VII- Corre

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Ambos jóvenes se encontraban sentados sobre el sofá de piel mientras esperaban al director. Valentín volteó a ver a Vasile, quien tenía un hilo de sangre seca desde su labio inferior hasta su barbilla y bostezaba.

—¿Qué te hace creer que nos mandarán a detención y no nos darán un par de azotes?

Vasile le miró.

—No pasará. No es el departamento de Narcisa, es el de Antonescu. —Frotó su palma contra la sangre seca y musitó—. Es un incompetente.

Al poco tiempo el director entró y les miró, rígido.

—¡¿Qué les pasa?! ¿Qué clase de valores les han enseñado en su casa? No están siendo educados para convertirse en hombres violentos. —Se descruzó de brazos y entonces sus ojos miel se fijaron en Valentín—. Busque mejores amistades, Lassere. Y usted, Bogdan, no me sorprende nada. ¡A detención!

—Yo inicié la pelea —aclaró Valentín, poniéndose de pie.

—Si así fuera no dudo que Bogdan le hubiese dado una buena razón.

El joven de cabello largo le dedicó una mirada colérica, y Valentín, nuevamente, no podía creer que todo aquello fuera real.

—No lo hizo, solo me privó de sus apuntes de clase, me molesté y lo golpeé. Fue algo estúpido, quiero disculparme.

—No insista, Lassere, tengo bastante presente a quiénes tengo delante. La reputación de Bogdan le precede. Ahora, a clase.

—Pero... —continuó Valentín, pero el hombre le dio un manotazo al escritorio de madera.

—¡A clase!

Estuvo por un par de segundos plantado sobre el soso tapete que cubría la oficina, pero luego salió repicando sus zapatos con fuerza y dando un portazo a la puerta tras de él.

—Lo siento... No tomé en cuenta la ineptitud de Antonescu. Hablaré con la amiga de Razvan e intentaré sacarle información.

Valentín mordió su dedo pulgar y paró en seco en medio de los casilleros.

—No lo entiendo. ¡¿Qué ocurre con estas personas?! ¡No escuchan! ¿Y de qué reputación habla ese idiota?

Vasile suspiró e hizo su cabello a un lado.

—Hay cosas que cobran más sentido al ser observadas que escuchadas. Lo verás por ti mismo, créeme. La escuela pública es el Edén, aquí, en cambio, Dios se olvida de pasar de vez en cuando —dijo, y se perdió por el pasillo vagamente iluminado.

[xx]

Cuando faltaba poco tiempo para que el final de la jornada se acercase, un par de sillas siendo empujadas de su lugar y varios pasos interrumpieron la concentración de los estudiantes que se encontraban en clase de arte.

—¡Han vuelto! —se escuchó.

Valentín dejó de mordisquear el sándwich que tenía oculto detrás del libro de artes y miró a la multitud de alumnos correr al patio.

—¿Qué ocurre? —preguntó poniendo una mano sobre su boca en un intento por tragar.

La respuesta de Jade fue encogerse de hombros y salir corriendo junto a los demás. Mihaela cruzó miradas con Vasile; las reglas establecían que estaba prohibido correr por los pasillos. Indecisos, se acercaron hasta la puerta junto a Valentín, que corrió para unirse a una osada Jade.

«¡Es Cosmin Ionesco!» se escuchaba por todas partes, como lo recordó Valentín al verlo con dificultad entre la multitud: el cerebrito. Se encontraba cubierto con un espeso y marrón pegamento, encima de él habían pegado plumas negras arrancadas a un cuervo. Ionesco estaba tumbado sobre el suelo medio inconsciente, gimiendo de dolor por golpes que no se apreciaban debajo de su pegajoso disfraz.

Junto al recién llegado se encontraba una chica a la que no recordó, pero a diferencia de Cosmin ella no estaba golpeada o llena de plumas. Estaba bien, pero intuyó que era una de las secuestradas porque varios a su alrededor le hacían preguntas que ella no sabía contestar.

Y, ¿dónde está Clover? se preguntó al sólo verlos a los dos, sin darse cuenta de que Narcisa se encontraba observándolo, impasible, pensando en que todo comenzó con la llegada del chico nuevo.


N/A: Bastante corto, lo sé, pero de haber intentado alargarlo siento que lo hubiera estropeado. Espero les guste, voten y comenten. Les amo.

Confusa tragediaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora