Capítulo VI.

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Después de hablar con Kol, Aiden salió rápidamente del cementerio. Fue hasta el bar más cercano en donde se puso a beber por horas. Pensando en todo lo que iba a hacer, ahora que Kol iba a morir y que Finn estaba completamente loco y probablemente lo iban a asesinar, debía encontrar a alguien que la protegiera.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de una mujer, la misma que le había dado el amuleto aquella tarde, que se sentaba junto a ella.

— No deberías estar aquí —dijo la mujer a su costado.

— Probablemente tienes ochenta años, tú eres la que no deberías estar aquí —respondió Aiden sin mirarla— ¿Por qué estás aquí?

— Vine a ver cómo estás.

— ¿Para burlarte o qué?

— Hace unos años le prometí a Nadia que te protegería —respondió la mujer tomando por sorpresa a la chica, quien casi se ahogaba con el trago que había dado— ¿Sorprendida?

— Debiste decirme eso antes.

— Nadia me dijo que eras propensa a cometer estupideces.

— Me conoció bien en tan poco tiempo —dijo Aiden dándole otro trago a su bebida.

— Era tú madre —comentó la anciana.

— Quiero que me enseñes a hacer hechizos, conjuros, pactos, como sea que los llamen —expresó Aiden—. No puedo seguir alíandome con idiotas para conseguir protección, necesito protegerme yo misma.

— Éste cuerpo que elegiste es humano —dijo la mujer—, Nadia me dijo que ella había intentado hacer algo con ello, ¿no te dijo nada?

— ¿Nada de qué?

— Estás estancada en éste cuerpo, y como éste cuerpo es humano; y tomaste la cura de la inmortalidad... no puedes transferir tu espíritu a otro cuerpo, no puedes ser vampiro, no eres una viajera y por ende no puedes hacer magia.

— ¿Quién hizo esto? —cuestionó Aiden molesta y después recordó su plática con María, quien la dejó atrapada en ese cuerpo humano, sin la posibilidad de brincar a otro.

— Sabes quien lo hizo, has lastimado a muchas personas Aiden —respondió la mujer levantándose del banco—. Sabes que Kol está muriendo y sin embargo aquí estás, bebiendo sola en un bar.

— Que él este muriendo es la razón de que esté aquí, sola, bebiendo —dijo Aiden sin mirarla—. Eso y la tercera en discordia.

— El amor del hombre no está hecho para ti, o por lo menos, no el de los Mikaelson —comentó para después alejarse de ella.

Aiden siguió en el bar hasta altas horas de la noche. En las afueras del bar se escuchaba música, las trompetas y los demás instrumentos sonaban con un ritmo pegajoso. La gente se levantaba del bar para salir a ver de qué se trataba. La chica igual se levantó, pero no para ir a la fiesta que circulaba en las calles, sino para ir a la casa de los Mikaelson y hablar con Niklaus.

Sin ningún problema entró al lugar, por los arreglos y demás que había en la casa la chica supuso que la fiesta había sido en ésta casa. Subió las escaleras hasta que vio a Elijah salir de una habitación son dirección contraria a ella, supuso que ahí se encontraba Niklaus así que se abrió camino hasta aquella habitación. Cuando entró a ella efectivamente ahí se encontraba, en el balcón del lugar, observando el desfile que ahora esta en la calle de en frente.

— ¿La fiesta fue en tú casa y no estas invitado al desfile? —dijo la chica llamando su atención.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —cuestionó el híbrido sin observarla.

— He venido a escuchar tú disculpa por haberme dejado encerrada en esa casa —respondió Aiden acercándose a él. Niklaus volteó a verla mientras se acercaba a ella, lentamente.

— ¿Debería disculparme? —dijo con una sonrisa sínica en su rostro—, no mientas. Lo tenías bien merecido.

— Tú no eres nadie para hablar sobre maldad —se acercó Aiden a él—, has asesinado a muchas personas por cientos de años...

— Y tú has robado la vida de muchas mujeres solo para que la tuya no pereciera —interrumpió el híbrido.

— Deberías darme las gracias, con todos los enemigos que tienes probablemente...

Sus palabras fueron interrumpidas cuando Elijah y Rebekah entraron a la habitación.

— Deben de tener una excusa muy importante para esta interrupción —expresó Niklaus al verlos.

— Aiden —dijo Elijah sorprendido de ver a la chica en el lugar, junto a Niklaus.

— Hola Elijah.

— Es Kol, no podemos hacer nada para salvarlo —expresó Rebekah con tristeza—, no pasará de está noche.

Todos fueron en dirección hacia el cementerio en donde suponían estaría Kol. Cuando llegaron lo vieron junto a Davina. Aiden sintió un enojo por verlo junto a ella pero evitó que los demás lo notarán.

— Lo siento hermano, pero siempre y para siempre no es algo de lo que se pueda escapar —dijo Niklaus llamando su atención.

Los minutos parecían segundos, Kol se encontraba en brazos de Niklaus mientras Davina trataba de hacer un hechizo para evitar que Kol muriera. Elijah y Rebekah sólo observaban a su hermano, con tristeza y dolo por su próxima perdida. Mientras Aiden se ahogaba, interiormente, en las lágrimas de la tristeza. Kol estaba muriendo y nadie podía hacer nada, sólo lo observaban.

— Toda mi vida, lo único que quería era esto —dijo Kol, ya sin fuerzas de pelear contra la maldición—, ustedes preocupados por mi.

Las palabras lastimaban a sus hermanos quienes solo lo observaban con dolor, Rebekah se acerco a él y le prometió que no dejaría ese cuerpo hasta encontrar la manera de traerlo de vuelta. Davina se acercó a él y le dijo que podría intentar con otro hechizo pero Kol le dijo que estaba bien, que ya no tenía miedo de morir. Después de una sonrisa Kol murió.

Aiden observó la escena sin decir nada, observó cómo Davina y Rebekah sufrían por la perdida de Kol; sin decir nada, salió de la tumba para salir rápido del cementerio. Cuando estaba a punto de salir del cementerio, Elijah se apareció en frente de ella.

— Es la segunda ves que veo esto —dijo la chica con lágrimas—, y una vez más sin la posibilidad de hacer algo.

— Encontraremos la manera de traerlo de vuelta —comentó Elijah y después la abrazo, mientras la chica lloraba en sus brazos.

— Otra vez se ha ido...

Despierta | Parte III | The OriginalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora