Capítulo 3

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Ciana gruñó con fastidio, poco dispuesta a admitir lo que su instinto le había estado diciendo a gritos desde que él había vuelto. Y, tras un mes de cuidadosa observación, tenía que admitir que su instinto había estado en lo cierto y que ella se había equivocado con Kevin Sforza. Quizá no antes, pero sí ahora. Desde que había vuelto, no solo había madurado físicamente, sino que su madurez emocional era evidente. Tenía un aire de confianza, ya lo había tenido antes, pero este carecía de la excesiva arrogancia que tanto la había fastidiado hacía años.

En estos días, él ya no parecía tan propenso a bromear por cualquier tontería o secundar las ocasionales locuras de su gemela. Kevin, lo estaba comprendiendo, era un hombre ahora. Y eso era lo que siempre había sabido que requería Bianca.

Su adorada hermana no necesitaba alguien que complaciera sus caprichos, que riera de las tonterías que hacía y que no la instara a tomar las cosas con seriedad. No. Lo que Bianca necesitaba era una persona que pudiera limitar sus arrebatos sin llegar a sofocar su espíritu. Alguien que apreciara lo que era, tanto lo que mostraba como lo que ocultaba. Que no la quisiera solo por sus sonrisas y su encanto, sino que la amara por cada uno de los rasgos de su personalidad, fueran estos encantadores o más oscuros.

Lo que nadie más había visto, los agudos ojos azules de Kevin parecían haberlo intuido. Él quería a Bianca, por completo. Ya no era superficial, sino que quería más. Lo quería todo. Y no lo iba a conseguir por sí mismo porque Bianca no se entregaba fácilmente.

Pero ella podía ayudar. Sí, podía. Y lo haría.

–Hola, Kevin –la mirada que él le dirigió hizo que fuera consciente de cada una de las veces que ella lo había ignorado deliberadamente o le había respondido con una réplica cortante. Inspiró hondo, esperando la reacción que él tendría. ¿Risa, escepticismo, burla?

–Hola, Ciana –contestó con una levísima sonrisa amable.

Así que ninguna de las reacciones que ella había temido se había manifestado en Kevin. Eso solo lograba confirmar la apreciación que tenía de él.

–¿Te gusta estar en Italia? ¿De vuelta? –inquirió, porque las personas que habían estado charlando con Kevin seguían ahí.

–Sí, de hecho, estoy disfrutando mucho el estar aquí, de vuelta. He tenido sorpresas inesperadas.

–¿Ah sí? –algo en su tono la puso en alerta. Fue muy sutil, una nota de juguetón interés deslizada tan hábilmente que nadie más que ella se percató. Para su sorpresa, esbozó una sonrisa en respuesta.

–Sí. Y no parecen terminar –Kevin carraspeó y lanzó una mirada a su alrededor–. Me apetece algo de tomar. ¿Me acompañarías, Ciana?

–Por supuesto –contestó rápidamente, borrando la sonrisa que aún mantenía. Tomó el brazo que él le ofreció y, aunque trató de alejarse con rapidez, él no lo permitió pues caminaba con pasos lentos y seguros, como si el tiempo no importara. Como si no tuviera la más mínima importancia que todos en la estancia los estuvieran mirando.

–Ahora puedes hablar.

–¿Qué?

–Sé que no te agrado, Ciana –elevó la mano para ahuyentar la protesta que ella emitiría por pura educación–. Y no intentes negarlo porque los dos lo sabemos. Sé que no te acercarías a saludarme por iniciativa propia a menos que tuvieras algo muy importante que decir. Así que...

Kevin le pasó un vaso y esperó con paciencia a que ella bebiera unos sorbos. Ciana dejó de lado la bebida y tomó aire.

–Bueno, ahora que estoy aquí, no sé cómo empezar.

–Siempre he escuchado que por el inicio es una buena idea.

–No es tan sencillo.

–Inténtalo.

–Tienes razón, Kevin. No me agradabas... antes.

–Lo sé.

–Ahora es diferente.

–¿Por qué?

–No lo sé.

–¿Estás segura?

–Bueno, estás diferente.

–Tienes razón, Ciana. Ahora soy diferente.

–Puedo verlo.

–Pero eso no ha cambiado lo que quiero.

–A Bianca.

–Sí.

A Ciana le gustó que él lo admitiera así, con claridad, sin intentar disfrazarlo. Sonrió fugazmente.

–Eso está bien.

–¿De verdad?

–Sí. Y quiero ayudarte.

–¿Ayudarme?

–Sí.

–¿Con Bianca?

–Sí.

–¿Por qué?

–Porque quiero hacerlo.

–Pero, ¿por qué?

–Porque has cambiado, Kevin.

–¿Y eso es muy importante?

–Por supuesto. Ahora creo que puedes ser el hombre que Bianca necesita.

–Y por eso me ayudarás a llegar hasta ella.

–Así es.

–Increíble.

–Lo sé.

–No, en verdad, es increíble. Jamás pensé que tú te ofrecerías a hacer algo así por mí.

–Lo hago por mi hermana.

–Sabes a lo que me refiero.

–Creo que sí.

Ciana ocultó una sonrisa divertida. Kevin arqueó una ceja, sorprendido, pues ella había bromeado con él. La siempre sobria y seria Ciana Ferraz había bromeado. ¡Extraordinario!

Imagina que te amo (Sforza #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora