Las cifras no tenían sentido. Regresó a su silla y observó las columnas pulcramente elaboradas. No, no tenían sentido. No les encontraba sentido. ¿Cómo era posible que eso le estuviera sucediendo? ¡Los números siempre habían sido una parte importante de su vida! Incondicional, algo que no le costaba entender y amar. Eran tan parte de sí como su memoria que rara vez le permitía olvidar algo o como el encanto que parecía agradar a cualquiera a su alrededor.
¿Lo había perdido? Solo... ¿así?
No. Era un mal día. O un par de malos días. Bueno, quizás una mala semana. Una muy desagradable y larga semana. Reprimió un suspiro y volvió a pasear por la oficina. Empezaba a sentirse como un animal enjaulado, sin saber qué hacer consigo mismo. Su único puerto seguro había desaparecido. Ya no lo tenía más. ¿Acaso tenía que perderlo todo?
Se sentía estúpido y frustrado. Como un patético hombre que no lograba hacer que ni una sola cosa funcionara en su vida. Nada era como debía ser. Y, lo peor, él no estaba haciendo nada para cambiarlo. Solo pasear por su maldita oficina. ¿De qué iba a servir eso?
Despeinó su cabello con insistencia, casi sin notarlo. Iba a enloquecer. Probablemente, ya había enloquecido y no lo notaba.
El sonido de su teléfono atrajo de inmediato su atención. Un mensaje.
Kevin Sforza, ¿dónde estás? ¿Estás escondiéndote de mí? ¡Más te vale que lo hagas bien porque voy a encontrarte!
Lo leyó una y otra vez, esforzándose por no malinterpretarlo. ¿Ciana?
¿Hola? ¿Me recuerdas? Soy Ciana... o Ci, como insistes en llamarme. ¡Contesta o atente a las consecuencias!
¿Lo estaba amenazando? Una sonrisa se abrió paso en su rostro poco a poco y se dispuso a contestar. Después de todo, no era como si tuviera nada importante que hacer. O que pudiera hacer. Además, ella era su prioridad. Siempre. Ciana.
¡Consecuencias! No, a menos que... ¿de qué exactamente estamos hablando, Ci? ¿Me gustarán? ¿Te atreverás?
Le encantaba provocarla. Casi podía ver como su respiración se cortaba y, a continuación, emitía un resoplido indignado. Su Ci, era única.
¡Ja! Yo me atrevería a muchas cosas, Kev. ¿Quieres averiguarlo? ¿Sí? ¿No? ¿Crees que tú te atreverás?
¡Ya veo que mi chica está de vuelta! ¿Dónde y cuándo? Estaré ahí.
Te enviaré instrucciones. No te ocupes. A partir de mediodía, eres todo mío.
No puedo esperar, Ci.
Te veo más tarde, Kev.
No. De verdad, NO. PUEDO. ESPERAR.
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Imagina que te amo (Sforza #5)
RomanceTodo empezó por un beso a la persona equivocada... Si Kevin Sforza hubiera conocido las repercusiones que tendría un impulso seguido durante una fiesta, jamás lo habría hecho. ¿O sí? Después de años de aquella noche, él no está dispuesto a rendirse...