo... Lo olvidé.
—Chicos, son geniales, espero que el ermitaño de mi hermano decida que salgamos todos algún día. ¡Bye! —se despidió haciendo un ademán con la mano y tomó a Valentín del brazo para sacarlo de ahí—. ¿Olvidaste el plan? —le preguntó en cuanto subieron a un taxi.
—Me asusté, lo siento.
Y ella asintió.
—Tienes que separar las cosas, Val. Nada de esto es fácil para mí tampoco —murmuró ella con voz comprensiva.
Valentín sonrió, llevando sus ojos hasta la ventanilla del auto.
—Sí, claro, como si te fuera complicado mezclarte.
—¿Comiste, muchacho? —preguntó el taxista desde el asiento del conductor en cuanto pararon en un semáforo. Valentín se extrañó, hasta que vio los audífonos grandes que traía el hombre—. Y, ¿Te duchaste? —continuó el hombre—. Sé que tienes partido, tu madre me habló de ello. Lamento no poder ir. ¡Sé que eres el mejor! Si llego temprano pasaré por unas hamburguesas para cenar. Te lo compensaré, lo prometo. El domingo te llevaré al cine... No, mañana es sábado. Buena suerte, adiós —y finalizó la llamada.
Al cabo de unos minutos Valentín escuchó a su hermana toser y desvió la mirada hasta ella, consciente de ese viejo truco que utilizaba Annette para evitar que se escuchara su hipo justo después de llorar.
—Anne —musitó, acercándose a ella—. Perdón, sé que para ti también es difícil. No quise ser sarcástico.
Pero la joven negó con la cabeza, aún con la vista puesta en la ventanilla.
—No es eso.
—¿Qué...?
La joven tocó el hombro del taxista y sacó un billete de su bolso.
—Déjenos aquí, por favor. —Le tendió el dinero y abrió la puerta justo cuando el semáforo se encontraba en verde y los autos hacían sonar los cláxones con insistencia.
—¡Annette! ¡¿Estás loca?! ¡Sube! —gritó el muchacho al verla bajarse—. El cambio es suyo —le dijo al hombre y corrió tras de ella, siendo insultado por las personas que se quejaban impacientes—. ¡Annette Marie! ¡¿Has perdido la cabeza?! —vociferó él al encontrarla recostada en la pared de una iglesia.
—Dorian nunca fue así —soltó la rubia con la vista perdida.
—¿De qué hablas? Pienso que ahora tendremos que caminar casi diez cuadras o esperar a que algún taxi se deten... Espera. ¿Esto hiciste por la llamada del taxista?
—Notre père, Valentín, nuestro padre. —Se limpió con brusquedad la lágrima que había resbalado por su mejilla—. Imagina esta escena: tú, Dorian y yo yendo al cine. ¡Ja! Dorian yendo a tus competencias de matemáticas o a uno de mis bailes escolares. ¡Controla tus sentimientos, Annette Mar! ¡Controla tus sentimientos, Valentín Belmont! Lo odio, lo odio. ¡Odio cómo te cohíbe!
—Anne, sabes que no tiene caso...
—¡Odio que ella se pierda en viajes de trabajo para no verlo! Porque nos toca a los dos lidiar con esa cosa. ¿Sabes? No veo la hora de que pinte otra obra maestra y se vuelva asquerosamente rico para que se largue a exponer a otro un museo por meses.
—No hay nada que podamos hacer, lo sabes.
Ella sonrió. Una sonrisa amarga.
—Oh, claro que lo sé.
Valentín no dijo nada, solo la observó, y sin quererlo, se percató de la Iglesia detrás. La bella pared de estilo renacentista.
—Una iglesia —masculló sonriendo y ella frunció el ceño—. ¡Una iglesia! —repitió y esta vez soltó una carcajada que escucharon todos los transeúntes alrededor.
—¿Te encuentras bien? —le cuestionó Annette.
Pero Valentín continuó riendo cual demente, con su hermana mirándolo como si lo fuera. El joven se señaló y luego a ella.
—Estamos frente a una iglesia, quejándonos de Dorian.
Ella sonrió.
—Puede que tenga algo de gracia —admitió.
—¡Claro que la tiene! ¿Qué quieres hacer? ¿Ir al cine? ¿Por una hamburguesa? ¿Ver un partido? No necesitamos a Dorian o a mamá para eso. Nunca los hemos necesitado.
Ella sorbió su nariz.
—Siempre hallarás la manera de ser condescendiente conmigo, ¿no es así?
Valentín curvó sus labios hacia arriba.
—Es... Es lo que hago. Somos... —meditó muy bien las palabras que utilizaría a continuación, pero se decidió por ocultar lo que odiaban ser realmente—. Somos Val y Anne.
—No seas tonto, Valentín —le contestó la muchacha, preocupándolo—. Anne y Val suena mejor.
[xx]
—Vaya... —susurró ella, pasando un par de páginas del diario rosa, mientras sorbía la pajilla de su malteada de fresa—. ¿Lo has leído todo?
Lassere negó con la cabeza.
—Intento tomar nota de cada cosa, ver si hay algo escrito entre páginas. No quiero perderme de nada.
Ella asintió mientras continuaba inspeccionando el cuaderno con curiosidad. Arrugó sus facciones al notar una fotografía que Valentín no le mencionó: Clover sonreía junto a un chico más alto que ella mientras ambos tenían un par chispas mágicas encendidas.
—¿Quién es? —le preguntó, pero él se encogió de hombros sin saberlo—. Quizás pueda decirnos algo.
—O puede ser el asesinado por el que Clover se culpa —contestó con la fotografía entre los dedos, y la vista fija en dos pares de ojos que podrían estar ocultando algo.
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Confusa tragedia
Mystery / Thriller|CORREGIDA| Ambientada en Rumanía durante principio de los noventa, Confusa tragedia es un thriller psicológico que relata cómo un colegio ortodoxo recibe videos en los proyectores de sus aulas por parte de un asesino de estudiantes que se justifica...