''Capítulo 4''

215 30 18
                                    

Por JR:

¿JR?—llamó Ren detrás mío, justo cuando terminaba de cerrar mi maleta. Después de una larga noche de meditación, reflexión y suplicas por parte de mi futuro esposo, terminé por aceptar ir a ver a mi madre.—Cariño, ¿estás seguro de querer ir? Lamento si te presioné demasiado.

Esta bien, supongo que lo correcto es ir, ya tengo tiempo sin verla.—comenté, dándome la vuelta para poder abrazarle y tomarle suavemente por la cintura.—Además, tengo que darle la noticia de nuestra boda, aunque aún no sé como.

¿Temes cómo vaya a reaccionar, cierto?—preguntó mientras llevaba sensualmente sus brazos hasta mi cuello, rodeándolo en cuestión de segundos.

Pues...la verdad sí. Ni siquiera me atrevo a imaginar su cara cuando se lo diga.—hablé tan asustado como preocupado. Aún me aterroriza que es lo que pueda suceder cuando mi madre se entere de la verdad. De pronto, todo temor se desvaneció cuando sentí aquel dulce y suave roce sobre mis labios.

—Todo va a estar bien, no te preocupes demasiado.—susurró tiernamente sobre la comisura de mis labios. Aquella acción me hizo estremecer, ya que solo él sabía como volverme loco con tan solo un roce. No tardé mucho en apegarle más a mí y besarle de una forma desesperada.—Te amo, JR, nunca lo olvides.

—Jamás lo haría, mi amor.—susurré de vuelta, besándole una última vez antes de separarnos. Y de nuevo ese mal presentimiento se apodero de mí, provocándome un enorme escalofrío en todo el cuerpo.—Eso sí, tienes que prometerme algo.

—¿Qué cosa?—preguntó con su respectiva carita de confusión e inocencia, esa que siempre me termina por enamorar cada vez más.

—Ren, si en una semana no regreso...por favor, ve a buscarme.—indiqué nervioso, sin lograr sacarme ese mal presentimiento de la cabeza.

—¿Por que me pides eso, amor?—volvió a preguntar ahora algo nervioso.

—No lo sé, solo...no confió del todo en mi madre, sé que ella es capaz de muchas cosas.—dije atemorizado, pensando en todo tipo de monstruosidades que mi madre sería capaz de hacer con tal de que no me casará con Ren.

—De acuerdo, te lo prometo.—mencionó con una linda sonrisa en sus labios. De haber sabido que sería la última vez en mucho tiempo que lo vería sonreír así, jamás me habría ido de casa ese día.—Cuídate mucho mi amor, sueña conmigo por la noche.

—Lo haré, nos vemos después. Te amo.—mencioné de vuelta, besando sus labios una última vez antes de salir de casa. Seguidamente me dirigí hasta mi auto, subiendo a él y comenzando así el largo viaje a casa de mi madre.

Durante el camino, iba platicando con Aron, el cual me contaba de su futura propuesta de matrimonio. Ya era hora de que esos dos se casaran, no entendía porque no lo habían hecho ya. De hecho, los últimos en casarse probablemente sean Nana y MinSeok, ya que según tengo entendido, MinSeok le tiene cierto temor al matrimonio.

Luego de dos tortuosas y largas horas de viaje, por fin había llegado a la casa de mis padres, la cual parecía lucir exactamente igual que cuando era un niño. Aún podía recordar aquellas veces que llegué a jugar con mi padre en el jardín; además de los reclamos de mi madre por entrar a casa con los pies llenos de barro. Y no pude evitar sentir un poco de nostalgia, una que no tardo en transformarse en incertidumbre. ¿Cuál era la verdadera razón de mi madre para traerme de vuelta a casa? ¿Cuáles eran sus verdaderas intenciones? 

Dejando mis pensamientos de lado, me di prisa en aparcar y bajar la ventana del auto, solo para presentarme con los guardas. Los cuales, como era de esperarse, me reconocieron a los pocos segundos; permitiéndome la entrada. No podía evitar sentirme extraño ante aquel trato, jamás me gustó sentirme superior a otras personas, así como suele hacerlo mi madre. Y justo como si la hubiese llamado con el pensamiento, esta no tardo en hacer aparición.

JongHyun, hijo, que alegría volver a verte.—saludó mi madre feliz, aunque no lo demostrase mucho con aquella expresión de seriedad en su rostro.—Por favor, pasa.

—¿Cómo has estado, Omma?—pregunté un poco incomodó, no sabía muy bien como comenzar una conversación con ella. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que estuvimos el uno frente al otro.

—Sola...completamente sola, así como esta casa después de que te fuiste.—comentó algo seria. ¡Maldita sea! Podía sentir como varias gotas de sudor bajaban por mi frente.—Pero no hablemos de eso. Mejor cuéntame, ¿cómo has estado tú, que has hecho durante este tiempo?

—Yo...he estado trabajando mucho, dando lo mejor de mí.—respondí nervioso ante su pregunta, pensando en que aún no era un buen momento para hablar de Ren y, por supuesto, nuestro compromiso.

—¿De verdad? Veo que al final aprendiste algo bueno de tu padre, un hombre realmente trabajador.—comentó mi madre con algo de...¿Nostalgia? No estaba seguro, su tono de voz me confundía demasiado. Después de unos minutos, llegamos a la sala de estar, tomando asiento en los enorme sofás que mi madre había mandado hacer cuando yo aún era un niño.—Por otro lado, te tengo una gran sorpresa, una que te va a gustar mucho.

¿Ah sí?, ¿y de qué se trata?—pregunté, sintiendo un extraño nudo en mi garganta, los escalofríos eran cada vez más constantes. Podía sentir como si estuviese al borde de un ataque de ansiedad.

—Tú espera aquí, iré a traerla.—indicó mi madre antes de levantarse, caminando hasta la vieja oficina de mi padre y adentrándose en ella.

¡Maldición! Estaba tan nervioso y asustado que mis manos habían comenzado a sudar y temblar, al igual que todo mi cuerpo. Esperé algunos minutos, pero ni rastro de mi madre. Por lo tanto, decidí ir a echar un vistazo. Intenté ponerme de pie, pero el ruido de la puerta al abrirse me detuvo. Seguidamente pude ver a mi madre salir de la oficina, con una sonrisa tan maléfica como la del mismísimo demonio. Pasando algo de saliva, con dificultad, decidí romper con aquel silencio que llenaba la habitación.

—Omma...intenté hablar, pero fue cuestión de segundos para que mi madre me interrumpiese.

—Dime hijo, ¿recuerdas a JaeBin, tu amiga de la infancia?—preguntó mi madre sin dejar de sonreír. ¡Maldición! Verla sonreír así no me inspiraba nada de confianza.

La verdad...no mucho.—respondí mientras tenía escasos recuerdos de aquella chica. Honestamente tenía muchos años sin verla, por lo que ya no la recordaba con exactitud.

—Pues ella ha venido a verte.—indicó, volteando a ver dentro de la oficina.—Jae, querida, ven.

Y de pronto salió una chica realmente hermosa, de cabellera negra y larga, su piel blanca y sus labios pintados de un leve tono color rosa. Su delgado cuerpo acompañado de un vestido color celeste y unas zapatillas color blanco. ¡Maldita sea!, si hubiese sido heterosexual, estoy seguro de que me habría enamorado de ella en aquel momento. Pero mi amor por MinKi era tan grande y puro, que ni toda la belleza de aquella chica podría hacerme dudar acerca de mis sentimientos hacía él.

—Hyunnie, que alegría volver a verte.—mencionó la chica antes de echar a correr hacía mí, abrazándome con tanta fuerza que por poco y me tira al suelo. No pude hacer más que corresponder su abrazo, aunque aquello solo me hacía sentir aún más incómodo. Sobre todo cuando sus medianos pechos chocaban contra mí.

—Lo mismo digo, Binnie.—llamé con cariño, o al menos así recordaba llamarla cuando éramos solo unos niños

 —No sabes cuanto te extrañé.mencionó con una gran sonrisa, una que sin dudas me hizo estremecer.—Tenemos tantas cosas de que hablar.

Rápidamente volteé a ver a mi madre, la cual también estaba sonriendo, incrementando ese sentimiento de miedo y angustia dentro de mí. Quizás estaba loco o algo paranoico, pero no podía quitarme ese mal presentimiento del pecho, algo muy en el fondo me seguía diciendo que debía salir corriendo de ahí y volver a casa. Si tan solo hubiera hecho caso a las señales, no habría tenido que vivir todo el infierno que me esperaba al lado de aquellas dos mujeres.

''En mis recuerdos''Donde viven las historias. Descúbrelo ahora