Kevin había besado a Bianca, en un impulsivo movimiento, pero había sido inútil. No había sentido nada. Emoción nula y sin vestigio de atracción. ¿Dónde había quedado el extraordinario y conmovedor sentimiento que lo había embargado al besarla aquel fin de año de hacía tanto tiempo?
¿Quizá se debía a la emoción de los disfraces que ocultaban sus rostros? ¿O a la atmósfera de la noche? ¿O a que eran mucho más jóvenes e impulsivos? ¿O sencillamente nunca había existido nada?
De acuerdo, él admitía que no había puesto demasiado empeño en el beso pero no pudo evitarlo. Una vez que había iniciado, se dio cuenta que fue un movimiento equivocado pues se sorprendió al descubrir que no quería besar a Bianca. No le apetecía en lo más mínimo.
Había esperado que al hacerlo, todo volviera... pero no. Nada.
Decepcionante. Y, sin embargo, no se decidía a dejar de verla. Hacía semanas que la había besado, cierto, pero seguían encontrándose. Poco a poco descubría que le gustaba hablar con Bianca, cuando no estaba centrada en su mundo de historia y Roma. Podían ser muy buenos amigos... o quizá ya lo eran.
¿Eso era lo que él quería? ¿Sí? ¿No? ¿Le importaba, siquiera?
–¿Todo bien, Kevin? –Cayden asomó su cabeza a través del umbral del despacho de Kevin. Él asintió–. No pareces...
–¿Sí? –Kevin arqueó una ceja, esperando que siguiera.
–Tú. No te pareces a ti mismo –él entró y se sentó–. ¿Qué sucede?
–No es relativo a la Corporación.
–De acuerdo. ¿Qué es, entonces?
–¿Aun así quieres saberlo? –Kevin lo miró, sorprendido y escéptico. Cayden curvó la comisura de sus labios.
–Claro. ¿Por qué no?
–Porque... –cerró la boca y lo pensó. A Cayden solo le interesaban los negocios. O, bueno, así era antes. ¡Era tan difícil acostumbrarse a los cambios en la familia!–. ¿Cómo lo supiste?
–¿Qué?
–Que te habías enamorado de Stella. ¿Cómo fue?
–Oh, eso. Es una historia larga y complicada.
–Complicada por ti, supongo.
–Supones bien –Cayden soltó una carcajada por lo bajo–. Yo no planeaba enamorarme, ¿sabes?
–Ya lo creo que no. Eso no se planea.
–¿El amor? Sí, supongo que no. Solo surge, cuando menos lo esperas.
–Sí. ¿Y crees que puede suceder sin que lo notes?
–Ya lo creo que sí.
–¿Sí? ¿De verdad?
–Créeme –aseveró Cayden con un toque irónico–. Es perfectamente posible que tú y la otra persona implicada sean los últimos en notarlo.
–Demonios, esto es tan complicado –protestó Kevin despeinando su cabello con la mano–. Y es tan irreal que esté hablándolo contigo.
–No hay duda –Cayden cruzó los brazos–. ¿Estás enamorado, Kevin?
–No. Pensé que sí... pero creo que, después de todo, resulta que no.
–Ya veo. ¿Y por qué no?
–Lo intenté. No funcionó.
–¿Qué?
–Todo. Hice todo lo posible por volver a sentirlo, pero...
Kevin se calló. Exhaló un suspiro exasperado y se recostó en la silla. Cayden permaneció sin decir ninguna palabra por varios minutos.
–Uno no se esfuerza en sentir, ¿sabes? –empezó Cayden despacio–. Las emociones simplemente surgen, están latentes y tú no puedes obligarte a sentirlas. Puedes hacer que crezcan y reforzarlas con tus acciones, pero no provocar que nazcan.
–¿Tú crees?
–Yo lo sé –aseguró con arrogancia.
Kevin puso en blanco los ojos. Cayden se levantó, despidiéndose y salió.
***
–Besé a Bianca.
Ciana detuvo el movimiento de su mano. Estaba resolviendo un sudoku con Kevin, actividad que habían descubierto tenían en común por su gran afición a los números, y que habían empezado a realizar juntos.
–¿Sí?
–Sí.
–¿Fue bien? –preguntó, antes de reprenderse mentalmente por hacerlo. ¡Dios, no quería saber eso!–. Quise decir, eso demuestra que su relación está avanzando, ¿verdad?
–No estoy seguro –contestó Kevin con aire ausente. Ciana lo miró, intentando descifrar el sentido de sus palabras y lo que se estaba dejando–. Es solo que...
–¿Qué?
–Esperaba que fuera... diferente. No lo sé –se encogió de hombros, desconcertado. Suspiró–. Supongo que no tiene sentido.
Ciana no sabía qué decir. No estaba segura de por qué una punzada se había presentado ante lo que Kevin le contaba y seguía ahí, persistente.
–Ya lo sabías, ¿cierto?
–Sí –admitió Ciana. Lo había supuesto aunque no tenía la certeza de lo sucedido. Bianca podía ser muy vaga en sus explicaciones cuando así lo quería. Había mencionado a Kevin, lo encantador que era y lo bien que un hombre así besaría. Que ya hubiera pasado, bueno, no lo sabía pero no quería tener detalles tampoco–. Sí –reafirmó.
–No sé por qué lo mencioné –Kevin lucía incómodo.
–Bianca no mencionó nada concreto –forzó una sonrisa al decirlo. Sabía por qué Kevin lo había dicho. Quería saber qué había sentido Bianca al besarlo. Su corazón volvió a encogerse. ¿Qué le estaba sucediendo? ¡Un beso entre ellos era bueno! ¿No? Bianca no besaba a cualquiera...
–Ah, bueno. No pensé que lo haría –murmuró Kevin. Definitivamente estaba incómodo ahora. Carraspeó–. ¿Ya pusiste tu número?
–¿Qué? ¿Mi número?
–En la casilla –señaló el tablero del sudoku.
–No, yo... –Ciana se obligó a bajar la cabeza y concentrarse en los números, aunque la imagen de Kevin inclinándose hacia Bianca no se iba de su mente–. ¿Por qué no fue lo que esperabas?
–¿Qué?
–Besar a Bianca. ¿Por qué no lo fue?
Kevin formó una fina línea con sus labios mientras su semblante se volvía inescrutable. Sabía que su pregunta no le había agradado pero él había empezado con el tema así que ahora debía soportarlo.
–Ci...
–Tú empezaste, Kev.
–¿Estás segura de que quieres hablar de eso?
–Fuiste tú quien lo trajo a colación.
–Lo sé –exhaló cansado. Se recostó en el asiento, mirándola fijamente.
–¿Qué sucede?
–Es tan extraño...
–¿Qué?
–No lo vas a creer pero, aunque sean gemelas, nunca podría ver a Bianca en ti. No tiene sentido, ¿cierto? –Kevin negó lentamente–. No me hagas caso.
Ciana intentó esbozar una sonrisa pero no pudo. ¿Qué quería decir Kevin con eso? ¿Qué nunca sería tan hermosa o encantadora como Bianca? Eso ya lo sabía. ¿Qué le gustaría que ella fuera Bianca? ¿O que Bianca fuera como ella? ¿Acaso tenía algún sentido?
–Ci... ¿tu número?
–Cierto –asintió, dejando el tema del beso y de Bianca de lado. Ahora estaba segura de que no quería saber nada al respecto.
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Imagina que te amo (Sforza #5)
RomantikTodo empezó por un beso a la persona equivocada... Si Kevin Sforza hubiera conocido las repercusiones que tendría un impulso seguido durante una fiesta, jamás lo habría hecho. ¿O sí? Después de años de aquella noche, él no está dispuesto a rendirse...