Capítulo 28

6.1K 839 24
                                    

Ciana se apoyó aún más en Kevin y sintió como él ceñía su cintura con los brazos. Sonrió, ladeó el rostro y lo besó.

–Creo que no dejaremos este parque nunca más –murmuró Kevin contra sus labios, al tiempo que los volvía a atrapar–. Y, sin duda, nunca dejaré que te alejes de mí.

–Kev... –soltó en un suspiro soñador–. Estoy tan enamorada de ti.

–¡Menos mal! No sé qué habría hecho si no fuera así... bueno, sí sé. Habría insistido hasta que te rindieras, Ci.

–¿Ah sí? ¿Eres así de perseverante?

–E incansable. ¿Recuerdas? Energía inagotable –guiñó un ojo.

–¡Cielos! ¿En qué lío me he metido?

–En uno del que no vas a escapar –la aferró más.

–Por cierto –Ciana sacó la bolsa que había traído consigo–. Ten –dijo, entregándosela.

–¿Es para mí?

–Es para nosotros. Nuestros fabulosos muffins de chocolate.

–¡Cielos, Ci! Tú eres la mujer de mi vida –Kevin los abrió con avidez.

–Eso espero, Kev –Ciana vio como Kevin tomaba un gran trozo. Su boca terminó llena de chocolate–. ¡No juegues con tu comida, Kevin!

–De acuerdo. Jugaré contigo, entonces –contestó Kevin después de comer otro bocado del muffin. La besó–. ¡Cuánto quise hacer esto aquella tarde en el jardín!

–¿Hubiera sido un buen regalo de cumpleaños?

–Sí, porque tú eres lo mejor que me ha sucedido.

–Kev... –musitó y lo besó. Y luego él la imitó. Terminaron riendo de nuevo–. ¡Kevin, detente!

–No es como si tú estuvieras haciendo lo que dices.

–Eso es porque tú... –Ciana chasqueó la lengua–. Sí, lo diré, una vez. Eres endemoniadamente atractivo, ¿sí? Irresistible.

–Qué bueno que estamos de acuerdo en eso. Así no te quejarás cuando te asfixie con mi presencia.

–¿Asfixiar? ¿Qué, me seguirás a todas partes?

–¿Seguirte? ¡No pienso dejarte nunca! –exclamó con dramatismo. Ciana rió, encantada.

–Oh, cielos. ¿Y qué hay con la Corporación Sforza? ¿Y los números? ¿Y tus amistades? ¿Y tu familia?

–Todos ellos pueden esperar. Ahora quiero estar con mi novia –frunció el ceño, confuso–. Eres mi novia, ¿cierto?

–¿Me lo has pedido?

–Pensé que tú me lo pedías. ¿Acaso no era esa la función de los muffins?

–Claro. Con los muffins de chocolate estaba pidiendo tu mano. ¿Cómo lo supiste, Kev?

–Porque son parte de mi cielo.

–Cierto. Tu paraíso.

–Chocolate. Números. Mi chica –la besó en la punta de la nariz.

–No en ese orden, espero.

–Claro que no –rió cuando ella lo codeó–. De verdad, no. Tú eres mi prioridad, Ci.

–Más te vale, Kev. Entonces, ¿soy tu novia, cierto?

–Por supuesto. ¿Es que tú crees que yo ando besando a todas mis amigas?

–Espero que no –Ciana giró en sus brazos, enfrentándolo–. Más te vale que no, Kevin Sforza.

–Juro que no. Solo te besaré a ti.

–Sí. Soy la única amiga a la que se te permite besar.

–Eres mi novia, Ci –corrigió poniendo en blanco los ojos–. Que no se te olvide.

–¿No?

–No. ¿Te lo recuerdo? –la besó lentamente, deslizando los labios por su mandíbula.

–¡Nos pueden ver, Kevin! –reprendió azorada.

–¿Y apenas lo notas? ¡Uf, Ci! Hemos estado dando un show durante al menos media hora –soltó riendo. Ciana se sonrojó y cruzó sus brazos–. Vas a regañarme, ¿cierto? –Kevin exclamó y bufó–. Solo recuerda que el lugar lo fijaste tú, Ci.

–Lo sé –Ciana empezó a dar mordiscos a un muffin–. Pensé que costaría un poco más...

–¿Qué? ¿Convencerme? ¿Convencerte?

–No sé.

–Ay, Ci –Kevin tomó otro muffin–. Quiero pedirte algo.

–¿Sí?

–Quiero que vengas conmigo a la Mansión Sforza –comentó con tono descuidado–. Mi madre quiere conocerte.

–¿A mí? ¿Por qué?

–¿Demasiado pronto, eh? –bromeó Kevin, pero sus ojos no estaban risueños. Ciana acarició su mejilla–. No me mires así, Ci.

–No es lástima, Kevin. Me duele. Quisiera que no tuvieras que pasar por esto. Al menos, ahora no lo harás solo –Ciana le brindó una sonrisa triste–. ¿Ahora sí estás convencido que me tienes a mí, verdad?

–Sí. Te amo, Ci –Kevin escondió su rostro en el cuello de ella–. ¿Vendrás?

–Sí, pero con una condición.

–¿Cuál? –inquirió ansioso y la miró.

–Vamos a mantener un perfil bajo, ¿de acuerdo? Lo de hoy no puede repetirse. Y no, no te molestes en protestar porque no voy a ceder. Acabo de terminar una relación seria y no puedo echarme de cabeza en otra de inmediato. No se vería bien.

–¿Y a quién le importa? A mí, no.

–Pero a mí, sí. Y tampoco quiero que Darío salga más lastimado.

–Por favor –Kevin puso en blanco los ojos, incrédulo–. ¿Él, lastimado?

–Era mi prometido. ¿No crees que le duele un poco perderme?

–Ci, él no te amó. Si lo hubiera hecho, ¿crees que te habría dejado ir así? ¿Sin luchar? ¿Sin protestar?

–¿Tú no lo habrías hecho? ¿No habrías respetado mi decisión?

–Claro. Si quisieras dejarme, sería tu decisión. Pero eso no significa que yo dejaría que pase sin más. Absolutamente no –Kevin clavó sus ojos azules en ella–. ¿Cómo podría? Tú eres todo para mí.

–Dramático –musitó Ciana y sonrió.

–Tirana –contestó Kevin por lo bajo, acercándose con una sonrisa.

–Cielos, nunca vamos a irnos de este parque –lamentó Ciana divertida. Kevin rió en respuesta.

Imagina que te amo (Sforza #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora